Los ojos nazar¨ªes que proteg¨ªan M¨¢laga
La provincia andaluza contaba con un centenar de torres de vigilancia, parte de una red de origen andalus¨ª que se complet¨® tras la conquista cristiana y de las que a¨²n se pueden conocer m¨¢s de la mitad gracias a cinco itinerarios culturales que aprovechan carreteras y senderos
Entre restaurantes, apartamentos tur¨ªsticos, tiendas de recuerdos y una constante marea de visitantes, la Torre de los Molinos pasa pr¨¢cticamente desapercibida. Hoy es dif¨ªcil percibirlo, pero cuando fue construida hace m¨¢s de 700 a?os se levantaba sobre un acantilado, ya urbanizado. Sus 12 metros de altura, con dos plantas y una terraza que es parada habitual de palomas, serv¨ªan para vigilar la costa del entonces Reino de Granada. Con el paso de los siglos, a su alrededor naci¨® un barrio de molineros que le dio nombre y que, adem¨¢s, sirvi¨® para bautizar a la localidad de Torremolinos. Ubicada en su casco hist¨®rico, esta es solo una de las 60 torres defensivas de las que a¨²n quedan restos ¡ªparciales o completos¡ª en la provincia de M¨¢laga, parte de una red defensiva de origen nazar¨ª que fue completada tras la conquista cristiana en el siglo XVI y m¨¢s tarde reforzada en el XVIII para combatir la pirater¨ªa. Se tiene constancia de la existencia de m¨¢s de 110 de estas construcciones en territorio malague?o, aunque de muchas apenas quedan ya solo referencias en los libros, pero el trabajo de unos investigadores busca darles visibilidad a trav¨¦s de cinco itinerarios culturales.
Algunos de estos edificios se pueden visitar y otros admirar desde su entorno. Unas torres serv¨ªan para avisar a los grandes n¨²cleos de poblaci¨®n, otras serv¨ªan como refugio en zonas rurales y finalmente hab¨ªa una bater¨ªa defensiva costera, la m¨¢s numerosa. Ante la llegada de tropas visitantes o piratas, los torreros ¡ªpersonal encargado de la vigilancia¡ª encend¨ªan un fuego con paja h¨²meda si era de d¨ªa para avisar con el humo; si era de noche, la fogata se realizaba en la zona superior para que se viera en otras torres cercanas, que luego transmit¨ªan el mensaje a las siguientes. Sus nombres tambi¨¦n han sido tomados por urbanizaciones como Calahonda, en Mijas, o Guadalmansa en Estepona.
Hay torres de planta cuadrada, redonda o incluso en talud. ¡°Su morfolog¨ªa va cambiando para adaptarse a la evoluci¨®n de la artiller¨ªa¡±, explica Jonathan Ruiz-Jaramillo, especialista de la Universidad de M¨¢laga que junto a Luis Jos¨¦ Garc¨ªa Pulido, del Consejo Superior de Investigaciones Cient¨ªficas, ha dirigido una investigaci¨®n sobre las torres malague?as y ha impulsado una propuesta de cinco rutas para conocerlas aprovechando senderos y otros recursos tur¨ªsticos ya disponibles. Ninguna Administraci¨®n ha puesto en marcha la idea, pero su trabajo sirve para entender ¡°que, quiz¨¢, pueda parecer que una torre de manera individual no tiene valor, pero todo cambia si se entienden como parte de un completo sistema defensivo que inclu¨ªa tambi¨¦n las actuales provincias de Granada y Almer¨ªa¡±, subraya Ruiz-Jaramillo. ¡°Tienen un valor patrimonial y paisaj¨ªsticos incalculable¡±, insiste.
Tras la huella andalus¨ª
Bajo capas y capas de cal, con un balc¨®n de forja y tejas ¨¢rabes similares a las viviendas de su alrededor, la Casa de la Reina Mora es la estrella del patrimonio hist¨®rico de Canillas de Aceituno, un peque?o pueblo blanco de la Axarqu¨ªa malague?a. Esta antigua construcci¨®n mud¨¦jar del siglo XVI serv¨ªa para defender y controlar la seda que aqu¨ª se produc¨ªa entonces. Hoy ejerce de almac¨¦n y est¨¢ cerrada al p¨²blico, pero visitar su exterior sirve de excusa para saborear la especialidad local: el chivo lechal. En El Bodeg¨®n de Juan Mar¨ªa o en el restaurante La Sociedad lo preparan al horno. Despu¨¦s, numerosas indicaciones invitan a conocer el sendero que se adentra en el entorno natural hasta el puente de El Saltillo, a casi 80 metros de altura.
La ruta que los investigadores proponen por la zona alta de la Axarqu¨ªa incluye este y otros municipios como Salares, donde se levanta la Casa Torre¨®n, del siglo XVII y a un paso del sorprendente alminar mud¨¦jar del municipio. La vieja torre es una de las pistas que llev¨® al arquitecto Pablo Farf¨¢n a desarrollar una investigaci¨®n que le ha permitido descubrir una antigua fortaleza en esta localidad, la menos habitada de M¨¢laga y una de las que m¨¢s detalles de la arquitectura nazar¨ª guarda. Aleros, algorfas o ejemplos de tejaroz, una composici¨®n de ladrillos dispuestos de forma triangular sobre las puertas de entrada a las casas, son visibles en muchas edificaciones. Cerca, la pueblos como Sedella o ?rchez ejercen tambi¨¦n de fieles guardianes del patrimonio ¨¢rabe, con callejuelas, cuestas y rincones especiales. La venta El Curro, en ?rchez, cuenta con un men¨² del d¨ªa protagonizado por platos de cuchareo y unas brasas siempre listas para carn¨ªvoros.
La torre derecha y la torre ladeada
Hoy deseada por el turismo debido a la transparencia de sus aguas y la virginidad de su entorno, la playa del Molino de Papel, a las afueras de Maro (Nerja), tambi¨¦n atra¨ªa a la pirater¨ªa berberisca en siglo XVI. Sus intenciones no eran precisamente darse un ba?o, por eso las autoridades decidieron levantar ah¨ª una torre de vigilancia. No dur¨® mucho. ¡°Se arruin¨® enteramente con los temporales del invierno pasado¡±, seg¨²n escrib¨ªa el ingeniero Felipe Crame en 1743 y recoge la asociaci¨®n Hispania Nostra en su web. Fue reconstruida m¨¢s tarde, ya equipada con dos ca?ones de bronce, pero poco a poco cay¨® en desuso y de ella apenas quedan actualmente unas ruinas a un paso de la orilla. Conocerla de cerca es posible gracias a los senderos que bajan desde la carretera hasta el arenal, parte de una red de peque?os caminos que permiten recorrer el paraje natural de los Acantilados Maro ¨C Cerro Gordo. Gracias a ellos tambi¨¦n se puede llegar a la llamada Torre de Maro, mejor conservada y que regala una bonita panor¨¢mica de la zona.
Son las dos construcciones m¨¢s al este de la ruta por la costa oriental malague?a, que permite descubrir otras fortificaciones como la Torre de Lagos, en la min¨²scula localidad del mismo nombre y en pleno proceso de restauraci¨®n para su uso tur¨ªstico. Hay dos m¨¢s en Algarrobo separadas apenas por 200 metros y que llaman mucho la atenci¨®n. A un lado, la torre derecha. Al otro, la torre ladeada. Como sus denominaciones indican, la primera ¡ªconstruida bajo el reinado de Fernando VI¡ª se mantiene vertical, mientras que la segunda tiene una inclinaci¨®n de 18 grados debido a sus d¨¦biles cimientos sobre la arena. La Torre de las Palomas, en la barriada marinera de La Ara?a (M¨¢laga), ejerce de extremo oeste de este segundo itinerario.
La defensa de la Costa del Sol
¡°Uno de los mayores conjuntos de torres se ubica en la zona de Benahav¨ªs¡±, asegura el investigador Ruiz-Jaramillo. La Torre de la Romera, la Torre de Esteril, la Torre de Tramores y la Torre de Benamar¨ªn ¡ªla m¨¢s antigua del grupo, de origen ¨¢rabe y ya destruida¡ª ejerc¨ªan la vigilancia para evitar incursiones en la zona de las tropas castellanas, sobre todo desde Ronda, al norte. Tambi¨¦n formaban parte del sistema defensivo del castillo de Montemayor, del siglo X. El sendero PR-A 165 salva 429 metros de altura en tres kil¨®metros hasta llegar a sus ruinas, donde contemplar buena parte de la Costa del Sol. En ¨¦poca de calor, que aqu¨ª significa nueve meses al a?o, el r¨ªo Guadalmina ofrece un atractivo ¡ªy resbaladizo¡ª itinerario fluvial entre pozas por sus angosturas.
M¨¢s al sur hay tambi¨¦n una amplia l¨ªnea defensiva formada por una bater¨ªa costera. La Torre Ladrones es un buen ejemplo, situada en la playa de Cabopino, una de las pocas zonas naturales que queda en Marbella. Es de ¨¦poca nazar¨ª, tiene base cuadrada, alcanza los 15 metros de altura y estuvo activa hasta el siglo XVIII. Del siglo XVI es la Torre de las B¨®vedas, de planta redondeada. Se levanta en la desembocadura del r¨ªo Guadalmina, a pocos metros de unas antiguas termas romanas. M¨¢s al oeste, Estepona cuenta con hasta siete torres almenaras debido a la intensidad de los ataques de piratas norteafricanos y turcos. La mayor¨ªa se puede ver caminando por los 13 kil¨®metros de senda litoral existentes en el municipio, aunque con algunas interrupciones porque las obras a¨²n no est¨¢n acabadas. La Torre del Padr¨®n est¨¢ en los jardines del hotel Kempinski. Y m¨¢s all¨¢, en Casares, sobresale la Torre de la Sal sobre un roqueo en el que rompen las olas del mar.
De Antequera al castillo del ?guila
Los dos itinerarios finales pasean por el interior, lejos de la costa. Uno cruza toda la provincia de este a oeste desde Antequera hasta Ronda. La Torre Hacho, que asoma por un pinar a las afueras de la ciudad antequerana, se ubica cerca de la antigua cantera de la que se extrajo la roca de 170 toneladas que cubre el dolmen de Menga, patrimonio mundial. Por Casabermeja se ubica la Torre Zambra, a la que se llega ascendiendo una inclinada loma cercana al Ventorrillo Patas Cortas, donde saborear un buen plato de migas, carnes a la brasa o potajes. ¡°Un d¨ªa lentejas, otro fabada, luego berza. As¨ª siempre hay algo diferente en la carta¡±, se?ala Loli P¨¦rez, responsable del restaurante junto a su marido Juan Campoy.
M¨¢s al oeste se levanta la Torre de Abdalaj¨ªs y, ya en Ardales, la Torre del Capell¨¢n. A las afueras de El Burgo, un sendero que atraviesa la sierra de las Nieves alcanza la Torre de Lifa. Hoy en ruinas, se cree que all¨ª se levant¨® el antiguo castillo de Lys, que apoy¨® la sublevaci¨®n del asentamiento cercano de Bobastro liderado por Omar Ibn Hafs¨²n en el siglo IX. A un paso, la cascada de Lifa es un remanso de paz. En Yunquera, su antigua torre, restaurada, ejerce hoy de observatorio astron¨®mico gracias al equipo de Astrolab.
El ultimo camino es circular y recorre la Serran¨ªa de Ronda: desde la Torre Sexima de Benaoj¨¢n hasta el imponente castillo del ?guila de Gauc¨ªn, cuya v¨ªa ferrata ofrece una oportunidad para pasar v¨¦rtigo. En la localidad se encuentra tambi¨¦n la Torre del Paso, del siglo XIII y que vigilaba los caminos que un¨ªan Ubrique (hoy en la provincia de C¨¢diz) con este municipio. La pareja belga Daniel Beauvoir y Catherine Hunter ofrecen seis tranquilas habitaciones en su hotel La Fructuosa para descansar en la ruta. Tanto el restaurante Azulete ¡ªrecomendado por el chef Jos¨¦ Andr¨¦s¡ª como Platero & Co son dos buenas oportunidades para acabar la excursi¨®n con un buen sabor de boca.
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