La crisis del coronavirus es cuesti¨®n de clases
La inequidad social puede lastrar gravemente la recuperaci¨®n econ¨®mica y la preparaci¨®n ante futuras amenazas sanitarias
En el coronavirus, como en casi todo, hay niveles sociales. Si usted pertenece al de un afroamericano en los Estados Unidos, por ejemplo, sus posibilidades de contraer la covid-19 y morir a consecuencia de ella multiplican las de sus vecinos blancos. Si su grupo social es el de un ni?o madrile?o en una familia de bajos ingresos, la aventura del confinamiento se traducir¨¢ en exclusi¨®n escolar por el apag¨®n digital, almuerzos poco saludables por cuenta de la administraci¨®n y un peligroso aumento de la tensi¨®n dom¨¦stica como consecuencia del hacinamiento.
Y si se encuentra usted desclasado, como millones de migrantes sin papeles a lo largo y ancho de nuestros pa¨ªses, entonces sencillamente corre el riesgo de desaparecer de los radares sanitarios y de cualquier medida p¨²blica de socorro.
Ninguno de estos efectos es un misterio mariano. Las poblaciones de bajos ingresos concentran patolog¨ªas previas (diabetes, hipertensi¨®n, abuso de sustancias) que jibarizan su capacidad de respuesta ante la covid-19. El confinamiento o el teletrabajo se hace imposible para quienes dependen de la econom¨ªa informal o de empleos que requieren presencia f¨ªsica y exposici¨®n personal en medios de transporte p¨²blicos. Los episodios sociales de alta tensi¨®n, como el que vivimos, tienden a dar rienda suelta a la estigmatizaci¨®n de minor¨ªas y el rechazo de los inmigrantes, lo que hace sus vidas a¨²n m¨¢s complicadas.
La relaci¨®n entre las crisis sanitarias y las sociales es un fen¨®meno de doble v¨ªa. El impacto desigual de una pandemia como la de este coronavirus incrementar¨¢ la brecha entre quienes pueden y no pueden protegerse. Pero las consecuencias econ¨®micas de la enfermedad se volver¨¢n contra estos mismos grupos de una manera feroz, ampliando sus vulnerabilidades sanitarias y limitando la capacidad de los Estados para proporcionar redes de seguridad. Entre los a?os 2009 y 2015, la austeridad fiscal llev¨® al recorte de 0,9 puntos en la inversi¨®n sanitaria p¨²blica espa?ola, elevando los copagos individuales hasta el 24% del total del gasto y abriendo brechas intolerables entre comunidades aut¨®nomas. La crisis golpe¨® de manera particular a grupos vulnerables como los migrantes en situaci¨®n irregular, cuyas tasas de mortalidad crecieron un 15% tras su exclusi¨®n del sistema sanitario.
No tiene porqu¨¦ ser as¨ª. La magnitud y la composici¨®n del golpe pueden ser alteradas con una intervenci¨®n decidida de las administraciones p¨²blicas y de las comunidades en las que operan. El punto de partida es que la inequidad social lastra gravemente la recuperaci¨®n econ¨®mica y la preparaci¨®n ante futuras amenazas sanitarias. Esta es una lecci¨®n que la Uni¨®n Europea ha aprendido de manera tr¨¢gica durante esta pandemia, donde los sistemas de prevenci¨®n y respuesta de varios Estados miembros acusaron una d¨¦cada de recortes en personal e infraestructuras. En el contexto de la covid-19, aceptar el tipo de darwinismo social impuesto durante la Gran Recesi¨®n ser¨ªa como dispararse dos veces en el mismo pie.
Pero los gobiernos nacionales y regionales tienen tambi¨¦n la responsabilidad de desconfinar con equidad. La preparaci¨®n de una sociedad ante los riesgos sanitarios puede depender menos de las camas de la UCI que del sostenimiento de las rentas m¨ªnimas de las familias. Menos de la fabricaci¨®n en masa de respiradores que de la disponibilidad y habitabilidad de las viviendas. Menos de los aplausos protocolarios que de la dignificaci¨®n laboral de profesionales sanitarios que han sido empujados a las trincheras de la epidemia en condiciones de precariedad f¨ªsica y financiera.
Se dice que de una pandemia salimos todos o no sale nadie. Es cierto.
* Jeffrey Lazarus es el autor principal del informe ?C¨®mo podemos garantizar un enfoque socialmente equitativo en el desconfinamiento?, publicado por el Instituto de Salud Global de Barcelona.
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