Rennes: la constante evoluci¨®n de la capital de Breta?a
Aunque la inercia de la historia nos dice que lo mejor de la regi¨®n francesa son sus costas o los pueblos que se llenaron de pintores impresionistas, no hay mejor puerta de entrada que esta ciudad vibrante y emprendedora que defiende sus tradiciones a la vez que se transforma
La inercia de la historia dice que lo mejor de Breta?a es su costa, vale; o los pueblos que se llenaron de pintores impresionistas como Pont-Aven, Belle ?le o la pen¨ªnsula de Crozon, de acuerdo. Todo eso es estupendo, pero resulta curioso que en ninguna de esas listas que tanto gustan a las revistas de lifestyle, como ¡°diez cosas qu¨¦ hacer en¡± o ¡°los mejores planes para¡±, nunca aparezca Rennes. ?Por qu¨¦? Curioso.
En 2018, el peri¨®dico L¡¯Express la denomin¨® la ciudad m¨¢s habitable de Francia. La enorme riqueza patrimonial del centro ha desplazado la presi¨®n expansiva hacia el exterior, por lo que Rennes crece hacia las afueras y hacia arriba sin llegar a la densificaci¨®n. No hay mejor puerta de entrada en la Breta?a que su capital: vibrante y emprendedora defiende sus tradiciones a la vez que se transforma. M¨¢s all¨¢ de sus cl¨¢sicos como el Parlamento, el Museo de Bellas Artes, las identitarias fachadas con entramado de madera del siglo XVII de la Place du Champ-Jacquet o el imprescindible mercado de Lices que anima el d¨ªa a d¨ªa de la ciudad desde 1620 ¡ªno en vano es el mercado m¨¢s grande del pa¨ªs¡ª, vamos a centrarnos en algunas pistas del Rennes m¨¢s contempor¨¢neo.
Le Belv¨¦d¨¨re, un mirador del siglo XXI
Le Belv¨¦d¨¨re es otro ejemplo de la continua experimentaci¨®n de los dise?adores Ronan y Erwan Bouroullec sobre el paisajismo urbano. Estamos ante un mirador del siglo XXI que ilumina (a todas horas) el paseo fluvial, creado a partir de la simplicidad est¨¦tica y formal que caracteriza el savoir faire de este d¨²o reconocido a nivel mundial. No est¨¢ aqu¨ª porque s¨ª y no empezamos nuestra lista por este observador tan original por casualidad.
El emplazamiento es revelador: en el r¨ªo Vilaine y junto a la Place de Bretagne, un cruce de caminos muy frecuentado entre el Quai Saint-Cyr y el Quai de Ille-et-Rance. Desde el interior del mirador se aprecia el pasado y el futuro de Rennes: a un lado la catedral de San Pedro (hist¨®rica catedral g¨®tica que devino neocl¨¢sica) y el casco antiguo y, al otro, dos emblem¨¢ticos edificios modernos: Le Mabilay, de Louis Arretche, y Les Horizons, de Georges Maillols. Y a su derecha, el reciente proyecto residencial CAP Mail de Jean Nouvel y Christian Hauvette, reconocible por su estilo paquebote actualizado. Adem¨¢s de eso, a dos pasos se halla el inicio del Mail Fran?ois Mitterrand, conocido como los Campos El¨ªseos de Rennes. Es un renovado paseo con un irremediable aire a Las Ramblas del que se habla en las bienales internacionales de urbanismo como ejemplo de lo que deber¨ªan ser las avenidas de ma?ana: mecas de convivencia. Para nuestra suerte concluye en la confluencia del r¨ªo Ille con el Vilaine, frente al parque flotante del Jard¨ªn de la Confluencia, donde llama la atenci¨®n el conjunto arquitect¨®nico Ascension Paysag¨¨re, del estudio holand¨¦s MVRDV con Winny Maas al frente.
Por la noche, paseando por las orillas de los r¨ªos y atravesando los puentes del centro se agradece la amabilidad de los Bouroullec al crear un mirador que ejerce de faro, que penetra de manera rom¨¢ntica en el r¨ªo y que nos recuerda que una de las premisas de viajar, que no olvidemos que a fin de cuentas es una actitud, es ver de d¨ªa lo que se vio por la noche y ver en primavera lo que se vio en oto?o por si la luz cambia una sombra de sitio. Su presencia discreta y delicada simula un intrincado dise?o de celos¨ªa hecho de esbeltas barras de aluminio pulido y viene equipada con 16 peque?os molinos de viento y 32 orbes luminosos que sirven de bit¨¢cora e iluminan una ciudad.
La arquitectura de la modernidad de Arretche y Maillols
Louis Arretche fue uno de los grandes arquitectos y urbanistas de Francia en el siglo XX. A la altura de Auguste Perret, Arretche goz¨® de una dilatada carrera que le llev¨® hasta Rennes, donde fue muy prol¨ªfico. Desde mediados de los a?os cincuenta hasta los ochenta dio forma a su desarrollo urbano (traz¨® barrios enteros como Colombier y Villejean) y construy¨® sus principales edificios p¨²blicos y tantas facultades que su Beaulieu Campus se considera una obra mayor.
Con vistas al r¨ªo Vilaine, el edificio m¨¢s emblem¨¢tico de Arretche sigue siendo Le Mabilay, cuya rotunda presencia explica que en los a?os setenta se decidiera levantar un centro internacional de investigaci¨®n y desarrollo dedicado a las telecomunicaciones y la innovaci¨®n tecnol¨®gica. El arquitecto opt¨® por un dise?o de ciencia ficci¨®n, una ¨®pera espacial de 16.500 metros cuadrados en forma de tr¨ªpode que imitase la base de un platillo volante a punto de despegar junto a esa antena de 80 metros de altura que sigue siendo la linterna de la tecnolog¨ªa en Breta?a. Mucha gente joven la llama ¡°la cigarrette¡± por la forma y el color del punto m¨¢s alto de esa antena. Arretche aparece en Rennes cuando menos te lo esperas. Su Tour de l¡¯?peron seguir¨¢ siendo moderna de aqu¨ª a cien a?os. Y en esa l¨ªnea, nunca desenton¨® su centro deportivo La Libert¨¦.
Otro cap¨ªtulo merece el arquitecto Georges Maillols, autor de (entre otros cientos de edificios en Rennes) Les Horizons, de 1970, el primer rascacielos en alcanzar los 100 metros que sigue siendo el edificio m¨¢s alto de Breta?a. En un principio se concibi¨® para albergar estudiantes. Hay que reconocer la audacia del dise?o vanguardista de estas dos torres gemelas tan bien unidas, inconfundibles por su aspecto redondeado, sus curvas y su hormig¨®n blanco. Hay quien encuentra parecido con Marina City, las dos torres con forma de mazorca de Bertrand Goldberg en Chicago. Y es cierto que la comparaci¨®n tiene su l¨®gica. En cualquier caso, el conjunto que forma con la unit¨¦ de habitation vecina, llamada La Caravelle, es ¨²nico y nos habla de utop¨ªas, de modernidad y del rol imprescindible que tuvo este arquitecto en la ciudad aport¨¢ndole su caracter¨ªstico allure blanche. En el ¨²ltimo piso de una de las torres vivi¨® entre 1975 y 1979 el escritor Milan Kundera tras su huida de la Checoslovaquia comunista. En El libro de la risa y el olvido evocaba su llegada al apartamento: ¡°Cuando el sol me despert¨®, entend¨ª que las grandes ventanas daban al este, hacia Praga¡±.
Odorico y el arte del mosaico
Si hablamos de cl¨¢sicos modernos es preciso recordar que, antes de la Primera Guerra Mundial y durante la reconstrucci¨®n, hubo una figura que transform¨® Rennes: Isidore Odorico (Rennes, 1893 ¡ª Rennes, 1945), maestro del arte del mosaico cuya impronta da para m¨¢s de un d¨ªa. Su influencia en el patrimonio cultural es equiparable a la de Gaud¨ª en Barcelona o a la de Mackintosh en Glasgow. Decir Odorico en Rennes es decir mosaico, lo que explica que, m¨¢s all¨¢ de ser buen dise?ador y buen colorista, desarroll¨® un estilo propio y logr¨® imponerlo. Comercios, cafeter¨ªas, restaurantes, iglesias¡ El arte decorativo de Odorico inunda esta ciudad y la distingue.
Originarios de Italia, la primera generaci¨®n de la familia Odorico (dos hermanos, Isidore y Vincent) lleg¨® a Francia para colaborar en el interiorismo de la ?pera Garnier de Par¨ªs y, tras el trabajo, decidieron quedarse en el pa¨ªs y fundaron aqu¨ª su propia empresa en 1887. Los dise?os de esta primera generaci¨®n de artesanos se basan en estilos antiguos y en el Renacimiento (la famosa fachada de la ?picerie Valton sirve de ejemplo). Posteriormente, la siguiente generaci¨®n se inspirar¨ªa en el art nouveau y en el art d¨¦co para depurar el arte del mosaico. Aquel Isidore y su mujer tuvieron dos hijos a los que, vaya l¨ªo, llamaron tambi¨¦n Vincent e Isidore.
Este Isidore es el que nos interesa, el que lleg¨® m¨¢s lejos art¨ªsticamente hablando al matricularse en la escuela de Bellas Artes de Rennes y vivir de lleno la fulgurante irrupci¨®n del art d¨¦co en el periodo de entreguerras. ?l insufl¨® modernidad a la empresa y abri¨® sucursales en Angers, Nantes o Dinard. La huella en Rennes fue a¨²n mayor porque extendi¨® su propuesta a edificios p¨²blicos. Al ser f¨¢cil de limpiar y resistente a la humedad y a la luz, el mosaico atrajo al movimiento higienista. Hay que ver como sea sus composiciones decorativas basadas en una est¨¦tica marinera en la piscina Saint-Georges (por cierto, obra de Emmanuel Le Ray, el arquitecto de Rennes entre 1895 y 1932; a ¨¦l se le deben edificios tan identitarios como Les Halles del mercado central o el Palais du Commerce); los suelos y paneles de la iglesia de Sainte Th¨¦r¨¨se; las divertidas referencias animales que colorean las paredes de la guarder¨ªa municipal Papu, en la que ning¨²n beb¨¦ se cansar¨¢ nunca de esa tropa de ocas geom¨¦tricas; o la placa exterior del Mercado La Cri¨¦e. Pero a¨²n hay m¨¢s: el mosaico encontr¨® su hueco y su escaparate en las fachadas (atenci¨®n al edificio Poirier, qu¨¦ belleza) y en el interior de los comercios (todos requer¨ªan sus servicios) que emergieron tras la guerra.
A partir de sus estampados, sus juegos volum¨¦tricos, sus c¨ªrculos conc¨¦ntricos, pas¨® de la estandarizaci¨®n de sus padres a inventar su propio lenguaje. Odorico consigui¨® crear una marca de f¨¢brica, sus dise?os, sus dibujos, sus degradados realzan las formas arquitect¨®nicas (frisos, cornisas, muretes, entreventanas¡) y crearon escuela o, quiz¨¢s mejor dicho, una marca publicitaria. Puede que entre los 27 lugares a visitar en la Ruta Odorico el m¨¢s inevitable sea la que fue su casa familiar. M¨¢s all¨¢ de ser un impecable ejemplo de vivienda art d¨¦co, hoy es la creper¨ªa Bretonne, en la que se hace con el crep lo que ¨¦l hizo con el mosaico: refinar el concepto. Toda la casa tiene motivos para admirar a Odorico, pero llama especialmente la atenci¨®n la salle de bain (elemento fundamental en la decoraci¨®n de las casas en los a?os veinte), una de las m¨¢s hermosas del mundo y de las m¨¢s fotografiadas. La carta no se queda atr¨¢s. Imbatible es su crep de vieiras con pur¨¦ de boniato y comino y salsa corail con crumble de hierbas. No desentona el de salm¨®n gravlax y espinacas a la crema ni, por supuesto, la galette de salchicha bretona. Ese es el rollo. Todo muy Odorico.
En este punto conviene precisar que en Rennes solo hay una cosa con m¨¢s presencia que Odorico, las galettes. Sin pretenderlo, e incluso tratando de evitarlo, uno puede f¨¢cilmente desayunar, comer y cenar creps. Bueno, para un d¨ªa no est¨¢ mal. La lista de creper¨ªas en las que repetir es demasiado extensa. No obstante, para evitarlo tenemos sitio: Le 2 rue de Dames, cocina de mercado con productores bretones de proximidad. Honestidad brutal.
Le Frac Bretagne
Entre los tesoros de la colecci¨®n del Mus¨¦e Frac Bretagne hay unas fotograf¨ªas de los Becher que explican bien la ¨¦poca que vive el museo y la ciudad. Para los fot¨®grafos Bernd y Hilla Becher, la est¨¦tica de una f¨¢brica o de una torre de agua ten¨ªan cabida en un museo. La pareja triunf¨® fotografiando los altos hornos de cal que sustentaban la industria pesada en la Alemania del siglo XX. Retratando esas descascaradas esculturas an¨®nimas de las periferias, documentaron esa arquitectura vern¨¢cula de Europa occidental y llegaron a gozar de una retrospectiva monumental en el Met de Nueva York. Ese es el esp¨ªritu del Frac, Fondo Regional Arte Contempor¨¢neo, desde donde se pretende dignificar el arte de los m¨¢rgenes de toda la regi¨®n y de m¨¢s all¨¢.
Dec¨ªa Walter Gropius que ¡°s¨®lo el artista tiene la capacidad de darle un alma a un producto muerto como la m¨¢quina¡±. En t¨¦rminos de comisariado, la perspectiva del Frac no sigue una ret¨®rica est¨¢ndar del arte, prefiere arriesgar. As¨ª ha impulsado carreras como la del pintor Bernard Frize, el genial y subversivo Jacques Villegl¨¦ o el contempor¨¢neo duo Goldschmied & Chiari.
La exc¨¦ntrica arquitecta francesa Odile Decq se hizo cargo del edificio que ha dinamizado la vida cultural de la ciudad y que se complementa estupendamente con galer¨ªas a¨²n m¨¢s radicales, como 40mcube.
El hotel L¡¯EssenCiel, en el Ch?teau des P¨¨res
Saliendo (o llegando) de Rennes, junto al aeropuerto, se recomienda una visita r¨¢pida a la iglesia de Saint Jacques de la Lande, otra obra crucial del Pritzker portugu¨¦s ?lvaro Siza. Pero si a d¨ªa de hoy hay una excursi¨®n inevitable (y asumible, a 30 minutos en coche) es la que lleva al hotel L¡¯EssenCiel (n¨®tese el juego de palabras, esen-cielo), ubicado en el Ch?teau des P¨¨res.
Mucho m¨¢s que un castillo, un parque escult¨®rico o un restaurante estrellado por la gu¨ªa Michelin (La Table des P¨¨res), es una experiencia ¨²nica en el coraz¨®n de una finca que ofrece diversas opciones y que se adapta bien al esp¨ªritu renovador de Rennes. La estructura de este ¨¢rbol con burbujas suspendidas en las ramas fue imaginada por el propietario Jean-Paul Legendre y concebida por el estudio de arquitectura Unit¨¦. El dise?o retrofuturista invita a relajarse en unas pompas met¨¢licas desde las que el entorno se ve como el futuro, en su sitio. Para comprobar la estabilidad uno puede saltar y notar un balanceo agradable y sorprendente. Contemplaci¨®n y desconexi¨®n no se pod¨ªan entender mejor ni encontrar una ubicaci¨®n m¨¢s acorde. Un nuevo ¨¢rbol para hacer a¨²n m¨¢s luminosa la Breta?a.
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