Ni grandilocuencia ni espect¨¢culo gratuito: otra alta costura es posible
La aproximaci¨®n a este exclusivo sector de Demna en Balenciaga o de Nicolas Di Felice en Jean Paul Gaultier demuestra en los desfiles de Par¨ªs que hay alternativas para desplegar la creatividad y la artesan¨ªa fuera de los senderos tradicionales de la moda
Una camiseta gris, unos vaqueros con un patr¨®n que hac¨ªa creer que ten¨ªan una cazadora anudada a la cintura y un sombrero sobredimensionado, muy similar a los que Demna sac¨® en su primera colecci¨®n de alta costura, hace tres a?os, y que remiten directamente a lo que todos recuerdan de Crist¨®bal Balenciaga. Llevamos, m¨¢s o menos, 20 a?os escribiendo art¨ªculos (ahora tuits o posts de Instagram) sobre el sentido de la alta costura: si la forma de moda m¨¢s antigua y exclusiva que existe necesita o no modernizarse, si beneficia o no a seg¨²n qu¨¦ marcas invertir en ese despliegue creativo y artesanal para mantener un aura que les permite (o no) recuperar la inversi¨®n vendiendo bolsos y zapatos; si siguen teniendo un p¨²blico capaz de pagar cinco y hasta seis cifras por un vestido ¨²nico a medida. Pero lo cierto es que durante esta semana de la alta costura de Par¨ªs, que tambi¨¦n es la de las presentaciones de alta joyer¨ªa, muchas de esas joyas ¨²nicas que ocultan el trabajo de un a?o y que a veces superan el mill¨®n de euros ya est¨¢n compradas, antes incluso de ense?arlas. Lo que prueba que hay gente ah¨ª fuera, que hay demanda, aunque en tiempos en los que el lujo parece enfrentarse a una recesi¨®n es l¨®gico que ese uno porciento prefiera invertir en joyas y relojes mucho antes que en bolsos o vestidos de firma.
En cualquier caso, la presentaci¨®n de la colecci¨®n de alta costura n¨²mero 53 de Balenciaga, la cuarta de Demna, comenzaba con vaqueros y camiseta gris y se cerraba con un vestido de novia de 47 metros de nailon drapeados sobre el cuerpo de la modelo una ahora antes del desfile. Porque pocas prendas permanecen m¨¢s que un pantal¨®n vaquero y pocas son tan ef¨ªmeras como un vestido de novia, aunque culturalmente nos hagan creer justo lo contrario. Desde el primer momento en que Demna comenz¨® a hacer alta costura se aproxim¨® a ella con la extra?eza y la distancia que necesita este negocio, en el que un organismo gubernamental franc¨¦s decide desde hace m¨¢s de un siglo qui¨¦n puede desfilar y qui¨¦n no. Para ¨¦l, la costura, es decir, el grado m¨¢s sublime que puede experimentar el dise?o de moda, tiene que ver m¨¢s con la experimentaci¨®n en los materiales, telas que permitan la rigidez o la fluidez extremas, que con la profusi¨®n de elementos decorativos; m¨¢s con la creatividad extrema que con las manos que cosen pluma a pluma un vestido. El sonido del desfile de este mi¨¦rcoles 26 de junio, ideado como siempre por su pareja, el artista Bfrnd, no era ni m¨¢s ni menos que un audio de gu¨ªa a la meditaci¨®n, el mismo que el creativo comentaba tras el desfile que utiliza a diario para conectar con su lado creativo. Fuera de las presiones (muchas) y de esos prejuicios (much¨ªsimos) que rodean a este oficio. Entrar a los hist¨®ricos salones de la avenida George V de la capital francesa y recibir pautas para respirar y dejar correr los pensamientos era, en el fondo, una invitaci¨®n a desembarazarse de todas las ideas preconcebidas que, conscientes o no, los invitados a este tipo de desfiles llevan consigo.
Para Demna, que creci¨® combinando y superponiendo prendas por necesidad (es refugiado y huy¨® de su casa con casi nada), hacer una colecci¨®n de alta costura es no olvidar esa idea y trabajarla con un equipo creativo y de artesanos capaz de anudar mangas hasta hacer un vestido de noche o de coser camisetas hasta crear una prenda voluminosa que evoca, a su manera, al Crist¨®bal obsesionado con las pinturas de Zurbar¨¢n. Es conocer al dedillo el archivo del creador espa?ol y reverenciarlo en los tejidos, las dimensiones o las t¨¦cnicas, pero sin olvidar por qu¨¦ y c¨®mo hace ¨¦l moda: con la calle (y no en sentido abstracto, sino en el del peat¨®n concreto) como principal fuente de inspiraci¨®n, con las subculturas juveniles elevadas a la categor¨ªa de costura, con el objeto cotidiano convertido, a la manera de Warhol, en objeto de culto. Muchos consideran que su moda es repetitiva y la marca ha llegado a ese nivel de hast¨ªo que hizo, por ejemplo, que Gucci prescindiera hace dos a?os de Alessandro Michele (hoy en Valentino). Sin embargo, y salvando mucho las distancias, lo que une a los dos dise?adores no es el qu¨¦, sino el por qu¨¦ y el c¨®mo: ambos han sido capaces de crear una estructura, un modo de vestirse y de relacionarse con la ropa que va m¨¢s all¨¢ de la propia prensa concreta.
Si la gente compra camisetas con logos hackeados de Balenciaga es porque mucha gente, en los ¨²ltimos 10 a?os, ha vestido a la manera de Demna sin saber siquiera qui¨¦n es Demna. Solo hac¨ªa falta ver c¨®mo las celebridades que acudieron a la cita del mi¨¦rcoles estaban casi camufladas entre el resto del p¨²blico vestido de la firma, demostrando de alguna forma que llevar Balenciaga es algo similar a caracterizarse, a asumir un rol por encima de qui¨¦n lo est¨¦ llevando.
Horas despu¨¦s del desfile, el dise?ador mallorqu¨ªn Miguel Adrover acusaba en sus redes a Demna, no era la primera vez, de apropiarse de sus ideas, en concreto de su forma de combinar y superponer prendas consideradas ¡°banales¡± para moldear piezas de dise?o ¨²nicas. Fue Adrover quien, en una breve vuelta a las pasarelas en 2012, ide¨® una colecci¨®n basada en la idea de un accidente de avi¨®n que aterrizaba forzosamente en una isla remota y un grupo de supervivientes que usaban sus maletas, propias y ajenas, para desarrollar una forma completamente aut¨¦ntica y primigenia de relacionarse con la ropa. La idea no es tan distinta a la que Demna lleva manejando desde que creara Vetements, y el parecido de las im¨¢genes es m¨¢s que razonable, pero cabe preguntarse si la inspiraci¨®n pasa realmente a ser plagio cuando lo que se copia es una forma de ver el sistema y no un dise?o concreto. De ser as¨ª, buena parte de los dise?adores de las ¨²ltimas dos d¨¦cadas deber¨ªan pedir disculpas a Adrover, pero tambi¨¦n a Alexander McQueen, a Helmut Lang y, por encima de todo, a Martin Margiela.
No est¨¢ claro si introducir denim en una colecci¨®n de costura es modernizarla o no, pero lo que consigue es desembarazarla de esa imagen de majestuosidad y maximalismo que para bien o para mal acarrea desde su nacimiento, hace casi un siglo y medio, como si la sociedad, incluso la sociedad millonaria, no hubiera cambiado desde entonces. Por eso tambi¨¦n resulta un alivio que Nicolas Di Felice, actual director creativo de Courr¨¨ges, no respondiera a la invitaci¨®n de crear la colecci¨®n de alta costura de Jean Paul Gaultier como una forma de jugar a la nostalgia y, lo que es peor, de sacar partido a los talleres artesanos de la ense?a de una forma grandilocuente. En los cuatro a?os que Di Felice lleva en Courr¨¨ges ha obrado el milagro de volver a hacer relevante una firma demasiado anclada a un tiempo, los sesenta, y a una estetica, la de la era espacial y el auge del pr¨ºt-¨¤-porter. Si lo ha logrado es porque ha sabido crear un uniforme, juvenil, festivo, minimalista, pero al fin y al cabo un uniforme, algo complej¨ªsimo para cualquier dise?ador. ?l tambi¨¦n tiene una estructura, en este caso con prendas b¨¢sicas, casi siempre negras, cuyo patr¨®n tiene que ver m¨¢s con los matices que con el manierismo.
Y es con ese uniforme con el que ha vestido la colecci¨®n de Jean Paul Gaultier, estableciendo un di¨¢logo real, no una mera traducci¨®n o copia del archivo, en un desfile que comenzaba con modelos tapadas con gabardinas y tops hasta la mand¨ªbula y que poco a poco iban descubriendo el rostro, los hombros o la cintura, dejando ver sutilmente las caderas con aberturas donde introduc¨ªan la mano, un gesto de sutil sensualidad que recorre toda la colecci¨®n, de las prendas exteriores a los cors¨¦s (funcionales) o los vestidos hechos con, literalmente, miles de corchetes de metal ensamblados a mano. El estampado tatuaje de Gaultier era aqu¨ª un motivo decorativo pintado con rotulador, los corchetes serv¨ªan para cerrar faldas o mangas y los drapeados lenceros (algo que Di Felice no se puede permitir en Courr¨¨ges, la marca de la geometr¨ªa) ca¨ªan de forma sutil en estudiad¨ªsimas prendas hechas a mano pero que, por suerte, no encajan con la idea de profusi¨®n maximalista que acompa?a a la alta costura. Di Felice, uno de los dise?adores m¨¢s prometedores de esta d¨¦cada, tiene una identidad clara, un producto realista (se confeccione en una f¨¢brica o en un taller) y ya casi tiene esa estructura, esa forma de aproximarse a la indumentaria m¨¢s all¨¢ de dise?os concretos, que solo unos pocos consiguen.
En esta pen¨²ltima jornada de desfiles, en la que se ha practicado una costura m¨¢s desprejuiciada, Viktor & Rolf han hecho lo que llevan m¨¢s de 20 a?os haciendo: aproximarse a ella desde lo performativo, borrando las fronteras entre lo art¨ªstico y lo cotidiano. Se lo pueden permitir. La firma, propiedad del grupo italiano OTB, logr¨® que ese aura rebelde y conceptual se transmitiera a la venta de perfumes, como suced¨ªa y sucede en otras casa de costura (ese es de hecho, en el debate sobre su pertinencia actual, uno de los motivos que esgrimen sus defensores), con la diferencia de que ellos nunca han pretendido hacer piezas majestuosas, ni siquiera vestir a las celebridades en las alfombras rojas. Solo quieren experimentar, temporada tras temporada, con la relaci¨®n entre la prenda y el cuerpo de forma hiperb¨®lica. Esta vez era una caja la que daba forma a las prendas que la envolv¨ªan, creando dise?os en los que la ropa se desliga completamente del cuerpo que las lleva, adquiriendo una entidad propia e independiente que la convierte en objeto de museo.
El joven dise?ador hongkon¨¦s Robert Wun tambi¨¦n cree que la costura tiene que glorificar el relato por encima de la ejecuci¨®n de la prenda que lo narra. Heredero de esa idea tan propia de Alexander McQueen que considera que este oficio no solo sirve para complacer y hablar de belleza en sentido can¨®nico, Wun trabaja sus colecciones pensando en pel¨ªculas de terror, villanas de c¨®mic o seres mitol¨®gicos que perturban y, a la vez, resaltan el lado m¨¢s l¨²dico de la moda. En poco m¨¢s de tres a?os, y gracias a esta visi¨®n, tan propicia ahora que parece que el benepl¨¢cito final lo otorgan las redes sociales, el creativo ha encontrado un hueco por derecho propio en un calendario que se renueva poco y del que, salvo excepciones, se suele esperar lo mismo temporada tras temporada.
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