Drogas, artes marciales y un tr¨¢gico fin: as¨ª fue ¡®Operaci¨®n Drag¨®n¡¯, el descomunal ¨¦xito que Bruce Lee nunca lleg¨® a ver
Solo un mes despu¨¦s de su fallecimiento prematuro, se estren¨® la que estaba llamada a ser la puesta de largo del artista marcial en Hollywood. Un libro profundiza ahora en las singularidades de la emblem¨¢tica pel¨ªcula
Bruce Lee estaba decidido a reinar en Hollywood y ten¨ªa el veh¨ªculo cinematogr¨¢fico perfecto para lograrlo. Se llamaba Operaci¨®n Drag¨®n, conten¨ªa algunas de las escenas de acci¨®n m¨¢s espectaculares jam¨¢s rodadas, conectaba a varios niveles con el esp¨ªritu y los ¨¦xitos populares de su tiempo y contaba con el apoyo de Warner Bros. Y la pel¨ªcula fue un ¨¦xito descomunal: lleg¨® a recaudar 400 millones de d¨®lares (con la inflaci¨®n actual, el equivalente a m¨¢s de 2.000 millones) para un presupuesto que no alcanzaba el mill¨®n. Pero Lee no vivi¨® para verlo: el 20 de julio de 1973, a los 32 a?os, el luchador m¨¢s famoso de la historia del cine e icono por excelencia de las salas de barrio falleci¨® prematuramente a consecuencia de un derrame cerebral. El entusiasmo que rodeaba el desembarco comercial de la estrella en Estados Unidos, donde la pel¨ªcula se llevaba tiempo publicitando a lo grande ¡ªpor ejemplo, con clases gratuitas de k¨¢rate para fomentar el inter¨¦s del p¨²blico en las artes marciales¡ª, creci¨® a fen¨®meno el d¨ªa de su estreno, el 19 de agosto, menos de un mes despu¨¦s del deceso del protagonista y hace justo 50 a?os.
El actor, nacido en California en 1940, llevaba tiempo trabajando en trasladar a la industria norteamericana su visi¨®n del cine de artes marciales. Hab¨ªa disfrutado de su primera oportunidad en la serie El avisp¨®n verde (1966), donde interpretaba a Kato, el ch¨®fer robaescenas del h¨¦roe, altamente cualificado en reparto de mandobles. Pero aspiraba a m¨¢s. En plena era hippy, la filosof¨ªa de Bruce Lee, conocida como jeet kune do (¡®el camino del pu?o interceptor¡¯ en espa?ol, su ret¨®rica qued¨® bien representada en el famoso discurso de ¡°be water, my friend¡±), hab¨ªa seducido a varias figuras de Hollywood que lo ve¨ªan como un gur¨², entre quienes se encontraban Steve McQueen, James Coburn, Roman Polanski junto a su malograda esposa Sharon Tate o el jugador de los L. A. Lakers Kareem Abdul-Jabbar. Sin embargo, m¨¢s all¨¢ de descubrir con ellos la psicodelia y las drogas, Lee no encontraba la financiaci¨®n para sus complejos proyectos que fusionaban combates de kung-fu y espiritualidad. Ser¨ªa en Hong Kong donde el artista podr¨ªa desarrollar su concepto de pel¨ªcula, con pleno control de las coreograf¨ªas y el modo en que aparec¨ªan representadas, e incluso ensayando con la direcci¨®n en uno de sus largometrajes, El furor del drag¨®n (1972).
Todo ello lo recoge el ensayista e historiador cinematogr¨¢fico Adri¨¢n S¨¢nchez en Operaci¨®n Drag¨®n. El libro del 50? aniversario (Notorious Ediciones), un volumen en tapa dura publicado este verano, generoso en material fotogr¨¢fico y que abunda en las singularidades de una pel¨ªcula ic¨®nica, tremendamente influyente, que cambi¨® para siempre el cine de artes marciales. ¡°Bruce Lee viene a renovar radicalmente lo que se estaba haciendo. Hasta primeros de los setenta, lo que predominaba era el wuxia, las pel¨ªculas de ¨¦poca con luchas de armas. ?l provoca otra ¨¦poca donde lo principal pasa a ser la pelea cuerpo a cuerpo¡±, cuenta a Icon S¨¢nchez. En el libro, el escritor se detiene a analizar la riqueza de elementos diversos que forjaron la identidad de una propuesta de aliento serie B, que imitaba las pel¨ªculas de James Bond, con m¨²sica funk del argentino Lalo Schifrin y la asimilaci¨®n de elementos de la llamada blaxploitation, el movimiento cinematogr¨¢fico de la comunidad afroamericana, que precisamente estaba adoptando el kung-fu hongkon¨¦s entre sus expresiones.
Lee, que en t¨ªtulos como Furia oriental (1972) hab¨ªa integrado el nacionalismo chino para acallar a todos sus esc¨¦pticos en el sudeste asi¨¢tico, calcul¨® que la estrategia para hacer frente a la hegemon¨ªa blanca en Hollywood pasaba por la alianza que, a su manera, vertebra la pel¨ªcula dirigida por Robert Clouse. ¡°En el origen ya estaba la premisa de unir a distintas razas y que el blanco [John Saxon] no fuera el h¨¦roe, sino el escudero. Era un momento en el que los estudios se hab¨ªan dado cuenta del enorme caudal de espectadores que representaba el p¨²blico negro. Las noches rojas de Harlem es de 1971 y ya es una pel¨ªcula que no se mueve en lo marginal, sino en una esfera superior y mayoritaria¡±, explica el autor. ¡°Operaci¨®n Drag¨®n tambi¨¦n aspira a eso, de ah¨ª la aparici¨®n de Jim Kelly, que tiene muchas de las escenas m¨¢s chulas. Ni siquiera era actor, era atleta, y se convertir¨ªa a ra¨ªz de eso en una peque?a estrella de la blaxploitation de artes marciales¡±.
Destruye la imagen del enemigo
El argumento de Operaci¨®n Drag¨®n compart¨ªa con 007 la tem¨¢tica de esp¨ªas infiltrados. Bruce Lee interpretaba a un joven shaolin reclutado por los servicios de inteligencia brit¨¢nicos para adentrarse en el torneo de combates que, a fin de fichar a los mejores matones, organiza un capo de la droga en su isla privada. El capo en cuesti¨®n, Han (al que dio vida el artista marcial chino Shih Kien), que tiene una mano ortop¨¦dica, es adem¨¢s un traidor del templo al que pertenece el protagonista y, por si fuera poco, su principal secuaz acab¨® con la vida de su hermana. Estructurada por las diferentes peleas de la competici¨®n, un modelo que inspirar¨ªa despu¨¦s cl¨¢sicos del subg¨¦nero como Contacto sangriento (1988) o Kickboxer (1989), la pel¨ªcula culminaba en un impresionante enfrentamiento entre h¨¦roe y villano en un laberinto de espejos, con Han coloc¨¢ndose una pr¨®tesis de cuchillas en el lugar de su extremidad incompleta.
¡°Es la perfecta s¨ªntesis de ideas filos¨®ficas, materializaci¨®n cinematogr¨¢fica y espectacularidad visual pura¡±, opina Adri¨¢n S¨¢nchez. ¡°Se produce una abolici¨®n de la realidad, una hiperestilizaci¨®n absoluta donde los movimientos de Bruce Lee se multiplican. Da una patada y la patada se multiplica metros y metros, como si el golpe y el salto se diesen en lugares distintos, como si moviese energ¨ªas¡±. Aunque para el historiador lo mejor que rod¨® nunca Bruce Lee fueron los 40 minutos de su inacabada Juego con la muerte, la consumaci¨®n de ¡°su idea de cine de artes marciales filos¨®fico¡±, en Operaci¨®n Drag¨®n lograba poner en im¨¢genes la ense?anza central con la que se abr¨ªa la pel¨ªcula: la negaci¨®n del ego y la destrucci¨®n del enemigo mediante la destrucci¨®n de la imagen, puesto que el enemigo ¡°solo tiene im¨¢genes e ilusiones tras las que esconde sus verdaderas emociones¡±.
La secuencia, producto de un asombroso truco visual que escond¨ªa la c¨¢mara en otro cubo de espejos, fue rodada bajo el control de Lee, responsable total de las escenas de acci¨®n. La minuciosidad y la claridad expositiva exigida por el actor en la gram¨¢tica visual de las peleas hab¨ªan sido fuente de conflicto en Hong Kong con algunos de sus superiores, como Wu Chia-Hsiang, el despedido codirector de K¨¢rate a muerte en Bangkok (1971). De hecho, una vez que pudo dirigir sus propias peleas, se volvi¨® obsesivamente autoexigente en su compromiso con la excelencia y con la correcta plasmaci¨®n de la lucha cuerpo a cuerpo: lleg¨® a impedir en vida el estreno en Europa y Estados Unidos de El furor del drag¨®n, hoy todo un cl¨¢sico gracias al trascendental enfrentamiento entre Lee y Chuck Norris en el Coliseo de Roma, por no quedar lo suficientemente satisfecho.
Adri¨¢n S¨¢nchez cree que esa enorme autoexigencia contribuy¨® de forma decisiva al tr¨¢gico y abrupto final de Lee, para entonces adicto a un c¨®ctel de drogas (entre las prescritas y las ilegales) que ya le hab¨ªa dado alg¨²n aviso en el propio rodaje de Operaci¨®n Drag¨®n: ¡°Su disciplina personal entraba en contradicci¨®n con el modo de vida de una superestrella de los setenta. Esa colisi¨®n no parec¨ªa muy sostenible en el tiempo¡±. Aunque solo en el terreno de la especulaci¨®n es posible aventurar qu¨¦ hubiera sido del luchador en Hollywood de haber sobrevivido a la pel¨ªcula y tenido la oportunidad de agrandar su obra, S¨¢nchez tiene sus reservas sobre el eventual ¨¦xito de su carrera posterior. ¡°Seguro que hubiera tenido la serie de televisi¨®n que llevaba tanto tiempo persiguiendo, quiz¨¢s una secuela de Operaci¨®n Drag¨®n¡ Pero hay que tener en cuenta que, incluso despu¨¦s del ¨¦xito absolutamente salido de madre de la pel¨ªcula, los grandes estudios siguieron sin hacer pel¨ªculas de artes marciales¡±, razona el escritor. ¡°Cuesta creer que Operaci¨®n Drag¨®n se hubiese convertido en ese enorme fen¨®meno cultural sin su muerte. Es al morir cuando ¨¦l trasciende en leyenda y pasa al espacio iconogr¨¢fico de James Dean o Marilyn Monroe, la gente que est¨¢ por encima de las estrellas¡±.
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