Por qu¨¦ Espa?a es un pa¨ªs urban¨ªsticamente feo
Una larga historia de devastaci¨®n del patrimonio, tanto natural, arquitect¨®nico como cultural, ha conseguido que un pa¨ªs como Espa?a, con territorios tan distintos entre s¨ª, sea homog¨¦neo en espacios sin belleza alguna
Por ah¨ª vamos, por la carretera, con el coraz¨®n contento. Pero al mirar por la ventanilla, la vista se empa?a entre hileras de adosados tristes, urbanizaciones sin ton ni son, islas de edificios horrendos y naves industriales descomunales. Es un paisaje destrozado. La pregunta es: ?c¨®mo es posible que un pa¨ªs tan bello, con territorios tan distintos entre s¨ª, sea tan homog¨¦neo en su fealdad urban¨ªstica?
¡°Vivimos una larga historia de devastaci¨®n patrimonial, sea natural, arquitect¨®nica o cultural¡±, responde el periodista Andr¨¦s Rubio. En su libro Espa?a fea (Debate, 2022), Rubio denuncia que el grado de demolici¨®n y horribles construcciones en pueblos, ciudades y periferias ha alcanzado niveles insostenibles.
La invectiva se inici¨® durante el desarrollismo franquista: ¡°No queremos una Espa?a de proletarios, queremos una Espa?a de propietarios¡±, declar¨® un s¨¢bado de mayo de 1959 Jos¨¦ Luis de Arrese, ministro de Vivienda franquista, ante un plantel de agentes de la propiedad inmobiliaria. Bajo esa consigna muchos promotores, constructores, gobernantes y arquitectos se pusieron manos a la obra.
Desde entonces, de las playas de Huelva hasta el Empord¨¤ catal¨¢n ¡ªcon excepciones como algunas playas de C¨¢diz de propiedad militar o el caso de Cadaqu¨¦s, que hace d¨¦cadas que prohibi¨® la construcci¨®n de edificios altos, y ahora es una joya tur¨ªstica¡ª, el litoral espa?ol sufre un furor constructivo que ha perseverado en democracia. ¡°Con la Constituci¨®n se crean 17 comunidades aut¨®nomas, cada una con sus legislaciones particulares, lo que a lo largo de d¨¦cadas ha permitido todo tipo de corruptelas y desregulaciones¡±, explica Rubio al tel¨¦fono.
Es lo que el especialista en urbanismo Erik Harley llama ¡°salchicherismo urbano¡± y ¡°salseo inmobiliario¡±. Son los tejemanejes y las corruptelas, la obra como chanchullo ¡°siempre pensando en el beneficio propio y nunca en el beneficio de la sociedad¡±, indica Harley, fundador del Pormishuevismo, un movimiento que denuncia el urbanismo y la arquitectura especulativa.
Para el periodista Andr¨¦s Rubio, el grado de demolici¨®n y horribles edificaciones ha alcanzado niveles insostenibles
Harley pone como ejemplo los puentes de Santiago Calatrava. En los a?os ochenta y noventa, las administraciones locales se rifaban al arquitecto valenciano, ¡°trat¨¢ndolo como un mes¨ªas del futuro¡±, dice. Construy¨® m¨¢s de 10 puentes en el territorio espa?ol, ¡°casi todos iguales, a escoger entre el tipo peineta o el tipo jamonero¡±, detalla Harley, pagados a precio de oro, algunos de mala calidad y con fallos. Como el puente de Bilbao, que se construy¨® con suelo de cristal (en una ciudad en la que llueve m¨¢s de 200 d¨ªas al a?o) y tuvieron que cambiarlo por las denuncias de resbalones y roturas de cadera. O el de Murcia, que al poco de su inauguraci¨®n se rompieron las losetas y el Ayuntamiento tuvo que encargar una inmensa moqueta por el precio de 60.000 euros que, a su vez, tuvo que ser arreglada al poco de instalarla porque se enganch¨® con un carrito de la compra. Da risa, pero las denuncias de Harley son muy serias, porque muchas veces se trata de malversaci¨®n de fondos p¨²blicos. ¡°No podemos poner a la cabeza de las administraciones a gente que no defiende lo p¨²blico en materia del suelo y el territorio com¨²n¡±, explica en conversaci¨®n por videoconferencia. Entre 2002 y 2007, a partir de la reforma de la Ley del Suelo del Gobierno de Aznar, se urbanizaron millones de metros cuadrados que hasta entonces no eran urbanizables. Pero el furor ya estaba antes. ¡°Cuando la construcci¨®n va bien, todo va bien¡±, lleg¨® a decir Carlos Solchaga, ministro Econom¨ªa del Gobierno del PSOE entre 1985 y 1993.
Es ¡°la construcci¨®n sin pensamiento, la desregulaci¨®n memoricida¡±, dice Rubio: en San Sebasti¨¢n se han demolido 450 villas residenciales de principios de siglo; en Lanzarote est¨¢n en marcha una veintena de complejos tur¨ªsticos ilegales, y en ciudades como Madrid o Barcelona desaparecen comercios centenarios de un d¨ªa para otro.
¡°Durante muchos a?os, el Estado espa?ol ha estado apostando por la industria de la construcci¨®n y eso hizo polvo el territorio, porque dio poder a los ayuntamientos ¡ªcon la coartada legal de los urbanistas¡ª a cambiar la regulaci¨®n de los territorios sin problemas, reconvirtiendo suelo residencial en hotelero, por ejemplo¡±, reflexiona Itziar Gonz¨¢lez, urbanista y arquitecta. Gonz¨¢lez, que al acabar la carrera hizo la promesa de no construir nunca obra nueva (y lo ha cumplido), denuncia que esa situaci¨®n ha llevado al perfeccionamiento de lo que denomina la industria de la recalificaci¨®n, que juega a la bolsa inmobiliaria recatalogando suelos y multiplicando su valor, a¨²n sin desarrollar construcci¨®n alguna. Es el resultado del ¡°p¨¦simo h¨¢bito de legitimar por ley la violaci¨®n de la ley¡±, dijo una vez el historiador del Arte Salvatores Settis, en referencia a lo que tambi¨¦n ocurre en Italia.
Aires de cambio
Es una cuesti¨®n de pol¨ªtica y poder, alimentada por un intrincado ecosistema ¡°de normativas de municipios, sin red estatal, a merced de algunos concejales muy politizados y nada acostumbrados a pensar en el bien com¨²n¡±, subraya Rubio. El resultado es un paisaje degradado de obras sin fin, en ocasiones en su sentido literal: el estudio ¡®Aproximaci¨®n a la geograf¨ªa del despilfarro en Espa?a: Balance de las ¨²ltimas dos d¨¦cadas¡¯ (Bolet¨ªn de la Asociaci¨®n Espa?ola de Geograf¨ªa, 2018) detalla estaciones millonarias sin acabar, l¨ªneas innecesarias, tramos abandonados a la mitad y sobrecostes.
Desde el franquismo, el litoral espa?ol sufre un furor constructivo que ha perseverado en democracia
Pero nada est¨¢ escrito. Las cosas se pueden hacer de otra manera, como ya se hizo en el pasado. Por ejemplo, en Vejer de la Frontera, los sucesivos gobiernos municipales del UCD, el Partido Andalucista, el PSOE o el PP se mantuvieron fieles a la idea de pol¨ªtica en inter¨¦s de la colectividad y en defensa del patrimonio com¨²n. Y en Santiago de Compostela, su exalcalde Xerardo Est¨¦vez, arquitecto de formaci¨®n, hall¨® la frase m¨¢gica para frenar el furor especulativo: ¡°Esto es indigno de Santiago¡±.
Cada vez m¨¢s personas y asociaciones se alzan contra ¡°los construgobernantes¡±, seg¨²n los llaman algunos. En Cantabria, vecinos y ecologistas se est¨¢n movilizando contra un proyecto de construcci¨®n que amenaza en convertir la preciosa playa salvaje de Langre en ¡°la Ibiza del norte¡±, seg¨²n se publicit¨®. Son grupos como SOS Costa Brava, ?ncora San Sebasti¨¢n, Maltrato da Paisaxe. Canibalismo Urban¨ªstico, o gente como el periodista canario David Cuesta, que hace poco escribi¨® en X: ¡°Es tal la constante destrucci¨®n del patrimonio hist¨®rico de Santa Cruz de Tenerife que va a llegar el d¨ªa en que lo m¨¢s longevo que mantenga la ciudad sea su actual alcalde¡±.
¡°No hay nada que no se pueda mejorar si lo hacemos entre todos, juntos: con un trabajo comunitario entre el vecindario y una verdadera cooperaci¨®n p¨²blico-privada¡±, reflexiona Gonz¨¢lez, pionera en la idea de arquitectura social y el enfoque de deconstrucci¨®n y reutilizaci¨®n de materiales. No hay que bajar la guardia y estar atentos: la agosticidad es un t¨¦rmino com¨²n entre activistas contra el urbanismo corrupto y se refiere a que este mes es el preferido de los especuladores para actuar.
Ap¨²ntate aqu¨ª a la newsletter semanal de Ideas.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.