Una ruta por el Monterrey de Robert Louis Stevenson
En esta localidad de California, adem¨¢s de en el pueblo de St. Helena y otros enclaves del condado de Napa, el autor escoc¨¦s se inspir¨® para dos de sus obras inmortales. Hoy se pueden seguir sus huellas en museos, su casa y paisajes que plasm¨® en sus libros
La isla del tesoro es, qu¨¦ duda cabe, uno de los ¡°lugares¡± m¨¢s famosos de la historia, creado e inmortalizado por Robert Louis Stevenson, el escritor que hall¨® en el hecho de viajar un est¨ªmulo y consuelo perfectos, hasta acabar sus d¨ªas en la paradis¨ªaca Polinesia. Pero antes se produjeron en su andadura visitas a Europa y Am¨¦rica, donde destac¨® su paso por la ciudad californiana de Monterrey, que le fascin¨® tal vez como ninguna otra antes: ¡°Cuando andaba por aquellos bosques me costaba mucho regresar a casa¡±; ¡°Vayas donde vayas, no te quedar¨¢ m¨¢s remedio que detenerte a escuchar, a o¨ªr la voz del Pac¨ªfico¡±, dej¨® escrito.
De hecho, ser¨ªa tan intensa su impronta en el Estado de California que aqu¨ª se le recuerda en edificios consagrados a su obra y vida. En estas tierras est¨¢ tambi¨¦n el Robert Louis Stevenson State Park, en Calistoga, en el condado de Napa, donde ascendi¨® al monte Santa Helena. Desde aqu¨ª se pueden apreciar en los d¨ªas claros San Francisco, la costa y Sierra Nevada, destellos que fueron esenciales para que nacieran muchas de las descripciones de La isla del tesoro. Adem¨¢s, en el barrio de Chinatown de San Francisco se le rinde tributo mediante una estatua de un barco sobre un pedestal.
Se dice, por otro lado, que Stevenson, muy enfermo, a la espera de que su pareja consiguiera divorciarse de su marido para poder encontrarse por fin con ella en Sacramento, en 1880, pas¨® dos noches y un d¨ªa debajo de un ¨¢rbol, en total sensaci¨®n de flaqueza y estupor, hasta que dos rancheros lo encontraron y lo pusieron a buen recaudo. Pasar¨ªa en Monterrey tres meses disfrutando durante su convalecencia de los cuidados del due?o de un restaurante franc¨¦s, el P¨¨re Simoneau. Se encari?¨® con ¨¦l y se convirti¨® en su amigo despu¨¦s de descubrir que compart¨ªan un mismo ideario sobre la vida. Desde aquel momento, el escritor escoc¨¦s siempre le ir¨ªa enviando cada libro nuevo que publicara.
Por todo ello, se conserva la Stevenson House de Monterrey, donde el escoc¨¦s se hosped¨® de septiembre a diciembre de 1879. La leyenda dice que en estos lares, a cambio de la comida que no pod¨ªa pagar, contaba historias de sus viajes por Francia o el Atl¨¢ntico. En el museo en que se ha convertido todo aquello, en un Monterrey que Stevenson ya predijo que acabar¨ªa sucumbiendo a los encantos del comercio de masas y el turismo ¡ªy as¨ª ha sido, por su gran reserva natural marina, varios eventos automovil¨ªsticos en la zona o un festival de ciclismo y deportes al aire libre¡ª, se cuida de algunos de sus manuscritos y objetos personales, muchos provenientes de las islas de los Mares del Sur.
Sin duda, Stevenson admirar¨ªa hoy la bah¨ªa de Monterrey, con atractivos como el Fisherman¡¯s Monterey Wharf, que conserva las antiguas casas de los pescadores y ofrece un buen surtido de restaurantes y marisquer¨ªas; y el Monterey Bay Aquarium, con exhibiciones en que se ponen en acci¨®n animales como nutrias marinas, focas o ballenas jorobadas. Es m¨¢s, en esta ¨¢rea que tiene cerca playas arenosas y promontorios rocosos ¡ªdonde se suelen agrupar centenares de leones marinos¡ª se pueden hacer excursiones en barco para ver cet¨¢ceos bien de cerca.
Asimismo, las playas de arena blanca de la zona, que presenta un paisaje espectacular, tienen en su memoria c¨®mo llegaron all¨¢ los exploradores espa?oles en el siglo XVI y c¨®mo se consolid¨® una industria pesquera tres siglos despu¨¦s; por algo, en la d¨¦cada de los cincuenta, Monterrey se convirti¨® en la llamada ¡°capital mundial de la sardina¡±, algo que llev¨® a la literatura el escritor m¨¢s insigne del lugar, John Steinbeck. Por cierto, sobre este autor, natural de la cercana Salinas, se puede visitar el Centro Nacional Steinbeck; una visita que puede extenderse a otras de tinte hist¨®rico, como los tres kil¨®metros que recorre el Path of History, en el casco antiguo de Monterrey, que puede hacer uno mismo gracias a diversas se?ales marcadas en amarillo, o el Monterey Museum of Art, que incluye obras de autores locales de las ¨²ltimas dos centurias, fotograf¨ªa contempor¨¢nea y cuadros de Picasso o Matisse.
En el pueblo de St. Helena
De la misma manera que Monterrey no ha olvidado a Stevenson, tampoco lo ha hecho St. Helena. El novelista se dirigi¨® a este pueblo del condado de Napa para pasar la luna de miel y en ¨¦l permaneci¨® un a?o. Otro lugar excelente, este, para ver lo que tuvo en sus manos, observ¨®, lo acompa?¨®: 8.000 objetos en la que es la colecci¨®n m¨¢s importante del mundo de pertenencias del autor escoc¨¦s en el Robert Louis Stevenson Museum, desde el que se puede hacer una ruta que encamina a lo largo de muchas millas a donde el escritor camin¨® o cabalg¨®, como un hotel de Calistoga, las minas abandonadas de Silverado o los vi?edos Schramsberg. No en vano, toda esa zona pertenece al valle de Napa, una regi¨®n casi tan tur¨ªstica, por n¨²mero de visitantes al a?o, como Disneylandia.
De hecho, la otra ala del museo acoge la Napa Valley Wine Library, pues Stevenson hizo otro amigo en la figura del fundador de los vi?edos citados, Jacob Schram, que sale retratado en su libro Los colonos de Silverado (1883), donde cuenta las 18 clases de vino que bebi¨® en una de sus visitas. No en balde, en su clase relativa a Stevenson, dentro de sus cursos de literatura en Wellesley y Cornell, Nabokov dec¨ªa: ¡°Hay un delicioso sabor a vino en este libro; de hecho, a lo largo de toda la historia se bebe gran cantidad de vino a?oso¡±. Se est¨¢ refiriendo a El extra?o caso del doctor Jekyll y el se?or Hyde, que de alg¨²n modo naci¨® en el Oeste americano, muy lejos del Edimburgo natal del escritor, y antes de encontrar la muerte, prematura, en la ex¨®tica Samoa.
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