De excursi¨®n a 12 torres vig¨ªa en la costa de Mallorca
En la isla balear se conserva medio centenar de torres de defensa que fueron levantadas hace siglos para hacer frente a piratas y corsarios. Hoy han devenido en patrimonio hist¨®rico, sensacionales miradores y alguna incluso en un peque?o museo
Las costas mediterr¨¢neas no fueron siempre escenario de asueto y descanso. Si disponer de frontera mar¨ªtima garantiz¨® durante milenios lucrativas relaciones comerciales, ello fue a costa de estar sometidos a la continua amenaza de piratas y corsarios turcos y berberiscos. Sorprend¨ªan al amanecer, escondidos en calas rec¨®nditas, y la milicia a caballo o los barcos de auxilio llegaban regularmente tarde. Sonadas incursiones pir¨¢ticas se registraron en Pollen?a (1550), S¨®ller (1561) y Banyalbufar (1542 y 1546), en Mallorca. Y es que desde mediados del siglo XVII hasta 1830, cuando Francia toma Argel (Argelia), el Mediterr¨¢neo se consideraba, en buena medida, un mar musulm¨¢n.
Para revertir la situaci¨®n se erigi¨® entre los siglos XVI y XVII un cerramiento de talaias (torres de vig¨ªa) en salientes monta?osos o al borde del acantilado de la isla balear, siempre altivas, desde las que se daba la se?al de alarma a Palma mediante ahumadas durante el d¨ªa (quemando hierba en un fanal) y fogatas por la noche. Algunas eran plazas artilladas o defendidas con arcabuces y, el resto, alg¨²n mosquete. A lo largo del siglo XIX se desposeyeron de su car¨¢cter militar, pero conservando lo cultural y patrimonial. Y en el siglo XX controlaron el estraperlo y muchas sirvieron de puestos de vigilancia durante la Guerra Civil. Actualmente est¨¢n declaradas Bien de Inter¨¦s Cultural (BIC).
El medio centenar de torres de defensa que se han conservado en la costa mallorquina han devenido en sensacionales miradores, muchas veces al final de una ruta senderista y con la naturaleza como protagonista, en los que uno se siente como un espectador privilegiado. Con las 12 torres propuestas a continuaci¨®n, por tanto, daremos un toque oto?al, hist¨®rico, art¨ªstico y deportivo a la costa de Mallorca.
Sa Mola de Cala Tuent, coraz¨®n de la Tramuntana
La torre de vig¨ªa de Sa Mola de Cala Tuent, levantada en 1596 seg¨²n el proyecto redactado por el eclesi¨¢stico y matem¨¢tico Joan Binimelis, es una raz¨®n viajera que a?adir a la excursi¨®n (imprescindible en la costa espa?ola) a Sa Calobra y cala Tuent, ambas en Escorca, a lo largo de una carretera realmente imaginativa y zigzagueante, dise?ada por el ingeniero Antonio Parietti y ejecutada en 1932 sin ning¨²n tipo de maquinaria. De lo ¨²nico que se trata es de incorporar, a esta ruta por las playas, la ascensi¨®n monta?era, asequible para ni?os y mayores.
Tras bajar a Sa Calobra y fotografiar el torrente de Pareis, hay que tomar la carretera a cala Tuent y dejar el coche en la iglesia de Sant Lloren?. Equipados con gorro, botas de monta?a y agua, invertiremos menos de una hora en cubrir los 245 metros de desnivel a lo largo de 1,4 kil¨®metros de carrizos (sin arbolado) hasta la torre, en un entorno montaraz e imponente como hay pocos. En el paso de los Torreros, ¨²nico tramo comprometido, nos ayudaremos con un cable de seguridad. Y ya estamos en la base de la torre de Sa Mola de Cala Tuent, o de Can Palou, en ese privilegiado emplazamiento que constituye el Puig de la Falconera, a 472 metros sobre un Mediterr¨¢neo sensacional de puro azul.
La estructura, en buen estado de conservaci¨®n, se compone de un cuerpo troncoc¨®nico de ocho metros de ancho sobre cuyo anillo de piedra arenisca se apoya el fuste c¨®nico que se yergue hasta alcanzar los 12 metros de altura. En la terraza descansa un vetusto ca?¨®n y un v¨¦rtice geod¨¦sico, al igual que en la torre de Albarca (Art¨¤), pero el acceso resulta peligroso y est¨¢ prohibido, sin contar con que los rescates, por mucho que lleguen los bomberos, solo se pueden realizar en helic¨®ptero.
La vista de 360 grados al pie de la atalaya es de las de dejarte en el sitio. Desde el coraz¨®n de la sierra de Tramuntana a vista de dron, sin una construcci¨®n a la vista y con la conexi¨®n visual con la torre des Forat (en estado ruinoso), al Puig Major, la cima de las islas Baleares.
Detr¨¢s de la atalaya, al socaire, pasaremos junto al refugio y a la antigua vivienda del torrero, reconvertida en capilla.
Una vez en la cala Tuent, no podemos no acercarnos al bar-restaurante Es Vergeret, en cuya estupenda terraza Jaime Celi¨¢ lleva 22 a?os asesorando a los comensales. Para el resto de la tarde es buena idea relajarse en esta playa salvaje, alfombrada de piedrecillas y dotada con un peque?o muelle. Es bueno recordar que a las curvas de Sa Calobra es preferible negociarlas con luz natural.
El sol se va hacia el ocaso en el Verger
Al Verger, los viajeros llegan atra¨ªdos por la l¨ªnea del cielo que dibuja una de las atalayas emblem¨¢ticas de Mallorca, de las m¨¢s fotog¨¦nicas, enriscadas y visitables, que nos conduce al pueblo de Banyalbufar. Nos encontramos en el sur de la sierra de Tramuntana, en una carretera litoral con poco tr¨¢fico y muchas vistas que van de los cultivos aterrazados al mar. A dos kil¨®metros de Banyanbufar, sentido Estellencs, en el kil¨®metro 88 de la Ma-10, se encuentra el aparcamiento al borde de la carretera, donde conviene no dejar objetos valiosos. La torre del Verger, que data al menos de 1577 y es de secci¨®n circular, descansa erecta sobre un angosto promontorio y muestra matac¨¢n y aspilleras.
Desde la altura del acantilado (166 metros) se comprende el reducido tama?o de la construcci¨®n (ocurre lo mismo con los faros elev¨¢ndose, los m¨¢s altos, junto a la orilla del mar). Son apenas cuatro metros, lo que la convierte en la torre m¨¢s baja de Mallorca y, adem¨¢s, facilita con ello la subida a la azotea a todo aquel que lo desee. Tan exiguo espacio hac¨ªa imposible que en ella habitara un torrero. Tanto los accesos ¡ªse han sustituido la madera de las barandillas por piedra y metal¡ª como la propia estructura han sido rehabilitados.
Se cuenta que el propietario de la torre renunci¨® a vendersela al archiduque Luis Salvador de Habsburgo-Lorena (1847-1915), para quien el Verger ¡°era el punto con mejor panorama de toda la costa de Mallorca¡±. M¨¢s tarde, el due?o muri¨® despe?ado, ante lo cual su hijo, creyendo ser v¨ªctima de una maldici¨®n, se la vendi¨® inmediatamente al noble, pasando este a apodarse de la Torre de Ses ?nimes (de las almas). Es factible subir a la azotea con tejadillo, salvo que se padezca v¨¦rtigo. La vista alcanza la isla de Sa Dragonera y al menos la torre de Valdemossa. Adem¨¢s atesora como momento m¨¢gico la ca¨ªda del sol cuando concita una nube de coches.
Dos pistas en la zona. En Banyalbufar se recuper¨® el cultivo de la uva malvas¨ªa, tal y como se comprueba en la cooperativa Tramuntana Viva Mallorca. Y a la hora de pernoctar est¨¢n las opciones del hostal Sa Baronia, con vista al mar y, a las afueras, el lujoso Son Bunyola Hotel & Villas, del magnate de Virgin Richard Branson.
El cabo de Formentor no tiene secretos desde Albercutx
No es f¨¢cil sustraerse de la grandiosa perspectiva desde la torre de Albercutx (Pollen?a), a la que se llega por un vial que arranca, en pleno cabo de Formentor, del mirador de La Creueta, de no menor espectacularidad paisaj¨ªstica. La pista muere en unas viejas construcciones de 1941, en la vertiente orientada a la bah¨ªa de Pollen?a, desde donde interesa tomar, antes de emprender la breve escalinata, una foto a¨¦rea de la playa de Formentor y del flamante y exclusivo resort Four Seasons.
Y ya estamos, bien abrigados, al pie de esta torre de fog troncoc¨®nica, de 1595, labrada en piedra con mortero y en la que del matac¨¢n solo penden las m¨¦nsulas. El ascenso por 11 horquillas met¨¢licas, siempre vertiginoso, ha sido prohibido hasta su plena rehabilitaci¨®n. Aun as¨ª, la visi¨®n resulta extraordinaria ¡ªestamos a 380 metros de altura¡ª tanto del cabo de Formentor, con el islote des Colomer, como de la bah¨ªas de Alcudia y Pollen?a, con la punta de la Avan?ada a nuestros pies. En 1972 a punto estuvo de ser demolida para emplazar una bater¨ªa costera.
Albarca y Son Jaumell: caminando por la costa virgen
La de Llevant, en el extremo noreste de Mallorca, es una pen¨ªnsula anchurosa declarada, en su mayor¨ªa, parque natural. Para internarse en ella nada mejor que hacerlo costeando a pie hasta la torre de Albarca, o Aubarca, en Art¨¤, perdida en un ecosistema mediterr¨¢neo id¨ªlico. La carretera a cala Mitjana y cala Torta acaba en un aparcamiento en plena monta?a, del que toca descender a pie un kil¨®metro y medio hasta tocar el mar, a la altura de la pedregosa cala Estreta. Despu¨¦s surge, digna del mejor folleto tur¨ªstico, la cala de Es Matzoc, arenosa pero con un fondo rocoso que pide a gritos gafas de buceo. El terreno adquiere despu¨¦s un tono rojizo por su alto contenido en hierro. Se avista, aislada sobre un morro y en buen estado de conservaci¨®n, la torre de Albarca (1562), o de Es Matzoc, erguida a 67 metros sobre las olas y a la vista del farall¨®n de Albarca, emergido 700 metros mar adentro. Para llegar hay que realizar una hora de sencilla caminata por la fachada costera m¨¢s salvaje de Mallorca, entre los cabos Farrutx y Es Freu.
En el interior de la torre troncoc¨®nica de dos pisos en piedra caliza y mortero se puede ascender por las escalera de caracol que comunica con la terraza, donde nos reciben un v¨¦rtice geod¨¦sico y un viejo ca?¨®n oxidado. A la vuelta, si no sopla el viento, podemos relajarnos en cala Torta.
Otro d¨ªa ascenderemos a la atalaya de Son Jaumell, comunicada visualmente con la del Albarca, tomando como punto de partida cala Mesquida (Capdepera). Cruzaremos por la pasarela este portentoso trozo de desierto y subiremos a la atalaya de Son Jaumell (1566) por la ruta monta?era se?alizada, que salva 273 metros de desnivel (algo durilla para el p¨²blico sedentario) en 45 minutos, y para la que se precisa calzado de suela r¨ªgida. Dejamos atr¨¢s el bosque y cresteamos el cabo des Freu hasta dar con la mole sajada, un fuste troncoc¨®nico de mamposter¨ªa con el per¨ªmetro casi derrumbado en su totalidad. Qu¨¦ sensaci¨®n de ruina, de pasado abolido.
Las vistas que disfrutaban los torreros ¡ªmuchos de los cuales no dispon¨ªan de armas al ser solo torre de aviso, unido a lo ventajoso de la cuesta abrupta en que se halla¡ª merecen sin duda la excursi¨®n. Aqu¨ª se coloc¨® el tel¨¦grafo ¨®ptico que un¨ªa la isla con Menorca. Rara vez se sube en solitario: abunda la presencia de amables turistas hospedados en Cala Rajada, mayormente alemanes.
A la hora del descenso, se recomienda llegar a cala Agulla. As¨ª se pueden conocer el pinar de Coll de Marina; la cala Molt¨®, de tradici¨®n nudista; y la imponente cala Agulla, que hay que disfrutar en calma s¨ª o s¨ª, junto a sus dunas o en alguno de los bares de la zona. El regreso a Mesquida, se?alizado y acortando la ruta, no reviste ninguna complicaci¨®n.
Picada, joya en el acantilado
Su di¨¢metro de 11,5 metros, su forma oronda, sus gruesos muros y su clara importancia arquitect¨®nica convierten a la torre Picada, apta para tres vigilantes, en la m¨¢s ancha y de mayor envergadura de la isla balear. La descubriremos (pocos la conocen) donde la sierra de Tramuntana se arroja al Mediterr¨¢neo, en ese acantilado escarpado y salvaje que une Port de S¨®ller y Sa Calobra y que se puede disfrutar visualmente en temporada desde los barcos que unen ambos puertos.
Al entrar con el coche por la calle B¨¦lgica de Port de S¨®ller, la carretera dibuja una curva muy cerrada a la izquierda, en una zona deshabitada, donde est¨¢ se?alizado el camino, pero no est¨¢ permitido estacionar: hay que continuar hasta encontrar plaza. Desde la curva se sube un kil¨®metro y medio atravesando una propiedad privada en una caminata de algo m¨¢s de media hora entre pinos y acebuches. Ultimada en 1622, su mamposter¨ªa de piedra caliza se abraza, solitaria, a 157 metros sobre el mar manteniendo un vistoso balconcillo sobre m¨¦nsulas. Existe un plan para rehabilitar y hacer visitable la Picada, que guarda un ca?¨®n en su cubierta. En este lugar hay que a?adir la panor¨¢mica del mar, donde se reconoce la mole del Penyal Bernat y la vista acantilada de S¡¯Illeta, islita a la que se puede acercar cualquier caminante que siga costeando.
En la misma calle B¨¦lgica de la localidad mallorquina espera uno de los alojamientos m¨¢s lujosos de las Baleares: el hotel Jumeirah; encaramado al acantilado, a tan solo 300 metros, en l¨ªnea recta, de la torre Picada.
La aguerrida Sa Punta de n¡¯Amer
Un arquetipo de torre de defensa s¨®lida, aparatosa, artillada, corresponde con el denominado Castell de Sa Punta de n¡¯Amer, en Sant Lloren? des Cardassar. Se encuentra en el Levante mallorqu¨ªn, en una pen¨ªnsula declarada ?rea Natural de Especial Inter¨¦s (ANEI), cuya funci¨®n era prevenir los desembarcos en las dos playas que la flanquean: Cala Millor y Sa Coma; hoy consagradas plenamente al turismo. Este torre¨®n guarda el recuerdo del desembarco republicano de 1936, que se sald¨® con un rotundo fracaso.
Al sur de Cala Millor arranca el sendero llano de 1,3 kil¨®metros hasta esta fortificaci¨®n de estructura c¨²bica. Interesarse por ella tiene premio: la torre. De 1617, labrada en siller¨ªa de mar¨¨s (piedra arenisca), est¨¢ rodeada por un foso de agua excavado en el subsuelo de arenisca y dispone de un puente de madera levadizo, algo ins¨®lito en este tipo de construcciones. En el interior, aparte del mapa de Mallorca con las principales torres almenaras, se exponen armas y documentos de ¨¦poca, as¨ª como enseres cotidianos, sean botas o pipas. Su car¨¢cter coercitivo frente a corsarios y piratas se plasma en la terraza ¡ªa la que se sube por una escalera de caracol¡ª con el ca?¨®n de a seis sobre cure?a. Abre todos los d¨ªas (al menos de 2024), de 10.00 a 18.30. La entrada es libre.
Despu¨¦s podremos caminar hasta el v¨¦rtice geod¨¦sico, muy cercano a la punta, con cuidado de no perderse. El local colindante al torre¨®n, con mesas exteriores, es estupendo para degustar un pa amb oli (emparedado pay¨¦s) o cocina mallorquina a la parrilla.
V¨ªnculo entre las torres de Cap Vermell y Canyamel, en Capdepera
Las cuevas de Art¨¤ (sitas, en realidad, en la localidad de Capdepera), unas de las m¨¢s impactantes de la costa espa?ola, se abren al costado del Cap Vermell (cabo Rojo en castellano), cuyo ¨®xido de hierro es responsable de los tonos anaranjados a la hora del crep¨²sculo. Tras recorrer dentro de las cuevas las salas de la Reina de Columnas y del Infierno, podemos circular por el Carrer de l¡¯Ermita hasta el ensanchamiento de la carretera que se?ala el sendero a la torre Nova del Cap Vermell, siguiendo las marcas rojas durante unos 40 minutos. A 210 metros de altitud se eleva esta estructura troncoc¨®nica en piedra de canter¨ªa que alcanza seis metros de anchura en su base. Lleg¨® a contar con dos ca?ones en su terraza, desde la cual la vista se extiende por una costa bien preservada sobre todo hacia Cala Rajada. Dice la leyenda que un pulpo gigante devor¨® una vez a los torreros.
El torrente de Canyamel es un remanso de agua que drena los bosques cercanos y lo m¨¢s parecido que podemos encontrar en la isla a un r¨ªo con patos. Al llegar, el viajero no puede menos que parar ante la evidente monumentalidad de la torre-fortaleza de Canyamel, situada a tres kil¨®metros del mar y enlazada con la del Cap Vermell. En tiempos de la conquista de Mallorca por parte de Jaime I de Arag¨®n (1214-1276), los torreros del cabo alertaban de los peligros haciendo sonar una caracola marina a modo de trompa. De esta forma, tanto los vecinos como el canyamel (ca?a de az¨²car) se pon¨ªa a buen recaudo tras las murallas. La s¨®lida arquitectura del siglo XIII ¡ªde planta cuadrangular y muros de 23 metros de alto, 16,50 metros de lado y 90 cent¨ªmetros de espesor¡ª est¨¢ dotada con aspilleras, matacanes y reloj de sol. Una construcci¨®n como de cuento cuyas singulares b¨®vedas de crucer¨ªa cobijan tanto un breve museo etnol¨®gico (cer¨¢mica, armas de ¨¦poca, ¨¢nforas, dos telares) como la programaci¨®n propia de un centro art¨ªstico y cultural. La panor¨¢mica desde la terraza se ve acompa?ada de un gracioso parapeto almenado. Aunque las visitas se retoman en abril, siempre merece la pena acercarse para fotografiar el magn¨ªfico patio amurallado y el exterior de la torre del Homenaje, todo ello labrado en esa piedra rojiza tan caracter¨ªstica de la zona.
Y tras la excursi¨®n, en el cercano restaurante Porxada de Sa Torre sirven una lechona asada a fuego lento muy sabrosa. Bajo el nombre Torre de Canyamel Group se integra un grupo empresarial que, aparte de la torre y el restaurante, gestiona cuatro hoteles boutique solo para adultos, entre ellos el Can Simoneta, situado al lado del mar y a tres kil¨®metros de la torre.
La torre de S¡¯Estalella, en Llucmajor, como excusa senderista
Imposible no sentir el hechizo de la costa suroccidental de Mallorca mientras se circunda la rocosa punta Plana camino de la torre de S¡¯Estalella, en un enclave integrado en la Red Natura 2000 y declarado ?rea Natural de Especial Inter¨¦s (ANEI). A trasmano de la afluencia tur¨ªstica, tomaremos como punto de partida el Club N¨¢utico de S¡¯Estanyol, en Llucmajor, cuyo restaurante abre todo el a?o. A lo largo de esta costa podremos huronear entre pinos que se retuercen en posturas inveros¨ªmiles por la fuerza del viento y descubriremos scars (varaderos) ¡ªelemento distintivo de la fisonom¨ªa costera balear¡ª en tanto nos aproximanos al faro (en realidad, una baliza) que previene de escollos comprometedores. Son numerosas las marcas que denotan el proceso de extracci¨®n de mar¨¨s (piedra arenisca). Aqu¨ª, la vivienda de uno de los antiguos canteros. All¨ª, un nido de ametralladora, muy presentes en el sur mallorqu¨ªn.
Se invierte cerca de una hora en cubrir los 2,5 kil¨®metros hasta tocar la torre de S¡¯Estalella, acabada a finales del siglo XVI en siller¨ªa de mar¨¨s, con base troncoc¨®nica de 7,5 metros de ancho y resto cil¨ªndrico de nueve metros de altura. En la parte superior asoma una plataforma en voladizo sobre m¨¦nsulas, desde donde se alertaba a Llucmajor de los peligros. Al portal se acced¨ªa, como casi en el resto de torres, por medio de una escalera de cuerda. La de S¡¯Estalella fue destrozada por los piratas en 1593.
En el recuerdo est¨¢, frente a la atalaya, la cueva de Sa Torre, en la que pervivi¨® la ¨²ltima colonia de focas monje de Mallorca. ?Y pensar que en esta planicie a punto estuvo de plantarse una central t¨¦rmica!
Del acantilado del Cap Blanc a la embocadura de Cala Pi
El Cap Blanc, que abrocha por el sur la bah¨ªa de Palma, tiene mucho que ofrecer en sus acantilados de 83 metros de altura, vertiginosos, blancuzcos y tapizados con la vegetaci¨®n arbustiva ¡ªlentisco, jara, romero...¡ª caracter¨ªstica de la garriga mediterr¨¢nea, todo ello declarado ?rea Natural de Especial Inter¨¦s (ANEI). El viejo asfalto nos conducir¨¢ al faro de Cabo Blanco (no dejar objetos de valor en el coche), de 1863. Siguiendo la l¨ªnea de costa, entre cormoranes mo?udos, palomas brav¨ªas y alg¨²n que otro parapentista; la capital mallorquina se pierde en las brumas flotantes del horizonte.
Caminando 300 metros en direcci¨®n sur se da con la torre almenara de 1584, de 10 metros de alto por 4 de di¨¢metro. Su planta es circular con base troncoc¨®nica y se mantiene relativamente bien conservada. Eso s¨ª, la escalera de acceso, de hierro, se encuentra en bastante mal estado por lo que no es recomendable utilizarla. La isla de Cabrera sirve de tel¨®n de fondo.
Los hay que llegan desde la torre del Cap Blanc a la torre de Cala Pi costeando unos seis kil¨®metros. Quienes vayan en coche solo tienen que bajar las escaleras para fotografiar los atractivos scars (varaderos) de Cala Pi y seguir la vereda entre pinares hasta cala Beltr¨¢n, que ofrece una vista estupenda de la torre que escuda este fiordo, elevada sobre una blanca oquedad del acantilado. Seg¨²n la leyenda, Barbarroja desembarc¨® en cala Beltr¨¢n antes de saquear la costa. De lo que s¨ª podemos estar seguros es de que fue utilizada por generaciones de contrabandistas.
La torre de Cala Pi fue vallada por su propietario (decisi¨®n muy criticada), lo que no impide bordearla y alcanzar el extremo de la lengua de tierra tachonada de pinos, con mayor encanto al atardecer. Fue la ¨²ltima torre en alzarse por estas costas, en 1663, merced a su ya de por s¨ª disuasorio emplazamiento acantilado, a 30 metros de altura, en la bocana de la cala. Su buen aspecto hay que achacarlo a las restauraciones acometidas. Destaca por su mamposteria de piedras y areniscas unidas por argamasa a su base troncoc¨®nica de 9,95 metros de di¨¢metro y su estructura cil¨ªndrica en el resto. Interesan su portal con arco de medio punto y los restos del matac¨¢n. La torre se desartill¨® en 1870.
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