Encerrados con un candado en el dormitorio por miedo a su hijo
Un matrimonio que tiene problemas de convivencia con un adolescente de 16 a?os con autismo y conducta violenta pide a la Administraci¨®n una f¨®rmula de acogimiento, pero choca con un vac¨ªo legal
Francisco Gil, un inform¨¢tico de 49 a?os, y su mujer, psic¨®loga social, que tiene un a?o m¨¢s, nunca imaginaron vivir algo parecido. La esposa de Francisco no quiere dar su nombre y delega el relato de los hechos en ¨¦l. El matrimonio tiene tres hijos, y los dos mayores (21 y 18 a?os) se han ido de casa por la misma causa: el peque?o, Pablo (nombre figurado), de 16. Cada noche el matrimonio cierra su habitaci¨®n con un candado para evitar una agresi¨®n de su hijo: tiene un 88% de discapacidad, un trastorno del espectro autista (TEA) y problemas de conducta. En otros casos, la situaci¨®n puede ser gestionada por los padres, pero no en el caso de Pablo: mide casi dos metros y pesa 100 kilos. Por eso cuando enfurece es complicado de dominar. Francisco Gil puede mostrar cuatro partes de lesiones, dos denuncias a la polic¨ªa municipal y tres hospitalizaciones psiqui¨¢tricas por las agresiones sufridas de su hijo. Todo ello, durante los ¨²ltimos siete meses.
Y no pueden m¨¢s. Est¨¢n agotados. Toman antidepresivos. Viven pendientes de un hilo. Quieren a Pablo, pero no pueden gobernarlo desde que cumpli¨® 14 a?os, su envergadura f¨ªsica tom¨® esas proporciones y empez¨® a volverse agresivo. Necesitan que alguien, una instituci¨®n, un centro especializado, se haga cargo de ¨¦l, pero su caso no est¨¢ contemplado mientras sea menor de edad: prevalece su derecho al tener una discapacidad. Hay un vac¨ªo legal. Esa es la respuesta de la Comunidad de Madrid, de la Consejer¨ªa de Pol¨ªticas Sociales. As¨ª que su ¨²ltimo recurso es hacerlo p¨²blico. Y es duro para unos padres confesar que tienen miedo a su hijo. Ahora, como ¨²ltima bala, la familia ha presentado dos denuncias ante la Fiscal¨ªa de menores para ver si logran que un juez ordene que Pablo ingrese en alguna residencia. Tienen cita el 8 de mayo para declarar en calidad de ¡°perjudicados¡±.
¡°La situaci¨®n se ha vuelto tan peligrosa que hemos decidido ceder la guarda a la Comunidad de Madrid para que pueda entrar en uno de los centros residenciales que tiene para menores con discapacidad¡±, explica Francisco. ¡°Pero no nos lo han concedido¡±, denuncia. Los centros a los que se refiere Francisco son solo accesibles para menores que han sido separados de sus familias para proteger al menor. ¡°La ley proh¨ªbe expresamente que las medidas de protecci¨®n se dicten por una situaci¨®n que afecta a los padres, no al ni?o, es decir, que el menor no requiera ser protegido de sus padres, y que se le guarde o tutele por el hecho espec¨ªfico de que tenga una discapacidad, enfermedad mental o trastorno del espectro autista¡±, ha respondido la Consejer¨ªa de Familias y Pol¨ªticas Sociales de la Comunidad de Madrid. Hasta que Pablo no cumpla los 18 a?os, no podr¨¢ acceder a las residencias p¨²blicas que ofrece la regi¨®n para personas con TEA.
El matrimonio vive en el distrito de Chamber¨ª. Francisco relata c¨®mo lleva tres a?os con la guardia alta, preparado para saltar delante de Pablo si se abalanza sobre la madre, porque dice que el chaval tiene especial fijaci¨®n con ella, pero tambi¨¦n ataca a sus otros dos hijos, que han tenido que irse de casa. Francisco ejerce de guardaespaldas que lo acompa?a en sus rutinas diarias, necesarias para que no se altere. Es al que m¨¢s respeta, cuenta, quiz¨¢s porque es el que le da la comida, aunque en una ocasi¨®n le dej¨® ¡°seminconsciente a cabezazos¡± y casi le ¡°arranca el pulgar¡±. Con cuidado, todas las ma?anas lo despierta, le da el desayuno, lo asea, le ayuda a vestirse, le da el bocadillo que ha preparado su mujer y lo acompa?a hasta el coche. Ah¨ª llega el turno de la madre, que ejerce de ch¨®fer. Es el ¨²nico momento en el que madre e hijo se quedan solos; separados por una pantalla de pl¨¢stico que utilizan como barrera improvisada de seguridad por si se lanza a por ella.
La madre tiene siempre un ojo en la carretera y otro en su hijo. Si empieza a notar los signos de alerta ¡ªpalabras que repite y que solo entienden ellos¡ª la mujer desliza la mano por una abertura del pl¨¢stico con una pastilla y le dice: ¡°Toma, un caramelo¡±. Cuando consiguen llegar al colegio especializado en menores con TEA, llega el momento cr¨ªtico: la madre tiene que acompa?ar a Pablo hasta la puerta, lo que a veces le ha costado que el joven ¡°la arrastre por el suelo, le arranque hasta el 20% del pelo y la muerda con fuerza¡±. A la salida, el personal del colegio acompa?a al joven hasta el coche y su madre lo lleva a la puerta de casa, donde espera su padre con un bollo o una bolsa de patatas, ¡°como marca la rutina¡±, asegura. Y explica que salt¨¢rsela les cuesta ¡°palizas brutales¡± que se han llegado a repetir todos los meses. Cuando no tiene campamento urbano, Francisco se lo lleva al metro a ver trenes: ¡°Le alucinan, nos quedamos un rato en la estaci¨®n y luego cogemos el metro y damos un paseo por el suburbano¡±.
A veces reciben el apoyo de un asistente, gracias a una ayuda que reciben de la Comunidad de Madrid de 750 euros al mes. La familia tambi¨¦n ha intentado internar a Pablo en alg¨²n centro m¨¦dico de media estancia, pero el ¨²nico que admite a menores de edad en la comunidad es el Hospital Mentalia de Guadarrama. Este hospital, en concreto, no admite a pacientes con patolog¨ªa dual como es el caso de Pablo, que tiene autismo y una discapacidad grave. As¨ª que queda por esperar a la denuncia presentada ante la Fiscal¨ªa de menores.
Las personas con TEA no son, ni de lejos, necesariamente violentas, explican los expertos. Cada caso es ¨²nico: son trastornos diversos del desarrollo neurol¨®gico que afectan a la forma de relacionarse de los que los padecen. Ana Vidal, coordinadora de la asociaci¨®n de personas con autismo ProTGD, reconoce que durante la adolescencia algunos j¨®venes desarrollan conductas violentas por ser una etapa complicada y por sus dificultades para comunicarse. Tanto ella como Luis Simarro, psic¨®logo especialista en autismo que ha tratado a Pablo y a su familia, afirman que estos casos son excepcionales. ¡°Pero cada vez se detectan m¨¢s casos de menores con autismo, as¨ª que cada vez es m¨¢s probable que pase¡±, apunta el psic¨®logo. La presencia del alumnado con TEA en la educaci¨®n no universitaria se ha duplicado en los ¨²ltimos 10 a?os, seg¨²n los datos de la Confederaci¨®n de Autismo de Espa?a.
Ceder la guarda
Si Pablo fuese mayor de edad, podr¨ªa solicitar acceder a una de las siete residencias concertadas de la Comunidad de Madrid para personas con discapacidad intelectual, alto nivel de dependencia y graves alteraciones de conducta, o a las otras 10 espec¨ªficas para personas con TEA, que tienen entre 20 y 30 plazas cada una. ¡°Claro que nos duele ceder la guarda, pero no significa que le abandonemos, queremos poder visitarle y pasar tiempo con ¨¦l¡±, explica el padre. Ceder la guarda del menor contempla que ya no residir¨ªan con ¨¦l, pero seguir¨ªan teniendo su patria potestad. De hecho, son muy pocos los padres que ceden la guarda de sus hijos voluntariamente, seg¨²n explica una portavoz del Ministerio de Pol¨ªticas Sociales: ¡°Se da en casos en los que, por ejemplo, el ni?o tiene una enfermedad rara y el tratamiento es muy caro como para que lo financien los padres¡±. ¡°Es m¨¢s habitual que se declaren en desamparo¡±, a?ade, lo que supone perder la patria potestad del hijo.
Pablo debe tomar 25 pastillas al d¨ªa. Antes de salir de casa, ya se ha tomado unas cinco: para tratar la epilepsia que sufre, para contrarrestar los efectos secundarios de esa medicaci¨®n y para que est¨¦ tranquilo. ¡°Y le han quitado ocho¡±, matiza Francisco. ¡°Es la ¨²nica forma de tratarle, hemos probado todas las terapias que existen y hemos acudido a decenas de m¨¦dicos, pero ninguno ha conseguido ayudarle con su conducta¡±
La ¨²ltima pastilla que toma al d¨ªa es una de melatonina medicinal, que le tumba por las noches. Antes de incluir esta p¨ªldora, sus padres cuentan que no pod¨ªan dormir tranquilos. El joven se despertaba y, o agred¨ªa al hermano mediano, con el que compart¨ªa habitaci¨®n, o bien se escapaba de casa. Ahora, adem¨¢s de la p¨ªldora, se encierran en la habitaci¨®n. Porque si no, ni descansan, asegura la madre: ¡°Hasta que no nos encerramos no puedo dormir¡±.
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