Naomi Klein: ¡°Solo una renuncia de Biden puede frenar a Trump. Ha enfurecido a los j¨®venes al apoyar el genocidio en Gaza¡±
La ensayista, referente de los descontentos con la globalizaci¨®n, reflexiona en su nuevo libro sobre las realidades paralelas catapultadas por internet y recreadas en la pol¨ªtica, en los medios y por la inteligencia artificial
La primera vez fue en 2011, en un ba?o p¨²blico pr¨®ximo a la acampada de Occupy Wall Street.
¨D¡°?Has o¨ªdo lo que ha dicho Naomi Klein?¡±, le pregunt¨® una mujer a otra, indignada por unas cr¨ªticas a la manifestaci¨®n de ese d¨ªa.
Klein, que las escuch¨® tras la puerta de uno de los cub¨ªculos y no hab¨ªa dicho nada al respecto, las corrigi¨® al salir: ¡°Me parece que est¨¢is hablando de Naomi Wolf¡±.
Entonces, la confusi¨®n a¨²n ten¨ªa cierto sentido. Ambas se llamaban Naomi y eran escritoras de izquierdas ¡°de libros de grandes ideas¡±: feminismo, en el caso de Wolf, autora del ¨¦xito El mito de la belleza; los descontentos de la globalizaci¨®n, en el de Klein. Las dos eran jud¨ªas de pelo largo moreno. Hasta sus parejas compart¨ªan nombre: Avram. Pero, despu¨¦s, Wolf se desliz¨® por el abismo de las conspiraciones, se hizo antivacunas, negacionista electoral, y empez¨® a aparecer en el programa de Steve Bannon, ide¨®logo del trumpismo y l¨ªder de la internacional nacionalpopulista. Cay¨®, como la Alicia de Lewis Carroll, en la madriguera, y la confusi¨®n trascendi¨® el mero incordio hasta inspirar un poemilla que se hizo viral: ¡°Si la Naomi es Klein / todo bien / si la Naomi es Wolf [pron¨²nciese Wulf] / uuuuf¡±.
As¨ª que Klein (Montreal, 53 a?os) decidi¨® durante la pandemia que deb¨ªa escribir un libro a partir de ¡°La otra Naomi¡±. Se titula Doppelganger, como cierto arquetipo de la literatura, no solo fant¨¢stica, que resulta de combinar en alem¨¢n Doppel (doble) y G?nger (caminante) y que Freud describi¨® como ¡°esa especie de miedo que parte de lo que anta?o conoc¨ªamos bien, pero que de pronto se torna ajeno¡±. Editado por Paid¨®s y traducido por Ana Pedrero e Ignacio Villoro, llega en espa?ol a las librer¨ªas.
Gracias a sus exitosos ensayos No Logo (1999), manifiesto contra la globalizaci¨®n corporativa, y La doctrina del shock (2007), sobre Milton Friedman y su recetas para el (capitalismo del) desastre, Klein se erigi¨® en una de las voces m¨¢s influyentes de la generaci¨®n altermundialista del cambio de siglo, la que sali¨® a las calles en Seattle, G¨¦nova y Porto Alegre, y volvi¨® a hacerlo una d¨¦cada despu¨¦s para acampar en las plazas de Madrid a Nueva York. A la lucha contra la negaci¨®n del futuro que trajo el cambio clim¨¢tico a los hijos de aquellos manifestantes dedic¨® Klein su activismo de la d¨¦cada siguiente (y los libros Esto lo cambia todo y En llamas, tambi¨¦n en Paid¨®s).
Doppelganger es otra cosa: una memoria personal e intelectual de la pandemia, una historia cultural sobre la idea del doble (de Doctor Jekyll y Mister Hyde a V¨¦rtigo o la magistral novela de Philip Roth Operaci¨®n Shylock) y un tratado sobre la desinformaci¨®n y c¨®mo internet nos incita a crear nuestros propios clones para alimentar una cierta identidad de marca personal. Trata sobre ver c¨®mo personas a las que cre¨ªas conocer regresan radicalmente cambiadas de un d¨ªa para otro de los rincones m¨¢s oscuros de las redes sociales, y sobre quedarse ¡°sin palabras¡± ante las teor¨ªas de la conspiraci¨®n. El resultado es un brillante artefacto sobre el mundo en el que vivimos, con su difusi¨®n de la realidad y su abono para el extremismo, que no escatima cr¨ªticas a la suficiencia de la izquierda y a la dial¨¦ctica del ¡°nosotros contra ellos¡±.
La aut¨¦ntica Naomi Klein estaba el jueves pasado poco despu¨¦s del amanecer esperando en el pintoresco puerto de Sechelt la llegada del ¨²nico pasajero del hidroavi¨®n de l¨ªnea que cubre el trayecto desde Vancouver. Estaba previsto que la entrevista se celebrara en la universidad de la ciudad canadiense, donde imparte una asignatura sobre justicia clim¨¢tica, pero hubo que reprogramar el encuentro debido a una tormenta de nieve.
Klein se mud¨® desde Estados Unidos junto a su esposo y su hijo a este remoto rinc¨®n de la costa sur del Pac¨ªfico canadiense durante la pandemia para ¡°estar cerca de sus padres¡±. Fue entonces cuando empez¨® a obsesionarse con su doble, y a recibir clases de escritura. ¡°Doppelganger¡±, explic¨® al volante de su 4X4, que condujo por carreteras nevadas, ¡°surgi¨® del deseo de escribir diferente. Estaba aburrida de la no ficci¨®n tradicional y deprimida de lo que esta era capaz de lograr. No me ve¨ªa con fuerzas para hacer otro libro-alerta sobre que solo nos quedan cinco a?os para evitar la cat¨¢strofe clim¨¢tica¡±.
PREGUNTA. De la creadora de esl¨®ganes como ¡°no logo¡± o ¡°capitalismo del desastre¡±, llega ahora el ¡°mundo del espejo¡±. ?C¨®mo lo define?
RESPUESTA. Tiene que ver con el concepto del doppelganger. Hemos creado una suerte de partici¨®n de la sociedad, una l¨ªnea divisoria entre ¡°ellos y nosotros¡±. El mundo del espejo no es solo donde Bannon y Wolf viven con sus teor¨ªas de la conspiraci¨®n, es tambi¨¦n una din¨¢mica que se ha establecido entre el centro-izquierda y la derecha alternativa. Son como realidades paralelas, con medios, editoriales, redes y discusiones que discurren sin tocarse. Se reflejan, pero no se cruzan.
¡°Ciertas ideas del movimiento antiglobalizaci¨®n han sido absorbidas por la extrema derecha para retorcerlas¡±
P. ?Como uno de esos espejos de la comisar¨ªa para ver sin ser visto?
R. En cierto modo. Bannon y los suyos observan a la izquierda, estudian a qui¨¦n dejan atr¨¢s y qu¨¦ argumentos conviene absorber para su proyecto pol¨ªtico. Es parecido a lo que hace Georgia Meloni, en Italia.
P. O Vox, en Espa?a.
R. Son todos parte de la red internacional de Bannon. Vengo de los movimientos antiglobalizaci¨®n, y me llama mucho la atenci¨®n c¨®mo ciertas ideas nuestras han sido absorbidas por esa extrema derecha para retorcerlas. Se?alan entre sus enemigos a los globalistas, los bancos o las compa?¨ªas tecnol¨®gicas, pero no desde la cr¨ªtica anticorporativa, sino para atacar a los migrantes, a los vulnerables. Recogen argumentos abandonados por el centro y la izquierda para absorberlos en provecho de la agenda fascista. Bannon me interesa como s¨ªntoma de un cambio s¨ªsmico en la derecha del que forma parte Trump. Como cerebro de una operaci¨®n internacional, ha superado a la izquierda estadounidense, tan provinciana. No saben mirar m¨¢s all¨¢ de la frontera.
P. Todos conocemos a alguien que cay¨® por la madriguera y que vuelve irreconocible, atiborrado de teor¨ªas conspirativas.
R. Hay un cierto engreimiento de la izquierda cuando recurre a esa imagen. Dicen: ¡°No, nosotros no hemos ca¨ªdo por la madriguera, la realidad est¨¢ de nuestra parte, estamos comprometidos con la libertad, con la ciencia¡±. En el fondo, es una distracci¨®n pensar que se est¨¢ en el lado correcto del espejo. Por eso tambi¨¦n hablo en el libro de las ¡°zonas de sombra¡±, a las que preferimos no mirar, pero que demuestran que vivimos en un mundo basado en la explotaci¨®n, la contaminaci¨®n y el colonialismo, y que nadie es inocente. En los d¨ªas de No logo, se trataba de llamar la atenci¨®n sobre algo inadvertido. Ya no podemos fingir que no tenemos toda la informaci¨®n.
P. ?Y qu¨¦ demonios pas¨® con la realidad?
R. Me hace gracia la pregunta de qu¨¦ es la realidad. Se la hice al escritor ojibwe Jesse Wente. Me dijo: ¡°La realidad es una monta?a¡±. Tal vez necesitemos volver a lo b¨¢sico, porque ya no estoy segura de que Canad¨¢ sea real o de que el dinero lo sea. No s¨¦ lo que es la realidad, pero s¨¦ que las monta?as son reales.
P. En su investigaci¨®n, viaj¨® a las catacumbas de internet. Escribe: ¡°Los te¨®ricos de la conspiraci¨®n se confunden en los hechos, pero aciertan con las emociones¡±. ?Entendi¨® por qu¨¦ la gente acaba absorbida por el agujero? ?Le tent¨® dejarse caer?
R. Las teor¨ªas de la conspiraci¨®n satisfacen un impulso de entender, aunque las razones sean incoherentes. Es natural que la gente busque respuestas. Yo misma las busco, dibujo mapas para explicar el mundo a partir de sistemas como el capitalismo o el colonialismo, porque esos sistemas lo explican mucho mejor que una conspiraci¨®n que dice que los jud¨ªos, los chinos o los miembros del Club Bilderberg se reunieron en Davos para urdir una pandemia para enriquecer a las farmac¨¦uticas. Ojal¨¢ fuera culpa de Bill Gates: ser¨ªa m¨¢s f¨¢cil resolver los problemas deshaci¨¦ndonos de ¨¦l. Cuanto m¨¢s estudias el capitalismo, m¨¢s resistente te haces a las conspiranoias. La ¨²nica forma de contrarrestar la cultura de la conspiraci¨®n es reconocer que la gente tiene buenas razones para sospechar y sentirse traicionada. Necesitan un chivo expiatorio, y eso es peligroso. En momentos de gran quebranto colectivo, como los a?os treinta o ahora, la gente quiere explicaciones a por qu¨¦ se torcieron las cosas. Si no llegan a un an¨¢lisis que invite a buscar juntos una soluci¨®n, empiezan los conflictos. Y la cosa se puede poner muy fea. Me parece que estamos en ese punto.
¡°Ojal¨¢ todo fuera culpa de Bill Gates, como dicen los conspiranoicos: ser¨ªa m¨¢s f¨¢cil resolver los problemas deshaci¨¦ndonos de ¨¦l¡±
P. Cuando alguien como Wolf se pasa al otro lado¡ ?busca recuperar lo que perdi¨® en este? John Milton dec¨ªa: ¡°Mejor reinar en el infierno que servir en el cielo¡±.
R. Hay algo perverso en saber constantemente qu¨¦ de lo que vendes funciona. Todos estamos pendientes de esa retroalimentaci¨®n inmediata en las redes sociales. En el caso de Wolf, creo que fue esencial el oprobio al que fue sometida tras la publicaci¨®n de su libro de 2019 [Outrages, en el que interpret¨® err¨®neamente archivos sobre supuestas ejecuciones por sodom¨ªa en la Inglaterra victoriana]. Le qued¨® muy claro que nunca m¨¢s iba a colocar otro ensayo en los cauces tradicionales. Pero lo cierto es que ha escrito dos m¨¢s, m¨¢s uno a medias con Bannon. Tal vez no te enteraste, porque sucedi¨® en el mundo del espejo. No creo, con todo, que lo haga por dinero. Tiene que ser porque piensa que es lo correcto, aunque sea como parte de un delirio incre¨ªble.
P. ?C¨®mo reaccion¨® a la publicaci¨®n de Doppelganger?
R. Lo achac¨® a una conspiraci¨®n para destruir su reputaci¨®n, como si ella misma no la hubiera destruido sola. La conspiraci¨®n es la siguiente: mi marido [el cineasta y periodista Avi Lewis, que en 2021 se present¨® a las elecciones federales en Canad¨¢] trabaja para empresas farmac¨¦uticas, cuando en realidad se limit¨® a hablar en unos eventos para extender la cobertura de la sanidad universal en Canad¨¢, que no es exactamente lo que las farmac¨¦uticas desean. Tambi¨¦n descubri¨® que mi suegro fue el embajador de la ONU para el sida en ?frica. Eso aparentemente lo convierte en agente de las farmac¨¦uticas. Seg¨²n esa teor¨ªa, ambos me pidieron que escribiera este libro para atacarla. No le hago mucho caso, aunque su marido me preocupa m¨¢s: tiene m¨¢s armas.
P. ?Cree que es buena idea proscribir a gente de las redes sociales o que eso los hace m¨¢s fuertes? Wolf se presenta a s¨ª misma en X como ¡°la que ha sido expulsada ocho veces y sigue teniendo raz¨®n¡±.
R. No es verdad que se pueda desplataformizar a alguien. No existe el poder de expulsarlos de todas las redes que existen. La derecha ha sabido c¨®mo convertir esos vanos intentos en condecoraciones.
P. En el libro define las redes sociales como un ¡°ba?o global asqueroso y poblado de gente¡±. En el caso de Twitter, el retrete es adem¨¢s propiedad de Elon Musk.
R. Desde que lo compr¨®, es mucho peor. Parte del problema es que hemos dejado de confiar en los medios. Cuanto m¨¢s nos fiamos de esas plataformas corporativas para obtener informaci¨®n, m¨¢s se agrava ese problema.
P. Parece que una parte de la juventud ve la extrema derecha como algo excitante frente a la izquierda, aburrida y mojigata. Como quien disfruta m¨¢s con un mon¨®logo bestia de Ricky Gervais que con chistes pol¨ªticamente correctos.
R. Es cierto, y es peligroso. Tiene que ver con la pasi¨®n censora de la izquierda, esa vigilancia del discurso y la crueldad que despliega cuando alguien se pasa de la raya. Podr¨ªamos hablar de la cultura de la cancelaci¨®n, si no fuera un concepto tan cargado. No tengo duda de que a veces incorpora un cierto elemento de matonismo, que tiende a orillar a cualquiera que se salga de la raya. No soy la ¨²nica persona en la izquierda a la que eso le preocupa. Puede que a esos j¨®venes la izquierda les resulte asfixiante, un lugar en el que un error puede hacer que tus amigos se vuelvan contra ti, y que crean que la derecha es ese ¨¢mbito en el que es posible estar en desacuerdo, aunque no sea verdad. En ambos lados del espejo hay control, pero creo que la derecha aprovecha mejor esa estrategia para sumar gente a su causa. Ojal¨¢ en la izquierda pens¨¢ramos m¨¢s en c¨®mo engordar nuestras filas en lugar de en c¨®mo depurarlas. Ese es parte del problema de las universidades, donde se ha normalizado cancelar discursos de personas con las que no est¨¢s de acuerdo. El discurso sobre Palestina est¨¢ ahora siendo severamente restringido. Y libramos esa batalla por la libertad de expresi¨®n con una mano atada, porque las mismas personas que dicen que no se censure ese discurso intentaron cancelar a [el pensador conservador canadiense] Jordan Peterson hace unos meses. Hoy basta que alguien que se considere una v¨ªctima se sienta mal para que algo ya no se pueda decir. Esa pol¨ªtica de la diferencia est¨¢ sirviendo para censurar cantos como ¡°Desde el r¨ªo hasta el mar¡± o la exhibici¨®n de banderas palestinas en los campus.
P. Visto en perspectiva, el principio de la pandemia fue una ilusi¨®n para quienes cre¨ªan que ¨ªbamos a salir mejores de ella. Mientras, en el otro lado del espejo se iban cargando de odio por las mascarillas o las vacunas. Total: salimos peores.
R. Hubo algo de belleza, y al mismo tiempo destap¨® nuestras contradicciones: aplaud¨ªamos a los sanitarios, pero acumul¨¢bamos papel higi¨¦nico. El problema con el capitalismo es que nos mantiene en un estado de p¨¢nico, escasez e inseguridad, y alienta nuestro ego¨ªsmo. Por eso creo en trabajar para cambiar ese sistema. No hay un futuro si mantenemos el statu quo; las cosas tendr¨¢n que cambiar, y est¨¢n cambiando. A diferencia de mis libros anteriores, Doppelganger no tiene tan claro su enemigo; podr¨ªa ser yo misma. Es un ensayo m¨¢s ¨ªntimo. Es una amenaza tanto o m¨¢s grave que la de cualquiera de mis otros libros o incluso que todos ellos juntos. Y es una historia de terror.
¡°El problema con el capitalismo es que nos mantiene en un estado de p¨¢nico, escasez e inseguridad, y alienta nuestro ego¨ªsmo¡±
P. La pandemia fue el shock definitivo, y, al mismo tiempo, ese momento en el que la extrema derecha se apropi¨® de sus teor¨ªas de La doctrina del shock para afirmar que, como en Chile en los 70 o tras el hurac¨¢n Katrina, el poder se estaba aprovechando de nuestros miedos para introducir cambios de calado¡
R. Fue como vivir una experiencia extracorp¨®rea. Pero la doctrina del shock contin¨²a. En la Argentina de Milei o tras los incendios de Maui de este verano, que se usaron para engordar el mercado inmobiliario. Y pasa ante nuestros ojos en Israel.
P. ?Se est¨¢ cometiendo un genocidio en Gaza, como defiende Sud¨¢frica ante el Tribunal Internacional de Justicia?
R. Me parece que manejan un caso muy robusto. El mayor argumento son esos funcionarios israel¨ªes hablando p¨²blicamente de despoblar Gaza y de la necesidad de reasentar a cientos de miles, si no millones, de palestinos. Si eso no es una limpieza ¨¦tnica, no s¨¦ lo que es. Lo que est¨¢ haciendo Israel es el ejemplo m¨¢s claro y violento de la doctrina del shock que quepa imaginar: tenemos a un gobierno de extrema derecha con planes expl¨ªcitos y esperanzas de despoblar Cisjordania y espec¨ªficamente Gaza, que siempre ha sido la mayor amenaza demogr¨¢fica para la idea de una mayor¨ªa jud¨ªa. Emplearon inmediatamente el 7 de octubre para impulsar sus sue?os y ambiciones m¨¢s radicales. Ojo, no estoy diciendo que fuera una conspiraci¨®n, sino una oportunidad para un grupo de personas extremadamente oportunistas. Y s¨ª, creo que toda esa operaci¨®n se ajusta a la definici¨®n de genocidio.
P. En Doppelganger cuenta una vista suya a Gaza, en la que fue hostigada por el ej¨¦rcito israel¨ª. ?Le sorprendi¨® el ataque del 7 de octubre?
R. Fue una sorpresa para todos, tambi¨¦n para Netanyahu. Porque hab¨ªa estado all¨ª y conozco la arquitectura [de la ocupaci¨®n], entend¨ª por qu¨¦ hubo quien lo equipar¨® con la fuga de una prisi¨®n. Por supuesto, me horroriz¨® ver el alcance de la masacre de Ham¨¢s. Como alguien que ha sido parte de los movimientos de solidaridad palestina durante mucho tiempo, s¨¦ lo importante que es para Palestina que el derecho internacional signifique algo; de eso trata el caso de Sud¨¢frica. Esas convenciones son tan poderosas como la fuerza moral tras ellas. Por eso me preocup¨® tambi¨¦n en esos d¨ªas ver a algunas personas de izquierda hablar con indiferencia sobre las violaciones del derecho internacional [de Israel]. Escrib¨ª sobre eso, y me atacaron. No era la primera vez, pero s¨ª la primera en que esos ataques proven¨ªan tambi¨¦n de la izquierda.
P. ?Est¨¢ creciendo el antisemitismo en Norteam¨¦rica?
R. Crecen todos los discursos del odio. La derecha usa el verdadero antisemitismo como arma, para justificarse. Escucho a jud¨ªos mayores convencidos de que tienen a la turba a la puerta de casa. Creo que les meten ese miedo para que apoyen a Israel acr¨ªticamente.
P. Trump ha firmado una victoria aplastante en el inicio de las primarias. ?Hay algo que pueda interponerse en su camino hacia la Casa Blanca?
R. Honestamente, solo una renuncia de Joe Biden. Ha enfurecido tanto a los votantes j¨®venes al apoyar el genocidio de Israel en Gaza, que dudo de que pueda ganar. Por no hablar de los electores ¨¢rabes en Estados clave como M¨ªchigan y Pensilvania.
¡°No conozco a nadie que no se sienta frustrado por todo lo que tiene que hacer para alimentar su imagen en internet¡±
P. Al releer No logo, hay ideas que ahora suenan na¨ªf. No tanto por culpa del libro como de la brutal evoluci¨®n del turbocapitalismo. Escribi¨® sobre el poder de las marcas, pero no vio que todos acabar¨ªamos convertidos en una.
R. Era algo que les empezaba a pasar a los famosos. Entonces parec¨ªa rid¨ªculo pensar que todos podr¨ªamos cultivar nuestra marca. ?C¨®mo? ?Poniendo anuncios en el peri¨®dico? No exist¨ªan Instagram o TikTok. Y m¨ªranos ahora: no conozco a nadie que no se sienta frustrado por lo que tiene que hacer para alimentar su imagen en la Red. Esto est¨¢ teniendo un impacto profundo en nuestra comprensi¨®n de lo que es la vida o para qu¨¦ sirven las amistades.
P. Lo que era imposible de prever es el auge de pel¨ªculas sobre marcas, de Air a Tetris, y que una de ellas, Barbie, se colocara en el centro de un debate cultural de aparente calado sobre feminismo.
R. Barbie es como un subid¨®n de az¨²car. A todos nos gusta mientras sucede. Pero luego te sientes mal, avergonzada, con una resaca Barbie. Todas esas pel¨ªculas que planea hacer Mattel¡ me recuerdan a la inteligencia artificial, otra expresi¨®n de nuestra era de doppelgangers: es una m¨¢quina de duplicaci¨®n y mimetismo, que remezcla la cultura de una manera que puede parecer innovadora, pero no lo es.
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