En tren de Madrid a Yiwu: la nueva ruta de la seda
Una aventura de 13.000 kil¨®metros rumbo a China y el mayor mercado de venta de productos al por mayor del planeta, origen del 60% de la decoraci¨®n navide?a del mundo
En tren de Madrid a Yiwu, uno de los grandes centros manufactureros de China, en sentido inverso a la l¨ªnea de carga m¨¢s larga del mundo: 13.052 kil¨®metros, que lleva los productos del gigante asi¨¢tico hasta Espa?a, atravesando Kazajist¨¢n, Azerbaiy¨¢n, Rusia, Bielorrusia, Polonia, Alemania, B¨¦lgica y Francia. En el camino, los testigos del empuje comercial chino a lo largo de la Franja y la Ruta ¡ªnombre oficial del recorrido¡ª hablan de la expansi¨®n china. Como Laurent Chu, primer paciente de covid en Europa. La se?ora Chong Ping, perteneciente a una anterior ola de emigrantes chinos a Occidente. Unos fabricantes de armas de Azerbaiy¨¢n. Perizat y Orazkul, madre e hija kazajas con 10 hijos cada una. O Huang Wei, el maquinista en el primer tramo del tren comercial entre Yiwu y Madrid en 2014. Una aventura que arranc¨® en 2021 con el final del estado de alarma por la covid y finaliz¨® dos a?os despu¨¦s con el levantamiento de las restricciones de entrada a China. Un viaje geogr¨¢fico, pero tambi¨¦n uno de ideas y valores para entender mejor el nuevo mundo en el que vivimos.
01
De Madrid a Minsk
El 16 de julio de 2021, con un suave traqueteo, el tren ech¨® a andar desde la estaci¨®n de Chamart¨ªn. Cuando dej¨® atr¨¢s las torres financieras del norte de Madrid, una pasajera exclam¨®: ¡°?Ay, madre sant¨ªsima!¡±. Imposible recordar mucho m¨¢s de ese instante que llevaba meses planificando: demasiados nervios, demasiadas citas concertadas, demasiadas llamadas, correos y gestiones de visados. Mi compa?ero, el fot¨®grafo Samuel S¨¢nchez, y yo ten¨ªamos las vacunas a¨²n calientes en el brazo, el carn¨¦ de inmunizaci¨®n actualizado y pruebas de ant¨ªgenos reci¨¦n hechas. Sobre las v¨ªas se desplegaba el v¨¦rtigo a lo desconocido. Entonces ¨ªbamos a¨²n con mascarilla a todas partes y nos frot¨¢bamos las manos con gel hidroalcoh¨®lico de forma fren¨¦tica. Viajar era extra?o, nos mov¨ªamos como beb¨¦s torpes que acabaran de empezar a caminar. Pero en el ambiente veraniego flotaba tambi¨¦n un aire festivo de renacimiento, de querer recuperar el tiempo perdido, como de felices a?os veinte. Todav¨ªa no hab¨ªa estallado la guerra en Ucrania. Acababa de concluir el estado de alarma, reabr¨ªan las fronteras y, aunque se manten¨ªan los controles sanitarios, al fin era posible arrancar esta odisea ferroviaria hacia el otro conf¨ªn del supercontinente euroasi¨¢tico.
La idea era seguir, en sentido inverso, los pasos de la l¨ªnea de tren de carga m¨¢s larga del mundo. Sumaba 13.052 kil¨®metros. Nac¨ªa en Yiwu, uno de los grandes centros manufactureros de China, cerca de Shangh¨¢i, y en 21 d¨ªas llegaba a Madrid tras atravesar Kazajist¨¢n, Rusia, Bielorrusia, Polonia, Alemania y Francia. El trayecto hab¨ªa sido publicitado de forma bomb¨¢stica como parte de la Nueva Ruta de la Seda china, la gran iniciativa de Pek¨ªn para extender su presencia global mediante lazos comerciales e infraestructuras. Su longitud superaba a la del m¨ªtico Transiberiano.
Como subirse al convoy de mercanc¨ªas resultaba inviable, el objetivo era realizar el trazado en ferrocarril de pasajeros, pasando m¨¢s o menos por los mismos sitios, observando el paisaje f¨ªsico y espiritual en ese espacio continuo que conforma la mayor masa de tierra del planeta, deteni¨¦ndose en puntos clave, entrevistando a todo tipo de gente, viendo los peque?os cambios y las grandes transformaciones, como quien toma apuntes de geopol¨ªtica, pero a pie de v¨ªa, y siempre con el foco puesto en China, la verdadera protagonista que aguardaba al final del camino. Ese ferrocarril que cruzaba un camino similar a la antigua Ruta de la Seda evocaba una nueva globalizaci¨®n con rostro chino, una en la que el gigante asi¨¢tico ya era consciente de su tama?o y de su poder.
China segu¨ªa cerrada al mundo, envuelta en la cris¨¢lida de su f¨¦rrea pol¨ªtica de cero covid, y las cadenas de suministro globales se encontraban bajo enorme presi¨®n. Era verano, pero muchos ve¨ªan ya peligrar las campa?as navide?as. Carlos Santana, un experto en log¨ªstica de 35 a?os que hab¨ªa vivido una d¨¦cada en China, divid¨ªa los periodos en su sector con un chascarrillo: AC (antes del coronavirus) y DC (despu¨¦s del coronavirus), por c¨®mo hab¨ªa quedado patas arriba.
Santana era entonces el hombre en Madrid de Yixinou, la compa?¨ªa china que puso en marcha el tren Yiwu-Madrid en 2014, cuya sede se encontraba en la estaci¨®n de Madrid-Abro?igal. Aquel lugar estaba repleto de naves y contenedores apilados; cada poco entraban trenes y las gr¨²as se pon¨ªan en funcionamiento. Era el ¨²ltimo oasis del trayecto antes de que los productos fueran enviados a los comercios mayoristas y a los hogares. Y el punto de partida, que visitamos un par de d¨ªas antes de salir.
FOTOGALER?A: La huella de China en la vieja Europa
¡°Olv¨ªdate de trenes, nosotros movemos esto¡±, dijo tomando entre las manos una r¨¦plica de un contenedor. Quer¨ªa aclarar una confusi¨®n habitual: no existe un ferrocarril como tal que viaje de punta a punta. Lo que hay son mercanc¨ªas arrastradas por una media de 16 locomotoras y conducidas por hasta 65 maquinistas en una especie de carrera de relevos. Se desplazan los cubos de metal, que suelen ir repletos hacia Europa; de vuelta a China cuesta m¨¢s llenarlos. Su interior es en el fondo un reflejo de las balanzas comerciales, y tanto en la Uni¨®n Europea como en Espa?a el desequilibrio iba en aumento. A trav¨¦s de aquellos productos, incidi¨® Santana, uno pod¨ªa observar la modernizaci¨®n del gigante asi¨¢tico. ¡°Es cada vez m¨¢s Huawei y menos bolas de Navidad¡±.
Ese auge chino se hab¨ªa convertido en un quebradero de cabeza para Occidente. Su pujanza tecnol¨®gica, sus inversiones globales, sus exportaciones apabullantes eran vistas con creciente recelo, y la pandemia hab¨ªa exacerbado esa visi¨®n. Se abr¨ªa paso una nueva era de fragmentaci¨®n; un mundo mor¨ªa y otro estaba naciendo y, al partir aquella ma?ana de Chamart¨ªn, comenz¨® en realidad el viaje entre ambos. ¡°?Ay, madre sant¨ªsima!¡±.
El primer destino se?alado en el mapa era Burdeos, la regi¨®n vin¨ªcola francesa, donde numerosos magnates chinos hab¨ªan adquirido ch?teaux durante los ¨²ltimos a?os. El ferrocarril lleg¨® ya por la tarde y, al d¨ªa siguiente, Laurent Chu, un franc¨¦s de origen chino, se subi¨® a un coche y fue conduciendo entre carreteras serpenteantes e hileras de vi?edos de un verde intenso. Los racimos de uvas hinchadas brillaban bajo el sol. Chu, consejero de la C¨¢mara de Agricultura de la regi¨®n de Gironda y miembro de la asociaci¨®n vin¨ªcola francochina, conoc¨ªa como nadie las inversiones asi¨¢ticas en esta tierra f¨¦rtil.
El coche se detuvo junto a una casona rodeada de vides. Chu quer¨ªa comenzar la jornada con una visita al vi?edo Quatre Vents. El ch?teau lo compon¨ªan varios edificios restaurados donde tambi¨¦n se puede pernoctar. A la entrada de la casa principal, de gruesos muros, hab¨ªa una banderita china en un florero. Sobre la alacena del sal¨®n descansaba una botella de vino de la casa con una etiqueta roja en la que se le¨ªa: ¡°El vi?edo Quatre Vents felicita el nacimiento del Partido Comunista de China¡±. Hu Nan, el director de la propiedad, explic¨® que era una edici¨®n limitada para conmemorar los 100 a?os de la fundaci¨®n del partido que rige el destino de 1.400 millones de personas.
El viaje de ida y vuelta de ideas, personas y productos que propon¨ªa esta etiqueta era casi una clase de historia. De aquella primera reuni¨®n de comunistas en 1921 que tuvo lugar en la concesi¨®n francesa de Shangh¨¢i (donde se establecieron los franceses tras las derrotas de la China imperial en las guerras del opio) a la Rep¨²blica Popular del siglo XXI, cuyo ¡°socialismo con caracter¨ªsticas chinas¡± ha dado lugar a 400 millones de personas de clase media, muchas de ellas con capacidad adquisitiva como para brindar con grandes caldos franceses. ¡°El vino de Burdeos es un vino de lujo en China¡±, dijo Hu.
El vignoble Quatre Vents fue adquirido por una compa?¨ªa china a una familia belga en 2014. Para entonces, Burdeos ya se hab¨ªa convertido en un im¨¢n de grupos inversores y de ricos y famosos chinos; los asi¨¢ticos encontraron gangas tras la crisis econ¨®mica de 2008. Los compradores eran miembros de una nueva ¨¦lite econ¨®mica, como Jack Ma, fundador del gigante Alibaba, el Amazon chino, o la actriz china Zhao Wei, due?a del Ch?teau S¨¦nailhac.
Algunos han sido recibidos con recelo. Quiz¨¢ tuviera que ver con la pol¨¦mica de los nombres: hubo compradores que rebautizaron los ch?teaux con t¨ªtulos como el Conejo Dorado (Ch?teau Lapin d¡¯Or) o el Ant¨ªlope Tibetano (Ch?teau Antilope Tibetaine). Tambi¨¦n se les ha acusado de ¡°robar¡± uno de los tesoros de Francia. ¡°No somos ladrones¡±, replica Hu, de Quatre Vents. ¡°Hemos comprado cuando los propietarios estaban en dificultades financieras. Invertimos, creamos empleo y gracias a nosotros la propiedad sigue viva¡±.
Durante la pandemia, algunos due?os chinos pudieron mudarse a su ch?teau y pasar un confinamiento de lujo; otros, desde China, suspiraban por regresar. Chu present¨® a varios, era un gran gu¨ªa. Llevaba a?os viviendo all¨ª. Pero hab¨ªa algo m¨¢s: hab¨ªa sido el primer paciente con covid de Europa. Su caso sali¨® en las noticias. Chu naci¨® en Wuhan, y cada vez que viajaba a China por negocios sol¨ªa ir de visita. As¨ª lo hizo en enero de 2020. Regres¨® en tren y cree que se debi¨® de contagiar en la estaci¨®n de Wuhan: ¡°Est¨¢ al lado del mercado donde descubrieron el virus¡±.
El tren sigue avanzando, el viaje contin¨²a, la idea es realizar paradas expr¨¦s, como un paracaidista, y seguir el trazado. A menudo implica no profundizar demasiado, pero de otra forma el trayecto se volver¨ªa infinito.
Parada en Par¨ªs: visita fugaz al barrio chino, donde los hijos de la vieja migraci¨®n, la de los restaurantes y los bazares, miran con cierta nostalgia c¨®mo les ha ido a quienes optaron por quedarse. ¡°Ahora la vida en China es moderna, han enviado un cohete a la Luna¡±, dice la se?ora Chong Ping, de 64 a?os, que regenta el restaurante Lika Fo. Mientras, ¡°no hay mucho cambio en Par¨ªs¡±.
En Lieja (B¨¦lgica): visita a una nave que construye Alibaba para competir con Amazon en Europa. Hay pol¨¦mica. El ministro belga de Justicia ha alertado de que su presencia puede comprometer la seguridad. La multinacional persigue una l¨®gica ¡°tentacular¡± y ¡°continental¡± y conviene analizar sus inversiones teniendo en cuenta que es ¡°un brazo armado del Gobierno chino con vocaci¨®n pol¨ªtica a escala mundial¡±, dice Fran?ois Schreuer, concejal del Partido Verde y parte de la plataforma Watching Alibaba.
El tren se aproximaba as¨ª a Duisburgo, coraz¨®n de las rutas ferroviarias entre China y Europa. Lleg¨® a esa hora en que el sol se esconde y la luz se vuelve azul, y Samuel me anim¨® a subir un monte tupido de vegetaci¨®n por trochas sinuosas y resbaladizas. Desde lo alto, tras el follaje, nos sorprendi¨® el paisaje de la poderosa Alemania industrial. A los pies del monte se desplegaba una enorme ciudad de chimeneas, tubos y naves de los que emanaban chirridos, pitidos y zumbidos; una luz anaranjada lo envolv¨ªa todo y de vez en cuando brotaban fogonazos y enormes columnas de humo en la Thyssenkrupp Steel Europe, la mayor compa?¨ªa de acero alemana, que tiene aqu¨ª su cuna.
Junto a la f¨¢brica navegaban los barquitos de carga por el Rin. Este lugar fue el epicentro de la industria del carb¨®n y del acero, la zona por la que tantos tiros se pegaron en el siglo XX. Las tornas hab¨ªan cambiado. El gigante asi¨¢tico se hab¨ªa convertido en el principal productor de acero del mundo. Mientras, esta regi¨®n asolada por el desempleo tuvo que reinventarse. Ahora era un imperio de la log¨ªstica. El mayor puerto interior de Europa. Viejas f¨¢bricas se hab¨ªan reconvertido en muelles de carga y en la ¨²ltima d¨¦cada el lugar encaj¨® en los planes ferroviarios de Pek¨ªn. Hasta aqu¨ª llegaron en 2011 los primeros trenes que conectaron China con Europa. Llevaban ordenadores Hewlett-Packard desde la f¨¢brica de la compa?¨ªa estado?unidense en Chongqing, una megaurbe de m¨¢s de 30 millones de habitantes en el interior de China.
La ciudad viv¨ªa volcada en el trasiego de mercanc¨ªas. Markus Teuber, un hombre de 67 a?os que ejerc¨ªa como comisionado para los asuntos de China en el Ayuntamiento, condujo entre avenidas congestionadas de camiones de carga. A ambos lados se ve¨ªan naves donde se distribu¨ªan productos. Teuber indicaba su contenido y sus propietarios, que conoc¨ªa bien tras trabajar casi cuatro d¨¦cadas en Duisport, la compa?¨ªa p¨²blica que gestiona el puerto. Rememoraba sus viajes a China de hace d¨¦cadas. Ya no era el mismo pa¨ªs. ¡°Entonces ellos miraban lo que hac¨ªamos aqu¨ª y lo copiaban. Ahora es al rev¨¦s¡±.
Detuvo el coche ante una fila de veh¨ªculos parados. La llegada de un nuevo tren bloqueaba el tr¨¢fico. Fuera, se descubri¨® un enorme recinto al aire libre repleto de contenedores apilados hasta alcanzar las cinco alturas. Impresionaban. Parec¨ªan edificios formados por ladrillos de metal. ¡°Xi¡¯an Port¡±, llevaba uno escrito en el costado. ¡°Yixinou¡±, ¡°Chongqing freight to the world¡±. M¨¢quinas de aspecto tit¨¢nico los mov¨ªan de un lado a otro como si jugaran a un Tetris colosal. Sus movimientos compon¨ªan un complejo ballet log¨ªstico destinado a satisfacer las necesidades de la sociedad de consumo. El baile mezclaba tecnolog¨ªa punta con ¨®xido, ruido y brutalidad, y el traqueteo ejerc¨ªa una gran fascinaci¨®n. Cada poco llegaba un nuevo convoy que sumaba m¨¢s mercanc¨ªas. En una locomotora se pod¨ªa leer: ¡°The Silk Road of today¡±. La Ruta de la Seda de nuestros d¨ªas.
Conocida oficialmente con el nombre de la Franja y la Ruta, la iniciativa de Pek¨ªn, que acaba de cumplir 10 a?os, ha supuesto la inversi¨®n de cerca de un bill¨®n de d¨®lares en todo tipo de proyectos en m¨¢s de un centenar de naciones. Las conexiones ferroviarias con Europa, fuertemente subsidiadas, son una parte diminuta del despliegue. Hay de todo: gasoductos y oleoductos, puertos y aeropuertos, v¨ªas f¨¦rreas y autov¨ªas; un buen n¨²mero de gobiernos agradecidos y tambi¨¦n numerosos cr¨ªticos que alertan de la espiral de deuda a la que se arriesgan los pa¨ªses beneficiados.
La propuesta fue esbozada en septiembre de 2013, durante un discurso de Xi Jinping en Kazajist¨¢n. Arranc¨® rememorando los viajes por Asia Central de Zhang Qian, un emisario de la corte imperial de hace 2.100 a?os, similar a Marco Polo. Poco despu¨¦s sali¨® de Yiwu el primer tren a Madrid. Desde entonces, se han anunciado numerosas l¨ªneas que conectan ciudades chinas y capitales europeas. En 2011 se registraron 17 viajes de tren de mercanc¨ªas entre China y Europa. En 2022 alcanzaron los 16.000 mediante 86 rutas diferentes. El gigante asi¨¢tico teje as¨ª una malla que presenta como una alternativa al transporte mar¨ªtimo (menos costoso, pero tarda m¨¢s tiempo) y a¨¦reo (m¨¢s breve, pero caro). Las l¨ªneas, vistas en un mapa, se parecen mucho al concepto original de la Ruta de la Seda, acu?ado en el siglo XIX por el ge¨®grafo alem¨¢n Ferdinand von Richthofen.
El viaje prosigue. Parada en Stuttgart, ciudad del motor. Visita fugaz a la f¨¢brica de Porsche. La compa?¨ªa vendi¨® su primer coche en China en 2001. Hoy el pa¨ªs comunista es su primer mercado internacional. Env¨ªan un 10% de sus autom¨®viles por tren. En un hangar se despliegan decenas a la espera de ser subidos a unos vagones. Al observar la combinaci¨®n de chapa blanca e interior burdeos de un descapotable, el tipo de comunicaci¨®n de Porsche deduce: ¡°La destinataria es probablemente una mujer joven¡±. El 40% de sus clientes chinos lo son, asegura. Por encima de la media.
A cada paso se desvelaba algo nuevo sobre el gigante asi¨¢tico, y sobre su iniciativa. ¡°La Franja y la Ruta es todo y nada a la vez¡±, defini¨® en Berl¨ªn Jacob Mardell, entonces un joven analista del Mercator Institute for China Studies (Merics). El megaprograma de Pek¨ªn, dijo, era una especie de cosmovisi¨®n de las relaciones exteriores de China que englobaba desde la arqueolog¨ªa al deporte, incluso los futuros viajes a Marte. ¡°Es lo que vislumbra que va a ofrecer al mundo como l¨ªder global¡±. Conoc¨ªa a fondo la iniciativa. Durante meses hab¨ªa viajado por sus puntos clave. Ahora ni siquiera pod¨ªa visitar China: su instituto estaba en las listas negras de Pek¨ªn.
Las relaciones entre la UE y China estaban en fase de enfriamiento, y Mardell ten¨ªa la impresi¨®n de que la potencia asi¨¢tica se preparaba para un posible ¡°desacoplamiento¡± de Europa y EE UU, acelerando su ¡°autonom¨ªa estrat¨¦gica¡±. Mencion¨® la creciente amistad de este pa¨ªs con Rusia y c¨®mo sus agendas coincid¨ªan en avanzar hacia un ¡°mundo multipolar¡±, esto es: uno no liderado por Washington.
Berl¨ªn vibraba aquella tarde con la celebraci¨®n del Orgullo LGBT, cuyos exuberantes desfiles a los pies de la puerta de Brandeburgo que los nazis convirtieron en un s¨ªmbolo del fascismo parec¨ªan marcar el final de la pandemia. Tambi¨¦n de una forma de ver el mundo: m¨¢s all¨¢, hacia el Este, estas expresiones de libertad ir¨ªan desapareciendo.
El viaje no solo era un trayecto f¨ªsico. Implicaba un desplazamiento a lo largo de las ideas y los valores: desde el mundo libre de la UE hacia la autocracia de China. Una de esas fronteras se encontraba en Bielorrusia, parada final de esta primera etapa. Las relaciones entre Bruselas y Minsk hab¨ªan entrado en barrena tras las elecciones que hab¨ªa ganado de nuevo Aleksandr Lukashenko en 2020. Hubo protestas, represi¨®n, exilio, sanciones europeas contra el r¨¦gimen y, a¨²n reciente, coleaba el episodio de un vuelo de Ryanair al que el Gobierno bielorruso orden¨® aterrizar para arrestar a un periodista opositor.
Tras pasar por Varsovia, seguimos hacia el Este. El tren avanz¨® con parsimonia hasta detenerse en Malaszewicze, una peque?a localidad polaca fronteriza con Bielorrusia. Nadie m¨¢s descendi¨®. Bajo la marquesina, miraba at¨®nito un tipo con aspecto de vieja estrella de rock: ¡°?Qu¨¦ hac¨¦is en este jodido pueblo?¡±, dijo en un ingl¨¦s rasposo. ¡°?No tendr¨¦is un vaso?¡±, a?adi¨®. Mir¨® hacia la botella de vodka que reposaba en el banco. Ofrec¨ª algo parecido: una botella de agua de pl¨¢stico que cort¨¦ por la mitad con una navajilla. Greg, as¨ª se llamaba, lo agradeci¨® con un abrazo y varios brindis que compartimos del mismo recipiente. La pandemia, se podr¨ªa argumentar, acab¨® aquel d¨ªa.
Malaszewicze era otro paso esencial de los trenes. El auge de la nueva ruta de la seda hab¨ªa transformado la localidad en un ¡°reino del ferrocarril¡±, seg¨²n Maciej Krochmalski, de la compa?¨ªa PKP, y responsable de una de las terminales de contenedores. ¡°Toda familia tiene al menos un miembro trabajando con los trenes¡±. En este punto los convoyes abandonan la ¨®rbita exsovi¨¦tica y se adentran en la UE y, al igual que el salto se nota en las personas, el paso fronterizo supone entrar en otra dimensi¨®n: implica un ingente papeleo de aduanas y se lleva a cabo el cambio de ancho de v¨ªas del est¨¢ndar ruso (1,52 metros) al europeo (1,435). El paso de mercanc¨ªas se hab¨ªa incrementado aqu¨ª entre un 15% y un 20% cada a?o. ¡°Desde el punto de vista geopol¨ªtico China necesita presencia en Europa¡±, dijo Kroch?malski, y autoriz¨® subir a una gr¨²a. Desde lo alto se divisaba la frontera y, m¨¢s all¨¢, Bielorrusia. No hab¨ªa diferencia aparente entre ambos lados. Los trenes, a pesar de la tensi¨®n, segu¨ªan funcionando. ¡°Al final del d¨ªa, somos vecinos¡±.
No muy lejos de all¨ª, el autocar se detuvo en la parada y el conductor indic¨® que los billetes se pod¨ªan pagar en euros, d¨®lares y zlotys. No llevaba a bordo m¨¢s pasajeros.
¡ª?Cu¨¢nto tarda en llegar a la frontera?
¡ªNada.
En unos minutos qued¨® atr¨¢s la apacible UE. Est¨¢bamos en Bielorrusia, y al salir del paso fronterizo, en Brest, a uno lo recib¨ªa un puesto callejero de sand¨ªas y un cartel con motivos b¨¦licos. Familias paseaban por el parque de la fortaleza, dedicado a la resistencia frente a los nazis; los ni?os trepaban a los tanques, la tienda de souvenirs vend¨ªa ametralladoras de juguete, matrioskas y claveles. Ten¨ªa el aire de una tranquila localidad de provincias. Uno pod¨ªa descender por la calle de Lenin hacia la de G¨®gol y llegar a la del Soviet, una arteria bulliciosa donde al anochecer el farolero de Brest trepaba a los postes con una escalera y encend¨ªa cada l¨¢mpara. ¡°La ciudad se est¨¢ desarrollando¡±, dijo un oficial de aduanas. ¡°La ruta de la seda nos da puestos de trabajo¡±. Brest era el equivalente a Malaszewicze, pero al otro lado. Confiaban en el empuje del comercio. Entre las rep¨²blicas surgidas tras la URSS, China se hab¨ªa vuelto un ejemplo de desarrollo; Mosc¨² miraba con recelo su creciente influencia. Uno de los oficiales hab¨ªa seguido cursos en Shangh¨¢i; se ve¨ªan equipos financiados por China Aid (programa de ayuda chino). Bielorrusia gravitaba hacia Oriente mientras los lazos con la UE se deshilachaban.
El ferrocarril a Minsk ten¨ªa el aroma del pasado con las brasas del samovar encendidas en el pasillo. El trayecto dur¨® un suspiro charlando con una mujer elegante que se interesaba por detalles de nuestro viaje, familia, fisonom¨ªa, tanto que comenz¨® a parecer sospechoso. Sus frases sonaban como advertencias del r¨¦gimen. ¡°?Vas a escribir sobre pol¨ªtica?¡±. ¡°?Puedes escribir libremente en nuestro pa¨ªs?¡±. ¡°?Sabes qui¨¦n es? [mostrando una foto de Lukashenko]¡±. ¡°Lee este texto [un art¨ªculo sobre el periodista opositor del vuelo de Ryanair]¡±. ¡°?Est¨¢s preocupado?¡±.
En Minsk, visitamos el parque industrial de Great Stone, un estandarte de la Franja y la Ruta impulsado por China y Bielorrusia para atraer empresas mediante incentivos fiscales. Buscaba conectar Pek¨ªn y Minsk con los mercados centroasi¨¢ticos y europeos. Un museo recib¨ªa con una foto de Xi y Lukashenko d¨¢ndose la mano. Los responsables del departamento de inversiones se tomaban muy en serio el cortejo de clientes: ¡°Contamos con 73 residentes de 13 pa¨ªses. Creo que Espa?a ser¨¢ el 14¡å, dijeron con una sonrisa. La mayor¨ªa de ¡°residentes¡± eran chinos o joint ventures sinobielorrusas; casi ninguno de la UE. La zona era similar a cualquier ensanche empresarial, pero abundaban las im¨¢genes evocadoras de camellos y los esl¨®ganes en chino: ¡°La promoci¨®n del desarrollo de la cooperaci¨®n ferroviaria supone el progreso de la humanidad¡±, dec¨ªa uno. Las calles ten¨ªan nombres como avenida Minsk y avenida Pek¨ªn, y se constru¨ªa un edificio gracias a centenares de trabajadores chinos desplazados. La visita guiada se detuvo en dos empresas. Una fabricaba equipos de transmisi¨®n de veh¨ªculos; la otra, de motores. La mayor¨ªa de sus trabajadores y del capital (el 70%) eran chinos.
Aquel parque mostraba las huellas de un imperio en expansi¨®n, y dejaba ver el abismo creciente con Occidente. Los ejecutivos de Great Stone trataban de aferrarse a la diplomacia comercial, pero la tensi¨®n acumulada con la UE los separaba de Bruselas. Hablaron de c¨®mo los ¡°¨²ltimos sucesos y acontecimientos¡± (eufemismo para las sanciones europeas) hab¨ªan generado un entorno de inversi¨®n poco propicio para la llegada de empresas de la UE. Trasladaron que el parque era ¡°neutral como Suiza¡±. Pero la geopol¨ªtica, probablemente, hab¨ªa pasado ya el punto de no retorno. Estaban estudiando c¨®mo evolucionar. Una de las f¨®rmulas era acercarse a¨²n m¨¢s a distintas provincias de China. Y a Rusia. Ese era el mundo que emerg¨ªa de la pandemia.
02
De Mosc¨² a Khorgos
Maksim Liksutov, vicealcalde de Mosc¨², sorbi¨® un expreso y dijo: ¡°Estamos muy agradecidos a nuestros socios chinos por venir a trabajar con nosotros; nos ayudan mucho en la construcci¨®n de nuevas estaciones del metro. Considero nuestra cooperaci¨®n muy fruct¨ªfera¡±. La China Railway Construction Corporation (CRCC), un gigante controlado por el Estado chino, hab¨ªa desembarcado en Mosc¨² en 2017 para construir nada m¨¢s y nada menos que un nuevo tramo del conocido subterr¨¢neo, cuya colecci¨®n de paradas de la era comunista es considerada una joya arquitect¨®nica.
Su presencia pod¨ªa interpretarse como un s¨ªmbolo del creciente acercamiento con Pek¨ªn. Y supon¨ªa, con vistas a la propaganda china, un triunfo: el anta?o pa¨ªs en v¨ªas de desarrollo, que levant¨® el vuelo con ayuda de la URSS y hab¨ªa contado con expertos sovi¨¦ticos para el desarrollo de la primera l¨ªnea del subterr¨¢neo de Pek¨ªn, ahora exportaba obras de infraestructura a su viejo amigo. ¡°Estamos trabajando en casa de nuestros antiguos profesores¡±, declar¨® a la agencia china Xinhua un responsable de la CRCC. ¡°Es el primer proyecto de una compa?¨ªa china construyendo un sistema de metro en Europa¡±, destac¨® una televisi¨®n estatal china.
El objetivo era visitar las obras. Pero por la pandemia iba a resultar imposible. Incluso el vicealcalde ¡ªhombre de negocios que figur¨® entre los m¨¢s ricos de Rusia¡ª confes¨® que su poder era limitado. Pro
FOTOGALER?A: Tres pa¨ªses, diez protagonistas
Era noviembre de 2021, arrancaba la segunda etapa y en tres meses la historia se hab¨ªa acelerado. EE UU y sus aliados acababan de retirarse de forma ca¨®tica de Afganist¨¢n; Bielorrusia hab¨ªa provocado una crisis migratoria en la frontera con la UE, y Rusia, por donde segu¨ªa el trazado del tren, acumulaba tropas junto a Ucrania desatando las alarmas de la OTAN. El propio Liksutov entrar¨ªa en unos meses en las listas negras del Reino Unido. ¡°La forma m¨¢s r¨¢pida, c¨®moda y eficaz de transportar mercanc¨ªas de China a Europa y viceversa es, sin duda, el tr¨¢nsito ferroviario a trav¨¦s de Rusia¡±, dijo el vicealcalde, que reclam¨® mayor inter¨¦s de las empresas europeas por el mercado potencial de Mosc¨².
Los chinos operaban en la estaci¨®n de Prospekt Vernadskogo. La parada se encontraba en una zona perif¨¦rica repleta de viejos bloques sovi¨¦ticos. No se pod¨ªa acceder a las obras, pero la CRCC ten¨ªa all¨ª unas oficinas donde ondeaban las banderas de Rusia y China. En la fachada se le¨ªan mensajes de motivaci¨®n en ambos idiomas: ¡°El profesionalismo y la innovaci¨®n crean el futuro¡±, dec¨ªa el ruso; ¡°Honestidad, innovaci¨®n, futuro, calidad y rectitud¡±, el chino.
El departamento de Liksutov ofreci¨® una visita guiada por las estaciones m¨¢s destacadas del monumental metro. Result¨® un verdadero viaje a las tripas del socialismo. La parada m¨¢s estimulante fue la de la plaza de la Revoluci¨®n, de 1938, donde 76 esculturas de bronce decoran los andenes. Cada una representaba a diferentes personas de la ¡°nueva era¡± y mostraba las etapas del socialismo: arrancaba con los partisanos revolucionarios, a cuyo triunfo le sigui¨® el ¡°amanecer del comunismo¡±, representado a trav¨¦s de un ingeniero con los planos de un proyecto, un obrero con un martillo, una mujer con una gallina. ¡°Es un camino: revoluci¨®n, trabajo, paz, en ese orden¡±, subray¨® el gu¨ªa. ¡°Finalmente eso crea el futuro¡±. El porvenir hab¨ªa sido esculpido en forma de estudiantes, j¨®venes deportistas, familias y una nueva generaci¨®n de pioneros. Al llegar al final del and¨¦n era inevitable preguntarse en qu¨¦ momento de la cronolog¨ªa se ape¨® la URSS en 1991 y en qu¨¦ fase estar¨ªa ahora China, la ¨²nica superpotencia socialista viva del planeta, si es que se pod¨ªa definir como socialista.
La China de hoy entra en conflicto con la idea preconcebida del comunismo. El Partido ha creado un espacio pol¨ªtico y econ¨®mico que cuesta definir. ¡°Es un h¨ªbrido¡±, contest¨® Lin Yang mientras sus cubiertos jugueteaban con la comida en un buen restaurante de marisco. En su opini¨®n, algunos pa¨ªses del norte de Europa pod¨ªan ser considerados incluso m¨¢s socialistas, ¡°por los impuestos¡±. Lin, de 32 a?os, trabajaba en Mosc¨² en la divisi¨®n de inversiones internacionales de la CRCC. Era responsable de valorar proyectos en Eurasia, de una mina de tungsteno en Kazajist¨¢n a un desarrollo inmobiliario en Rusia.
Su trayectoria era un buen resumen de la China pujante. En t¨¦rminos de esculturas de metro, Lin representaba el arquetipo de la ¡°nueva era¡±. ¡°China est¨¢ creciendo por el sacrificio de una generaci¨®n entera, quiz¨¢ dos¡±, confes¨®. Admiraba el esfuerzo de sus predecesores; sus coet¨¢neos ya no estaban hechos para aquella dureza. ¡°Quiz¨¢ es que estoy estropeado, crec¨ª en los buenos tiempos¡¡±. Defini¨® la nueva ruta de la seda: ¡°Estar conectado¡±. Esa era la obsesi¨®n china frente al aislamiento de la dinast¨ªa Qing (1644-1911), la ¨²ltima que rigi¨® el imperio chino, cuyo repliegue provoc¨® el estancamiento con respecto a Occidente. ¡°La gente en China ha comprendido que para mejorar su vida es necesario estar abierto al mundo¡±.
Al caer la noche, la locomotora ronroneaba al final del and¨¦n. Los revisores escrutaron los pasaportes. El siguiente destino era Volgogrado, la antigua Stalingrado, escenario de una de las batallas m¨¢s sangrientas de la Segunda Guerra Mundial. Al fin un primer viaje en coche cama; por delante, m¨¢s de 20 horas de trayecto.
En estos trenes se mezclan personas de lo m¨¢s diversas y resulta sencillo entablar conversaci¨®n. En el vag¨®n viajaba Denis, trotamundos y aprendiz de yogui ruso, de 27 a?os, que hab¨ªa montado con amigos una cafeter¨ªa org¨¢nica en Volgogrado. Junto a ¨¦l iba Anton, de 38 a?os, con sus hijos peque?os; regresaban a casa despu¨¦s de los tr¨¢mites de nacionalizaci¨®n como rusos. Anton hab¨ªa nacido en la m¨ªtica Samarcanda (Uzbekist¨¢n), por donde pas¨® Marco Polo. ¡°Fueron tiempos duros¡±, recordaba Anton de su infancia uzbeka. ¡°?Os gusta fumar marihuana?¡±, preguntaba en cambio Denis. Por la ventanilla entraba el sol de oto?o y se ve¨ªa un paisaje de ¨¢rboles pelados.
Ir a Volgogrado supon¨ªa desviarse de la ruta Yiwu-Madrid. El plan era dirigirse al sur, al C¨¢ucaso, y avanzar junto al mar Caspio hasta Azerbaiy¨¢n. Esta senda conectaba con otra de las variantes ferroviarias que promocionaba China: el llamado corredor transcaspiano, que buscaba ampliar los v¨ªnculos con Asia Central, y entrar en Europa v¨ªa Turqu¨ªa. El desv¨ªo en este viaje era una forma de abrir horizontes para, m¨¢s adelante, retomar el camino de Yiwu.
Aquellos hombres que cavaban hab¨ªan venido en busca de cad¨¢veres de la Segunda Guerra Mundial. Unos d¨ªas atr¨¢s, hab¨ªa aparecido el hueso de una pierna. ¡°Y si hay pierna significa que igual hay m¨¢s¡±, resumi¨® Vadim Zhuraviev, historiador de 30 a?os, y miembro de un grupo de voluntarios dedicado a exhumar muertos de Stalingrado. ¡°Es un hobby, como ir a pescar. Aqu¨ª podemos ver la historia con nuestros propios ojos¡±, a?adi¨® un estudiante que se hab¨ªa apuntado. La actividad estaba imbuida de un patriotismo nost¨¢lgico. Algunos voluntarios iban vestidos de militares, uno llevaba un parche de la bandera sovi¨¦tica. Cavaron, y descubrieron m¨¢s restos humanos.
Andrej Oreshkin, responsable del grupo, de 38 a?os, calcul¨® que hab¨ªa ayudado a desenterrar de forma directa o indirecta unos 1.500 cuerpos. Tambi¨¦n coordinaba una agrupaci¨®n encargada de la educaci¨®n patri¨®tica de la juventud. Organizaban actividades para que los ni?os ¡°aprendan a amar a su pa¨ªs¡±.
Volgogrado parec¨ªa pose¨ªda por su antigua encarnaci¨®n. ¡°Es una ciudad anclada en la guerra¡±, dijo Anton Valkovsky, un joven local, doctor en arte contempor¨¢neo. ¡°Sufre s¨ªndrome de estr¨¦s postraum¨¢tico¡±. ¡°Reproduce el trauma de la guerra una y otra vez¡±. Valkovsky preparaba una bienal art¨ªstica en la que se abordar¨ªa el ¡°legado de la guerra¡±. Varios autores reflexionar¨ªan sobre el patriotismo, la militarizaci¨®n y el sentimiento que se genera cuando estos valores ¡°forman parte de la propaganda del Estado¡±. ¡°La guerra¡±, concluy¨®, ¡°no es algo de lo que estar orgulloso¡±. Sus reflexiones resultar¨ªan premonitorias.
El viaje prosigue, horas de tren, nuevas paradas.
En Derbent: joya del Caspio, una muralla y una fortaleza dominan este corredor que usaban los comerciantes de la Ruta de la Seda; marca la linde entre dos mundos, aqu¨ª se encuentra la primera mezquita de Rusia (siglo VIII) y los rostros han cambiado, se han vuelto oscuros. Cena con j¨®venes que brindan y entonan canciones prochechenas: ¡°?Nuestras monta?as se derriten en el fuego de la batalla, pero no hay hordas que nos hagan ponernos de rodillas!¡±.
En el conf¨ªn ruso: llegada a la frontera con Azerbaiy¨¢n; episodio engorroso para atravesarla. Los visados est¨¢n en regla, pero la presencia de dos periodistas alarma a los funcionarios rusos. Instantes de tensi¨®n con un agente del FSB, el servicio de seguridad. Un salvoconducto remitido por el Ministerio de Exteriores azer¨ª abre las compuertas de la peque?a exrep¨²blica sovi¨¦tica.
¡°?Puedes olerlo?¡±, pregunt¨® el ingeniero mientras avanzaba entre tuber¨ªas. Se percib¨ªa un aire denso. Respondi¨® ¨¦l mismo: ¡°Es el olor del dinero¡±. Por aquellos conductos flu¨ªa la gran fuente de riqueza de Azerbaiy¨¢n a un ritmo de unos 650.000 barriles diarios. Aquellos efluvios emanaban de Sangachal, el mayor complejo industrial para el procesamiento de hidrocarburos de Azerbaiy¨¢n. Ubicado a orillas del mar Caspio, de cuyo subsuelo se extra¨ªa el gas y el crudo, de all¨ª part¨ªa un oleoducto que transportaba el oro negro por Georgia y Turqu¨ªa a lo largo de 1.700 kil¨®metros hasta el Mediterr¨¢neo; en Sangachal tambi¨¦n nac¨ªa el Corredor de Gas del Sur, que en 2020 comenz¨® a enviar gas a la Uni¨®n Europea por un trazado similar.
Azerbaiy¨¢n se autodenomina ¡°la tierra del fuego¡±. Aqu¨ª el petr¨®leo mana de la tierra desde tiempos ignotos. Marco Polo, que pas¨® cerca de camino a China, dej¨® constancia de una Aldea de los Adoradores del Fuego, donde rend¨ªan culto a las llamas eternas de un pozo. Hoy se adora al mismo dios: en Bak¨², remozada gracias a las inversiones millonarias en hidrocarburos, refulgen de noche tres rascacielos conocidos como las Flame Towers.
¡°Estas tuber¨ªas contribuyen a la diversidad del suministro global¡±, dijo en Sangachal Guivami Rahimli, asesor de asuntos gubernamentales de BP, la compa?¨ªa que opera la terminal. Bombean recursos ajenos al ¡°golfo P¨¦rsico y a Rusia¡±, destac¨®. ¡°Por eso es tan importante para la seguridad energ¨¦tica de muchos pa¨ªses¡±. Desde all¨ª flu¨ªan rumbo a Occidente y estos lazos ser¨ªan claves muy pronto: cuando Putin orden¨® la invasi¨®n de Ucrania, Bruselas cort¨® el flujo energ¨¦tico con Mosc¨² y tuvo que buscar alternativas. La presidenta de la Comisi¨®n Europea, Ursula von der Leyen, aterrizar¨ªa en Bak¨² con un mensaje: ¡°La UE ha decidido alejarse de Rusia y recurrir a socios m¨¢s fiables y dignos de confianza¡±. Anunci¨® m¨¢s inversiones. Muchos le criticaron ese gesto con un r¨¦gimen autoritario, y cuyas acciones en Nagorno Karabaj han sido denunciadas como cr¨ªmenes de guerra.
Aquel noviembre a¨²n estaba reciente una guerra en este territorio, cuyo control se disputa Azerbaiy¨¢n con Armenia. El Ministerio de Exteriores deneg¨® una visita al frente, pero organiz¨® una gira por ¡°territorios recientemente liberados¡±. En Agdam, que los azer¨ªes llamaban la ¡°Hiroshima del C¨¢ucaso¡±, el Gobierno quer¨ªa crear una especie de museo a escala real sobre el conflicto, dedicado a las atrocidades armenias y a la victoria de su pa¨ªs. Era imposible olvidar que la historia la estaban escribiendo all¨ª los vencedores y no dec¨ªan una palabra sobre los cr¨ªmenes de los que se les acusaba: ¡°No empezamos el conflicto, nosotros estamos a favor de la paz y damos la bienvenida a los armenios que quieran volver a Azerbaiy¨¢n¡±.
Durante una comida organizada por la canciller¨ªa, se?ores enigm¨¢ticos se presentaron como representantes de la compa?¨ªa estatal dedicada a la industria armament¨ªstica. No es descartable que nos confundieran con compradores. Hacia los postres, comenzaron a hablar de sus ¡°drones kamikaze¡±. ¡°Son tan r¨¢pidos que cuando los ves volar sobre tu cabeza debes entender que ya est¨¢s muerto¡±, dijo uno. Adem¨¢s, fabricaban todo tipo de armas. ¡°Ahora visitaremos la f¨¢brica. Ver¨¦is nuestras ametralladoras y pistolas; hechas con est¨¢ndares rusos, pero tambi¨¦n hay del tipo de la OTAN¡±.
En la factor¨ªa sonaban zumbidos met¨¢licos. Hab¨ªa decenas de cabinas en cuyo interior se cortaban, pul¨ªan y ensamblaban las piezas, y, a medida que uno avanzaba, las ametralladoras iban cobrando forma hasta llegar al final, donde ol¨ªa a pintura y se exhib¨ªan diversos modelos. ¡°Este es una versi¨®n moderna del Kal¨¢shnikov¡±, indicaron.
En otro hangar, similar a un taller de aeromodelismo, estaba expuesto el dron kamikaze. Sus suaves l¨ªneas no casaban con su capacidad mort¨ªfera. Lo fabricaban con ayuda de Turqu¨ªa, aliado frente a Armenia. A la puerta del taller, una pantalla reproduc¨ªa un carrusel de v¨ªdeos reales del campo de batalla. En uno se ve¨ªa c¨®mo un grupo de personas, tras haber advertido el ataque, trataban de huir. Sin ¨¦xito. Sus cuerpos saltaban despedazados.
En Azerbaiy¨¢n se pod¨ªa oler tambi¨¦n el aire de los nuevos tiempos, m¨¢s belicosos: 2022 se convertir¨ªa en el a?o con m¨¢s muertos en conflicto del siglo XXI, con casi 240.000 v¨ªctimas. Bak¨², en 2023, protagonizar¨ªa un nuevo avance sobre Nagorno Karabaj, forzando el ¨¦xodo de decenas de miles de armenios.
En cuanto a las mercanc¨ªas, Azerbaiy¨¢n era otro de los nodos en los que se hab¨ªa fijado Pek¨ªn para extender sus conexiones. Hasta Bak¨² lleg¨® en 2015 uno de los ferrocarriles de la nueva ruta de la seda. Para arribar a Azerbaiy¨¢n, los contenedores ten¨ªan que cruzar el mar Caspio en ferris desde Kazajist¨¢n. Este pa¨ªs era nuestra siguiente parada. Volamos sobre una masa azulada que era algo m¨¢s que agua. ¡°El Caspio divide Asia y Europa geogr¨¢fica y culturalmente¡±, nos hab¨ªan advertido.
Kazajist¨¢n es el coraz¨®n de Asia Central, un enorme pa¨ªs cargado de recursos y con escasa poblaci¨®n ¡ª19 millones¡ª, donde Pek¨ªn avanzaba terreno en el antiguo patio trasero de Rusia. No fue casual que Xi Jinping diera el discurso fundacional de la Franja y la Ruta en su capital. El mismo d¨ªa, junto al entonces presidente kazajo, Nursult¨¢n Nazarb¨¢yev, puls¨® un bot¨®n para inaugurar de forma simb¨®lica un gasoducto que aumentar¨ªa el flujo de gas hacia China v¨ªa Turkmenist¨¢n. El pa¨ªs se ha convertido en una pieza clave en la estrategia de seguridad energ¨¦tica china. Tambi¨¦n es su puerta de entrada hacia Asia Central. El tren de la ruta de la seda penetra en su territorio por dos puntos y despliega varios caminos, entre ellos el que viaja a Madrid, aunque tambi¨¦n se dirige hacia otras naciones centroasi¨¢ticas y de Oriente Pr¨®ximo.
Una de esas v¨ªas lleva hasta Aktau, en la orilla oriental del Caspio, una ciudad del color del desierto, industrial, petrolera y vinculada antiguamente al sector del uranio, recurso indispensable en la estrategia at¨®mica de la URSS. Hasta su puerto llegan los trenes, y all¨ª los contenedores son montados en ferris y enviados a Bak¨². Pek¨ªn se ha comprometido a impulsar este corredor transcaspiano.
All¨ª proseguimos el viaje. ¡°La ruta comercial entre Asia y Europa es la m¨¢s importante del mundo¡±, dijo Mekhta Nazban, entonces uno de los responsables del puerto de Aktau. Habl¨® de un crecimiento exponencial de las mercanc¨ªas venidas en tren y de un futuro prometedor. En el muelle se ve¨ªan barcos, gr¨²as y contenedores apilados. Aquellos de all¨¢, se?alaron, tra¨ªan pollo congelado estadounidense a trav¨¦s de Georgia para los mercados centroasi¨¢ticos; ese otro barco se estaba llenando ahora mismo con carb¨®n, sulfuros y restos de metal; en los buques se exportaban unos 2,5 millones de toneladas de petr¨®leo v¨ªa Azerbaiy¨¢n y Rusia. Transportaban mucho grano. Aunque una de las principales mercanc¨ªas era salsa de tomate hecha en China con destino a Turqu¨ªa. De all¨ª quiz¨¢ iba a Italia, aventur¨® uno. ¡°A veces, la salsa de tomate supone hasta el 80% o el 90% de un tren¡±. As¨ª era el comercio cotidiano: litros y litros de salsa de tomate en unos muelles de Asia Central.
En Aktau arranc¨® la odisea de cruzar Kazajist¨¢n hasta la frontera con China a lo largo de unos 3.000 kil¨®metros. Fueron casi 50 horas en trenes cama donde los paisajes des¨¦rticos, helados, a veces nevados, se suced¨ªan. Dentro del vag¨®n el calor era sofocante. En el coche restaurante una camarera animaba con m¨²sica kazaja y serv¨ªa deliciosos palmeni, similares a los raviolis italianos y a los dumplings chinos, un verdadero alimento de la ruta de la seda.
El recorrido invitaba a la charla con los viajeros.
Trabajadores de una planta petrol¨ªfera regresaban a casa de permiso. Ofrecieron tragos de vodka de una misma taza. Max, uno de ellos, ten¨ªa un discurso muy nacionalista. Al hablar de la presencia china, ense?¨® los dientes. No le gustaba ver c¨®mo se desplegaban en ¡°esta gran tierra¡±, establec¨ªan sus f¨¢bricas y enviaban a sus trabajadores que sustitu¨ªan a los kazajos. ¡°Todo nuestro gas y petr¨®leo va para China¡±. En el pasado ya hab¨ªan ¡°expulsado¡± a los chinos, dijo. ¡°Estamos construyendo una naci¨®n t¨²rquica¡±.
Dos mujeres, madre e hija, llamadas Perizat y Orazkul. La madre, en realidad ya abuela, llevaba un pa?uelo en la cabeza y al sonre¨ªr le brillaba una dentadura dorada. De vez en cuando ped¨ªan quedarse a solas para rezar. Hab¨ªan recibido una medalla por haber tenido 10 hijos cada una.
Un opositor al r¨¦gimen iba a Almaty, la antigua capital, al entierro de Aron Atabek, un poeta reci¨¦n fallecido. La salud de Atabek, considerado el preso pol¨ªtico m¨¢s antiguo del pa¨ªs, se hab¨ªa deteriorado tras 15 a?os encarcelado: hab¨ªa sufrido malos tratos, denunci¨®. Fue liberado un mes antes de morir. ¡°Llam¨® a la resistencia¡±.
En Aral, antigua urbe pesquera: quiz¨¢ la mejor muestra de un desastre ecol¨®gico irreversible. Durante la planificaci¨®n sovi¨¦tica, se us¨® de forma indiscriminada el caudal de los r¨ªos que lo alimentaban para regar campos de algod¨®n. A finales de los ochenta, la superficie de uno de los mayores mares interiores del mundo se hab¨ªa reducido a menos de la mitad, su nivel sigui¨® descendiendo, las dunas se tragaron pueblos. Adentrarse en este paisaje es aterrador, como caminar por el fondo del mar, pero all¨ª pastan los camellos. Para Zauresh Alimbetova, de 55 a?os, entonces directora de la reserva natural de Barsa-Kelmes, una isla del mar de Aral, ofrece una lecci¨®n para la humanidad: ¡°Si seguimos haci¨¦ndole esto a la naturaleza, la naturaleza se vengar¨¢¡±.
En Toretam, pueblo adyacente al cosm¨®dromo ruso de Baikonur, a¨²n territorio de Mosc¨², desde donde Yuri Gagarin, el primer astronauta, fue enviado al espacio en 1961. La base est¨¢ cercada, Rusia deniega la entrada; el pueblo es pobre, por sus calles embarradas las vacas comen basura, se vive de espaldas a las estrellas. En el hotel, de mala muerte, hay una pelea entre rusos (beodos) y kazajos (sobrios): ¡°?Esto es Kazajist¨¢n, no vuestra mierda de pa¨ªs!¡±. De noche, el lanzamiento de un cohete con carga para la Estaci¨®n Espacial Internacional resulta una fulgurante conmoci¨®n.
En Almaty, la capital financiera: familia y amigos del poeta muerto han convocado una concentraci¨®n. Hay casi m¨¢s miembros de las fuerzas de seguridad de inc¨®gnito que manifestantes. Han tratado de reventar el acto, pero los asistentes se han defendido al grito de ¡°?La muerte de un poeta es la muerte del pueblo!¡±. La hija de Atabek, Aidana Aidarkhan, sostiene un retrato del difunto y unas flores. En su gorra se lee: ¡°Dissident¡±. Lee su poema favorito: ¡°Mi voz, incapaz de hablar, morir¨¢¡±.
Y as¨ª el tren lleg¨® hasta la ¨²ltima parada de la segunda etapa, un lugar llamado Khorgos-La Puerta del Este, en la frontera con China, uno de los hitos log¨ªsticos de la nueva ruta de la seda ferroviaria levantado en un paraje des¨¦rtico. La iniciativa, impulsada por ambos pa¨ªses, se desplegaba en varios frentes. En Kazajist¨¢n se hab¨ªa construido un centro log¨ªstico por donde pasaba parte de las mercanc¨ªas de camino a la Uni¨®n Europea (otras van por Alashankou, al norte), y tambi¨¦n las destinadas a Asia Central y a Aktau. De nuevo, hab¨ªa un salto de dimensi¨®n entre dos mundos, con otro cambio de ancho de v¨ªa, del ruso (1,52 metros) al chino (el est¨¢ndar de 1,435). El Centro de Cooperaci¨®n Internacional Transfronterizo, una miniciudad comercial, estaba cerrada por covid. Nadie conoc¨ªa los planes de reapertura de China, cuya frontera segu¨ªa clausurada.
All¨ª todo era de nueva creaci¨®n. Frente a la aduana de camiones se encontraba Nurkent, un asentamiento construido para los operarios. Era como un caravasar nacido al calor de la moderna ruta de la seda donde viv¨ªan unas 4.000 personas. Todos, nuevos moradores atra¨ªdos por la oportunidad de un empleo.
Seric Shaykmanou invit¨® a pasar a su casa, donde viv¨ªa con su esposa, su suegra y sus tres hijos. Trabajaba en el mantenimiento de la red el¨¦ctrica del ferrocarril. Se mud¨® en 2015, el Gobierno le ofreci¨® la casa ¡°con todo dentro¡±. Eran felices, dijo. ¡°Me gusta vivir en la frontera. No hay atascos, el aire es limpio, los ni?os pueden caminar a la escuela¡±. Luego defini¨® la Ruta de la Seda. ¡°Era por donde nuestros ancestros viajaban con camellos. Ahora, en la nueva, hay trenes¡±. Se sent¨ªa orgulloso de formar parte de ella.
No muy lejos de all¨ª, un empleado del puerto log¨ªstico se?al¨® al horizonte. M¨¢s all¨¢ de las verjas, de las torres de vigilancia, de las v¨ªas y de unos kil¨®metros de tierra est¨¦ril, asomaba una cresta de edificios modernos, muchos en construcci¨®n: China estaba al alcance de la mano.
03
De Khorgos a Yiwu
Desde la azotea de uno de los altos edificios se ve¨ªa la planicie des¨¦rtica, el tajo de la frontera y, al otro lado, Kazajist¨¢n. Nos encontr¨¢bamos en la misma cresta de bloques modernos y en construcci¨®n que hab¨ªamos observado hac¨ªa casi dos a?os desde aquel pa¨ªs. Pero, como en un juego de espejos, ahora est¨¢bamos en China. Era julio de 2023. Y en el par¨¦ntesis transcurrido entre uno y otro, el mundo hab¨ªa sufrido una enorme sacudida. El presidente ruso, Vlad¨ªmir Putin, hab¨ªa decidido invadir Ucrania en febrero de 2022, desatando una guerra en Europa. El conflicto hab¨ªa volado los puentes entre Mosc¨² y Occidente y el se¨ªsmo hab¨ªa agrietado tambi¨¦n las relaciones con Pek¨ªn, por su proximidad a Rusia.
Al menos, la pandemia parec¨ªa un episodio a olvidar. Tras m¨¢s de mil d¨ªas pr¨¢cticamente sellada al mundo, China, la ¨²ltima gran potencia aferrada a una lucha sin cuartel contra el coronavirus, hab¨ªa abandonado la pol¨ªtica de cero covid. Reabri¨® sus fronteras en enero de 2023. Comenz¨® a dar visados con normalidad en marzo. En julio lleg¨® el momento de retomar el camino. En el gigante asi¨¢tico se percib¨ªa el mismo aire festivo y de renacimiento que flotaba en Europa cuando el tren sali¨®, dos a?os antes, de Chamart¨ªn. Los ferrocarriles iban repletos, el pa¨ªs rebosaba de turistas. Pero apenas se ve¨ªan extranjeros.
La reconexi¨®n con el exterior era a¨²n una tarea pendiente. Aunque en la localidad de Khorgos se la tomaban en serio. Nana, una mujer china de mediana edad, etnia kazaja y representante del departamento de Exteriores local, pronunci¨® un discurso tras ofrecer la degustaci¨®n de unos platos t¨ªpicos de tallarines: ¡°Espero que la amistad de Espa?a y China dure para siempre para el estable y pac¨ªfico desarrollo de los pueblos y los pa¨ªses. Xinjiang es un buen lugar. Si no vienes, no lo sabes. La gente aqu¨ª es hermosa. Y la comida, sabrosa¡±.
Khorgos era un antiguo paso de camellos ubicado en la regi¨®n aut¨®noma de Xinjiang, en el extremo oeste de China. Se estaba convirtiendo en el im¨¢n econ¨®mico de una comarca humilde. Atra¨ªa a gente joven en busca de empleo y parec¨ªa inmersa en un boom inmobiliario. El motor del desarrollo era el paso del tren de mercanc¨ªas rumbo a Europa y Asia Central, y el Centro de Cooperaci¨®n Internacional Transfronterizo, una zona de libre comercio que pertenec¨ªa a China y Kazajist¨¢n, hab¨ªa reabierto tras tres a?os. Al recinto, vallado como un pa¨ªs diminuto, pod¨ªan acceder ciudadanos de ambas naciones. La frontera pasaba por el medio. En el suelo, una franja marcaba la linde, y los visitantes se retrataban con un pie a cada lado. Entre el ajetreo de embalajes, unas comerciantes contaron que hab¨ªan venido de lejanos pueblos kazajos a comprar 30 kilos de s¨¢banas; unos chinos curioseaban entre extravagantes productos cosm¨¦ticos (un blanqueante de leche de camello). Se vend¨ªa de todo. De relojes caros a motos el¨¦ctricas. ¡°A¨²n se est¨¢ recuperando¡±, cont¨® Guo Liang, uno de los responsables. Defini¨® el lugar como una ¡°plataforma en peque?o¡± de la nueva ruta de la seda.
Entre sus moradores hab¨ªa historias de ida y vuelta, como la de Lucia Hu: mujer china de 44 a?os, mirada viva, regentaba un local llamado El Caf¨¦ de la Ruta de la Seda, serv¨ªa un expreso insuperable en esta zona remota, hablaba italiano. A los 11 a?os se march¨® con su familia a Mil¨¢n y Roma, montaron negocios, les fue bien, se cas¨® con otro chino emigrado, tuvieron hijos; un d¨ªa les hablaron de este lugar y decidieron regresar. ¡°Italia, entonces, era un buen sitio, igual que ahora lo es China¡±, dijo, y enseguida el joven se?or Shan a?adi¨® que era hora de marcharse a la siguiente cita.
El se?or Shan era la persona del departamento de propaganda encargada de pastorear a la pareja de periodistas, tarea que cumpli¨® de forma excelente: sin dejar un minuto libre. Antes del desayuno, ya hac¨ªa acto de presencia en el hotel, y guiaba de un lado a otro sin despegarse, con todo planificado hasta ¨²ltima hora, cuando, de regreso al alojamiento, insist¨ªa: ¡°Est¨¢is muy cansados¡±. Iba siempre acompa?ado de otro hombre silencioso. La ¨²ltima noche, tras una cena tradicional, se empe?aba en brindar con baijiu, un licor que quemaba la garganta. ¡°Khorgos tiene muchas oportunidades¡±, dijo. Al d¨ªa siguiente nos condujo hasta la mism¨ªsima puerta del tren.
En el coche-cama rumbo a Urumqi, la capital de Xinjiang, reinaba un animado guirigay. Viajaba un pastor de la minor¨ªa musulmana uigur, que apenas hablaba mandar¨ªn, y, en las literas de enfrente, iban tres chicas calladas, hasta que una ofreci¨® unos dulces y se gener¨® ese hermanamiento de quienes comparten trayecto. Una narr¨® sus excursiones por la regi¨®n, otra iba en busca de trabajo a la ciudad. De noche se iluminaron sus m¨®viles y escanearon los c¨®digos QR de sus WeChat, el WhatsApp chino, para seguir en contacto.
El tren lleg¨® a Urumqi, la visita fue fugaz. A las afueras de la urbe, de m¨¢s de cuatro millones de habitantes, hab¨ªa nudos de autopistas con banderolas chinas y crec¨ªan bloques de viviendas cl¨®nicos; muchos, a¨²n sin acabar, ten¨ªan un aire fantasmag¨®rico. Surg¨ªa una urbe moderna donde la vida parec¨ªa casi normal: estaciones de polic¨ªa cada poco, veh¨ªculos blindados coronados por tipos con fusiles de asalto en cruces y centros comerciales. Para acceder al Gran Bazar, principal reclamo tur¨ªstico, hab¨ªa que pasar un control de seguridad. Estaba totalmente reconstruido. La mezquita no permit¨ªa entrar a extranjeros. En lo alto de una torre similar a un minarete hab¨ªa un letrero: ¡°Bajo la direcci¨®n del socialismo con caracter¨ªsticas chinas de Xi Jinping, luchar para realizar el sue?o del renacimiento de la gran naci¨®n china. Amplio territorio, infinito paisaje. Xinjiang es un buen lugar¡±. Que esta regi¨®n violentada por un conflicto ¨¦tnico era especial, uno empezaba a darse cuenta muy pronto.
En el mejor emplazamiento del bazar ten¨ªa una tienda de recuerdos el Cuerpo de Producci¨®n y Construcci¨®n de Xinjiang (CPCX). La Uni¨®n Europea, que la defini¨® como ¡°una organizaci¨®n econ¨®mica y paramilitar estatal¡±, sancion¨® en 2021 a su oficina de Seguridad P¨²blica como responsable de ¡°detenciones arbitrarias a gran escala y tratos degradantes infligidos a uigures y personas de otras minor¨ªas ¨¦tnicas musulmanas, as¨ª como de violaciones sistem¨¢ticas de su libertad de religi¨®n o creencias, vinculadas [a] un programa de vigilancia, detenci¨®n y adoctrinamiento a gran escala¡±, adem¨¢s de su ¡°utilizaci¨®n sistem¨¢tica¡± como ¡°mano de obra forzada¡±. La ONU asegur¨® en 2022 que Pek¨ªn pudo cometer aqu¨ª cr¨ªmenes contra la humanidad. China, que suele contestar que est¨¢ llevando a cabo de forma exitosa una pol¨ªtica antiterrorista y considera las acusaciones parte de una campa?a de Occidente para contener su desarrollo, replic¨® con contrasanciones a parlamentarios de la UE, entre otros.
El Gran Bazar parec¨ªa destinado a transmitir que esto era territorio pacificado al que se pod¨ªa venir de visita. Seg¨²n un diplom¨¢tico europeo que hab¨ªa estado sobre el terreno, China estaba convirtiendo Xinjiang en ¡°un lugar destinado al turismo¡±, al que venir a admirar una ¡°diversidad asimilada¡± por parte de la etnia han (mayoritaria en China). El coste, a?adi¨®, era el borrado de la cultura. Seg¨²n ¨¦l, en esta regi¨®n se ve¨ªa ¡°el trauma en los ojos de la gente¡±.
Entrevistar era casi imposible con un veh¨ªculo siguiendo a los periodistas. Hab¨ªa m¨¢s cosas fuera de norma: las gasolineras, valladas, solo permit¨ªan el paso de una persona al volante; el resto esperaba fuera; las carreteras secundarias estaban repletas de carteles propagand¨ªsticos: ¡°La cultura china es el tronco principal. La cultura de varias nacionalidades son ramas y hojas. Solo cuando las ra¨ªces son profundas pueden florecer las hojas y las ramas¡±.
El paisaje, en contraste, es espectacular en esta provincia que ocupa una sexta parte de China y donde confluyen las monta?as del Cielo (Tian Shan) y los desiertos del Gobi y Takla Makan. Los surcos de los Montes Flameantes reverberan al sol. Las vastas extensiones de lija est¨¢n moteadas de bombas extractoras de petr¨®leo. La regi¨®n es rica en hidrocarburos y cuenta con reclamos tur¨ªsticos conectados con la Ruta de la Seda.
El tren lleg¨® a Turpan, una de las mayores y m¨¢s calurosas depresiones del planeta. All¨ª se pod¨ªa pasear entre las ruinas de Jiaohe, una ciudad de hace 2.300 a?os, cuyos edificios fueron excavados en la tierra. Aquel oasis lleg¨® a albergar a miles de personas, fue un importante centro de comercio; recordaba a los modernos pueblos surgidos en torno al tren. Hoy no era m¨¢s que polvo.
En una sombra, donde serv¨ªan rodajas de sand¨ªa, el pintor Liu Zheng Xing, de 71 a?os, cont¨® que hab¨ªa estado recorriendo la Ruta de la Seda en busca de inspiraci¨®n. Con el cuaderno lleno de bosquejos, defini¨® estos caminos como un punto de encuentro de doble sentido: ¡°Permitieron a China y al mundo desarrollarse¡±. Hab¨ªa pasado por Yangguan, por donde segu¨ªa el tren rumbo a Yiwu. Era una antigua fortaleza en el extremo occidental del imperio chino. La amenaza, entonces, ven¨ªa de estos desiertos del noroeste.
Wang Wei, poeta de la dinast¨ªa Tang, hab¨ªa escrito: ¡°Apuremos otra copa de vino. Pues, ya al oeste del paso de Yangguan, no habr¨¢ m¨¢s amigos¡±.
La ¨¦poca Tang (siglos VII al X) fue una de las de mayor esplendor. Su capital, Changan, fue la ciudad m¨¢s poblada del mundo, con m¨¢s de un mill¨®n de habitantes. All¨ª ten¨ªa su origen la Ruta de la Seda. Hoy llamada Xian, en mayo fue elegida por Xi Jinping para celebrar una cumbre con los presidentes de los cinco pa¨ªses de Asia Central, claves en la iniciativa de la Franja y la Ruta. La inauguraci¨®n, celebrada en un parque tem¨¢tico llamado Tang Paradise, con un aire Disney pero oriental, destil¨® una imagen de poder ancestral.
En verano, Xian bull¨ªa de turistas. Las colas para subir a la muralla eran infinitas. Cientos de m¨®viles registraban cada segundo. En las viejas calles del barrio musulm¨¢n se mezclaban los olores del calamar a la brasa y los roujiamo, parecidos a un kebab; su trazado de piedra llegaba a la Gran Mezquita, donde se fund¨ªan el mundo isl¨¢mico y el asi¨¢tico. A las puertas, un vendedor ofrec¨ªa camisetas con otra fusi¨®n: un retrato de Barack Obama con la visera comunista. ¡°Oba Mao¡±.
¡°?Los comunistas lo lograron!¡±, dijo Javier C¨¢ceres, un empresario peruano radicado en China desde 1994, junto a la nave que alberga los guerreros de terracota, a las afueras de Xian. El lugar estaba repleto. Hab¨ªa que atravesar un muro de personas hasta llegar al otro lado, donde se desplegaban las columnas de soldados. C¨¢ceres dijo que Pek¨ªn se hab¨ªa convertido en un modelo atractivo para los pa¨ªses de Latinoam¨¦rica. Mientras all¨¢ segu¨ªan perdidos en el debate entre comunismo y capitalismo, a?adi¨®, China hab¨ªa logrado superar las contradicciones con su propia versi¨®n.
Bajo el mandato de Xi se hab¨ªa impulsado adem¨¢s una reconexi¨®n con el pasado. Durante a?os, se rompi¨® con esa herencia hist¨®rica. Ahora Pek¨ªn buscaba ¡°integrar los principios b¨¢sicos del marxismo con la excelente cultura tradicional china¡±, seg¨²n la doctrina oficial. En esta ciudad se estaba forjando ese cambio. ¡°Aqu¨ª se viene a experimentar la historia¡±, dijo el due?o de una agencia de viajes. Por todas partes se ve¨ªan turistas disfrazados de la ¨¦poca Tang. Este cosplay con tintes hist¨®ricos era un fen¨®meno en toda China.
El arque¨®logo Wang Jianxin, cuya juventud fue impactada por la Revoluci¨®n Cultural con sus campa?as contra el pasado, reconoci¨® que esto de los disfraces era una ¡°paradoja¡±. Nos recibi¨® en su despacho de la Universidad Northwest de Xian. Ten¨ªa una melena blanca y cejas pobladas, y se dedicaba a investigar los albores de la Ruta de la Seda. Con Pek¨ªn volcado en su megaprograma de inversiones, se hab¨ªan multiplicado los fondos para proyectos relacionados con los caminos ancestrales. Wang lideraba la primera gran excavaci¨®n china fuera de sus fronteras, en el valle de Fergana (Uzbekist¨¢n). Su trabajo ten¨ªa una ¡°perspectiva oriental¡±. Durante a?os, explic¨®, China hab¨ªa quedado fuera de la investigaci¨®n sobre la Ruta de la Seda, liderada por Occidente y Rusia. ¡°Dado que [estos caminos] son un canal de intercambio, su estudio deber¨ªa tener ambas perspectivas¡±; ¡°China no deber¨ªa estar ausente¡±, dijo. ¡°De otra forma nuestro conocimiento de la Ruta de la Seda podr¨ªa ser muy parcial o incluso err¨®neo¡±.
El viaje continuaba, el tren bala vol¨® a Chongqing.
En mitad de un parque log¨ªstico, una escultura de un cero plateado mostr¨® el punto de partida del primer ferrocarril de mercanc¨ªas entre China y Europa. Sali¨® en 2011 cargado con port¨¢tiles desde esta megaurbe de m¨¢s de 30 millones de habitantes, y lleg¨® hasta Duisburgo (Alemania). La v¨ªa era prometedora en una ciudad volcada a las exportaciones tecnol¨®gicas, donde se establecieron, entre otros, Hewlett-Packard y Foxconn, uno de los principales fabricantes de Apple. Ahora rondaban los 6.000 ferrocarriles anuales a Europa. Entre lo ¨²ltimo que hab¨ªan comenzado a mandar en tren a la UE, cont¨® Han Chao, el director general adjunto del Parque Log¨ªstico Internacional, estaban los veh¨ªculos el¨¦ctricos, uno de los art¨ªculos m¨¢s temidos por Bruselas, que abri¨® en septiembre una investigaci¨®n sobre los supuestos subsidios estatales de Pek¨ªn al sector. En China, principal fabricante y exportador de estos veh¨ªculos, ya se ve¨ªan por todas partes.
Chongqing es un buen punto de observaci¨®n del desarrollo chino. En una zona residencial se permit¨ªa de forma experimental la circulaci¨®n de robotaxis creados por Baidu (el Google chino). Subir resultaba toda una experiencia: no hubo sobresaltos, el volante se deslizaba suavemente de forma aut¨®noma, en ning¨²n momento super¨® los 54 kil¨®metros por hora.
La urbe ten¨ªa un punto futurista, impresionaba su skyline de rascacielos, recordaba a Manhattan. En la orilla se ergu¨ªa un reciente complejo de torres, tres de ellas interconectadas por un tubo suspendido donde hab¨ªa hoteles, restaurantes y pubs. Desde lo alto se pod¨ªan contemplar los barquitos mercantes navegando por el Yangtz¨¦. En uno de los rascacielos centelleaba un eslogan del ¡°socialismo con caracter¨ªsticas chinas¡±: ¡°Nueva era, nuevo camino¡±.
El tren bala sigui¨® desandando el camino. Zumb¨® junto a la presa de las Tres Gargantas, el mayor proyecto hidroel¨¦ctrico del mundo. Ambos ¡ªtren y presa¡ª son exponentes del hiperdesarrollo volcado en infraestructuras de Pek¨ªn; la iniciativa de la Franja y la Ruta ha exportado ese modelo. Sus bancos financian proyectos y sus empresas los construyen con mano de obra cualificada china desplazada, situaci¨®n que algunos analistas tachan de ¡°neocolonialismo¡±. Pek¨ªn replica que ha ayudado a crear 3.000 proyectos de cooperaci¨®n, 420.000 empleos locales y contribuido a sacar de la pobreza a millones de personas.
China es el pa¨ªs del mundo con m¨¢s kil¨®metros de tren de alta velocidad. Pero perdi¨® el tren de la revoluci¨®n industrial. La primera gran l¨ªnea ferroviaria de larga distancia no fue inaugurada hasta 1905; una odisea ingenieril de 1.214 kil¨®metros dirigida y financiada por potencias europeas (B¨¦lgica y Francia). China viv¨ªa sumida en lo que denomina el ¡°siglo de humillaci¨®n¡± que sigui¨® a su derrota en las guerras del Opio frente a Inglaterra y Francia. Aquella primera gran l¨ªnea iba de Pek¨ªn a Hankou, en el centro del pa¨ªs, que se convertir¨ªa en un vector industrial y crecer¨ªa hasta fusionarse con las vecinas Wuchang y Hanyang en una conurbaci¨®n de 11 millones de habitantes con un nuevo nombre que muchos en Occidente conocieron a principios de 2020: Wuhan.
La vieja estaci¨®n de la l¨ªnea Pek¨ªn-Hankou, hoy cerrada, se encuentra en un barrio que conserva aroma europeo. Se la ve chiquitita, rodeada de bloques de viviendas de 30 plantas. A la puerta, unos vecinos juegan al mahjong. No muy lejos de all¨ª se encuentra la nueva estaci¨®n, aquella en la que Laurent Chu, el primer diagnosticado de covid en Europa, cree que pudo contagiarse. A un par de manzanas se encuentra el mercado mayorista de mariscos de Huanan, donde se detect¨® el primer foco. Sigue clausurado tras un port¨®n azul. Por la rendija, si uno acerca el ojo, se ve el pasillo donde se encontraban los vendedores. Enseguida, un vigilante espanta a los curiosos.
La pol¨ªtica de cero covid, con su combinaci¨®n de control hipertecnol¨®gico y macroconfinamientos, marc¨® al pa¨ªs. El Gobierno la dej¨® caer tras una ola de protestas lideradas por j¨®venes. Muchos opinan que dur¨® demasiado. A la salida de un concierto de punk (estilo que peg¨® fuerte en esta ciudad industrial), L., una cineasta, aport¨® una explicaci¨®n: en China, con su gigantesco sistema de jerarqu¨ªa burocr¨¢tica, alguien de arriba da una orden, y cada nivel inferior en la pir¨¢mide le confiere mayor rigurosidad porque nadie quiere ser responsable si pasa algo. Al llegar a los ciudadanos apenas queda margen: ¡°Solo podemos sobrevivir¡±.
?ltimo tren nocturno. Los cr¨ªos jugaban por el pasillo, los adultos sal¨ªan a fumar entre vagones, en el coche restaurante serv¨ªan un plato b¨¢sico de arroz y pollo. Era una experiencia comunal ya poco frecuente. Sentado en la litera, un ingeniero de qu¨ªmica jubilado, de 78 a?os, contaba que trabaj¨® en una compa?¨ªa de tierras raras, recursos cr¨ªticos convertidos en otro punto de fricci¨®n con Occidente. La conversaci¨®n vir¨® hacia la geopol¨ªtica. En su opini¨®n, ahora que su pa¨ªs se hab¨ªa desarrollado, EE UU quer¨ªa ¡°frenar su ascenso¡±. No descart¨® una guerra. ¡°Si la hay va a haber bajas en ambos bandos¡±. Una funcionaria hab¨ªa confiado poco antes, al hilo de las tensiones con Washington: ¡°Necesitamos comunicaci¨®n¡±.
El expreso amaneci¨® en Shangh¨¢i, tocaba hacer transbordo; enseguida quedaron atr¨¢s los rascacielos y el tren discurri¨® sobre campos de arroz. Se anunci¨® la parada. Al descender, un cartel dio la bienvenida: ¡°Welcome to Yiwu¡±. Era, dos a?os despu¨¦s, la ¨²ltima estaci¨®n.
FOTOGALER?A: Yiwu, el gran bazar, final de viaje
Yiwu es un lugar ¨²nico. Por sus calles deambulan mercaderes de todos los rincones del globo. Hay caf¨¦s de estilo ¨¢rabe, donde hombres de grandes narices y espesas barbas fuman el narguile; en otros se sientan mujeres africanas con tocados y vestidos coloridos. La gente es habladora, ofrecen su tarjeta, hablan de una f¨¢brica en las afueras, enseguida quieren saber qu¨¦ quieres importar. La urbe gira en torno al Centro Internacional de Comercio, el mayor mercado de venta de productos al por mayor del planeta. El lugar es inmenso, recuerda a una terminal de aeropuerto; est¨¢ formado por una sucesi¨®n de edificios conectados y atravesar sus puertas supone comenzar un viaje lis¨¦rgico a las tripas del comercio global. En su interior, como celdas de una ciudad colmena, se despliegan 75.000 peque?os puestos que venden 2,1 millones de productos diferentes. Si uno dedicara un minuto a cada local, tardar¨ªa 52 d¨ªas en recorrerlo. De aqu¨ª sale el 60% de la decoraci¨®n navide?a del mundo. Por sus corredores pasean indios, malienses, nigerianos, jordanos, locales. Se ve gente sesteando, agotada. ¡°Yiwu es como una tierra ¨¢rabe en China¡±, dijo Tommy, un exportador egipcio de material de cocina.
En un extremo hab¨ªa un local con productos espa?oles (ib¨¦ricos, vinos, aceite) cuyo due?o, Enrique Zhou, de 41 a?os, cont¨® su historia en espa?ol. En los noventa emigr¨® con su familia a Madrid; regentaron un comercio mayorista en Tirso de Molina, luego se trasladaron a Cobo Calleja, en Fuenlabrada, uno de los grandes puntos de distribuci¨®n de productos chinos de Europa. Importaban desde Yiwu. Un d¨ªa de 2014, le preguntaron si quer¨ªa enviar productos en una ruta de tren experimental. ¡°No lo cre¨ªamos, ?un tren de 13.000 kil¨®metros?¡±.
¡ª?Qu¨¦ envi¨®?
¡ªCosas de Navidad.
Y en el origen de todo, sentado al mando de una locomotora naranja, se encontraba Huang Wei. El interior de la cabina vibraba, se llen¨® de olor a combustible. Huang, con su uniforme azul y su visera de maquinista, avis¨®: ¡°Va a empezar a hacer mucho calor¡±. La radio escup¨ªa mensajes con voz galvanizada mientras ¨¦l ejecutaba el mec¨¢nico ritual: se?alaba con dos dedos los cuadros del salpicadero, miraba por la ventanilla, presionaba un bot¨®n, pulsaba un par de interruptores, tomaba los mandos y entonces la m¨¢quina se pon¨ªa lentamente en marcha. Verle resultaba hipn¨®tico. ¡°Lo adoro¡±, dijo. ¡°Era mi sue?o de ni?o¡±.
Huang, de 49 a?os, comenz¨® en 1993 como maquinista en Yiwu. Fue la persona que condujo el primer tramo del tren de la ruta Yiwu-Madrid en 2014. Recordaba que hubo muchos medios de comunicaci¨®n aquel d¨ªa. Al principio no pens¨® que fuera demasiado relevante. ¡°Solo un tren de mercanc¨ªas internacional¡±. Con el tiempo se hab¨ªa dado cuenta de que era ¡°una pieza importante¡± de la Franja y la Ruta. Defini¨® la iniciativa como ¡°un puente que conecta pa¨ªses¡± y habl¨® del ¡°orgullo y honor¡± por su trabajo. En la pechera le brillaba un pin del Partido Comunista chino. Cuando se jubilara, a?adi¨®, le gustar¨ªa viajar a Madrid recorriendo los pa¨ªses por donde pasaban las mercanc¨ªas, y conocer al maquinista espa?ol que recibi¨® el primer env¨ªo. ¡°Para entonces seremos bastante viejos¡±, sonri¨®.
La locomotora ya hab¨ªa enganchado una larga ristra de contenedores. Se trataba de cajas reci¨¦n llegadas del extranjero que Huang deb¨ªa trasladar a la aduana. A veces tambi¨¦n le tocaba pasar el ¨²ltimo testigo. Retom¨® el ritual, movi¨® la palanca y el tren se desplaz¨® por las v¨ªas. En un momento dado, alrededor solo se ve¨ªan contenedores. All¨ª solt¨® la carga. Era el final del camino.