El solsticio de verano en el dolmen de Menga, una m¨¢gica fusi¨®n del paisaje con lo celestial
Ver el amanecer en el monumento megal¨ªtico de Antequera del 20 al 21 de junio es un espect¨¢culo natural como pocos hay en Europa. Una oportunidad para ver gigantes de piedra y conocer tambi¨¦n la arquitectura y la gastronom¨ªa de la localidad malague?a
Dolmen de Menga, Antequera (M¨¢laga). 6.45 en punto de la ma?ana en el solsticio de verano (el 20, 21 y 22 de junio). Cuesta contener la emoci¨®n frente al espect¨¢culo. Las tinieblas se abren en la vega antequerana con el primer resplandor de luz. La sensaci¨®n es vibrante, regeneradora; pura fuerza vital. El silencio y las voces de entusiasmo se suceden entre los asistentes (el aforo est¨¢ limitado) mientras el paisaje oculto se desnuda frente a sus miradas: un rayo min¨²sculo se abre paso primero en el horizonte y acaricia el muro norte del corredor del dolmen de Menga. Crece la luz.
Poco a poco, el sol aparece tras un gigantesco perfil de rostro humano que yace tumbado en el suelo como si en el m¨ªtico tiempo de los gigantes alguien con nariz aguile?a se hubiera convertido en piedra. El gigante tiene un nombre: la Pe?a de los Enamorados, conocida popularmente como El Indio. Cuando la oscuridad se disipa, la voz del gu¨ªa narra el milagro que es este lugar y este momento. Emerge la conexi¨®n con quienes construyeron lo que, seg¨²n la investigaci¨®n, debi¨® de ser un templo hace 6.000 a?os, y quienes durante miles de a?os han experimentado esto mismo en estos mismos d¨ªas. Implacable sensaci¨®n. ?C¨®mo no? Desde la garganta del gigante de piedra que emerge tendido en la vega de Antequera, punto exacto donde se encontraron pinturas rupestres, el sol ba?a la entrada del dolmen de Menga mientras la f¨¦rtil y bella llanura aparece al explotar las tinieblas.
Las preguntas surgen frente a la contemplaci¨®n del efecto lum¨ªnico que une al gigante de piedra con la entrada del dolmen a trav¨¦s de los primeros rayos del sol en el solsticio de verano. ?Hecho a prop¨®sito? Sin duda. El instante es imposible de olvidar, se queda. Se trata de un peque?o gran milagro por muchos motivos. El tama?o ¡ªlas piedras alcanzan hasta 150 toneladas¡ª, las t¨¦cnicas constructivas, la orientaci¨®n y, sobre todo, por ser parte de un conjunto monumental megal¨ªtico donde templos y tumbas est¨¢n conectadas con el entorno en solsticios y equinoccios, y tambi¨¦n entre s¨ª. ¡°Menga est¨¢ unido a otros monumentos construidos en relaci¨®n con el territorio y a los eventos estelares; eso hace del lugar algo ¨²nico. ?No existe nada as¨ª en el mundo! El conjunto megal¨ªtico demuestra el rotundo conocimiento del entorno y la relaci¨®n del paisaje con lo celestial¡±, explica Marga S¨¢nchez Romero, catedr¨¢tica de Arqueolog¨ªa de la Universidad de Granada y experta en el yacimiento.
El dolmen de Menga forma parte del conjunto megal¨ªtico integrado tambi¨¦n por el dolmen de Viera, donde se celebran los equinoccios de primavera y oto?o, y por el tholos (c¨¢mara subterr¨¢nea circular) de El Romeral, donde penetra el sol durante el solsticio de invierno (21, 22 y 23 de diciembre a partir de las 14.00). ¡°Entre la construcci¨®n de los tres monumentos hay mil a?os de diferencia. ?Mil a?os! Si trazas una l¨ªnea recta entre los tres d¨®lmenes que pase por el centro exacto de Menga y de Viera, llega al centro exacto de El Romeral. ?Hay un hilo argumental a lo largo de mil a?os!¡±, explica S¨¢nchez Romero, responsable de documentar el informe que se tradujo en 2016 en la declaraci¨®n de los d¨®lmenes de Antequera como patrimonio mundial de la Unesco y autora del libro Prehistorias de mujeres (Destino).
Templo de druidas en el siglo XIX
El dolmen de Menga y el lugar a¨²n es bastante desconocido si se tiene en cuenta el tesoro que supone. Sin embargo, en el siglo XIX, poco despu¨¦s de ser descubierto, atrajo a una de las primeras viajeras brit¨¢nicas amantes y escritoras de la arqueolog¨ªa. ¡°Templo de druidas¡±, escribi¨® la brit¨¢nica Louisa Tenison en su libro de viajes Castilla y Andaluc¨ªa para hablar del enclave. La mujer lleg¨® a Antequera en 1892 en su busca tras leer la obra Memoria sobre el templo druida del arquitecto y estudioso malague?o Rafael Mitjana y Ardison, primer defensor del monumento como construcci¨®n humana. Pero de 1810 datan las primeras anotaciones del monumento de la mano del franc¨¦s Andr¨¦ Fran?ois Miot, alto funcionario y amigo de Jos¨¦ Bonaparte. Sin embargo, fue Tenison la primera persona en observar el di¨¢logo entre el dolmen de Menga y la Pe?a de los Enamorados; entre la construcci¨®n humana, el paisaje y lo celestial. Hoy este di¨¢logo est¨¢ demostrado. ¡°La forma de explicar el mundo para los arquitectos antequeranos del neol¨ªtico es la relaci¨®n con la naturaleza. Para los constructores de los d¨®lmenes controlar la naturaleza tiene que ver con su mundo cotidiano, que es cuando sale el sol en primavera y oto?o, porque en esos momentos nacen las flores y los frutos, porque cambia la naturaleza¡±, a?ade la arque¨®loga.
Tal vez el viajero no podr¨ªa comprender el lugar ni a sus manos constructoras del neol¨ªtico sin visitar el Torcal de Antequera, situado a 14 kil¨®metros de la ciudad malague?a. El Torcal, que es paraje natural y uno de los mayores monumentos k¨¢rsticos de Europa, permite acercarse a la forma de entender la vida en completa conexi¨®n con la naturaleza que tuvieron las primeras poblaciones humanas. ¡°En el Torcal, en la cueva del Toro, se encontr¨® una figurita muy peque?a que imita la forma de las piedras del Torcal, pero que es femenina porque tiene marcada la vulva¡±, cuenta S¨¢nchez Romero. ¡°Las poblaciones del Torcal bajan despu¨¦s a la zona de la vega de Antequera y construyen los d¨®lmenes¡±, a?ade la experta, quien reflexiona en su libro sobre el reconocimiento que suponen las figurillas femeninas como esta sobre las caracter¨ªsticas reproductoras de las mujeres; la fertilidad y su importancia.
La gastronom¨ªa inolvidable de Antequera
La ciudad de Antequera est¨¢ ah¨ª, pero no tan cerca. Como escrib¨ªa sobre Soria y el Duero el tambi¨¦n andaluz Antonio Machado, la tradicional arquitectura antequerana se levanta en cierto modo de espaldas a sus ancestrales monumentos megal¨ªticos. Antequera, que tambi¨¦n recibe el nombre de coraz¨®n de Andaluc¨ªa, es una ciudad de poco m¨¢s de 40.000 habitantes con calles recoletas y animadas que no se olvida. Tampoco pasa desapercibido para el viajero el espect¨¢culo que ofrece contemplar las agujas de las torres de las iglesias que sobresalen en el horizonte al atardecer, ni recorrer sus calles y plazas, que son un paseo sensorial por la historia.
La huella romana, la de Al-?ndalus en su medina y, por supuesto, la llegada de los Reyes Cat¨®licos o la evoluci¨®n posterior es el viaje que se hace a trav¨¦s de la arquitectura de la localidad. Lugares como la Alcazaba con su torre del homenaje o su Torre de H¨¦rcules, situada junto a la colegiata de Santa Mar¨ªa la Mayor, a cuyos pies est¨¢n las Termas Romanas, o la fachada de Diego de Silo¨¦ que los Reyes Cat¨®licos encargaron construir, son distintas paradas por unas calles animadas y alegres, vivas.
La gastronom¨ªa es tambi¨¦n la conexi¨®n con la tierra. La comida tradicional de Antequera es el mejor reflejo de su cultura viva y de su ancestral historia. Delicias como la porra antequerana ¡ªuna versi¨®n muy espesa del gazpacho¡ª o los molletes ¡ªpanecillos ic¨®nicos en toda Andaluc¨ªa¡ª sobre los que en 1492 el gram¨¢tico Elio Antonio de Nebrija escribi¨® en su Vocabulario espa?ol-latino con el nombre de panis moliculos. Tambi¨¦n los platos de caza o los escabechados que se remontan al tiempo romano son modos de conectar a trav¨¦s de los sentidos con la memoria antigua.
En la calle de la Calzada, donde el ambiente es c¨¢lido y la gente se arremolina en los bares al llegar el fin de semana, el viajero se encuentra con la sucesi¨®n de locales donde se celebra ¡ªs¨ª¡ª la vida. Tambi¨¦n hay restaurantes que merece la pena probar: el Reina, en la calle San Agust¨ªn; Lorenzo y Mar¨ªa, que est¨¢ dentro de la plaza de toros llamada Maestranza Chica y tiene platos tradicionales deliciosos; Arte de Cozina, cuya propuesta para el paladar son los platos recuperados de la tradici¨®n; y tambi¨¦n merece la pena el bar restaurante Leila, donde se saborea desde cocina marroqu¨ª como la pastela hasta los platos andaluces de siempre como el rabo de toro.
Gigantes de piedra, arquitectura y gastronom¨ªa en los tres d¨ªas de solsticio de verano hacen de Antequera uno de los lugares de Europa con m¨¢s potencial para conectar con lo ancestral y el disfrute sensorial.
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