Unidos por el clima: cuatro ecoh¨¦roes y uno que no lo es pero hace todo lo que puede
Aunque son los gobiernos los que deben tomar las grandes decisiones para frenar el cambio clim¨¢tico, resulta clave el papel de los ciudadanos. Estas son cinco personas de distintas partes del mundo comprometidas con el clima
Este domingo comienza en Glasgow la vigesimosexta Conferencia de las Naciones Unidas sobre Cambio Clim¨¢tico (COP26), organizada por el Reino Unido en colaboraci¨®n con Italia. Esta nueva cumbre mundial llega con un a?o de retraso como consecuencia de la pandemia. Sin embargo, para la sociedad preocupada por el calentamiento del planeta las negociaciones clim¨¢ticas de los pa¨ªses acumulan una demora mucho m¨¢s larga, pues ya son 26 conferencias de Naciones Unidas y todav¨ªa no se ha conseguido que descienda de forma efectiva la curva de emisiones de gases de efecto invernadero. Sigue faltando que los gobiernos, las ciudades y las empresas se involucren en este proceso de forma mucho m¨¢s decidida para transformar las econom¨ªas: un desaf¨ªo enorme y espinoso que parece dif¨ªcil de conseguir sin el empuje decidido de los ciudadanos.
En el a?o transcurrido desde que deb¨ªa haberse celebrado esta reuni¨®n en 2020 se han sucedido varios acontecimientos que han incrementado la alarma de la sociedad. El primero es la publicaci¨®n el pasado mes de agosto de una nueva evaluaci¨®n cient¨ªfica sobre cambio clim¨¢tico del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Clim¨¢tico (IPCC), el mayor grupo de expertos en este ¨¢mbito de Naciones Unidas. Ning¨²n informe anterior hab¨ªa utilizado un lenguaje m¨¢s contundente y comprensible para los ciudadanos que este. Seg¨²n los cient¨ªficos implicados, las alteraciones ocurridas en el sistema clim¨¢tico del planeta ¡°no tienen precedentes¡± y algunos de estos cambios van a ser ¡°irreversibles¡± durante milenios, en especial en los oc¨¦anos, la capa de hielo y el nivel del mar. No obstante, como destaca Francisco Doblas-Reyes, director del departamento de Ciencias de la Tierra del Centro Nacional de Supercomputaci¨®n de Barcelona y uno de los cient¨ªficos espa?oles que participaron en el informe del IPCC, el nivel de calentamiento que ocurra al final del siglo depender¨¢ en gran medida de lo que haga la sociedad.
El cambio clim¨¢tico est¨¢ afectando ya a muchos eventos meteorol¨®gicos extremos alrededor del globo, como las olas de calor, precipitaciones violentas, sequ¨ªas, ciclones tropicales¡ Y aunque esto viene advirti¨¦ndose y registrando cient¨ªficamente desde hace tiempo, en los ¨²ltimos meses la ciudadan¨ªa tambi¨¦n lo ha podido comprobar con sus propios ojos, con devastadores episodios clim¨¢ticos en China, Siberia, Canad¨¢, Alemania, Grecia¡ Para Doblas-Reyes, el fen¨®meno con m¨¢s relevancia fue la ola de calor que se sufri¨® en la provincia canadiense de la Columbia Brit¨¢nica: ¡°Creo que hay un antes y un despu¨¦s: es la primera vez que se expresa que un evento de este calibre es imposible que se haya producido sin el cambio clim¨¢tico debido a la acci¨®n humana¡±. El investigador incide: ¡°Es muy fuerte como mensaje el hecho de que en una latitud incluso m¨¢s alta de la que tenemos en el norte de Espa?a se den temperaturas que nunca se hab¨ªan observado antes. Las mayores temperaturas que se han registrado en el sur de Europa son de alrededor de 48 grados, pero estamos hablando de que en aquellas latitudes m¨¢s altas se dieron 50 grados¡±.
Como recalca Eva Salda?a, directora de Greenpeace Espa?a, ¡°son los gobiernos los que deben tomar las grandes decisiones con la ambici¨®n de la reducci¨®n de emisiones, el abandono de los combustibles f¨®siles, la deforestaci¨®n cero, la econom¨ªa clim¨¢tica o los flujos financieros, pero el ciudadano tiene que empezar a dar se?ales de que se suma a esa estrategia¡±. ¡°El cambio de modelo del que hablamos supone modificar las actuales din¨¢micas de poder, y para eso el ciudadano tiene que estar empoderado¡±, se?ala la directora de Greenpeace Espa?a, que defiende que la ciudadan¨ªa tiene que participar de forma activa en esa transici¨®n. ¡°No puede caer toda la responsabilidad en los ciudadanos, pero necesitamos que quieran ser protagonistas; empieza a haber un cambio de mentalidad, pero lo que necesitamos ahora es un cambio de comportamientos¡±, explica.
En su libro El futuro por decidir (editorial Debate), la que fuera la m¨¢xima responsable de la lucha contra el cambio clim¨¢tico de Naciones Unidas, la costarricense Christiana Figueres, considera que para alcanzar esas emisiones netas cero en 2050 hay que empezar por recortar a la mitad las emisiones de CO? de aqu¨ª a 2030 (pues la otra mitad ser¨¢ mucho m¨¢s dif¨ªcil de reducir), y propone que cada persona trace su propio plan personal para dividir por dos su huella de carbono a lo largo de esta d¨¦cada. Sin restar relevancia a las decisiones de cada ciudadano, Salda?a cree esencial que todas las personas se involucren, sobre todo, en los cambios colectivos. ¡°A nivel individual podemos hacer peque?as cosas, pero se consigue una disrupci¨®n m¨¢s grande si trabajamos colectivamente. Por eso el ¨¢mbito local, como ayuntamientos o barrios, tiene un papel clave para realizar grandes transformaciones en un espacio corto de tiempo¡±, recalca. Y concluye: ¡°Hay que buscar los cambios colectivos¡±.
Liz Chicaje Churay:
¡°Seguir¨¦ defendiendo el bosque, aunque me muera en ello¡±Por Joseph Z¨¢rate
¡°?Para qu¨¦ quieren los pueblos ind¨ªgenas m¨¢s bosques?¡±, les dijo aquel funcionario, con mueca de fastidio. ¡°?No saben que puedo mandar a comprar miles de motosierras y tumbar esos ¨¢rboles?¡±. Liz Chicaje Churay (Pebas, Per¨², 38 a?os) recuerda que ese hombre, presidente del Gobierno Regional de Loreto, la regi¨®n de Per¨² donde ella vive, fue grosero y cortante frente a 15 l¨ªderes ind¨ªgenas que, esa ma?ana de 2015, le exig¨ªan aprobar la creaci¨®n de un parque nacional que protegiera sus bosques ancestrales. ¡°?Casi le pegamos cuando nos dijo eso!¡±, cuenta Chicaje, entonces presidenta de la Federaci¨®n de Comunidades Nativas del Ampiyacu (Fecona). ¡°Cuando vio nuestra reacci¨®n, se desapareci¨® r¨¢pido y dej¨® a su asesor no m¨¢s. Un cobarde¡±.
Desde esa vez, Chicaje se encontrar¨ªa con tratos como ese innumerables veces. Sobre todo, de autoridades que cuando ven el bosque solo ven le?a: recursos para explotar y vender al mejor postor, sin importar que cientos de familias vivan en, de y para esos bosques desde hace generaciones. A fuerza de insistir, Chicaje y sus compa?eros lograron que en 2018 el Estado peruano reconociera la creaci¨®n del parque nacional de Yaguas, junto a la frontera con Colombia, como un lugar sagrado: un territorio tan grande como 868 canchas de f¨²tbol para que los animales del monte puedan reproducirse y las comunidades llevar su sustento; para proteger el r¨ªo de los mineros ilegales y resistir el ataque de los traficantes de madera, y para conservar la tierra donde est¨¢n sepultados sus antepasados: hombres y mujeres ind¨ªgenas que, a inicios del siglo XX, huyeron de los patrones caucheros que los esclavizaban.
Por ese trabajo, Liz Chicaje recibi¨® en 2018 el Premio Franco-Alem¨¢n de Derechos Humanos y en junio de 2020 el Premio Goldman, considerado el Nobel verde, otorgado a l¨ªderes ambientales en los cinco continentes. Chicaje es la cuarta peruana ¡ªluego de Mar¨ªa Elena Foronda, Ruth Buend¨ªa y M¨¢xima Acu?a¡ª que recibe este reconocimiento de especial relevancia en un pa¨ªs donde no es extra?o que se ataque y criminalice a las personas que luchan por defender la tierra y el agua: Per¨², el segundo pa¨ªs con m¨¢s extensi¨®n de selva en Am¨¦rica Latina, est¨¢ entre las 10 zonas m¨¢s peligrosas del planeta para los defensores del medio ambiente, seg¨²n Global Witness.
Asentados al norte de la regi¨®n de Loreto, los boras son una de las 51 naciones amaz¨®nicas que habitan la selva peruana. Liz Chicaje, madre de cuatro varones y una ni?a llamada Cielo, viene de una familia descendiente del clan newat, gavil¨¢n. En su comunidad de Pucaurquillo, desde ni?a tuvo el ejemplo de sus padres, que ayudaron a exigir al Estado construir la escuela y llevar servicios de salud que hoy tienen unas 250 familias bora. Chicaje dice que todav¨ªa falta mucho por hacer ¡ªcomo instalar luz el¨¦ctrica¡ª en su comunidad. Por eso, al dejar el cargo de presidenta de la Fecona en 2016, sigui¨® trabajando con las comunidades en un proyecto llamado Hijos de la Yuca del Ampiyacu, donde fabrican alimentos derivados de ese tub¨¦rculo y el aj¨ª negro que hoy usan chefs de prestigio. Como gerenta de la asociaci¨®n, Chicaje espera replicar ese modelo en otras comunidades, aunque la pandemia ha hecho todo m¨¢s dif¨ªcil.
Chicaje enferm¨® de covid-19 a inicios de este a?o. Se pudo recuperar, dice, con preparados de ajo, cebolla, kion y matico, una planta medicinal que varias familias amaz¨®nicas han usado frente a la falta de medicamentos. A eso se sum¨® el estr¨¦s causado por la falta de trabajo: de golpe, la venta de carne de monte y de bolsones de fibra de chambira con la que Chicaje se sosten¨ªa disminuy¨® hasta casi desaparecer. Su trabajo como activista no le da un sueldo. Y pese a que el Goldman fue una alegr¨ªa, esa situaci¨®n la angusti¨® al punto de hacerle perder el apetito y caer en un cuadro de anemia. ¡°Estaba flaquita¡±, dice, ¡°como una criatura¡±.
Cuenta que, pese a todo el reconocimiento a su trabajo, algunos dirigentes han intentado descalificarla. ¡°No me han amenazado con pistola, cuchillo, machete, pero s¨ª me han querido hacer da?o¡±, relata sobre las ¡°brujer¨ªas¡± que le lanzan. Para protegerse, ha visitado a curanderos de su pueblo, pero sobre todo se aferra a la Biblia: lleva 21 a?os como miembro de una iglesia evang¨¦lica. All¨ª, dice, se form¨® para soportar los ataques. ¡°Que yo no soy nada, me dicen, que por qu¨¦ tengo que estar recibiendo premios, que por qu¨¦ me entrevistan, que yo me estoy agarrando la plata. Pero ya no les hago caso, yo s¨¦ qui¨¦n soy¡±.
Una de las cosas que s¨ª le afectaron fue perder a amigos suyos a causa del virus. Como el profesor Benjam¨ªn Rodr¨ªguez Grandez, l¨ªder ocaina de la selva del Putumayo con el que Chicaje comparti¨® viajes, como cuando fueron en 2017 a la cumbre sobre cambio clim¨¢tico, la COP23, en Alemania, para exponer las demandas de sus pueblos frente a l¨ªderes mundiales. Aunque muri¨® en junio de 2020, con 78 a?os, Rodr¨ªguez recibi¨® el Goldman de manera p¨®stuma, junto a Chicaje. ¡°Siempre me daba esa valent¨ªa para hablar fuerte en nombre de las comunidades¡±, recuerda Chicaje, como en aquella tarde frente a ese funcionario que los amenaz¨® con mandar a talar sus ¨¢rboles. ¡°Vamos a defender el bosque, me dec¨ªa, y si es necesario morir, que as¨ª sea. Yo seguir¨¦ en ese camino¡±.
Lucie Pinson:
¡°Hay que cambiar las pol¨ªticas desde su ra¨ªz¡±Por Silvia Ayuso
Viniendo de alguien que ha conseguido lo que pocos logran ¡ªdoblegar a algunos de los bancos y aseguradoras m¨¢s poderosos del mundo y hacer que dejen de financiar proyectos de la industria del carb¨®n¡ª, escuchar de boca de Lucie Pinson que ¡°las finanzas son una palanca de aceleraci¨®n potencial de la transformaci¨®n social¡± puede resultar chocante. Pero en el fondo esa es la base de la exitosa estrategia de esta francesa (Nantes, 35 a?os) comprometida la mayor parte de su vida con causas sociales y que ha hecho de la lucha contra el cambio clim¨¢tico su principal causa. Una batalla recompensada con el Premio Ambiental Goldman en 2020, el mismo a?o en que fund¨® su propia ONG, ?Reclaim Finance, con la que sigue apuntando contra todo gigante de las finanzas que apoye la industria del carb¨®n, causante del 46% de las emisiones de di¨®xido de carbono del mundo y, por ello, uno de los grandes responsables del calentamiento global.
La carbon-killer, como la llama la prensa francesa, es una ¡°protestona¡± de nacimiento aficionada a los juegos de l¨®gica que reconoce que no le gusta perder, ni en los juegos de sobremesa ni, sobre todo, en la vida real. De una infancia y adolescencia entrenando como gimnasta aprendi¨® tambi¨¦n una lecci¨®n que aplica desde entonces a todo: ¡°La gimnasia es un deporte muy mental, hay que reflexionar mucho, superar sus miedos. Y uno falla mucho. Te caes y te caes y te caes. Pero no es grave. Hay que volver a saltar al potro¡±, cuenta en Par¨ªs.
Se dice convencida de que luchar por un mundo m¨¢s respetuoso con la naturaleza requiere ¡°cambiar las pol¨ªticas desde su ra¨ªz¡± y no solo contentarse con gestionar su impacto medioambiental. As¨ª que cuando se licenci¨® en Ciencias Pol¨ªticas en 2011 decidi¨® instalarse en la capital francesa, uno de los centros de las finanzas internacionales, a las que, poco a poco, est¨¢ convenciendo ¡ªa veces por las buenas, otras por las malas¡ª para que dejen de invertir o financiar proyectos carbon¨ªferos.
En el fondo, su c¨¢lculo es muy sencillo: en un contexto de ¡°emergencia clim¨¢tica¡±, queda poco tiempo para actuar y son demasiados los proyectos contaminantes a frenar. Pero los que est¨¢n detr¨¢s de esas m¨²ltiples operaciones no son tantos. ¡°Como sociedad civil, no tenemos tiempo de atacar todos esos proyectos uno por uno. Pero, si miramos qui¨¦nes est¨¢n detr¨¢s, vemos que suelen repetirse los nombres de una treintena de bancos y aseguradoras. As¨ª que es matem¨¢ticamente l¨®gico atacar a esas decenas de actores financieros en vez de hacerlo contra cientos o miles de proyectos. Ir a la ra¨ªz¡±, resume Pinson con esa sonrisa traviesa que muchos altos ejecutivos subestimaron en un principio, para acabar lament¨¢ndolo.
Que se lo digan a la Soci¨¦t¨¦ G¨¦n¨¦rale, el primer gran banco franc¨¦s que logr¨® doblegar, cuando Pinson hac¨ªa lo que sigue haciendo hoy desde la ONG francesa Amigos de la Tierra. En diciembre de 2014, el gigante galo anunci¨® que se retiraba del controvertido proyecto australiano Alpha Coal, una gigantesca mina de carb¨®n que seg¨²n el grupo ecologista provocar¨ªa ¡°la emisi¨®n de 1.800 millones de toneladas de CO?, comprometiendo de manera irreversible los esfuerzos por limitar el recalentamiento del planeta¡±. Desde entonces, la lista de todopoderosos a los que Pinson y su equipo han logrado frenar no ha dejado de crecer: tambi¨¦n los otros grandes bancos de Francia, Cr¨¦dit Agricole, Natixis y BNP Paribas, se comprometieron a no seguir financiando la construcci¨®n de centrales o minas de carb¨®n. Fue entonces cuando Pinson y su equipo, actualmente formado por 16 personas, en gran parte investigadores y analistas que indagan en las empresas para buscar esa ¡°letra peque?a y pie de nota¡± tras el que pueda esconderse un proyecto antiecol¨®gico, dirigieron su mirada a las aseguradoras: en 2017, Axa y SCOR, dos de las mayores firmas mundiales, anunciaron que dejaban de asegurar proyectos carbon¨ªferos. Axa incluso prometi¨® liquidar inversiones por unos 3.500 millones de d¨®lares procedentes de la industria del carb¨®n y del alquitr¨¢n, como destac¨® el jurado de la Fundaci¨®n Goldman que le otorg¨® el prestigioso premio.
El m¨¦todo de trabajo no ha cambiado significativamente en todos estos a?os: convencida de que ¡°los empleados pueden ser una fuerza de cambio¡±, Pinson y su equipo intentan primero hablar con los asalariados y sus responsables para explicarles el impacto de algunos proyectos que a menudo desconocen los propios trabajadores. Hacer p¨²blica esa informaci¨®n es, en ¨²ltima instancia, el as en la manga a la hora de sentarse con la empresa. Todo ello lo hacen con una buena dosis de ¡°humildad¡±, subraya Pinson. ¡°Sentarse delante de financieros es intimidante. Tuvimos que aprender los c¨®digos y, adem¨¢s, aceptar con cierta humildad que no estamos ah¨ª para decirles c¨®mo tienen que trabajar. Solo estamos para recordarles su responsabilidad e impacto en el mundo real¡±.
La lista de empresas que han acabado pleg¨¢ndose es m¨¢s larga que la p¨²blica que le ha valido la reputaci¨®n y sus premios, asegura Pinson con una sonrisa. Un gesto que solo se le tuerce cuando se le habla de la actitud derrotista de muchos conciudadanos. ¡°No puedo con el pasotismo¡±, se exaspera Pinson. ¡°La resignaci¨®n, alimentada por la idea de que no podemos hacer nada a nuestra escala, es la principal raz¨®n por la que, casi 30 a?os despu¨¦s del primer informe del GIEC, seguimos en una trayectoria creciente de gases de efecto invernadero¡±. ¡°Todo el mundo est¨¢ de acuerdo en que hay que cambiar, pero no en que se puede cambiar. Yo creo que podemos cambiar y que podemos luchar por eso¡±, reivindica. Aunque uno se caiga varias veces, hay que volver a subir al potro. Porque la lucha vale la pena. Y solo tenemos un planeta.
Andreu Escriv¨¤:
¡°Todo cambio individual suma, pero solo el cambio colectivo transforma¡±Por Clemente ?lvarez
Andreu Escriv¨¤ (Valencia, 38 a?os) no tiene placas solares en su casa ni conduce un coche el¨¦ctrico, ni tampoco pretende ser un h¨¦roe del clima. Eso s¨ª, siempre que puede va a los sitios caminando, compra productos de la huerta de su ciudad en la tienda de Vicenta y acaba de pedir un permiso de tres meses sin sueldo para aprovechar mejor su tiempo. ¡°?Me considero un buen ciudadano clim¨¢tico? No, pero intento serlo¡±, asegura el autor del libro Y ahora yo qu¨¦ hago (editorial Capit¨¢n Swing).
Tener un 48 de pie ayuda a tomar conciencia de la huella de uno en el planeta, pero este ambient¨®logo experto en la crisis clim¨¢tica intenta no culpabilizarse y usa sus grandes extremidades para no quedarse parado. A veces coge la bicicleta, pero lo que m¨¢s le gusta es andar. Hay d¨ªas incluso que va caminando hasta su trabajo, que est¨¢ a ocho kil¨®metros, un trayecto a pie de una hora y media. ¡°Andar me permite ver la ciudad a un ritmo m¨¢s humano¡±, comenta este valenciano, que defiende que para enfrentarse a la emergencia clim¨¢tica lo prioritario no es llenarlo todo de coches el¨¦ctricos, sino enfocar la vida de una forma diferente.
Las emisiones que causan el cambio clim¨¢tico tienen que ver con la manera en la que los habitantes de la Tierra se desplazan, usan energ¨ªa en sus casas, se alimentan, se visten y en c¨®mo fabrican y consumen en general. Sin embargo, en sus libros Escriv¨¤ no reclama a la ciudadan¨ªa actuaciones ejemplares, ni tampoco sacrificios imposibles. Como incide el valenciano, ¡°hay estudios que muestran que los modelos hiperperfectos, ya sea en deporte, en salud o en medio ambiente, no animan a la gente a seguirlos¡±. Por eso considera que lo realmente importante es que cada uno avance de forma r¨¢pida en lo que sea capaz. Y, sobre todo, juntarse con otras personas.
?l vive en un piso alto de un barrio perif¨¦rico de Valencia, en Campanar. Asegura que no tiene capacidad de instalar unas placas solares, pero ha puesto el m¨¢ximo aislamiento que se pod¨ªa permitir en la vivienda para no necesitar calefacci¨®n ni aire acondicionado, tiene contratada la electricidad con una cooperativa verde que promueve las energ¨ªas renovables y presta atenci¨®n al uso que da a los electrodom¨¦sticos. Tambi¨¦n bebe agua de grifo en lugar de comprarla embotellada, que ha calculado que supone un ahorro de 300 kilos de CO? al a?o. ¡°Cuando cuento lo del agua en las redes sociales, hay gente que me insulta y que me dice que eso es porque no vivo en Valencia y no conozco el sabor que tiene ah¨ª la de grifo¡±, se r¨ªe.
Estas acciones desde la ciudadan¨ªa ayudan, aunque no todas tienen el mismo efecto. Como incide el ambient¨®logo, ¡°todo cambio individual suma, pero solo el cambio colectivo transforma¡±. Es decir, que est¨¢ bien que una persona empiece de pronto a ir al trabajo pedaleando en lugar de subido a un coche, pero todav¨ªa es mucho mejor cuando se junta con otros individuos para conseguir que en su ciudad se construya un carril bici que anime a usar las dos ruedas a mucha m¨¢s gente. As¨ª lo explica este experto en acci¨®n clim¨¢tica, que asegura que ¡°se ha comprobado que las personas que se creen mejores ciudadanos verdes son menos proclives a pedir cambios transformadores; nos olvidamos de que la sociedad humana avanza cuando coopera¡±, recalca.
Escriv¨¤ tambi¨¦n trata de volar lo menos posible y ha llegado a estar cinco a?os sin subirse a un avi¨®n, de 2012 a 2017. Por motivos clim¨¢ticos, pero tambi¨¦n econ¨®micos. Eso s¨ª, tampoco se sinti¨® culpable cuando cogi¨® un vuelo para ir a Menorca en su viaje de bodas. ¡°La gran culpa de las emisiones de la aviaci¨®n no es de la gente que coge un vuelo al a?o para irse se vacaciones; la gran culpa es de los voladores frecuentes, la gente que vuela much¨ªsimo¡±, asegura este ambient¨®logo, que recuerda que un 1% de la poblaci¨®n mundial es responsable de m¨¢s de la mitad de las emisiones de la aviaci¨®n de pasajeros. Con todo, considera fundamental ¡°cortar con la idea de que vacaciones es igual a viaje y viaje es igual a avi¨®n¡±. ¡°Hay que reivindicar la ociosidad, el placer de pasear, de leer, de no hacer nada¡±, subraya.
Tambi¨¦n tiene sus propias incoherencias, pero, para no caer demasiado a menudo en ellas, Escriv¨¤ defiende ¡°luchar por nuestro tiempo¡±. Como insiste, el ritmo fren¨¦tico de nuestra vida est¨¢ detr¨¢s de una cantidad enorme de comportamientos insostenibles. La falta de tiempo empuja a las personas a elegir las opciones r¨¢pidas y a no detenerse demasiado en las consecuencias. Ahora acaba de pedir un permiso de tres meses sin sueldo, de septiembre a enero, para poder disponer de m¨¢s horas para s¨ª mismo. As¨ª puede pensar, escribir y caminar m¨¢s.
Marjan Minnesma:
¡°Con la pandemia hemos hecho cosas que parec¨ªan imposibles¡±Por Isabel Ferrer
La activista holandesa del clima Marjan Minnesma tiene 55 a?os y mucha prisa. Le gusta ¡°hacer cosas, buscar soluciones¡±, y dice que la segunda mitad de este siglo no ser¨¢ agradable para vivir si no actuamos en la pr¨®xima d¨¦cada ¡°y bajamos casi a cero las emisiones de CO?¡å. Es la directora de Urgenda, la ONG que en 2015 logr¨® una victoria hist¨®rica cuando un tribunal de primera instancia de La Haya exigi¨® al Gobierno una rebaja para 2020 del 25% de las emisiones de gases de efecto invernadero respecto a las de 1990. Los jueces del Supremo ratificaron el fallo en 2019, y no hab¨ªa precedentes de que una organizaci¨®n ecologista esgrimiera el respeto a los derechos fundamentales ¡ªcomo el derecho a la vida¡ª para reclamar al Ejecutivo que tome medidas contra el cambio clim¨¢tico. Ella no ha parado desde entonces, apenas tiene un rato para hacerse las fotos que ilustran este perfil, y atiende al tel¨¦fono poco antes de iniciar una larga caminata que la llevar¨¢ hasta Glasgow, sede de la COP26.
Minnesma ha estudiado Derecho, Filosof¨ªa y Administraci¨®n de Empresas, y vive en el campo, desde donde explica su nuevo y ambicioso plan. Lo ha llamado Woman in the Moon (Una mujer en la Luna). No se trata de viajes espaciales, sino de algo mucho m¨¢s cercano: lograr que las industrias sider¨²rgica, qu¨ªmica y de fertilizantes apenas emitan gases de efecto invernadero en Pa¨ªses Bajos para dentro de 10 a?os. Calcula que costar¨¢ entre 10.000 y 20.000 millones de euros ¡ªunos 2.000 millones anuales¡ª y ya le ha dicho al primer ministro en funciones, Mark Rutte, que, si empieza ahora, puede lograrse. ¡°Requiere 15 megavatios adicionales de energ¨ªa e¨®lica con molinos en el mar, que producir¨¢n hidr¨®geno¡±. Tambi¨¦n ha advertido al mandatario de que Urgenda ten¨ªa muchas posibilidades de ganar de nuevo en los tribunales, ¡°pidiendo una rebaja del CO? para 2030, si el Gabinete no act¨²a con diligencia¡±.
La ONG surgi¨® en 2007 centrada en la sostenibilidad por medio de energ¨ªas renovables. Minnesma dirig¨ªa entonces el Instituto de Investigaci¨®n para las Transiciones en la Universidad Erasmus, de R¨®terdam. Desde all¨ª present¨® junto con su colega y experto en clima Jan Rotmans un plan para que Pa¨ªses Bajos fuera m¨¢s sostenible en 2050. Organizaron un festival para mostrar la agenda y la respuesta de la gente fue enorme. ¡°En 2008 creamos la fundaci¨®n Urgenda y dej¨¦ la universidad para dedicarme solo a esto¡±, cuenta. En 2015, Urgenda fue apoyada por cerca de un millar de ciudadanos y su triunfo ha animado reclamaciones similares en Irlanda, Italia, Francia, Alemania y B¨¦lgica, entre otros. ¡°No solo le decimos al Gobierno y a las empresas c¨®mo deben actuar frente al reto clim¨¢tico. Hacemos cosas. Entre otras, hemos plantado medio mill¨®n de ¨¢rboles en 2020 con ayuda de voluntarios y esperamos plantar ahora un mill¨®n m¨¢s¡±. Reconoce el efecto de casos como el de la multinacional petrolera Shell, demandada por Milieudefensie, la rama holandesa de Amigos de la Tierra, por no adaptar la producci¨®n de combustibles f¨®siles. El t¨¢ndem formado por Donald Pols, director de Milieudefensie, y el abogado Roger Cox ¡ªuna de las 100 personas m¨¢s influyentes de 2021 seg¨²n la revista Time¡ª gan¨® este mayo en los tribunales apelando asimismo a la vulneraci¨®n de los derechos humanos.
Los pol¨ªticos holandeses llevan siete meses intentando pactar una nueva coalici¨®n, pero a pesar de la interinidad en el momento del cierre de este texto, los Presupuestos Generales del Estado para 2021 dedican entre 6.000 y 7.000 millones de euros a reducir las emisiones de CO?. ¡°La cantidad es importante. Creo que el Ejecutivo est¨¢ preocupado por el cambio clim¨¢tico, y tal vez tambi¨¦n porque nosotros pongamos una nueva demanda¡ y ganemos¡±. Minnesma dice que los pol¨ªticos ¡°no siempre parecen escuchar si les hablas con buena educaci¨®n¡±, y no descarta apoyar lo que llama ¡°crisis necesaria¡±. Se refiere con ello a posibles manifestaciones, pac¨ªficas aunque con m¨²sculo, ¡°antes de que haya cambios irreversibles en el planeta¡±. ¡°Con la pandemia hemos hecho cosas que parec¨ªan imposibles¡±, recuerda, antes de ponerse de nuevo en marcha.
Simon Bramwell:
¡°El capitalismo est¨¢ robando el alma a la vida¡±Por Rafa de Miguel
Algo est¨¢ cambiando, y el miedo compartido ante un planeta que agoniza ha logrado que el activismo callejero de Extinction Rebellion (XR, como se conoce en medio planeta) despierte la simpat¨ªa de una abuela tradicional en el sureste de Inglaterra, de las grandes multinacionales o de pol¨ªticos que compitieron durante los primeros d¨ªas de las protestas por dejarse fotografiar con los manifestantes. Simon Bramwell (Reading, Reino Unido, 49 a?os) estaba all¨ª. Fue uno de los fundadores del movimiento que atrajo la atenci¨®n del mundo y desencaden¨® una rebeli¨®n internacional que se extendi¨® a m¨¢s de 60 ciudades. Tres a?os necesitaron Bramwell, Gail Bradbrook y Roger Hallam para dise?ar una acci¨®n a gran escala que se inspira en la tradici¨®n brit¨¢nica de desobediencia civil pac¨ªfica. Hab¨ªa que atraer la atenci¨®n de la ciudadan¨ªa. ¡°No nos sorprendi¨® nuestra capacidad para despertar el inter¨¦s y el apoyo de la gente, pero s¨ª nos sorprendi¨® lo r¨¢pido que ocurri¨®¡±, admite el activista mientras recorre las calles de su Reading natal, a 20 minutos de Londres en tren. ¡°Tuvo que ver con una est¨¦tica muy atractiva de la protesta, gracias a nuestro equipo de dise?o art¨ªstico, y con una serie de coincidencias muy afortunadas, como el apoyo en persona de Greta Thunberg a nuestras protestas, o la publicaci¨®n poco antes de nuestra entrada en escena del informe del IPCC [Panel Intergubernamental sobre el Cambio Clim¨¢tico]¡±, se?ala. Era un informe demoledor y urgente. El 17 de octubre de 2018, los fundadores de XR ocuparon la sede de Greenpeace en Londres y proclamaron su ya famosa Declaraci¨®n de Rebeld¨ªa: un llamamiento general a la poblaci¨®n a participar en actos masivos de desobediencia civil y protesta ¡°como ¨²nico modo de evitar la peor de las cat¨¢strofes¡±. Decenas de cient¨ªficos, pol¨ªticos y personalidades relevantes sumaron su apoyo a una rebeli¨®n que pretend¨ªa provocar serios trastornos en la actividad diaria de una metr¨®poli como Londres y que, sin embargo, la mayor¨ªa de los ciudadanos recibi¨® con simpat¨ªa.
El punto culminante de su activismo en el Reino Unido ocurri¨® el 17 de noviembre de 2018. El D¨ªa de la Rebeli¨®n. Cerca de 6.000 personas se sumaron a las acciones sorpresa coordinadas por XR, que provocaron el bloqueo de los cinco principales puentes de Londres. Hubo cerca de 70 detenidos. Durante los primeros d¨ªas, las autoridades hab¨ªan sido amables y cautas con el movimiento. La paciencia, sin embargo, se agot¨® pronto, y Simon admite que hubo que echar marcha atr¨¢s y tomar aire cuando comenzaron a producirse episodios violentos. Usuarios del metro londinense, por ejemplo, se enfrentaron a pu?etazos con activistas de XR que se hab¨ªan pegado a los vagones para frenar el intenso transporte suburbano de primeras horas de la ma?ana. ¡°Hasta ahora no hemos tenido el menor problema con la violencia, pero ese debate siempre ha estado presente dentro del movimiento: ?qu¨¦ constituye violencia? ?Es violencia un acto contra la propiedad privada?¡±, reflexiona en voz alta Simon. ¡°Aquella propiedad privada que se utiliza para destruir el planeta ¡ªun misil, un jet privado vendido a un Gobierno corrupto, un oleoducto¡¡ª es fundamentalmente inmoral. Y la fuerza empleada contra ese tipo de propiedad no se considera violencia. Yo defiendo esa opini¨®n¡±, asegura.
Simon, que est¨¢ convencido de que la pr¨®xima cumbre del cambio clim¨¢tico en Glasgow ser¨¢ un fracaso, aunque dar¨¢ una nuevo oportunidad a XR para hacerse o¨ªr, admite que al movimiento le conviene despojarse de radicalismo. Y aclarar un batiburrillo de ideolog¨ªa que provoca el rechazo de muchos ciudadanos. ¡°Del mismo modo que nos toca desenredar todo el discurso anticapitalista que se mezcla con nuestro mensaje, es necesario reconocer que el capitalismo est¨¢ robando el alma a la vida. Cuando vemos un ¨¢rbol simplemente como un objeto para talar, o una vaca como algo que produce leche o carne, la vida se queda sin alma¡±, dice. ¡°Creo que podemos comenzar a poner por delante de la econom¨ªa nuestra idea de la vida, e ideol¨®gicamente dejar de hablar de anticapitalismo para hablar de poscapitalismo¡±, resume.
Simon es consciente de que el recorrido de XR es limitado. La escala del desaf¨ªo que supone la lucha contra el cambio clim¨¢tico requiere respuestas pol¨ªticas y econ¨®micas coordinadas y complejas. El ¨¦xito del movimiento, explica, se reducir¨¢ a plantar en la cabeza de los ciudadanos la idea de que son ellos los que tienen que impulsar el cambio necesario.
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