¡®El hombre unidimensional¡¯ cumple 60 a?os sin pensar en jubilarse (ni dejar de consumir)
La obra que convirti¨® a Herbert Marcuse en un referente de cr¨ªtica al consumismo, el conformismo pol¨ªtico y los nuevos fascismos sigue vigente m¨¢s de medio siglo despu¨¦s de su publicaci¨®n
Herbert Marcuse (1898-1979) puede parecer un pensador casi olvidado, pero muchas de sus ideas, en especial las que populariz¨® en su libro El hombre unidimensional, a¨²n son ¨²tiles para entender nuestra sociedad, desde el consumismo hasta el ascenso de los pol¨ªticos populistas.
Este libro, que cumple 60 a?os, le convirti¨® en un referente de la nueva izquierda y de los estudiantes que protestaban a favor de los derechos civiles y en contra de la guerra de Vietnam. Era una lectura casi obligada por su cr¨ªtica de una sociedad en la que se impon¨ªan ideas y valores, y en la que se asfixiaba toda disidencia.
?Por qu¨¦ ya no planeamos la revoluci¨®n?
Marcuse naci¨® en Berl¨ªn en 1898. En los a?os treinta empez¨® a colaborar con el Instituto de Investigaci¨®n Social, donde coincidi¨® con otros pensadores jud¨ªos interesados en el marxismo y en el psicoan¨¢lisis, la llamada Escuela de Fr¨¢ncfort. Muchos de ellos emigraron a Estados Unidos tras el ascenso al poder de Adolf Hitler. Algunos, como Max Horkheimer y Theodor Adorno, regresaron a Alemania tras la guerra, pero Marcuse se qued¨® y dio clases en las universidades de Columbia, Harvard y Brandeis, adem¨¢s de publicar libros como Raz¨®n y revoluci¨®n, y Eros y civilizaci¨®n.
Su momento de mayor popularidad lleg¨® en los a?os sesenta, con la publicaci¨®n de El hombre unidimensional. En el libro, Marcuse parte de una evidencia: vivimos bastante bien. No todos y no siempre, claro, pero una gran parte de la poblaci¨®n disfruta de la comodidad suficiente como para no pensar en revoluciones. Adem¨¢s, estamos demasiado ocupados intentando satisfacer las necesidades que ha creado el progreso tecnol¨®gico y a trav¨¦s de las cuales nos acabamos identificando con el sistema. Podemos reconocer este proceso hoy en d¨ªa: todos vemos las mismas pel¨ªculas o series, nos conectamos a las mismas redes sociales, leemos las mismas noticias y, en definitiva, nos venden y compramos los mismos valores culturales, incluso aunque sea a trav¨¦s de centenares de plataformas.
El resultado es que el sistema puede absorber cualquier cr¨ªtica, sin que haga falta ninguna represi¨®n autoritaria. Como explica por correo electr¨®nico Mar¨ªa Carmen L¨®pez S¨¢enz, catedr¨¢tica de Filosof¨ªa de la UNED y autora de Marcuse (Ediciones del Orto), la sociedad ¡°es capaz de integrar todo antagonismo y de convertir a sus miembros en seres de una sola dimensi¨®n¡±. Creemos ser libres, pero no lo somos, porque no hay posibilidad real de cambio. Ni siquiera conocemos nuestras necesidades: las confundimos con las que nos vienen impuestas, como el pen¨²ltimo modelo de m¨®vil o esa serie de la que habla todo el mundo.
Marcuse extend¨ªa su an¨¢lisis a los pa¨ªses comunistas. Como explica al tel¨¦fono John Abromeit, profesor de Historia del Pensamiento Pol¨ªtico en la Universidad de B¨²falo, en ambos contextos ¡°se hab¨ªa perdido la esperanza de una sociedad cualitativamente diferente y m¨¢s emancipada¡±.
Espacios de resistencia y reflexi¨®n
?Y qu¨¦ podemos hacer para cambiar las cosas? Marcuse apunta que la sociedad capitalista tiene brechas y contradicciones a partir de las que se pueden crear espacios de reflexi¨®n y fraguar alternativas, como explica L¨®pez S¨¢enz. Marcuse buscaba en el arte, en la pol¨ªtica o en la filosof¨ªa estos rincones de conciencia cr¨ªtica que no hab¨ªan quedado sepultados por un capitalismo que consideraba opresor y represor.
Pero otra pregunta es por qu¨¦ querr¨ªamos liberarnos. ?No estamos bien as¨ª, viendo series y esperando paquetes de Amazon? Como escribe L¨®pez S¨¢enz en el cap¨ªtulo dedicado a Marcuse de Totalitarismos: la resistencia filos¨®fica (Tecnos), nuestras sociedades no son tan bonitas como parecen en los v¨ªdeos de Instagram: las contradicciones del sistema se manifiestan ¡°en las guerras innecesarias, en la creciente productividad unida a la creciente destructividad de la naturaleza y en la preservaci¨®n de la miseria junto al despilfarro sin precedentes¡±. Marcuse cree que es posible una sociedad m¨¢s justa, m¨¢s creativa y m¨¢s pac¨ªfica.
Sin embargo, tambi¨¦n es pesimista. De una sociedad como la nuestra es imposible escapar, precisamente porque lo ocupa todo. En su libro apenas encuentra algo de esperanza en los ¡°proscritos y los extra?os, los explotados y perseguidos de otras razas y de otros colores, los parados y los que no pueden ser empleados¡±. Como est¨¢n fuera del sistema, son los ¨²nicos que pueden encontrar esos espacios de resistencia en los que liberar su imaginaci¨®n.
Pero a lo mejor ni eso: Marcuse cree que el sistema es capaz de ofrecer ¡°ajustes y concesiones¡±, adem¨¢s de contar con el ej¨¦rcito y la polic¨ªa para frenar a los disidentes en caso necesario. Y podr¨ªamos a?adir que muchos de quienes est¨¢n fuera de esta sociedad de consumo quieren acceder a ella, no cambiarla. No buscan cortar la cabeza de los reyes o acabar con la burgues¨ªa: quieren ser un noble o un propietario m¨¢s.
Se podr¨ªa decir que eso es lo que pas¨® con el movimiento estudiantil de finales de los a?os sesenta, que ¨¦l apoy¨®. Las protestas vinieron de grupos al margen: el pacifismo, la segunda ola del feminismo, el antirracismo¡ Como explican Abromeit y L¨®pez
S¨¢enz, Marcuse mostr¨® a los pensadores y activistas j¨®venes c¨®mo todos estos problemas no eran independientes, sino que ten¨ªan la misma ra¨ªz: el sistema capitalista y sus t¨¦cnicas de control de la disidencia.
Pero, como auguraba Marcuse, estos movimientos fueron reprimidos y muchos de sus protagonistas acabaron formando parte del establishment, aunque fuera de un modo cr¨ªtico¡ Y aunque muchas de sus ideas hayan contribuido a avances notables (que quiz¨¢s el fil¨®sofo ver¨ªa solo como concesiones).
El populismo neofascista
Las ideas de Marcuse quedaron eclipsadas durante muchos a?os por la nueva generaci¨®n de te¨®ricos cr¨ªticos, con J¨¹rgen Habermas a la cabeza, por el liberalismo de John Rawls y por el posmodernismo. Pero ya en 1999, en su Historia de la filosof¨ªa en el siglo XX, el fil¨®sofo Christian Delacampagne preve¨ªa que, en un mundo a¨²n m¨¢s unidimensional, sus cr¨ªticas podr¨ªan volver a convertirse en muy actuales: ¡°La tecnocracia capitalista no ha evolucionado en lo fundamental. Contin¨²a siendo igual de autoritaria, igual de impotente para asegurar la felicidad de la mayor parte de la humanidad. Aqu¨ª o all¨¢, sus crisis favorecen el retorno del fascismo, incluso de ciertas formas ¡ªapenas disimuladas¡ª de nacionalsocialismo¡±.
De hecho y como explica Abromeit, el an¨¢lisis de Marcuse es ¨²til para entender el ascenso de los populismos. El fil¨®sofo ya anticip¨® en un ensayo de los a?os setenta, ¡°El destino hist¨®rico de la democracia burguesa¡±, el resurgimiento de estos movimientos de extrema derecha, que no dudaba en llamar neofascistas. Los consideraba una amenaza para la democracia por sus ideas totalitaristas y por su alianza con los grandes poderes econ¨®micos, como ya pas¨® con el nazismo.
Abromeit pone el ejemplo del candidato republicano a la vicepresidencia de Estados Unidos, J. D. Vance: en su carrera pol¨ªtica se ha presentado como un protector de las clases populares, pero depende del poder de ¡°¨¦lites conservadoras poderosas¡±, como el millonario de extrema derecha Peter Thiel, ¡°que tambi¨¦n apoy¨® la campa?a de Donald Trump en 2016¡å. Las sociedades modernas capitalistas ¡°reproducen las condiciones pol¨ªticas y sociales que llevan al fascismo. As¨ª que el fascismo no es una casualidad¡±.
De nuevo, Marcuse nos ofrece claves para entender y analizar nuestra cultura, nuestra econom¨ªa y nuestra pol¨ªtica, aunque no estemos de acuerdo con ¨¦l. Y, sobre todo, nos ayuda a buscar espacios de resistencia y de cr¨ªtica, con el objetivo de alcanzar una vida m¨¢s plena y m¨¢s justa. Es decir, con m¨¢s de una dimensi¨®n.
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