El partido ¡®first¡¯, el resto ya veremos. Reino Unido, Espa?a y otros adeptos
El ultrapartidismo, la renuncia sistem¨¢tica al di¨¢logo y el compromiso con el adversario pol¨ªtico, debilita paulatinamente muchas sociedades europeas
Casi tres a?os despu¨¦s de asumir el mando del Gobierno brit¨¢nico y la gesti¨®n del Brexit, a pocos d¨ªas del abismo de una salida de la UE sin acuerdo, Theresa May ha dado esta semana un abrupto giro anunciando que buscar¨ªa un entendimiento con la oposici¨®n laborista. Hasta entonces, en todo momento desde que tom¨® el mando e incluso tras quedarse con un Ejecutivo en minor¨ªa despu¨¦s de unas elecciones anticipadas fracasadas, hab¨ªa antepuesto sin ning¨²n complejo el miedo a romper su asilvestrado partido al ideal de conformar una amplia mayor¨ªa parlamentaria de apoyo a alg¨²n modelo de Brexit ¡ªen un pa¨ªs en el que el 48% rechaz¨® la salida, y otro 52% la respald¨® sin tener ninguna idea de c¨®mo ser¨ªa¡ª. La historia la juzgar¨¢ por ello.
Dadas las circunstancias, terrible es la sospecha de que pueda tratarse de un mero giro t¨¢ctico, solo dirigido a asustar al ala ultramontana de su partido (para que apoye in extremis el plan que el Gobierno negoci¨® con la UE) y a hipnotizar a los socios europeos (para que concedan en la cumbre del mi¨¦rcoles otra pr¨®rroga gracias al espejismo de una soluci¨®n bipartidista). Veremos. Sea como fuere, el viraje puede verse como un elocuente epitafio de cierta manera de emprender la pol¨ªtica: de espaldas al Parlamento, ignorando a la oposici¨®n.
Dif¨ªcil encontrar parangones con igual dramatismo en la Europa actual, pero la enfermedad del ultrapartidismo ¡ªesa degeneraci¨®n tumoral de lo que es la sana representaci¨®n democr¨¢tica partidista¡ª es un mal que pudre muchos tejidos en el continente. La pol¨ªtica frentista, de trincheras, de describir y tratar al oponente como enemigo, incluso como traidor, prospera. Su florecer debilita nuestras sociedades, porque en lugar de aunar fuerzas y facilitar sinton¨ªas, divide y encona.
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Hay algunas excepciones, por supuesto. En el pasado, y en el presente. La venerable democracia brit¨¢nica, en horas diferentes, exhibe el caso de los Gobiernos de unidad nacional liderados por Ramsay MacDonald desde 1931 a 1935, que sum¨® pol¨ªticos conservadores, liberales y del sector laborista ante las consecuencias de la crisis del 29. En Alemania, Merkel dirige su tercera gran coalici¨®n entre formaciones a la izquierda y la derecha de la divisoria pol¨ªtica central, lo que es prueba fidedigna de madurez pol¨ªtica. La alianza gubernamental holandesa, eminentemente liberal-conservadora, incluye un partido con rasgos progresistas en algunas materias. Ese pa¨ªs, como por ejemplo Finlandia, tiene un largo historial de Gobiernos de coalici¨®n, en algunas circunstancias bastante heterog¨¦neos. Macron ha incluido en su Ejecutivo figuras del socialismo y de la derecha moderada.
Un caso especial es Italia, que en medio de una pol¨ªtica a menudo ca¨®tica e ineficaz, ha sin embargo exhibido capacidad de uni¨®n y convergencia en momentos cr¨ªticos. Recu¨¦rdese el Gabinete Ciampi de 1993, en plena tormenta econ¨®mica sobre la lira, respaldado por ampl¨ªsima mayor¨ªa parlamentaria. Lo mismo ocurri¨® con el Gobierno Monti de 2011. A su manera, el actual Ejecutivo es un experimento pol¨ªtico que tambi¨¦n requiri¨® extraordinarias dosis de flexibilidad: une a un partido (Liga) que representa eminentemente los intereses del rico norte que quiere menos impuestos y menos transferencias al sur con otro (Cinco Estrellas) que representa en gran medida a un sur que quiere subsidios.
Sin embargo, estos episodios de superaci¨®n de las trincheras partidistas son minor¨ªa. La pol¨ªtica tribal triunfa. El espect¨¢culo brit¨¢nico es un escenario privilegiado, pero no cuesta hallar s¨ªntomas en otros lares. Hay argumentos para sostener que Espa?a est¨¢ entre los protagonistas de esta danza tribal. Ciudadanos descart¨® de forma radical pactar con el PSOE de S¨¢nchez (mientras el partido liberal de Macron contempla eso como una posibilidad en el tablero europeo). El PP resume su plan de Gobierno con un ¡°echar a S¨¢nchez¡±. En cualquier parte del hemiciclo se oye ret¨®rica incendiaria. En el pasado hubo algunos casos de entendimiento super partes (m¨¢s bien por la disposici¨®n del PSOE, como en el caso de la aplicaci¨®n del art¨ªculo 155 de la Constituci¨®n en Catalu?a o el respaldo a la pol¨ªtica terrorista anti-ETA). Pero cualquier extranjero nota la virulencia del debate pol¨ªtico en Espa?a y la escasa propensi¨®n a la construcci¨®n com¨²n fuera de las ¨¢reas de cercan¨ªa ideol¨®gica tradicional.
El panorama es m¨¢s triste a¨²n en el Este, donde en muchos casos se asiste no solo a falta de di¨¢logo, sino a estrategias de acoso y derribo del oponente.
Y, sin embargo, el compromiso es una virtud. Europa, una vez m¨¢s, se antoja como soluci¨®n orteguiana a los problemas nacionales. En la Euroc¨¢mara es mucho m¨¢s habitual el di¨¢logo y la construcci¨®n com¨²n entre familias socialdem¨®cratas, democristianas y liberales. Desafortunadamente, no se nota gran efecto contagio.
Una cita ap¨®crifa atribuida a Giulio Andreotti sosten¨ªa que en la pol¨ªtica espa?ola ¡°manca finezza¡±. La sensaci¨®n es que, en la pol¨ªtica europea en general, falta nobleza. Suele funcionar mejor que la terquedad.
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