Las heridas abiertas de Irak: c¨¦lulas extremistas durmientes, refugiados confinados y millones de desplazados
Seis a?os despu¨¦s de la derrota del grupo terrorista Estado Isl¨¢mico en el norte del pa¨ªs, viajamos con Unicef a los lugares olvidados que la guerra dej¨® tras de s¨ª
Apenas un pu?ado de sillares tallados con inscripciones en ¨¢rabe sigue en pie de lo que fue el almimbar, el p¨²lpito de la mezquita de Al Nuri, en Mosul, desde el que Abu Bakr al Bagdadi proclam¨® el Estado Isl¨¢mico y se erigi¨® califa el 4 de julio de 2014. Son los escasos bloques de piedra que sobrevivieron a la voladura de este edificio tres a?os despu¨¦s, la madrugada del 21 de junio de 2017. ¡°Al Bagdadi orden¨® que la destruyeran la misma noche que huy¨® a Siria¡±, explica un ingeniero iraqu¨ª. ¡°Decidi¨® que este lugar del siglo XI, que hab¨ªa sido el s¨ªmbolo de su poder, ten¨ªa que perecer con ¨¦l¡±. Esa demolici¨®n rubricaba la derrota del Estado Isl¨¢mico (ISIS en sus siglas en ingl¨¦s), el grupo extremista que hab¨ªa gobernado durante esos tres a?os una porci¨®n de Siria e Irak del tama?o de la mitad de Espa?a, con una poblaci¨®n superior a los 10 millones de habitantes, una Administraci¨®n y Ej¨¦rcito propios, y una riqueza petrol¨ªfera que le proporcionaba 2.000 millones de euros al a?o que, junto a sus otros ingresos por tr¨¢fico de drogas, extorsi¨®n y contrabando, la convirtieron en la organizaci¨®n terrorista m¨¢s poderosa de la historia.
Mosul era su capital en Irak. La segunda ciudad de este pa¨ªs. Una prisi¨®n gigantesca con m¨¢s de un mill¨®n de habitantes. A la coalici¨®n internacional le cost¨® someterla nueve meses de batalla urbana apoyada por ataques a¨¦reos de EE UU y el Reino Unido. El Estado Isl¨¢mico, con miles de militantes llegados de todo el mundo (incluidos una treintena de espa?oles que han muerto o desaparecido y cuyas viudas han pasado por el terrible campo de internamiento sirio de Al Hol), resisti¨® con un fanatismo suicida. Convirti¨® a los habitantes en escudos humanos. Muchos vivieron durante meses escondidos en los s¨®tanos. Los cinco puentes sobre el Tigris fueron dinamitados. Y tambi¨¦n el aeropuerto, los hospitales, las comisar¨ªas y la universidad. Es el paisaje que contemplamos en la zona oeste de la ciudad.
¡°En esta mezquita, la m¨¢s antigua y venerada de Mosul, los militantes del ISIS introdujeron explosivos en los muros para que su destrucci¨®n fuera completa; lo mismo hicieron con el famoso minarete de Al Hadba, de 45 metros, construido en 1172, sobre el que onde¨® durante esos tres a?os su bandera negra. M¨¢s tarde, encontramos otra docena de minas ocultas en estas paredes y listas para ser detonadas¡±, explica en ese lugar, junto a los restos del pedestal del minarete, bajo un sol de justicia y envueltos en una nube de polvo, Alaa Mohammed, responsable de la misi¨®n de la Unesco (la organizaci¨®n de las Naciones Unidas para la cultura) empe?ada en la reconstrucci¨®n del centro de la ciudad (destruido en un 80%) bajo el nombre Revivir el esp¨ªritu de Mosul, que pretende rescatar bajo millones de toneladas de escombros (entre los que hay munici¨®n sin explotar y restos humanos) monumentos de valor hist¨®rico como este templo musulm¨¢n, las vecinas iglesias de Al Saa¡¯a y Al Tahera y otros 124 edificios. Conseguir el permiso de acceso a los restos de la mezquita de Al Nuri no es f¨¢cil, contin¨²a siendo objetivo terrorista.
La toma de Mosul por los terroristas en 2014 y su liberaci¨®n (seg¨²n la nomenclatura oficial) tres a?os m¨¢s tarde a cargo del Ej¨¦rcito federal iraqu¨ª y el kurdo (estos ¨²ltimos denominados peshmerga (que se traduce como ¡°los que se enfrentan a la muerte¡±) y las milicias chi¨ªes provocaron en total 100.000 muertos y heridos, la destrucci¨®n de 130.000 viviendas y el ¨¦xodo de un mill¨®n de habitantes; la desaparici¨®n del engranaje de seguridad, sanitario, comercial y educativo de la ciudad; de su red de electricidad, saneamiento y agua, y unas secuelas de odio, miedo, sectarismo (entre sun¨ªes, chi¨ªes y kurdos, adem¨¢s de otros grupos ¨¦tnicos y religiosos), poblaci¨®n desplazada, desnutrici¨®n infantil y problemas de salud mental, que seis a?os despu¨¦s de la ca¨ªda del califato nadie sabe cu¨¢ndo ni c¨®mo se podr¨¢n resolver.
El hiyab (velo) rigorista es ubicuo en Mosul aunque los yihadistas hayan sido derrotados (o permanezcan ocultos en c¨¦lulas durmientes que llevan a cabo atentados espor¨¢dicos). La mayor¨ªa de los habitantes de la ciudad prefiere no hablar del pasado: si fueron colaboradores o v¨ªctimas de los islamistas. Hay miradas de suspicacia en la parte vieja de la ciudad, donde se libraron los combates m¨¢s encarnizados. En algunos rincones nos aconsejan no abandonar el Toyota Land Cruiser blanco blindado rotulado con las iniciales de las Naciones Unidas en el que nos movemos. A ambos lados de las callejuelas, entre laberinto y ratonera, hay esqueletos de inmuebles, edificios que muestran sus costillas, huellas de los impactos de los proyectiles, restos de coches que se usaron como parapetos y otros que volaron hasta los tejados por las explosiones y all¨ª contin¨²an.
A este distrito especialmente castigado por la guerrilla lo han bautizado ¡°el barrio de las viudas¡±. Muy cerca est¨¢ lo que queda del ¡°estadio de los horrores¡±, el campo del Mosul FC. Los islamistas prohibieron en su califato los juegos de bal¨®n y lo usaron como polvor¨ªn, centro de detenci¨®n y lanzadera de cohetes. Pasear por ¨¦l, con su c¨¦sped yermo y las gradas pulverizadas por los misiles, produce escalofr¨ªos. No hay que adentrarse en las zonas apartadas, donde podr¨ªan quedar artefactos explosivos. El 86% de los heridos civiles en la ciudad durante el conflicto se deben a ese tipo de bombas trampa. El 33% eran ni?os. En las afueras de la ciudad a¨²n se siguen descubriendo fosas comunes.
¡°Con la llegada del Estado Isl¨¢mico cay¨® en 2014 esta ciudad, pero, sobre todo, se desplom¨® el Estado iraqu¨ª¡±, explica un m¨¦dico de Mosul que prefiere no ser identificado. ¡°De la noche a la ma?ana, fall¨® todo. La Administraci¨®n iraqu¨ª se esfum¨®. El Ej¨¦rcito huy¨®. Y el ISIS implant¨® su barba, sus velos y sus leyes. Y coloc¨® a sus militantes al frente de cada instituci¨®n p¨²blica. Aunque no supieran leer. Y lo mismo pas¨® en otros lugares del pa¨ªs. Los terroristas ocuparon Kirkuk [la capital petrol¨ªfera] y llegaron a 30 kil¨®metros de Erbil, la capital kurda. Desde los modernos rascacielos de esa ciudad se pod¨ªa distinguir la marcha de sus columnas. Fueron tres a?os de guerra sin cuartel. Ahora tenemos que reconstruir todo. Pero pasa el tiempo y seguimos igual: miles de desplazados no han regresado a sus casas porque en muchos casos ya no existen. Pero ya no somos noticia, ahora lo es Ucrania. Nos han olvidado¡±, concluye.
Mosul es el s¨ªmbolo de lo que vamos a presenciar en otros lugares del norte de Irak: las heridas abiertas de un conflicto inacabable. Un territorio milenario, regado por el Tigris, con fronteras con Siria, Turqu¨ªa e Ir¨¢n, muy rico en petr¨®leo (Irak tiene una de las mayores reservas del planeta) y controlado principalmente por el Gobierno Regional del Kurdist¨¢n (KRG). Un pueblo, los kurdos, en lucha durante siglos por decidir su destino y desde 2005 un pa¨ªs de facto (¡°tenemos nuestro Ej¨¦rcito, vuelos desde Erbil con todo el mundo y 26 consulados¡±, explica su representante en Espa?a, Ayden Osta), pero todav¨ªa inc¨®modamente enclaustrado por imposici¨®n internacional entre las fronteras de Irak. Que es a su vez un Estado creado hace solo un siglo por las potencias occidentales y lleva 40 a?os en guerra civil entre etnias, religiones y facciones. Con unas fronteras interiores cuyos l¨ªmites nunca est¨¢n claros. Sobre todo en las zonas ricas en petr¨®leo. Lo que provoca ¡°territorios en disputa¡±. Y limpiezas ¨¦tnicas que reflejan los equilibrios de poder de cada momento.
En esta regi¨®n del noroeste iraqu¨ª se han originado desde 2012 seis millones de desplazados, de los que m¨¢s de 1,2 millones (familias con la casa a cuestas, arrastrando por campamentos a sus abuelos y reci¨¦n nacidos) no han podido volver a sus hogares por miedo, miseria y falta de documentos. Al contrario que los refugiados, estos desplazados internacionales ¡ªlos IDP, del ingl¨¦s internally displaced people¡ª no est¨¢n protegidos por ning¨²n estatuto jur¨ªdico internacional. En la contigua Siria, el resultado de la guerra civil ha sido todav¨ªa m¨¢s tr¨¢gico, con 600.000 muertos y el desplazamiento de 13 de sus 23 millones de habitantes, de los que 300.000 permanecen aqu¨ª, olvidados, en el norte de Irak. Unicef, el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia, trabaja a favor de los miles de personas que albergan los 25 campamentos de la regi¨®n, algunos, como en Zakho, a un tiro de piedra de la convulsa Siria y la recelosa Turqu¨ªa. Para su portavoz en Irak, Miguel Mateos Mu?oz, su objetivo es ¡°colaborar al retorno de esos desplazados, un retorno que debe ser voluntario, seguro, digno y organizado¡±.
Incrustarnos en la estructura de Unicef en Irak, de sus profesionales y sus socios sobre el terreno (que trabajan en esta regi¨®n gracias a los fondos Echo de ayuda humanitaria de la Uni¨®n Europea), nos va a permitir el acceso a esos campamentos donde el 75% de su poblaci¨®n tiene menos de 25 a?os; donde la media de hijos por familia no baja de cinco; donde las mujeres solas a cargo de la familia son mayor¨ªa (ya sean viudas de militantes del Estado Isl¨¢mico o viudas yazid¨ªes que fueron esclavizadas por los islamistas); donde todos arrastran traumas y desesperaci¨®n; donde muchos han nacido y otros acabar¨¢n sus d¨ªas sin escapar a estas alambradas; donde nada m¨¢s llegar se palpa el estr¨¦s y un malestar soterrado que se traduce en abandono escolar, violencia, maltrato, ansiedad, depresi¨®n, abusos y suicidios. Un limbo legal donde m¨¢s de 40.000 ni?os (principalmente sun¨ªes) no reciben educaci¨®n reglada ni asistencia m¨¦dica p¨²blica porque carecen de papeles, incluso de las elementales partidas de nacimiento. Vinieron al mundo y crecieron en municipios dominados por los islamistas y hoy los gobiernos kurdo e iraqu¨ª no reconocen su ciudadan¨ªa. Es imposible su reintegraci¨®n. Est¨¢n estigmatizados. Son j¨®venes que, seg¨²n los relatos de los profesionales de estos campos, son impulsivos, sin formaci¨®n, empachados de agravios y manipulables. Los candidatos ideales para engrosar las filas del extremismo. ¡°Pandilleros de dios¡±, define un cooperante. Podr¨ªan llegar a formar parte de lo que los analistas denominan ¡°terroristas de tercera generaci¨®n¡±, tras Al Qaeda y el Estado Isl¨¢mico.
De cerca, son chavales flacos, taciturnos, inocentes y piadosos. La mayor¨ªa viste a la occidental. Pasan los d¨ªas jugando al f¨²tbol o el v¨®ley, y rezando. Es imposible saber lo que piensan. Uno confiesa: ¡°Antes de la guerra ¨¦ramos cinco amigos. Tres se fueron al ISIS. Ahora est¨¢n muertos¡±. Reconocen a lo largo de la conversaci¨®n sufrir desarreglos emocionales. Las enfermedades mentales son una epidemia que arrasa estos campamentos. Seg¨²n un estudio que nos entrega Miguel Mateos, de Unicef: ¡°La exposici¨®n a eventos traum¨¢ticos, la inseguridad alimentaria y la larga duraci¨®n del tiempo que los j¨®venes permanecen en los campamentos conducen a una mayor probabilidad de problemas de salud. La prevalencia estimada de la depresi¨®n entre esta poblaci¨®n desplazada es casi nueve veces mayor que la de la poblaci¨®n general¡±. Para otro informe: ¡°La prolongada situaci¨®n de desplazamiento afecta al bienestar f¨ªsico y ps¨ªquico de estas familias. Los mecanismos de afrontamiento negativos son adoptados en gran medida por los adultos y los ni?os. Seg¨²n los datos recopilados durante 2022, hay un aumento de alrededor del 10% de los casos de abuso sexual perpetrados por j¨®venes desplazados contra ni?os m¨¢s peque?os. Tambi¨¦n se propaga la violencia dom¨¦stica y el maltrato infantil en alrededor del 30% de los casos identificados¡±. Un psic¨®logo que trabaja en estos campamentos resume: ¡°La estancia prolongada aqu¨ª tiene un efecto gatillo sobre los chavales que padecen una dolencia mental latente¡±.
Algo que podemos comprobar en el campamento de Domiz, una gran favela a una hora de la frontera, donde est¨¢n refugiados desde 2012 en torno a 38.000 sirios. Las primitivas tiendas de campa?a de Naciones Unidas han ido dejando paso a construcciones informales y peque?os bazares. Sus habitantes tienen pocas posibilidades de volver a su pa¨ªs. Cuentan con solo dos psic¨®logos para 15.000 ni?os. Uno de ellos es Samir, de 13 a?os, que se ha intentado quitar la vida varias veces. En 10 a?os solo ha salido dos veces del campamento. Le gustan las redes sociales, sobre todo TikTok. Su padre era miembro de la resistencia kurda contra el r¨¦gimen sirio de Bachar el Asad y ser¨ªa hombre muerto si regresara a su hogar. Su madre, vestida de forma occidental y sin velo, confiesa: ¡°Yo tambi¨¦n estoy loca, vivo por las pastillas. S¨¦ que no voy a salir de aqu¨ª¡±.
Unicef nos va a posibilitar trabajar en el noroeste del pa¨ªs, una geograf¨ªa donde, a cada paso, un costur¨®n, un cr¨¢ter, una ruina, una casamata, un edificio desplomado recuerdan la tragedia. Moverse en esta regi¨®n no es sencillo. En las zonas calientes y los territorios disputados hay cada pocos kil¨®metros un control policial por el que pululan hombres armados que registran los coches, piden papeles, abren maleteros y ponen en vilo a los pasajeros. Hay una amplia variedad de check points: los de las facciones del Ej¨¦rcito kurdo, los de las fuerzas especiales iraqu¨ªes y tambi¨¦n de las milicias chi¨ªes proiran¨ªes, poco amistosas con los veh¨ªculos de Naciones Unidas (como el nuestro), a la que identifican con Estados Unidos. ¡°A esos, ni una foto¡±, nos advierte un miembro del equipo de seguridad de Unicef, antiguo oficial kurdo curtido en muchas batallas. ¡°Y si pasa algo, no se les ocurra bajar del coche¡±.
Aunque Unicef tiene un mandato universal (es la conciencia global de los derechos del ni?o y, por extensi¨®n, de sus madres), y est¨¢ presente en 190 pa¨ªses, solo se despliega en los territorios en conflicto a demanda de los Estados. De esa forma lleg¨® a Irak en 1991, al inicio de la larga y destructiva d¨¦cada de agon¨ªa de Sadam Husein. Desde entonces, no ha abandonado esta regi¨®n. Su papel ha ido evolucionando seg¨²n el momento hist¨®rico de Irak: de la pura emergencia humanitaria durante los picos de la guerra a la estabilizaci¨®n, la capacitaci¨®n y el desarrollo que lleva a cabo en la compleja coyuntura actual. Una transici¨®n de la pura emergencia al desarrollo en la que se intenta que el Gobierno federal iraqu¨ª (y el regional kurdo) se haga cargo de los desplazados y refugiados; de la educaci¨®n, la sanidad y el saneamiento. Y Unicef pase a asumir un asesoramiento t¨¦cnico, fortaleciendo la sociedad civil, haciendo de eje y punto de encuentro; transmitiendo las prioridades m¨¢s acuciantes a cada ministerio kurdo o iraqu¨ª. Ya no se trata de dar de comer, sino de analizar el entorno, definir las necesidades y actuar de bisagra y correa de transmisi¨®n entre la financiaci¨®n y el trabajo sobre el terreno, ya sean las vacunaciones masivas (y la adecuada log¨ªstica y cadena de fr¨ªo) o el decisivo apoyo a las mujeres.
A lo largo de este viaje la labor de Unicef se hace evidente en los flancos m¨¢s descubiertos por un Estado ausente, como la inmunizaci¨®n de la poblaci¨®n infantil, la nutrici¨®n de los menores, la capacitaci¨®n de las madres, los sanitarios y los docentes, el tratamiento y suministro de agua (lo que denominan WASH: water, sanitation and hygiene), el refuerzo psicol¨®gico, la educaci¨®n de los adolescentes (empezando por su entrenamiento en las habilidades sociales b¨¢sicas), la gesti¨®n de documentos y los protocolos anticorrupci¨®n para los funcionarios iraqu¨ªes. Y dos misiones que est¨¢n en la naturaleza de Unicef: la protecci¨®n de la infancia y de las mujeres, desde la prevenci¨®n de la violencia machista, los abusos y los suicidios a la salud mental o la lucha contra los matrimonios con chicas menores, una pr¨¢ctica habitual en esta regi¨®n.
En mitad del trazado de la concurrida autov¨ªa entre Mosul y Erbil, entre una mayor¨ªa sun¨ª y otra kurda, entre la que fue capital del Estado Isl¨¢mico y la floreciente del Kurdist¨¢n (donde el PIB por habitante es un 25% superior al de la vecina zona iraqu¨ª), llegamos a Hassan Sham. Est¨¢ a menos de 60 kil¨®metros de la antigua plaza fuerte del Estado Isl¨¢mico y recibi¨® de lleno su influjo islamista. Tiempo atr¨¢s fue un pueblo musulm¨¢n apacible y agr¨ªcola, al que la gente de la ciudad ven¨ªa a hacer p¨ªcnic, antes de convertirse en este esquinado refugio de desplazados encerrados en campamentos. Lo poco que queda de aquel pueblo de 1.000 familias es un horizonte mortecino de casas abandonadas y destruidas de un color ocre que las mimetiza con el terreno ¨¢spero y arenoso. No podemos acceder a su interior porque no ha sido desminado. La naturaleza lo va engullendo. Una guarnici¨®n kurda lo domina desde un promontorio entre alambradas, ametralladoras y sacos terreros. Algunos de estos viejos hogares de sun¨ªes han sido dinamitados por los kurdos para que no vuelvan. ¡°No quieren que se repita la arabizaci¨®n de los a?os setenta y ochenta¡±, explica un analista iraqu¨ª. ¡°No quieren que los sun¨ªes regresen¡±.
Hassan Sham es uno de esos lugares donde desde los comienzos del r¨¦gimen dictatorial de Sadam, en los a?os setenta, se practic¨® la ¡°manipulaci¨®n demogr¨¢fica¡±, es decir, el asentamiento de minor¨ªas de una etnia o religi¨®n en el territorio de otra etnia o religi¨®n, que a su vez era expulsada, reasentada o forzada al exilio a Turqu¨ªa o Ir¨¢n. En Hassan Sham la manipulaci¨®n consisti¨® en la arabizaci¨®n: decenas de miles de kurdos fueron expulsados y llegaron ¨¢rabes, que aqu¨ª eran minor¨ªa (pero eran de la etnia de Sadam), desde el llamado tri¨¢ngulo sun¨ª. A comienzos de 2014, el Estado Isl¨¢mico instaur¨® aqu¨ª uno de sus feudos, apoyado por parte de esa poblaci¨®n sun¨ª temerosa de las represalias de los kurdos y los chi¨ªes (dos grupos represaliados a su vez durante d¨¦cadas por Sadam Husein). Como en Mosul, en Kirkuk, y otras localidades de la gobernaci¨®n de N¨ªnive controladas entre 2014 y 2017 por el ISIS, se cre¨® un limbo administrativo, sin registro de nacimientos, matrimonios, divorcios ni defunciones, y tampoco educaci¨®n reglada. Hoy, gran parte de su poblaci¨®n carece de papeles (tampoco de propiedad de sus viviendas). Son ap¨¢tridas. En el verano de 2015, los peshmerga derrotaron aqu¨ª al Estado Isl¨¢mico tras meses de combates. El brigadier kurdo Omar Hassan Saleh est¨¢ al mando de la fuerza ocupante. ¡°Aqu¨ª se luch¨® casa por casa¡±, explica. Uno de sus oficiales contin¨²a: ¡°Murieron centenares de nuestros soldados kurdos. Fue una sangr¨ªa. El ISIS oblig¨® al entrenamiento militar a sus ni?os, que distribu¨ªan munici¨®n y avisaban si hab¨ªa heridos en el campo de batalla¡±.
Muchos de aquellos vecinos del pueblo viven hoy solo a unos centenares de metros, en tres campamentos de desplazados. Son m¨¢s de 6.000 personas de las que cerca de un 40% carece de documentos. La mayor¨ªa son mujeres que no pueden abandonar los campos ni tampoco traspasar los controles policiales. Sobre el terreno, Unicef lucha para que las ni?as no abandonen los estudios, no se las segregue por sexo ni se las case con 13 a?os. Suha es una de ellas. Tiene 15 y contempla cada d¨ªa desde el campamento las ruinas de la que era su casa. Su padre y su t¨ªo estuvieron tres a?os en la c¨¢rcel por colaborar con el ISIS. Al parecer tienen causas pendientes. Tres de sus primos permanecen en prisi¨®n. Desde los seis a los nueve a?os vivi¨® en una casa ocupada en el Mosul yihadista y, tras la derrota, huy¨® con siete miembros de su familia y se instalaron aqu¨ª. Sun¨ª tradicional y con el rostro cubierto, es, al mismo tiempo, r¨¢pida, directa y muy inteligente. Ha sido objetivo de los programas escolares y para la obtenci¨®n de documentos de Unicef. Presume de sus buenas calificaciones, que muestra orgullosa. Y prepara un t¨¦ en la impoluta tienda de campa?a familiar, tapizada con viejas alfombras y refrescada por un antediluviano equipo de aire acondicionado indio. Quiere estudiar Farmacia y llevar a su familia de peregrinaci¨®n a la Meca. ¡°Soy muy religiosa, para m¨ª el islam es lo m¨¢s importante de la vida. Pero aqu¨ª tengo oportunidades. Me han dado libros, voy a clase, hago deporte y tengo amigos. Me gustar¨ªa salir de aqu¨ª, irme a Europa, ser doctora, pero no s¨¦ si lo conseguir¨¦ alg¨²n d¨ªa¡±.
M¨¢s de la mitad de las familias relacionadas con el Estado Isl¨¢mico est¨¢n a cargo de una mujer. Unicef trabaja con ellas en dos direcciones: identificando y gestionando cada caso a trav¨¦s de trabajadores sociales y proporcion¨¢ndolas educaci¨®n y apoyo psicosocial. ¡°Sus padres y maridos han muerto o est¨¢n presos, desaparecidos, deses?perados, locos. Y ellas han tenido que hacerse cargo de los ni?os y los ancianos. Las ver¨¢ tapadas con sus hiyabs, pero se han empoderado y tienen un papel cada vez m¨¢s importante en la sociedad iraqu¨ª¡±, explica una psic¨®loga. Nos reunimos con siete de ellas, vestidas de negro y con el rostro velado. ¡°Nos consideran mujeres del ISIS, torturaron a nuestros maridos para que se inculparan y luego los mataron. A muchas nos violaron. En los controles policiales nos meten mano los kurdos y chi¨ªes, y algunas se tienen que prostituir con los soldados para alimentar a sus familias. Casamos pronto a las ni?as para que sean un problema menos, porque con 18 a?os ya son viejas. No tenemos papeles ni futuro. Hay mucha depresi¨®n y suicidio. Esto es como un campo de concentraci¨®n¡±.
¡ª?Estaban mejor con el Estado Isl¨¢mico?
¡ªS¨ª. Los sun¨ªes estamos peor que en 2003, cuando los americanos mataron a Sadam y le dieron el poder a los chi¨ªes, que se vengaron de nosotros. Ahora, en Irak gobiernan los chi¨ªes de Ir¨¢n. Y nuestro destino es la muerte.
En el campo contiguo nos encontramos con una veintena de hombres entre los 30 y los 45 a?os que han mantenido alguna relaci¨®n con el ISIS. Viven separados de las mujeres. Son hoscos, distantes, mantienen la vista en el suelo; prefieren no mencionar el pasado. Todos han estado presos en c¨¢rceles kurdas, aunque sus sentencias no son v¨¢lidas para los tribunales iraqu¨ªes, por lo que, en cuanto salgan de aqu¨ª, podr¨ªan ser detenidos. Incluso ajusticiados. Algunos prefieren no ser fotografiados. Y temen ser represaliados tras esta conversaci¨®n. ¡°Esto es una guerra civil y es dif¨ªcil demostrar qui¨¦n ayud¨® al ISIS, y si lo hizo por simpat¨ªa o por miedo¡±, explica uno de ellos. ¡°Nos sueltan de las c¨¢rceles y no sabemos d¨®nde ir. En la parte kurda no nos quieren. Para volver a tu pueblo el Ayuntamiento te tiene que dar un permiso de seguridad; alguien te tiene que avalar. Pero no se f¨ªan de nosotros. Ni nosotros de ellos¡±.
Ayaz naci¨® en el campamento de Bersive, un erial de lona vieja y chapa afilada a dos horas de Mosul. Tiene ocho a?os y es un ni?o silencioso y observador. Su madre, Waheeda Qasim, le ha vestido con su mejor camisa blanca. A los cuatro a?os tuvo fiebre amarilla y est¨¢ enfermo del h¨ªgado. Apenas se relaciona con su entorno. Su familia es yazid¨ª, un grupo ¨¦tnico-religioso de unas 500.000 personas (y otras tantas en la di¨¢spora) afincado desde el siglo II en las remotas monta?as de Sinjar, en el norte de Irak, sobre el que el Estado Isl¨¢mico practic¨® un genocidio (seg¨²n lo ha definido Naciones Unidas) en el verano de 2014. En pocos d¨ªas, hasta 10.000 yazid¨ªes fueron asesinados, 7.000 mujeres secuestradas, violadas y esclavizadas, y 200.000 personas huyeron de su hogar en direcci¨®n a las monta?as, una cifra de desplazados que se mantiene inalterable. Sinjar, su capital, es una ciudad muerta, por la que campan las milicias de distinto signo, a la que nadie quiere volver. En 2020, los gobiernos iraqu¨ª y kurdo firmaron el llamado Acuerdo de Sinjar, para facilitar su retorno. Ha resultado papel mojado. Los yazid¨ªes contin¨²an fuera de sus hogares. Su tabla de salvaci¨®n para que el mundo no los olvide es Nadia Murad, de 30 a?os, la activista yazid¨ª que estuvo secuestrada por el Estado Isl¨¢mico, escap¨®, grit¨® al mundo las atrocidades del ISIS y obtuvo el Premio Nobel de la Paz en 2017.
Cuando Waheeda Qasim relata el d¨ªa que los militantes del ISIS llegaron a su pueblo en el verano de 2014, acude a tu cabeza la imagen de los nazis entrando en las aldeas de Ucrania en 1941. Hay momentos en que habla con firmeza; en otros, se rompe. Ten¨ªa 17 a?os y estaba embarazada de cuatro meses de Ayaz. ¡°En mi pueblo ¨¦ramos 1.000 familias. Los d¨ªas previos vimos en televisi¨®n que los terroristas ven¨ªan a matarnos. Dec¨ªan que ¨¦ramos adoradores del diablo. Los militares kurdos nos abandonaron. Y el 3 de agosto atac¨® el ISIS. Llegaron en camionetas con ametralladoras. Nos ordenaron que cogi¨¦ramos nuestras cosas y abandon¨¢ramos en fila nuestras casas. Separaron a las mujeres de los hombres e hicieron otro grupo con las m¨¢s guapas y j¨®venes, las hab¨ªa de 12 a?os. De muchas no volvimos a saber nada. Gritaban que iban a matar a los hombres y convertir al islam y casarse con las m¨¢s j¨®venes. Algunas lo hicieron para salvar su vida. Nos metieron en una casa grande a las afueras y todas llor¨¢bamos. Abusaron de algunas. Se las sorteaban por 15 d¨®lares. Nos pegaban. Yo pens¨¦ en suicidarme. Fuera sonaban gritos y disparos. No lo puedo olvidar. Asesinaron a mi hermano y mis primos. Yo ten¨ªa miedo por el beb¨¦. Estuvimos tres d¨ªas en esa casa. Nos gritaban que hab¨ªan matado a los hombres y nos tocaba a nosotras. La tercera noche nos escapamos unos 10 hacia las monta?as. All¨ª encontramos muchos yazid¨ªes. Dorm¨ªamos en las piedras. No ten¨ªamos agua. Estuvimos escondidos tres meses. Fue muy duro. En enero de 2015 llegamos a este campamento y me puse de parto. Este hijo es muy especial para m¨ª¡±.
¡ª?C¨®mo se encuentra ahora?
¡ªCuando llegu¨¦ estaba loca. Naci¨® el ni?o, le mir¨¦ y pens¨¦ que no quer¨ªa m¨¢s. He sido injusta, le pegaba, luego con el programa de crianza he cambiado. Y he puesto una peque?a peluquer¨ªa para sacarme alg¨²n dinero.
¡ª?Volver¨¢ a su casa de Sinjar?
¡ªNo quiero que mis hijos crezcan aqu¨ª, con fr¨ªo y calor, sin colegio. Quiero para ellos una vida buena, con educaci¨®n, abierta, pero no tenemos casa ni dinero. Tengo miedo por mis hijos. ?Qu¨¦ futuro les voy a dar?
En Mosul, al puente Al Suhada, sobre el Tigris, lo llaman simplemente ¡°el tercer puente¡±. Es uno de los cinco que separa el este y el oeste de la ciudad; el epicentro de los peores combates contra el ISIS. Fue bombardeado en 2016, y reconstruido en 2020. Nada m¨¢s cruzarlo en direcci¨®n a la ciudad vieja, te topas a la derecha con los restos de lo que fue el Mosul Hotel inerte entre un oc¨¦ano de escombros. A la izquierda hay un inmenso bloque de hormig¨®n abatido por los misiles como un castillo de arena: era el hospital Ibn Sena, el mayor de la ciudad. Fue utilizado por el ISIS como base de operaciones y fabricaci¨®n de explosivos. En ruinas desde 2017, parece imposible su reconstrucci¨®n. La capacidad hospitalaria de Mosul contin¨²a diezmada desde la liberaci¨®n y los centros de salud tienen que hacer equilibrios para atender la demanda de una ciudad maltratada a conciencia durante una d¨¦cada.
Por ejemplo, el ambulatorio Al Quds, un centro de familia sin equipamiento ni apenas camas, que tiene que prestar servicios m¨¦dicos a m¨¢s de 20.000 personas. Parte de su infraestructura se ha emplazado en contenedores. Aqu¨ª Unicef realiza un enorme trabajo de vacunaci¨®n, cualificaci¨®n de equipos, capacitaci¨®n de las madres y nutrici¨®n infantil. En 2014, con la ocupaci¨®n de la ciudad por el Estado Isl¨¢mico, un mill¨®n de habitantes huyeron. El doctor Ammar H. Yahia se mantuvo en su puesto. ¡°Era mi obligaci¨®n. El ISIS puso al frente de esta cl¨ªnica a uno de sus barbudos que no era m¨¦dico. Le preocupaba m¨¢s si las enfermeras llevaban el velo que si faltaban medicinas. Los cristianos ten¨ªan terror a venir al m¨¦dico. Solo qued¨® un pediatra de 10. Era el caos. No solo destrozaron la ciudad, sino todos los servicios. Incluso los dep¨®sitos de medicamentos, porque eran antivacunas. A¨²n hoy escasean las medicinas para enfermedades cr¨®nicas¡±. ¡°Sin olvidar los problemas de salud mental¡±, a?ade la doctora Amina Mama. ¡°Esta ciudad est¨¢ llena de gente traumatizada. El 37% de los ni?os padecen des¨®rdenes mentales. ?C¨®mo vamos a crear as¨ª un nuevo Irak?¡±.
Esa es la gran pregunta. ?Se puede construir una nueva sociedad sobre esos cimientos de sectarismo, desconfianza y rencor? En el campamento de Debaga, que alberga a 8.000 personas, charlamos con Sara, de 15 a?os, sun¨ª, de negro, con el rostro tapado, que vivi¨® el asedio de Mosul y cuya familia estuvo relacionada con el Estado Isl¨¢mico. No puede regresar a su casa. Y con Aveen, de la misma edad, con un elegante vestido regional, rostro sin cubrir y abundante maquillaje. Es kurda de Makhmur, un territorio disputado. Su padre, polic¨ªa, est¨¢ amenazado de muerte por los islamistas. Ambas creen que el futuro es de las mujeres. Habla Aveen: ¡°Cuando llegamos al campamento ten¨ªa miedo de los ¨¢rabes, desconfiaba. Ya no. Estudiamos juntas, nos respetamos y hemos cerrado heridas¡±. Contin¨²a Sara: ¡°Tenemos que volver al punto de partida, cambiar la mentalidad del odio a la aceptaci¨®n. Abrir el pu?o y dar la mano¡±. Se abrazan. Y as¨ª contin¨²an hasta el final de la conversaci¨®n. Es un bonito final.
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