Espa?a, Irlanda del Norte y Austria: tres desbloqueos pol¨ªticos y un funeral
El arranque de 2020 ha resuelto tres par¨¢lisis, pero el tufo del partidismo radical sigue empa?ando muchos pa¨ªses de Europa y Occidente
Los primeros compases de 2020 han arrojado en Europa el desbloqueo de tres prolongadas par¨¢lisis pol¨ªticas: Irlanda del Norte, Espa?a y Austria. Cada una tiene sus caracter¨ªsticas pero en los tres casos las respectivas ciudadan¨ªas sufrieron largos periodos de administraciones interinas o inexistentes. En los tres casos hay significativas apuestas de di¨¢logo pol¨ªtico (muy pol¨¦mica en el caso espa?ol). Estos movimientos, sin embargo, no disipan la peste que exhala la gangrena del partidismo exacerbado que recorre grandes partes de Europa y Occidente.
Unionistas y republicanos lograron el pasado d¨ªa 10 pactar un Gobierno en Irlanda del Norte tras tres a?os de bloqueo con competencias locales gestionadas desde Londres.
PSOE y Unidas Podemos obtuvieron el pasado d¨ªa 7 el aval del Congreso espa?ol al primer Gobierno de coalici¨®n de la etapa democr¨¢tica posfranquista gracias a la decisiva abstenci¨®n de los republicanos catalanes y a la pol¨¦mica promesa de di¨¢logo subyacente. Espa?a ten¨ªa un Gobierno en funciones desde las elecciones de abril de 2019 y lleva a?os sumida en una situaci¨®n de inestabilidad pol¨ªtica.
En Austria, tambi¨¦n el 7 de enero, los conservadores de Sebastian Kurz dieron un gran giro y, tras gobernar en la anterior legislatura coaligados con la ultraderecha, empezaron una nueva etapa con los Verdes como socios. El anterior Ejecutivo de Kurz hab¨ªa colapsado en mayo y desde entonces estuvo en situaci¨®n de par¨¢lisis.
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Estos tres s¨ªntomas de flexibilidad brotan sin embargo en un panorama asolado por una grave polarizaci¨®n y una miope b¨²squeda del inter¨¦s partidista por encima del colectivo.
En B¨¦lgica, los partidos pol¨ªticos llevan un a?o intentando infructuosamente conformar un Gobierno de coalici¨®n; en el Reino Unido, todo el proceso del Brexit ha demostrado una desoladora incapacidad de alcanzar compromisos amplios entre diferentes formaciones en nombre del inter¨¦s colectivo; en Espa?a, el di¨¢logo dentro del ala progresista del espectro pol¨ªtico ha permitido desbloquear la par¨¢lisis, pero la distancia entre el sector progresista y el conservador se ha convertido en un foso letal; en Europa oriental ¡ªespecialmente en la Hungr¨ªa de Orb¨¢n y la Polonia de Kaczynski¡ª la relaci¨®n entre fuerzas gubernamentales y opositoras es beligerante, en gran medida como consecuencia de la actitud avasalladora de los partidos mayoritarios. Pa¨ªses como Alemania y Holanda y el di¨¢logo en la Euroc¨¢mara ofrecen un esperanzador contrapunto, pero la lista de la tristeza es inquietantemente amplia.
Fuera del per¨ªmetro europeo, en la mayor de las democracias occidentales, el partidismo radical se perfila cada vez m¨¢s como una aut¨¦ntica plaga: EE UU vive instalado en la confrontaci¨®n pol¨ªtica interna. En Am¨¦rica Latina tambi¨¦n el grado de polarizaci¨®n es brutal en muchos pa¨ªses, empezando por el gigante de la regi¨®n, Brasil.
Al margen de consideraciones morales, la democracia liberal se ha demostrado como el mejor sistema de gobierno, como demuestran los est¨¢ndares de vida alcanzados por los pa¨ªses que antes y con m¨¢s convicci¨®n abrazaron este modelo pol¨ªtico. El empecinamiento partidista exacerba el flanco d¨¦bil del sistema, produciendo par¨¢lisis da?inas para sus ciudadan¨ªas y facilitando la competencia de modelos m¨¢s autoritarios.
A menudo intransigencia y agresividad se presentan como heroica defensa de la democracia. M¨¢s bien, parece que la democracia muere un poco cada d¨ªa con cada pu?alada dial¨¦ctica, cada agresi¨®n o falta de respeto a las ideas de un oponente. El funeral del debate constructivo es doloroso.
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