K-pop, K-beauty, K-loquesea... Viaje al origen del furor por todo lo coreano
Los cuatro oscars de ¡®Par¨¢sitos¡¯, ¡®El juego del calamar¡¯ entre las series m¨¢s vistas de Netflix y las divas de Blackpink, artistas del a?o seg¨²n la revista ¡®Time¡¯. Tras dos d¨¦cadas creciendo, la llamada ¡°ola coreana¡± ha reventado la cultura pop global. Retratamos a los fans espa?oles y viajamos a Se¨²l para explorar el origen de este fervor cultural que conquista el mundo desde Corea del Sur
Frente a la sede de YG Entertainment en Se¨²l, una sinuosa mole de hormig¨®n y vidrio a orillas del r¨ªo Han, la discogr¨¢fica tiene un caf¨¦ de tres plantas para que los fans vean, de lejos, c¨®mo sus ¨ªdolos cruzan los tornos. Apenas hay seis adolescentes y una pantalla con videoclips en bucle. La pol¨ªtica de covid cero en China y las restricciones viajeras en el sudeste asi¨¢tico han desangelado muchos hitos tur¨ªsticos de la capital surcoreana. Este caf¨¦ lo es. En los a?os previos a la pandemia la cultura pop duplic¨® las visitas al pa¨ªs. Entre cientos de objetos, venden un Monopoly de Blackpink, el grupo estrella de la casa. En vez de calles, hay ciudades de su gira: Bangkok, Taip¨¦i, Los ?ngeles, S¨ªdney¡ Llegando a meta, te puedes comprar Barcelona.
A 9.500 kil¨®metros, una ola de luces rosas estremece el Palau Sant Jordi para que las Blackpink vuelvan a salir al escenario. Son los lightsticks del grupo, cada banda de pop coreano, K-pop, tiene el suyo, varitas luminosas para agitar en los directos, estas con forma de martillo de corazones. ¡°75 euros, m¨¢s dos de pilas¡±, dice el del tenderete. S¨²mese a la entrada: de 150 a 900 euros (con sala vip, pase a la prueba de sonido). Aun as¨ª, el aforo est¨¢ completo hace d¨ªas. 18.000 personas, el doble de las que vieron aqu¨ª a las divas coreanas en 2019, pero tampoco tantas: en Londres han llenado dos d¨ªas un recinto para 30.000.
Al d¨ªa siguiente, 6 de diciembre, Time las nombra artistas del a?o. El titular: ¡°Blackpink, superestrellas globales¡±.
Es el ¨²ltimo golpe de efecto de la hallyu, la ola coreana, un t¨¦rmino inaugurado por la prensa china a finales de los noventa cuando las primeras telenovelas y boy bands coreanas llegaron al pa¨ªs. Veinticinco a?os despu¨¦s, Par¨¢sitos (2020) tiene cuatro oscars, incluido el de mejor pel¨ªcula; El juego del calamar (2021) es de las series m¨¢s vistas de la historia de Netflix y el grupo de chicos BTS ha roto todos los r¨¦cords de Spotify y Billboard, antes de anunciar este verano que se toman un descanso. El mayor de sus siete miembros ¡ªhan hablado ante la ONU¡ª tiene que hacer el servicio militar. ¡°Es como si para ti se separan los Beatles¡±, dice Mar¨ªa, de 16 a?os, una de los 69 millones de seguidores del grupo en Instagram. Por si alguien no se ha enterado de que esto lleva dos d¨¦cadas ocurriendo, el Museo Victoria & Albert de Londres inaugur¨® en septiembre una exposici¨®n sobre el tema. La traducci¨®n econ¨®mica: en 2020 el valor de las exportaciones culturales surcoreanas alcanz¨® 11.920 millones de euros seg¨²n el Ministerio de Cultura del pa¨ªs. El doble de lo que exportaron en 2015, y casi seis veces m¨¢s de lo que vende Espa?a.
La conquista cultural de un pa¨ªs de 51 millones de habitantes y el tama?o de Castilla y Le¨®n es ya planetaria. K-pop, K-dramas, K-beauty, K-fashion¡ K-todo. Una marca tan ubicua que hay quien la considera superada. ¡°Ser¨ªa bonito que el contenido coreano fuese reconocido simplemente como un buen producto m¨¢s que por la etiqueta K-loquesea, mi objetivo es darle normalidad¡±, dice el productor Kyu C. Lee. Sabe de lo que habla, fue el responsable hace 10 a?os, cuando la hallyu ya hab¨ªa arrasado en Asia, de su salto a Am¨¦rica y Europa gracias a Gangnam Style, del rapero PSY. ¡°La K es una etiqueta de mercado, no tiene que ver con el sonido¡±, opina la periodista musical Kang Hae-ryun. ¡°Y aunque es una herramienta de marketing autoimpuesta, tiene un punto orientalista¡±. El exotismo del otro para vender fuera.
Detr¨¢s de la Gran V¨ªa madrile?a se celebra el cumplea?os de Hong Joong y Woo Young. Hay que sacar el diccionario para entender el concepto: una treintena de atinys, fans del grupo de chicos Ateez al que pertenecen estos dos idols, se re¨²nen en un bubble tea (bar de t¨¦ con bolas de tapioca) tras ser convocadas por redes. Las organizadoras (@atinyevent) han decorado con globos y p¨®steres el bajo del local. Con cada consumici¨®n regalan photocards (fotos impresas en alta calidad) de sus bias (favoritos) y venden top-loaders (sobres de pl¨¢stico para guardarlas) decorados con brillantina. Las asistentes vuelcan sobre las mesas los binders, peque?os ¨¢lbumes donde guardan las fotos. Las m¨¢s valiosas son las que vienen en los ced¨¦s, a veces compran varias copias de un mismo disco para que les toquen cromos distintos. Todas llevan uno en la trasera del m¨®vil, varias tienen tatuadas motivadoras letras del grupo: Just keep it up (simplemente contin¨²a), We shine like eternal sunshine (brillamos como el sol eterno).
Esta devoci¨®n nace en una industria muy particular. En Seongsu-dong, antiguo barrio industrial, ¡°el Brooklyn de Se¨²l¡±, est¨¢ Cube Entertainment, uno de los cientos de agencias musicales surcoreanas. Las seis componentes de Lightsum, su ¨²ltimo grupo ¡ªde 18 a 20 a?os, aunque aparentan menos¡ª, explican c¨®mo funciona el sistema junto a varios representantes de la empresa: las agencias son sellos discogr¨¢ficos, estudios de grabaci¨®n, gestores de eventos y cazatalentos. En audiciones multitudinarias eligen a sus futuros artistas y los entrenan. Lightsum debut¨® en 2021, tiene nueve temas y ha salido por la tele (hay cadenas enteras dedicadas a ello), pero a¨²n no ha dado un concierto. Viven juntas desde hace dos a?os en una residencia de Cube. Juhjun, la m¨¢s desenvuelta en ingl¨¦s, lleva en la agencia desde los 10. Tienen clases diarias de canto, baile, idiomas, interpretaci¨®n, manejo de redes sociales¡ ¡°Lo que buscamos es potencial, el resto se puede ense?ar¡±, dice Jae Heo, relaciones p¨²blicas. La formaci¨®n no se cobra, pero si el/la aprendiz abandona el sello, ¡°paga una compensaci¨®n por la inversi¨®n¡±. ¡°Trabajamos duro, pero el esfuerzo vale la pena¡±, dice Sang Ah, la rubia del grupo. ¡°Cumplir tus sue?os te llena de energ¨ªa positiva¡±.
¡°Como madre, yo tambi¨¦n ten¨ªa prejuicios¡±, admite Lee Chong-ae, cuya hija de 17 a?os se prepara para entrar en una agencia. ¡°Las entrenan para lo que necesita su negocio, s¨ª, pero tambi¨¦n las forman como profesionales¡±, dice, ¡°y las nuevas generaciones ya no admiten ser marionetas¡±. Porque con el ¨¦xito tambi¨¦n lleg¨® el escrutinio del sistema. Titulares sobre el lado oscuro tras la fachada del K-pop: contratos leoninos, brechas salariales, acoso laboral, sexual y en redes¡ Suicidios por la exigencia de perfecci¨®n (Corea del Sur tiene una de las tasas m¨¢s altas del mundo) y pleitos entre artistas y sellos. La respuesta de la industria (sobre todo de las cuatro grandes: SM, Hybe, YG y JYP) es el hermetismo. ¡°El acceso es complicado, quieren controlar el mensaje, les incomoda c¨®mo pueden ser representadas, pero se est¨¢n empezando a abrir, con los medios internacionales el juego tiene otras reglas¡±, dice la periodista Kang Hae-ryun, que consigui¨® esta primavera una excepcional entrevista en profundidad con las Blackpink para la revista Rolling Stone.
Para buscar j¨®venes en Se¨²l el sitio es Hongdae, el barrio universitario, donde hay tantos bares como self studios, locales con fotomatones y accesorios para hacerse retratos grupales. En los centros comerciales, las tiendas de manhua, el manga coreano (aunque la mayor¨ªa lo lee como webtoons en el m¨®vil), est¨¢n m¨¢s llenas que las de K-pop. Las pintas fantasiosas y sexis de los grupos no tienen gran reflejo en la calle, donde priman los tonos apagados y el minimalismo de Uniqlo o Muji. Cuesta encontrar ejemplos de esa nueva masculinidad andr¨®gina y dulce que ha enamorado a fans de medio mundo. El K-pop aparece en los hilos musicales y en la carteler¨ªa del metro y los autobuses desde la que se felicita a los idols.
¡°Los clubes de fans, la mayor¨ªa extranjeros, pagan los anuncios, ?decenas de miles de euros!¡±, dice Cecilia Soojeong Ji, promotora de m¨²sica independiente. Al tiempo que en las agencias nac¨ªa la primera generaci¨®n de grupos (vamos por la quinta), en los garitos de este barrio se forjaba un movimiento ¡°de m¨²sica no tan prefabricada¡±. Unos y otros se beneficiaron de una ley que desde 1997 inyecta recursos a las artes (el ¨²ltimo presupuesto de Cultura y Deportes es de 3.900 millones, casi el doble que el espa?ol). ¡°Al principio sonaba todo tipo de m¨²sica en radios y teles, pero cuando el K-pop empez¨® a triunfar en Asia, acab¨® monopolizando los espacios¡±, dice la promotora. ¡°Mucha gente ya est¨¢ saturada¡±. Seg¨²n las gu¨ªas de viaje, es f¨¢cil encontrar en Hongdae a K-poppers bailando en la calle. Pero durante una semana, no hay forma de dar con ellos.
En Madrid, decenas de ellos se juntan en Azca, la trasera del distrito financiero, para practicar las coreograf¨ªas que han aprendido en YouTube usando los escaparates y las fachadas de las oficinas como espejos. Ana Dom¨ªnguez, del grupo Wonder Magnet, que ha ganado el concurso de baile organizado por el Centro Cultural Coreano, tiene 25 a?os y se considera ¡°una veterana¡±: ¡°Cuando empec¨¦ ¨¦ramos cuatro frikis, ahora esto est¨¢ lleno de cr¨ªos a los que no he visto nunca y cada vez hay m¨¢s eventos¡±. Un mismo fin de semana cuesta decidirse: se celebran en Madrid dos fiestas nocturnas de tem¨¢tica asi¨¢tica, un festival en un centro social con debate sobre K-dramas y juegos coreanos (incluido el ¡°del chipir¨®n¡±) y dos fiestas de cumplea?os de idols.
Tras conversar con decenas de fans espa?olas (muchas creadoras de contenidos en redes y podcasts) aparecen algunas claves de su fascinaci¨®n. Seduce la m¨²sica pegadiza, el mensaje positivo (¡°conectan con esa parte de ti que cree que la vida merece la pena y las dificultades se pueden superar¡±), la cuidada est¨¦tica y la b¨²squeda de la perfecci¨®n a trav¨¦s del esfuerzo (¡°se lo curran mucho¡±). Tambi¨¦n cierta blancura en el discurso (¡°no va de tetas, culos y dinero como el reguet¨®n¡±) y el romanticismo (¡°en las series las relaciones evolucionan muy despacito¡±). Gracias a las redes, se sienten cerca de sus ¨ªdolos (las agencias promueven el contacto constante con los fans). Hay cierta rebeld¨ªa contracultural (¡°esto es de putas y maricones, gente liberal, rara, abierta de mente, capaz de que nos guste algo en un idioma que no entendemos¡±). Las fans no son ajenas a la comercialidad ni a la voracidad de la industria (¡°aqu¨ª, a muchas agencias se les echar¨ªan encima los sindicatos, y con raz¨®n, es capitalismo salvaje¡±). Y son tremendas cuando se unen: en Estados Unidos trolearon una app contraria al movimiento Black Lives Matter y reventaron un acto de Trump; en Espa?a han inundado cuentas de ultraderecha con v¨ªdeos de sus cantantes favoritos.
¡°Esto no va solo de m¨²sica o de series¡±, resume Edurne Salgado, una de las asistentes a la fiesta de los de Ateez, ¡°es un submundo cultural y proporciona un sentido de comunidad, de pertenencia¡±.
¡°Ning¨²n otro g¨¦nero despierta tanto amor incondicional, ni genera artistas tan multiproducto¡±, dice Luis Z¨®simo, de SOK Entertainment, productora y promotora musical con sede en Madrid que organiza festivales (recientemente con Los 40 Principales) y lleva a la coreana Hyemin, ¡°la primera cantante de K-pop de Espa?a¡±. ¡°Aqu¨ª a¨²n es un mercado nicho, pero se est¨¢ abriendo¡±, dice. Por esa grieta se cuelan otras peque?as empresas. Las hermanas Teresa y Marta Moreno, de 21 y 23 a?os, abrieron en enero Mad Kpop, una tienda de discos y merchan. Sus clientes van ¡°de ni?as que han roto la hucha a turistas que se dejan cientos de euros de golpe¡±. ¡°El negocio es complicado¡±, admite Marta: caras aduanas, mucha burocracia, una enorme diferencia horaria y el ingl¨¦s ¡°especial¡± de los proveedores. Las academias de baile tambi¨¦n est¨¢n monetizando el inter¨¦s. En Studio 11, Andrea del Pozo da clase como ella aprendi¨® en Se¨²l: ¡°Se lo toman muy en serio, entrenan miles de horas, pero tambi¨¦n el que quiere ser m¨¦dico o profesor se mata a estudiar¡±.
¡°Los coreanos son exagerados para todo¡±, dice Sunny Cho, socia de Koss, que empez¨® como una tienda online de cosm¨¦tica coreana hace cuatro a?os y tras un local en Barcelona abre sucursal en Madrid, donde todo est¨¢ preparado ¡°para que lleguen las influencers¡±. ¡°Su canon de belleza tambi¨¦n est¨¢ marcado por la perfecci¨®n inalcanzable de una piel impoluta, pero nosotras queremos salir de ah¨ª, cada una es bella a su manera, lo que importa es disfrutar de cuidarse¡±, dice Cho, que naci¨® en Madrid, hija de la primera hornada de inmigrantes, casi todos dedicados al taekwondo o la acupuntura como su padre. ¡°Est¨¢n un poco obsesionados¡±, opina, citando que es com¨²n regalar a las chicas la operaci¨®n de doble p¨¢rpado para agrandar los ojos cuando acaban el bachillerato.
La variada y asequible cosm¨¦tica coreana (en Koss los precios oscilan entre los 3 euros de una mascarilla y los 40 de un s¨¦rum con ginseng) ha multiplicado en una d¨¦cada sus ventas al exterior por ocho, convirti¨¦ndose en la tercera exportadora mundial, por detr¨¢s de Francia y Estados Unidos.
Liderando el sector est¨¢n las marcas de Amore Pacific (de la lujosa Sulwhasoo a Innisfree, que se vende en Sephora), cuya sede en Se¨²l se aloja en un impresionante edificio blanco, proyectado por el arquitecto brit¨¢nico David Chipperfield, inspirado en los tradicionales jarrones de la luna. ¡°Simboliza la belleza limpia y simple a la que aspira la cultura coreana¡±, dice una portavoz de la empresa en la espectacular azotea donde una l¨¢mina de agua inunda de luz el interior. Para conseguir una piel luminosa y natural (maquillada, sin que se note), la marca se centra en la innovaci¨®n. Su superventas es un ¡°coj¨ªn de control de color compacto que ofrece una cobertura impecable¡±. Un sistema inform¨¢tico analiza la piel de las clientas para ofrecer la base de maquillaje exacta. Hay 150 tonos: una piel considerada clara en Espa?a est¨¢ por la mitad del espectro. El maquillaje m¨¢s claro es blanco porcelana.
Parte del ¨¦xito de la ola coreana es la retroalimentaci¨®n de sus sectores: cantantes y actores promocionan los cosm¨¦ticos (BTS tiene una gama de mascarillas labiales con Amore Pacific) y, cada vez m¨¢s, la moda coreana. ¡°El inter¨¦s del p¨²blico nos afecta positivamente¡±, dice Kim A-Young, dise?adora de Cahiers que ha vestido a varias famosas con sus vaporosos modelos. Sin embargo, explica, la moda coreana est¨¢ formada por dise?adores con peque?as compa?¨ªas y canales de distribuci¨®n limitados. ¡°Aun as¨ª, sabemos leer muy r¨¢pido las tendencias y tenemos la habilidad de reinterpretarlas con originalidad, la K-fashion tiene potencial¡±.
Exterior d¨ªa. Casitas con tejados orientales, un campo de coles chinas y un invernadero con pepinos listos para hacer kimchi, el ubicuo encurtido de la gastronom¨ªa local. Como en todos los pueblos del mundo, un perro ladra. ¡°Action!¡±, dice en ingl¨¦s la directora. Una atractiva pareja entra en una ambulancia: ¡°?Est¨¢s bien? ?Despierta!¡±, le increpan en coreano a alguien fuera de plano. ¡°Cut!¡±, grita la directora, bajito para cualquiera que haya estado en un rodaje en Espa?a. El resto es pr¨¢cticamente igual: gente de negro con pantalones cargo, maquilladoras con pinceles, ayudantes de c¨¢mara con rollos de cinta aislante. Estamos en Paju, a una hora de Se¨²l y a tan solo 15 kil¨®metros de Corea del Norte, pero podr¨ªamos estar en California.
Es el rodaje de la segunda temporada de Missing, una serie sobre personas desaparecidas y fen¨®menos paranormales de Studio Dragon, productora de El amor es como el chachach¨¢ o la idiosincr¨¢tica Crash Landing on You, en la que una rica heredera surcoreana se estrella con un parapente en Corea del Norte y acaba enamorada de un militar comunista. Ambas est¨¢n en Netflix en Espa?a, donde los K-dramas que mejor han funcionado este a?o son Estamos muertos (brote zombi en un instituto) y Woo, una abogada extraordinaria (una letrada autista). No siempre son las mismas que en Corea ¡ªEl juego del calamar triunf¨® antes y m¨¢s fuera que dentro¡ª, ahora la que m¨¢s se ve all¨ª es la hist¨®rica Bajo el paraguas de la reina.
Este a?o Netflix estren¨® en Espa?a sus primeras pel¨ªculas coreanas: dos de acci¨®n, Carter y Se¨²l a toda pastilla, y la comedia rom¨¢ntica con tintes sadomasoquistas Amarrados al amor, basada en un webtoon y protagonizada por Seohyun, cantante de Girls¡¯ Generation. Ninguno de los t¨ªtulos encaja en el estereotipo de filmoteca y festival que se tiene del cine surcoreano, cuyo ¨¦xito y prestigio global preexist¨ªa a Netflix y a Par¨¢sitos. Aun as¨ª, las plataformas han ¡°hecho el mundo mucho m¨¢s peque?o¡± y los Oscar ¡°han aumentado las oportunidades de mostrar el talento coreano en los mercados internacionales¡±, admite Kyu C. Lee, que produce Hunt. Caza al esp¨ªa (estreno en Espa?a el 4 de enero), un thriller sobre la tensi¨®n entre las dos Coreas en los ochenta y ¨®pera prima como director de Lee Jung-jae, protagonista de El juego del calamar.
A los fans del audiovisual coreano hay que sumar a muchos que ni siquiera saben que lo son. En el estudio de animaci¨®n Pinkfong, un trofeo personalizado de YouTube celebra 50 millones de suscriptores: es un bloque azul transl¨²cido y ondulado, sobre el que asoma una aleta amarilla¡ Baby Shark, una versi¨®n pop de una canci¨®n de campamento, revent¨® viralmente en 2017. ¡°La fiebre empez¨® cuando los usuarios indonesios subieron sus v¨ªdeos bail¨¢ndola¡±, cuenta Gemma Joo, directiva de la empresa que al d¨ªa siguiente de ver las m¨¦tricas vol¨® a Indonesia con un disfraz de la mascota corporativa para aparecer en las televisiones locales. ¡°En el contenido digital la ventana de atenci¨®n es cada vez m¨¢s corta, necesitas ser ¨¢gil y basar tus decisiones en los datos para pillar la ola¡±. Ni siquiera necesitaron la etiqueta K-loquesea, les bast¨® el pegadizo du-du-du-du: Pinkfong empez¨® con tres personas en 2010 creando contenidos educativos; hoy son 350, tienen series y licencias para juguetes, cereales y espect¨¢culos teatrales en medio mundo. Y en 2023 el tibur¨®n amarillo estrena pel¨ªcula. No es el ¨²nico icono infantil patrio. En Se¨²l, hay varios flamantes museos sobre la hallyu, pero ninguno est¨¢ tan lleno como el discreto centro de la animaci¨®n, donde se puede abrazar a los gusanos de Larva, los aviones de Super Wings o al ping¨¹ino Pororo.
Los videojuegos coreanos no consiguen tantas portadas como el K-pop, pero los n¨²meros son abrumadores: el sector export¨® productos por valor de 8.200 millones de d¨®lares en 2020, superando con creces la combinaci¨®n de lo que vendieron las series, la m¨²sica y el cine.
En el estadio IVEX, a las afueras de Se¨²l, se nota la afici¨®n. Unas 300 personas echan la tarde viendo a ocho chavales jugar a KartRider (es un evento menor, la liga coreana de League of Legends convoc¨® este verano a 10.000 asistentes en el parque ol¨ªmpico de Gangneung). En una pantalla de 30 metros, ocho cochecitos de colores aceleran mientras cuatro c¨¢maras enfocan a los contrincantes, una gr¨²a hace planos del p¨²blico que jalea con entusiasmo y tres locutores narran el asunto como si fuese la final de la Champions.
Los aficionados que quieren jugar en vez de mirar van a uno de los ubicuos pc bangs de la ciudad, evoluci¨®n de los desaparecidos cibercaf¨¦s europeos. En el del LoL Park no queda un hueco para Yu Min y los dos amigos con los que ven¨ªa a jugar al FIFA. ¡°Aqu¨ª es donde te relacionas cuando eres joven¡±, explica este estudiante de 21 a?os. Para hacer tiempo, se pasa por la exposici¨®n anexa, donde la gente se toma fotos con retratos de jugadores famosos. Wolf, Madlife, Mata¡, campeones que miran desafiantes tras sus gafas y su pinta de buenos chicos. El favorito de Choi Hye-jin, una estudiante de pelo morado, es Faker. ¡°Le sigo igual que seguir¨ªa a una estrella del pop o a un futbolista¡±, responde sorprendida por la pregunta de qu¨¦ hace aqu¨ª.
La federaci¨®n de deportes electr¨®nicos coreana, Kespa, tiene 86 equipos (414 personas) y su funci¨®n es dar ¡°estabilidad a los jugadores y asegurar su salario¡±, seg¨²n Kim Ji-hoom, portavoz del organismo. ¡°Rinden mejor al poder concentrarse en su carrera y son tan j¨®venes que necesitan ser representados¡±, a?ade.
¡°Corea es la cuna de los e-sports y lo tienen mucho mejor montado¡±, explica Alesander Alxshow Roble?o, de 32 a?os, que se jubil¨® como jugador profesional a los 23 y quiere volver al sector ¡°pero de traje¡±. Con Fokus, una ¡°agencia especializada en talento e-sports¡±, busca conseguir contratos dignos para los jugadores espa?oles y una segunda oportunidad para los coreanos. ¡°Muchos se retiran tras el servicio militar; pero aqu¨ª podr¨ªan trabajar m¨¢s a?os, como cuando Xavi sali¨® del Bar?a para ir a Qatar¡±. El furor de los e-sports en Corea ¡°es un c¨®ctel¡±, dice: son l¨ªderes tecnol¨®gicos, la educaci¨®n es muy competitiva, el juego est¨¢ normalizado y ¡°el Gobierno invirti¨® antes que nadie¡±.
La pr¨®xima frontera de la ola coreana es el metaverso. El Ministerio de Ciencia y Tecnolog¨ªa anunci¨® este a?o un ambicioso new deal digital para ponerse en cabeza de la carrera. En el futurista entorno de la parada de metro Digital Media City, donde se grabaron escenas de Los Vengadores, el ministerio tiene un estudio de realidad virtual (KoVac) con enormes fondos verdes para que las empresas dispongan de ellos gratis. La joya de la corona es la sala de captura volum¨¦trica. Los responsables muestran un avatar del rapero Song Min-ho mene¨¢ndose con un peludo abrigo rosa. ¡°Esto no es una animaci¨®n 3D, es una captura real del artista, que estuvo aqu¨ª, tiene otro valor, como un NFT¡±, dice el portavoz del organismo, Lee Jin-seo, que tambi¨¦n muestra los usos educativos de la herramienta (como una pierna en la que aprender a clavar agujas de acupuntura). ¡°Piensa lo que se puede hacer en el campo del entretenimiento: estadios virtuales, idols con los que relacionarte directamente¡¡±, explica. Y no es dif¨ªcil imaginar c¨®mo la industria sacar¨¢ provecho de un universo creado para consumir al que est¨¢n llegando antes que nadie.
¡°La cultura coreana se ha globalizado y diversificado de una forma inimaginable¡±, concluye Ram¨®n Pacheco Pardo, autor de Shrimp to Whale (Hurst, 2022), la cr¨®nica de c¨®mo el pa¨ªs pas¨® ¡°de gamba a ballena¡± ¡ªde rural y pobre a boyante y sofisticado¡ª en unas pocas d¨¦cadas, cuando a otros les lleva siglos. A sus clases de geopol¨ªtica en el King¡¯s College de Londres llegan alumnos cuyo inter¨¦s despert¨® el K-pop. En Estados Unidos los estudiantes de hangul aumentaron un 78% entre 2009 y 2016 y en el Centro Cultural Coreano de Madrid, uno de los 33 que hay por el mundo, los cursos se llenan para entender las canciones y las series. ¡°Cuando llegan, lo ¨²nico que saben decir es salang: amor¡±, bromea la profesora.
Corea es la chica del p¨®ster del soft power, el poder blando que consigue influencia sin amenazas b¨¦licas o econ¨®micas. Una haza?a en la que influye la apertura para integrar lo extranjero, seg¨²n el experto. El talento para aprender, innovar, perfeccionar. Y el deseo de afirmarse y prosperar como naci¨®n, tras d¨¦cadas de guerra, ocupaci¨®n y dictadura. ¡°El r¨¦dito de la hallyu es evidente, econ¨®micamente y sobre todo de imagen¡±, dice Pacheco Pardo. ¡°Antes, la gente pensaba en Corea del Norte o en M.A.S.H.; hoy, en un pa¨ªs avanzado, cool¡ Los chavales no saben qu¨¦ fue la guerra de Corea, pero pueden enumerar los miembros de BTS o Blackpink¡±.
Jennie, Lisa, Ros¨¦ y Jisoo vuelven al escenario del Palau Sant Jordi como han pedido sus fans, los blinks. Minifaldas, maquillaje natural, muslos delgad¨ªsimos y gestos infantiles: coraz¨®n, victoria, gui?o, moh¨ªn. Bailan con mucho brazo, para que sea f¨¢cil replicar sus pasos. Rodeadas de l¨¢seres y llamaradas, rapean y cantan, con oficio, sin alardes, ritmos que se adhieren al c¨®rtex, mientras 18.000 personas lo dan todo coreando en coreano.
Desfile de fans de las Blackpink en Barcelona
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