Matt Dillon a los 60: ¡°Algunas puertas se cierran porque envejeces, pero otras se abren. Aprendes, ?has vivido!¡±
Actor talentoso, hombre discreto y esp¨ªritu tranquilo, Dillon protagoniza ¡®Isla Perdida¡¯, lo ¨²ltimo de Fernando Trueba, y demuestra que el car¨¢cter vale m¨¢s que el miedo a encasillarse
¡°No vayas por ah¨ª¡±, avisa Matt Dillon cuando le preguntamos por la edad. No bromea, o solo bromea a medias, porque a lo largo de m¨¢s de una hora de conversaci¨®n, un d¨ªa de mayo en el bar de un hotel de Par¨ªs, quedar¨¢n claras al menos dos cosas. La primera es que Matt Dillon (New Rochelle, EE UU), ¨ªdolo adolescente en los ochenta y atractivo treinta?ero grunge la d¨¦cada siguiente, asume sus 60 a?os sin problema: ¡°Algunas puertas se cierran porque envejeces, pero otras se abren. Hay algo que he descubierto haci¨¦ndome mayor, y es que aprendemos a gestionar y a leer situaciones complejas. ?Has vivido!¡±, exclama. Lo segundo que queda claro es que su cuota de vanidad ¡ªy para el gremio de los actores la vanidad no es un bien escaso¡ª la colm¨® con creces en 1983, siendo casi un adolescente, al rodar con Francis Ford Coppola dos pel¨ªculas hoy cl¨¢sicas: Rebeldes y La ley de la calle. Ah¨ª se le encasill¨® como un tipo determinado de actor, una especie de James Dean de los ochenta, guapo, duro y turbulento, pero con un punto vulnerable. No le ha resultado f¨¢cil escapar de esa imagen.
Pero hoy, con muchos ¨¦xitos y fracasos acumulados, ya tiene suficiente experiencia como para no necesitar enga?arse. Es un veterano que nunca ha ganado un Oscar, aunque fue nominado en 2004 al de actor secundario por Crash, de Paul Haggis, que s¨ª le di¨® un Globo de Oro. Y puede decir, con una media sonrisa: ¡°Realmente nadie sabe qui¨¦n soy¡±. O confesar: ¡°El miedo de todos los actores es que nos encasillen, y nadie quiere le encasillen. Pero inevitablemente todos somos encasillados¡±.
Pregunta: Es lo que le ha ocurrido a usted a veces: El tipo duro...
R: Lo han intentado, pero yo pruebo cosas distintas. Aunque incluso a un gran actor como Robert de Niro se le encasilla. O a Al Pacino. O a Gene Hackman.
P: O a Humphrey Bogart.
R: ?Humphrey Bogart! Todos queremos que nos digan que somos vers¨¢tiles, pero ni siquiera Marlon Brando pudo escapar de ser Marlon Brando.
Lo que resulta desconcertante de Matt Dillon es que en persona tiene los mismos gestos por los que se le conoce y la misma voz grave y mon¨®tona, rasposa. Parafrase¨¢ndole: ni Matt Dillon puede escapar de ser Matt Dillon.
Precisamente, el actor acaba de estrenar en Cannes Maria, dirigida por Jessica Palud, donde interpreta nada menos que a Marlon Brando durante el rodaje de ?ltimo tango en Par¨ªs bajo la direcci¨®n de Bernardo Bertolucci y junto a la actriz Mar¨ªa Schneider. Y ha rodado con Fernando Trueba Haunted heart (en espa?ol, Isla perdida), que se estrena el 23 de agosto y en la que ¨¦l encarna, s¨ª, a un hombre turbulento con un pasado secreto. ?Es Matt Dillon un actor encasillado?, le preguntamos por tel¨¦fono a Fernando Trueba. ¡°Los grandes actores creo que siempre son ellos mismos¡±, responde el realizador espa?ol. ¡°Uno los quiere por su personalidad, por lo que irradian. Eso de que un actor se tenga que estar disfrazando de 17 cosas me parece una chorrada. Lo que pasa es que hay que gente que dice eso y actores que se creen que es que cambian completamente. All¨¢ cada uno con sus creencias¡ Pero Matt Dillon ha hecho cosas bastante distintas. No tiene nada que ver su papel en Drugstore Cowboy (Gus Van Sant, 1989) con lo que hace con Lars von Trier (La casa de Jack, 2018) y en la m¨ªa, o en La ley de la calle¡±.
En Par¨ªs, el actor pide un espresso doble y un zumo. Dice que necesita cuidar su resfriado. Acaba de llegar de Cannes ¡ªquiz¨¢ lo pill¨® all¨ª, comenta, en un paseo en barco, o por estar en contacto con tantas personas en el festival¡ª y en unos d¨ªas se ir¨¢ a Roma a ver a unos amigos. Tiene un pie en Nueva York y otro en Europa ¡ªvive entre los dos continentes; trabaja en ambos¡ª y la voz m¨¢s profunda de lo habitual. Al terminar la entrevista, un responsable del hotel le acompa?ar¨¢ a la farmacia. Y en ese momento, en pleno centro de Par¨ªs, se confirma que quiz¨¢ sea verdad que, como ¨¦l dice, nadie sabe qui¨¦n es, pues parece pasar desapercibido en las calles cercanas a la ?pera y la plaza Vend?me, aunque tambi¨¦n es verdad que los parisinos son poco dados a fijarse en las estrellas. O, cuando menos, a mostrarlo...
Isla perdida es un thriller ¨¤ la Patricia Highsmith situado en un rinc¨®n remoto de Grecia. Cuenta Dillon que, con Trueba, conect¨® hace a?os gracias a su amor compartido por el jazz y la m¨²sica cubana. Se conocieron por casualidad en un restaurante en Los ?ngeles, hace unos 20 a?os. Trueba acababa de cenar con Santiago Segura, Pen¨¦lope Cruz y Tom Cruise. Cuando Cruz y Cruise se iban, entr¨® Dillon con un amigo. Al rato, entablaron conversaci¨®n. Un d¨ªa, relata Dillon, surgi¨® la idea de hacer una pel¨ªcula: ¡°Dijimos: ¡®Deber¨ªamos hacer algo juntos¡¯. Y ¨¦l me contest¨®: ¡®Tengo algo¡¯. Y me mand¨® este magn¨ªfico guion, que a la vez es rom¨¢ntico y oscuro¡±.
Dillon, que ha dirigido un documental dedicado al m¨²sico cubano Francisco Fellove, ¡°es un erudito de la m¨²sica cubana¡±, explica Trueba. ¡°No te puedes imaginar hasta qu¨¦ punto. Yo hablo con ¨¦l y le digo: ¡®No s¨¦ de qui¨¦n me est¨¢s hablando¡¯. Conoce al que tocaba el tres con el rumbero nos¨¦qui¨¦n en el a?o 44. Vas a su casa en Nueva York, y tiene una habitaci¨®n dedicada a su colecci¨®n de m¨²sica cubana que es un museo. Y toca las congas¡±. Tambi¨¦n es pintor: durante el rodaje lo demostr¨® ¡ªse ve un cuadro suyo en un momento de la pel¨ªcula¡ª y el cineasta espa?ol explica que, mientras estamos hablando, tiene ante s¨ª un dibujo del fil¨®sofo Jean-Paul Sartre firmado por Dillon.
En Isla perdida hay un hombre, una mujer y un huis-clos, por usar un t¨¦rmino sartriano: un espacio cerrado sobre el que planea un misterio. Es una historia que podr¨ªa parecer una comedia rom¨¢ntica con buena comida y buena m¨²sica en la primera hora antes de dar un vuelco highsmithiano, o hitchcockiano. ¡°Era como estar rodando una vieja pel¨ªcula cl¨¢sica, pero es que Fernando es eso: adem¨¢s de un gran cineasta, es un gran contador de historias y, encima, un historiador del cine con incre¨ªble conversaci¨®n. Conoci¨® a algunos de los grandes, especialmente algunos de los viejos americanos, como Sam Peckinpah¡±, cuenta el actor. La otra protagonista de la pel¨ªcula es Aida Folch, la mujer que llega a la isla griega para trabajar en el restaurante del personaje de Dillon: ¡°Hay personas que tienen una especie de poder, y Aida Folch es una de ellas... Hab¨ªa qu¨ªmica con ella ante la c¨¢mara¡±, afirma el estadounidense.
¡°Yo quer¨ªa un actor que fuese atractivo, que fuera uno de esos t¨ªos que tuviera esa cosa de gal¨¢n rom¨¢ntico, pero con un lado inquietante, que pudiera hasta dar miedo¡±, dice Trueba. ¡°Y de repente, me dije: ¡®Ninguno me da esto mejor que Matt Dillon¡¯. Ten¨ªa los dos elementos de una manera muy clara. Y luego ten¨ªa humor, cosa que le hab¨ªa visto en Algo pasa con Mary (1998). Era capaz de ser divertido. Le llam¨¦ y, como ya nos conoc¨ªamos, fue m¨¢s f¨¢cil.¡±
En Par¨ªs, le preguntamos a Dillon si, como el protagonista de Isla perdida, ¨¦l tambi¨¦n tiene un lugar en el fin de mundo al que le gustar¨ªa escapar y dejarlo todo: ¡°Es humano construir castillos en nuestra mente, una utop¨ªa, un lugar...¡±, responde. Y explica que, despu¨¦s de dirigir La ciudad de los fantasmas (2002) en Camboya, fantaseaba con irse a vivir a Laos, a un pueblo de la ¨¦poca colonial en la monta?a. No lo hizo: ¡°Hay una vieja m¨¢xima que dice: ¡°All¨ª donde vayas, estar¨¢s t¨²'. ?Conoces la expresi¨®n? No puedes escapar de quien eres¡±.
Para Matt Dillon, alguien que lleva con los focos encima desde adolescente, aunque luego desarrollara una carrera con altibajos y no alcanzara las cumbres de la fama a las que s¨ª llegaron compa?eros de su legendaria generaci¨®n como Tom Cruise, todav¨ªa resulta m¨¢s dif¨ªcil escapar de esta imagen. ¡°No soy alguien que haya ido buscando los focos¡±, asegura. ¡°Es cierto, estoy ahora aqu¨ª, haciendo una entrevista contigo. Hago promoci¨®n cuando es necesario, es parte de la profesi¨®n, pero personalmente he llevado una vida sencilla. No me escondo de nada. Salgo, veo a gente, no me a¨ªslo. La verdad sea dicha: no me hice actor por narcisismo o por extroversi¨®n. Muchas personas se hacen actores porque quieren actuar, pero para m¨ª lo importante de ser actor era transmitir algo, reflejar algo de la naturaleza humana al p¨²blico. Sent¨ªa m¨¢s curiosidad por la naturaleza humana y por el mundo que por el hecho de actuar. Me gusta interpretar, claro, pero lo m¨ªo proviene de la curiosidad. Para m¨ª, no se trataba de ser famoso¡±.
Hoy, Dillon mira aquellas pel¨ªculas de los inicios y le provocan un sentimiento extra?o: ¡°Es como mirar fotos tuyas cuando eras m¨¢s joven. Me encanta, hacerlas fue importante en mi carrera y trabajar con Francis, algo enorme. ?Sabes? Me trat¨® muy bien, crey¨® en m¨ª, me dio confianza¡±.
Le pido a Fernando Trueba que, puesto que Matt Dillon le considera un ¡°historiador del cine¡±, lo sit¨²e en la historia del celuloide, y responde: ¡°Siendo un int¨¦rprete de la generaci¨®n que empez¨® con Rebeldes, creo que tiene algo de actor cl¨¢sico en la l¨ªnea de [Robert] Mitchum. Algo que encaja en un tipo de cine m¨¢s cl¨¢sico, y eso me gusta. No era el modernito en la ¨¦poca. Podr¨ªa haber sido un actor de western perfectamente. Es profundamente americano en su manera de hablar, en su forma de moverse. Hoy en d¨ªa el western ya pr¨¢cticamente no existe, salvo casos aislados, pero ¨¦l hubiera sido un perfecto actor de ese g¨¦nero. Tambi¨¦n, por supuesto, de cine negro, pero eso lo ha hecho bastante¡±.
¡°Yo siempre quiero trabajar con grandes cineastas, aunque no siempre se tiene la oportunidad¡±, retoma Dillon, y habla de La casa de Jack, pel¨ªcula de Lars von Trier que parece hecha a medida para su lucimiento y en el que interpreta a un hombre, m¨¢s que turbulento, demon¨ªaco. ¡°Yo quer¨ªa trabajar con Von Trier, no porque me interesaran los asesinos en serie, sino porque de verdad quer¨ªa trabajar con ¨¦l. Sent¨ªa que iba a aprender algo y que podr¨ªa hacer las cosas de una manera muy libre. Fue un acto de fe, pero me gust¨® cuando lo conoc¨ª. Tuve buenas sensaciones al meterme ah¨ª, en esa aut¨¦ntica meditaci¨®n sobre el mal. Me intrigaba c¨®mo Trier trabajaba. En la pel¨ªcula, nunca ensayamos. Ni una vez. Hab¨ªa una libertad similar a la que tienes en el teatro: la escena pertenece al actor¡±.
Podr¨ªa pensarse que despu¨¦s de tantos a?os en la profesi¨®n habr¨ªa perdido el entusiasmo. Cuando se le pregunta, responde que, ¡°como profesional, mi trabajo es ofrecer una actuaci¨®n¡±. Y recuerda un consejo que le dio el veterano Bruce Dern, cuando trabaj¨® con ¨¦l en los a?os ochenta: ¡°Algunos d¨ªas podr¨¢s llegar al plat¨® sin estar preparado, y algo m¨¢gico ocurrir¨¢. Pero no te f¨ªes, porque muchas veces no va a funcionar. Yo siempre llego preparado¡±. A lo que Dillon a?ade: ¡°Recuerdo esas palabras. Son parte de mi educaci¨®n. Trabajar con actores mayores fue vital para m¨ª. No siempre era la mejor pel¨ªcula, pero actores de los que aprend¨ª, como Gene Hackman o el mismo Bruce Dern, me dieron grandes consejos¡±.
¡°Empec¨¦ a actuar a una edad muy temprana, ?sabes?, lo que me hace comprender lo que pas¨® Maria Schneider. Conozco esa sensaci¨®n de no ser respetado del todo¡±, dice, recordando que debut¨® con 15 a?os. ¡°Pero yo no puedo hablar de su experiencia, que fue muy extrema, porque fue traicionada por las personas con las que trabajaba¡±, precisa. Lo que Maria Schneider vivi¨® es lo que cuenta la pel¨ªcula Maria: las trampas y abusos que le tendieron Bernardo Bertolucci y Marlon Brando a la joven actriz de 19 a?os durante el rodaje de El ultimo tango en Par¨ªs ¡ªla famosa secuencia en la que el personaje de Brando sodomizaba al de Schneider y en la que director y actor le ocultaron los detalles de lo que iba a rodar¡ª y las secuelas que eso dej¨® en ella.
La historia de Dillon con Brando viene de lejos. Cuando rod¨® su primera pel¨ªcula en 1979, En el abismo, su director, Jonathan Kaplan, le llamaba en broma Marlon. ¡°El motivo era que yo quer¨ªa que todo pareciese real. Si hab¨ªa que romper una ventana, la quer¨ªa romper de verdad. ¡®?Marlon!¡¯, me dec¨ªa el director, y yo no sab¨ªa qui¨¦n era Brando. Sab¨ªa qu¨¦ era El padrino, pero eso era todo. Claro, despu¨¦s, cuando decid¨ª seguir siendo actor, Brando fue una parte importante de mi educaci¨®n¡±.
Con Fernando Trueba, a menudo ha hablado y discrepado acerca de Marlon Brando. Seg¨²n el cineasta, ¡°Brando es un actor al que le ves el trabajo siempre, ves la elaboraci¨®n, ves el proceso, y dices: ¡®?Qu¨¦ cansado!¡¯. Hay gente que me insulta por decir estas cosas¡ pero cuanto m¨¢s pasan los a?os, menos me gusta¡± ?Y qu¨¦ dec¨ªa Dillon cuanto le expuso estas opiniones? ¡°Se re¨ªa de mis burradas¡±, responde el cineasta.
Cuando a Matt Dillon le ofrecieron interpretar al Brando de ?ltimo tango en Par¨ªs, no pudo resistirse. ¡°Me gustan los retos. Brando no era un s¨¢dico¡±, afirma. ¡°Buscaba la verdad all¨ª donde pod¨ªa y, desgraciadamente, calcularon mal [Brando y Bertolucci], porque fue un error no informarla de lo que quer¨ªan hacer. Hablo de error de c¨¢lculo no para desmerecer la importancia de lo que ocurri¨®, sino porque nosotros, los actores y cineastas, a veces, no queremos saber lo que la otra persona va a hacer para as¨ª obtener una reacci¨®n aut¨¦ntica. Pero fue un error hacerlo con una escena de naturaleza tan sensible¡±. Recuerda Dillon cuando estudiaba en la escuela de Lee Strasberg y los modelos eran Montgomery Clift, James Dean y el propio Brando. Fue este ¨²ltimo quien m¨¢s le impact¨®: ¡°Cambi¨® la manera de mirar al hombre americano. ?l, m¨¢s que los otros, ten¨ªa una fuerza desgarradora... una mezcla de fuerza y vulnerabilidad¡±.
?Y ¨¦l, Matt Dillon? ?Qu¨¦ tipo de masculinidad representar¨ªa? ¡°No lo s¨¦, no pienso mucho en ello¡±, responde. ¡°Vivimos en unos tiempos extra?os, y algo que no me gusta de estos tiempos es que no dejamos de etiquetar. Se presta tanta atenci¨®n a la pol¨ªtica de la identidad... Es tan tedioso... Parece como si no hace tanto tiempo estuvi¨¦semos en contra de etiquetar a las personas. ?Verdad? De lo que se trataba era de aceptar a todo el mundo. Y ahora se trata de etiquetar. ¡®Este es esto, y t¨² eres t¨®xico, y estos hombres son t¨®xicos¡¯. Todo enfocado en la identidad... No s¨¦ si has escuchado alguna vez lo que dec¨ªa Kierkegaard: ¡®Si me etiquetas, me est¨¢s negando¡±.
Volvemos a la cuesti¨®n de la edad, del actor juvenil que ya dej¨® de serlo hace tiempo. ¡°?Habr¨ªa hecho yo Isla perdida hace 20 a?os?¡±, se pregunta, y la respuesta es inmediata: ¡°No. Habr¨ªa sido demasiado joven para interpretar el personaje. Hay un tiempo adecuado para cada cosa. Pero no quiero limitarme a una edad. Quiero un poco de margen de maniobra. Puedo interpretar a alguien m¨¢s joven. M¨¢s viejo. Y es por eso que los actores siempre estamos obsesionados con perder o ganar peso. Todos nos obsesionamos. Los mejores actores siempre est¨¢n diciendo: ¡®Vaya, tengo que adelgazar¡±.
De la pel¨ªcula en la que interpreta a Marlon Brando, un Brando que engordaba ¡ªy Dillon engord¨® un poco para el rodaje, comiendo cuando le apetec¨ªa¡ª, qued¨® descartada una escena que Dillon nos interpreta en la entrevista en exclusiva. Dice Brando/Dillon: ¡°Vous trouvez qu¡¯il me va comment, ce manteau? Parce que j¡¯ai pris 7 kilos et j¡¯ai demand¨¦ la couturi¨¨re de le coudre, histoire de ne pas rassembler un roast-beef dans sa fi celle¡±. Lo dice en un franc¨¦s trabajoso, con un acento profundamente americano, y con una voz que, si cerramos los ojos, parece que escuchemos a... Marlon Brando: ¡°?C¨®mo me va este abrigo? Porque he engordado siete kilos y le he pedido a la costurera que me lo arregle para no parecer un roast-beef en su cordel¡±. Despu¨¦s de declamarla, dice: ¡°Me encanta esta r¨¦plica, ?Me cost¨® un mont¨®n aprend¨¦rmela!¡±. No ha perdido su esencia. Matt Dillon, ante todo, es actor.
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