La crisis de la deuda en EE UU compromete la unidad y el futuro de los republicanos
El Grand Old Party nunca calcul¨® el grado de fanatismo y la anarqu¨ªa de los 40 congresistas que suma el movimiento de extrema derecha
El Grand Old Party, el partido de Abraham Lincoln, Dwight Eisenhower y Ronald Reagan, vive un momento cr¨ªtico con el ascenso del Tea Party. Ante un episodio de la trascendencia de una posible suspensi¨®n de pagos, el liderazgo republicano en el Congreso se ha mostrado incapaz de contener la estrategia nihilista de la extrema derecha que se ha infiltrado entre sus filas en los dos ¨²ltimos a?os. Como resultado, naufraga sin rumbo, sin proyecto y sin un patr¨®n que pueda reconducirlo.
El Partido Republicano nunca midi¨® las consecuencias de su pacto con el movimiento Tea Party para ganar las elecciones legislativas de 2010. Nunca entendi¨® la naturaleza an¨¢rquica de los cuarenta congresistas que se incorporaban en esa fecha a la C¨¢mara de Representantes. Nunca calcul¨® el grado de fanatismo, amateurismo e intransigencia de un pu?ado de pol¨ªticos que vino a Washington a limpiar el sistema y no tiene escr¨²pulos en llevarse por delante lo que sea preciso para conseguirlo.
Probablemente, el m¨¢ximo l¨ªder republicano en el Congreso, John Boehner, lo entendi¨® por fin en la azarosa noche de este jueves (madrugada del viernes en Espa?a) mientras buscaba uno a uno los votos que necesitaba para sacar adelante su propuesta sobre el levantamiento del techo de deuda. Lo hizo como se han hecho tradicionalmente esas negociaciones, ofreciendo cargos y compensaciones a cambio del voto. Pero se encontr¨® con un muro en el que la defensa de los principios puede m¨¢s que la credibilidad de Estados Unidos o las urgencias de la econom¨ªa mundial.
"Yo no vine aqu¨ª buscando favores ni un puesto en un comit¨¦, as¨ª es que amenazarme con eso no tiene ning¨²n efecto", advirti¨® uno de los representantes de ese sector, el congresista de Carolina del Sur Trey Gowdy. "Las negociaciones que ha habido aqu¨ª esta noche, hace unos a?os le hubieran costado al pa¨ªs 20.000 millones de d¨®lares", dijo otro afiliado al Tea Party, el congresista de Arizona Jeff Flake, en referencia a los proyectos que se suelen poner sobre la mesa en este tipo de acuerdos. Esa noche del jueves, que algunos observadores han comparado con el Titanic del Partido Republicano, ha sido descrita por Flake como "el espect¨¢culo m¨¢s refrescante del mundo".
Los congresistas no estaban solos en esa aventura revolucionaria. Mark Meckler y Jenny Beth Martin, los fundadores de los Tea Party Patriots, se hab¨ªan apostado con un grupo de los suyos a las puertas del Capitolio para impartir instrucciones a sus congresistas, en un ejemplo de ese modelo de democracia directa que ellos patrocinan. En el tel¨¦fono, Richard Armey, el l¨ªder de FreedomWorks, se aseguraba la lealtad de los congresistas de Texas que controla. En Facebook, Sarah Palin, hizo una declaraci¨®n estimulando a los miembros del Congreso a mantener la palabra dada a los efectores y resistir todas las presiones. En Twitter y otras redes sociales, miles de activistas recordaban a sus representantes parlamentarios lo que ten¨ªan que hacer si quer¨ªan ser bien recibidos en sus distritos electorales. Paralelamente, Rush Limbaugh y otros comentaristas en la radio y en la cadena Fox vigilaban inquisitorialmente el comportamiento de cada uno de los congresistas de la derecha.
Esta es la fuerza que dio vitalidad a los republicanos despu¨¦s de su derrota en las elecciones presidenciales de 2008 y es la fuerza que hoy impone su ley dentro del partido. A ella tendr¨¢ que enfrentarse el establishment republicano si quiere recuperar las esencias del conservadurismo norteamericano y, m¨¢s importante que eso, una mayor posibilidad de volver a la Casa Blanca. Un partido incapaz de gobernarse a s¨ª mismo tiene escasas opciones de gobernar el pa¨ªs.
?Qui¨¦n puede hacer eso? Nadie de quienes ahora est¨¢n al frente. Boehner puede salir muy herido de esta crisis, quiz¨¢ al borde su dimisi¨®n. John McCain denunci¨® desde el pleno del Senado el aventurerismo infantil del Tea Party, pero ¨¦l ya es un outsider en su partido. Los actuales candidatos presidenciales oscilan entre los que trabajan para el Tea Party y los que le temen demasiado como para oponerse.
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