Cuadernos de Hait¨ª
El enviado especial de EL PA?S a la isla, Ram¨®n Lobo, cuenta el d¨ªa a d¨ªa despu¨¦s del terremoto que asol¨® la capital
Linda y Beewolf no tienen una casa como la nuestra
En el Delmas Country Club de Petionville no se juega al golf. Faltan jugadores y el c¨¦sped exquisito necesario para que ruede la bola. Sobran las personas que como Linda y Beewolff lo convirtieron en su residencia.
El vendedor de llamadas telef¨®nicas
En Puerto Pr¨ªncipe empiezan a brotar negocios que lo mismo venden electricidad para alimentar m¨®viles que botes de leche concentrada
"D¨ªgale a la gente que no se canse de ayudar"
En la avenida de La Saline de Puerto Pr¨ªncipe, una de las m¨¢s vulnerables a las inundaciones, ondean dos grandes banderas venezolanas. Una pertenece a la embajada; la otra, a un peque?o destacamento militar enviado por Hugo Ch¨¢vez tras el terremoto. Entre ambas se encuentran estacionados decenas de Hummvees y otros veh¨ªculos del Ej¨¦rcito de Estados Unidos y son numerosos los soldados norteamericanos que se mueven por las instalaciones. El contraste resulta llamativo.
Guerra papel-Internet en Puerto Pr¨ªncipe
'Le Nouvelliste', un peri¨®dico que a duras penas sobreviv¨ªa en Hait¨ª antes del se¨ªsmo, se ve obligado ahora a centrarse en la Red tras perder su vieja rotativa
La ciudad que vive en el infierno canta a dios
Puerto Pr¨ªncipe se colma los domingos de c¨¢nticos y palabras vociferadas por pastores cristianos que imitan a los predicadores estadounidenses. Unos fueron a cursillos de declamaci¨®n y miedo; otros, aprendieron con la televisi¨®n. Aqu¨ª no hay tanto negocio como all¨¢ aunque sean muchos los fieles pues las colectas son m¨ªseras donde abunda la miseria. Tampoco ayudan en exceso las circunstancias ambientales, que a nadie le asusta la amenaza del infierno cuando ya vive en ¨¦l.
Vida y muerte a bordo del Castilla
En el buque espa?ol destacado en Hait¨ª para ayudar a la poblaci¨®n tras el terremoto han nacido ya tres beb¨¦s
El barrio que aprendi¨® a dejar de disparar
En Carrefour Feville, uno de los barrios de peor fama de Puerto Pr¨ªncipe, la destrucci¨®n alcanza al 60% de los edificios. El terremoto arras¨® 19 de sus 27 escuelas p¨²blicas y las que quedaron en pie tienen tantas grietas que nadie se atreve a entrar. El hospital para enfermedades pulmonares est¨¢ en ruinas, lo mismo que las seis cl¨ªnicas de atenci¨®n primaria. Tambi¨¦n se hundieron bastantes iglesias, que el se¨ªsmo no respet¨® credos ni dioses.
El pintor que vio un cuadro negro
El pintor de los colores vivos -azules y verdes-, de los soles majestuosos y las formas redondas en unos lienzos que transmiten fuerza y optimismo, no ha sido capaz de empezar uno nuevo desde el terremoto del 12 de enero .
La mujer que maneja la gran excavadora
En el callej¨®n donde yacen los restos de lo que fue la Escuela Tecnol¨®gica Sainte Trinit¨¦, una enorme excavadora hidr¨¢ulica de color amarillo blande su pala como quien mueve un florete. El conductor parece empe?ado en doblar a golpes y empellones el amasijo de hierros para dejarlos apartados a un lado de la calle. La m¨¢quina se mueve hacia delante y hacia atr¨¢s con una rapidez ins¨®lita para su tama?o y peso, lo que mantiene a raya y alerta a una pl¨¦yade de buscadores y curiosos.
Beatriz y Manoucha ya pueden comer arroz
Apenas pueden mover el saco de 50 kilogramos de arroz. Lo arrastran un poco hasta que se cansan; tratan de transportarlo en un columpio improvisado con pl¨¢sticos cruzados pero unos metros m¨¢s all¨¢, Manoucha, la m¨¢s baja, se queda sin fuerza y deja caer su lado. Ella y Beatriz no son las ¨²nicas mujeres en dificultades durante el reparto de ayuda humanitaria en el puerto de la capital.
El guitarrista de Puerto Pr¨ªncipe
Florvie Dieuveson tiene 10 a?os y parece feliz. Brinca entre los voluntarios armado con una botella de pl¨¢stico verde y una goma el¨¢stica atada. De ese estrafalario instrumento obtiene m¨²sica a la que acompa?a con una letra inventada por ¨¦l que trata del terremoto, los muertos y las personas como ¨¦l y su madre que se quedaron sin hogar.
El joven que lava la ropa
A Fran?ois Luckner se le aparecieron los santos mientras estaba en la escuela el 12 de enero, el d¨ªa del gran terremoto . Tiene 18 a?os y una mirada triste, sin brillo, de quien se le han terminado de golpe las l¨¢grimas que una persona tiene para toda la vida.
Los 140 bomberos contra el terremoto
Puerto Pr¨ªncipe no es Nueva York aunque sus 140 bomberos merecen un lugar de honor en la historia de los h¨¦roes an¨®nimos.
El callej¨®n donde muri¨® Ricardo Ortega
El terremoto demoli¨® la casa de enfrente y otras muchas del barrio pero el callej¨®n donde muri¨® Ricardo Ortega hace casi nueve a?os se mantiene intacto.
Demasiados muertos para un solo cementerio
"Cuando todo Puerto Pr¨ªncipe era una morgue al aire libre, su cementerio m¨¢s c¨¦lebre, el inaugurado en 1800 y considerado patrimonio hist¨®rico y cultural, luchaba por evitar que se le escaparan los muertos."
Buscadores de tesoros en la calle de los Milagros
"Al atardecer, cuando el sol afloja sus calores, cientos, quiz¨¢ miles, de haitianos escarban en los escombros de las casas derruidas, martillean hierros retorcidos y hojalatas varias y se llevan puertas, contraventanas, ca?er¨ªas, tubos y clavos."
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.