La belleza seg¨²n Susan Sontag: una forma de ascensi¨®n social interminable
En la cima est¨¢n las ¡°estrellas¡± y parece como si solo ellas tuvieran derecho a romper con el canon. ¡®Ideas¡¯ adelanta un extracto de un texto de 1975 de la reconocida pensadora, in¨¦dito hasta ahora en espa?ol

Las ideas que parecen m¨¢s expresivas y ejercen el mayor poder de seducci¨®n son en el fondo contradictorias. Una de ellas es la libertad. Otra es la belleza, esa p¨®cima demasiado pesada de tantos consabidos opuestos: lo natural y lo hist¨®rico, lo pr¨ªstino y lo artificial, lo individualizador y lo conformista, incluso lo bello y lo feo.
La belleza, que se supone comprendida (y valorada) por la intuici¨®n, se relaciona con lo natural. Sin embargo, queda abrumadoramente claro que la belleza es un hecho hist¨®rico. Las diferentes culturas exhiben una asombrosa diversidad de ideas sobre la belleza. Y es entre las sociedades llamadas primitivas, o en todo caso premodernas, donde la belleza se vincula m¨¢s dr¨¢sticamente con el artificio. La depilaci¨®n del vello corporal, la pintura del cuerpo, las cicatrices ornamentales en la piel son algunas de las formas m¨¢s anodinas del disfraz b¨¢sico, si bien algunas culturas practican mutilaciones m¨¢s ambiciosas: labios como platillos, nalgas en voladizo, pies aplastados y similares ideales de belleza que a su vez nos parecen extravagantes y evidentemente feos.
Sin embargo, todos los programas de belleza, aunque parezcan especialmente perversos o tenaces, son intr¨ªnsecamente fr¨¢giles. El ideal de belleza de toda cultura, ya sea artificial o natural, se ver¨¢ modificado por el contacto con otra cultura; y, en los casos de expolio cultural, una sociedad puede perder precipitadamente la confianza en sus propios c¨¢nones de belleza, como certifican las estad¨ªsticas de operaciones de alisamiento de p¨¢rpados efectuadas en Jap¨®n desde la Segunda Guerra Mundial.
Otra paradoja. Siempre se piensa que la belleza ¡°viene dada¡±. Pero, al mismo tiempo, se entiende que es adquirida. La belleza es algo que es preciso cuidar, que debe vigilarse, que se puede realzar: mediante el ejercicio, la dieta adecuada, las lociones y cremas. Algo que puede, con limitaciones, crearse o fingirse: mediante el maquillaje, la ropa favorecedora. (El ¨²ltimo recurso es, por supuesto, la cirug¨ªa). La belleza es la materia prima de las artes del embellecimiento, de lo que ha acabado siendo, en nuestra ¨¦poca, la ¡°industria¡± de la belleza. La belleza se supone un don ¡ªque algunas personas nazcan bellas y otras no, se considera una de las injusticias m¨¢s afrentosas de la naturaleza (o de Dios)¡ª, as¨ª como una v¨ªa de superaci¨®n personal. El atractivo f¨ªsico se tiene por una condici¨®n natural de las mujeres, tanto como un objetivo al que deben dedicarse y perseguir con diligencia, a fin de distinguirse de otras mujeres.
Y ello se?ala incluso otra paradoja. Ser bella nos vuelve singulares, excepcionales. Pero ser bella tambi¨¦n supone estar a la altura de un canon o norma (¡°la moda¡±). La paradoja queda subsanada en parte cuando se recuerda que la belleza es una de esas ideas ¡ªcomo la verdad, como la libertad¡ª que cobra significado en su permanente contraste (aunque solo sea t¨¢citamente) con una idea antag¨®nica, negativa. Pero ser¨ªa ingenuo suponer que lo ¡°feo¡± es el ¨²nico opuesto que implica lo ¡°bello¡±. En efecto, seg¨²n la l¨®gica misma de la moda, lo bello a menudo tiene que parecer ¡ªal principio¡ª feo. El opuesto impl¨ªcito de lo ¡°bello¡± es m¨¢s bien lo ¡°com¨²n¡±, lo ¡°vulgar¡±.
En cuestiones de belleza todos nacemos paletos. Aprendemos lo que es bello, lo cual implica que la belleza puede ense?arse, y se ense?a. Pero no es una lecci¨®n que promueva sentimientos igualitarios. La belleza es un sistema de clases que opera dentro del c¨®digo sexista: sus despiadados procedimientos de clasificaci¨®n y su espinoso fomento de los sentimientos de superioridad e inferioridad persisten a pesar de (y acaso debido a) una sorprendente movilidad ascendente y descendente. La belleza es una forma de ascensi¨®n social interminable, especialmente ardua por el hecho de que, en nuestra sociedad, los requisitos que confieren acceso a la aristocracia de la belleza cambian constantemente. En la cima de la jerarqu¨ªa se encuentran las ¡°estrellas¡±, las cuales monopolizan el derecho a impulsar una nueva idea insolente de la belleza que luego adoptan e imitan much¨ªsimas personas.
Algunos cambios en la idea de belleza no son cambios reales. A menudo, unos c¨¢nones de belleza al parecer diferentes celebran de hecho los mismos valores. Cuando la mayor¨ªa de los europeos y estadounidenses ¡ªentre ellos, las mujeres¡ª trabajaban al aire libre, la piel muy blanca era una condici¨®n sine qua non de la belleza femenina. Ahora que la mayor¨ªa de la gente trabaja en interiores, lo atractivo es la piel bronceada. El aparente cambio de ideal de belleza oculta la perfecta continuidad del canon. Lo que se aprecia tanto en la palidez como en el bronceado es un color de piel que no se relaciona con el trabajo duro, sino que representa el lujo, el privilegio, el ocio. Otro ejemplo. Un arbitrario cambio de ¡°gusto¡± no es la causa de que la silueta femenina ideal se haya ido adelgazando paulatinamente (sobre todo en las caderas) durante el ¨²ltimo siglo. Como todas las sociedades a lo largo de la historia han estado sometidas al azote de la escasez, de modo que la mayor¨ªa de la gente nunca dispon¨ªa de alimento suficiente, lo rollizo (o incluso la obesidad) sol¨ªa parecer bello. En la Europa y Norteam¨¦rica modernas, inauditamente pr¨®speras, donde por primera vez en la historia la mayor¨ªa de la gente se alimenta en exceso, resulta distinguido ser delgado.
Sin embargo, que muchos c¨¢nones de lo bello se ci?an a lo que diferencia a los ¡°pocos¡± de los ¡°muchos¡± no implica que todas las ideas de belleza en nuestra sociedad sean equivalentes o que no se produzca alg¨²n cambio interesante. La belleza, tal como la conocemos, florece seg¨²n los imperativos de la sociedad de consumo: es decir, crear necesidades que antes no exist¨ªan.
En las primeras fases del consumismo, cuando solo se capta a un conjunto relativamente reducido de personas, los c¨¢nones pueden seguir siendo provocadoramente exigentes, esnobistas. La belleza se vincula a la fragilidad, a lo inaccesible, al glamur y la elegancia. Pero a medida que el n¨²mero de clientes para esas necesidades aumenta, es inevitable que el canon sea un poco m¨¢s permisivo. Actualmente los modelos de belleza son menos aristocr¨¢ticos, menos melanc¨®licos, menos intimidatorios.
Sarah Bernhardt, Greta Garbo, Marlene Dietrich fueron las princesses lointaines m¨¢s celebradas; y ser¨ªa dif¨ªcil sobrevalorar la hipn¨®tica autoridad que sus poses l¨¢nguidas y est¨¢ticas y sus rostros perfectos ejercieron sobre generaciones enteras. Nada ni remotamente parecido a ese grado de lealtad y sumisi¨®n imaginativa despertaron las representantes tard¨ªas (demasiado tard¨ªas) de su raza: princesas de pl¨¢stico como Grace Kelly y Catherine Deneuve son, para mi gusto, simplemente demasiado bellas. (En los casos de Deneuve y Kelly, su trayectoria estelar detenida o abandonada indica que ser tan bella es, en nuestra generaci¨®n, una suerte de desventaja. Un caso l¨ªmite: la carrera entrecortada de Faye Dunaway por ese problema. Para triunfar como estrella, Dunaway est¨¢ obligada a pedir papeles que oculten su belleza).
Actualmente las ideas de la belleza son m¨¢s ¡°naturales¡±, ¡°saludables¡± y diversas, las cuales enfatizan m¨¢s la actividad que la languidez. (Aunque dicha actividad ¡ªel cortejo rom¨¢ntico, los deportes, las vacaciones¡ª a¨²n se asocie con el ocio m¨¢s que con el trabajo). La belleza ya no es ideal, es individualizada. Este cambio causa que los clientes de lo bello presuntamente sientan menos ansiedad al no cumplir unos c¨¢nones de exigencia imposible. Pero incluso en su forma relativamente m¨¢s accesible, ya que los c¨¢nones de belleza parecen estar democratiz¨¢ndose, todav¨ªa son propagados por las ¡°estrellas¡±.
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