Alex Jones, el conspirador que hizo negocio con la desinformaci¨®n
La condena al ultraderechista estadounidense por afirmar que la matanza de Sandy Hook fue una farsa pone coto a la propagaci¨®n de noticias falsas y ¡®hechos alternativos¡¯ entre los republicanos
Un jurado de Connecticut ha puesto esta semana precio a la mentira, en un notable intento de taponar las v¨ªas de agua que la desinformaci¨®n est¨¢ abriendo en la democracia estadounidense. El fen¨®meno de las noticias falsas constituye para el 91% de los ciudadanos un ¡°problema¡±, y para el 71%, un ¡°problema mayor¡±, seg¨²n un sondeo publicado recientemente, pero la condena al fabulador ultraderechista Alex Jones a pagar casi 1.000 millones de d¨®lares [unos 1.028 millones de euros] por propalar que la matanza de Sandy Hook (26 muertos en un colegio de Newtown, Connecticut, en 2012) fue una farsa, parece haber establecido un l¨ªmite.
Con la m¨¢s alta instancia judicial del pa¨ªs en manos de una mayor¨ªa ultraconservadora, no cunde el optimismo ante la posible reparaci¨®n legal de bulos y libelos ¨Dcomo la batalla judicial de la republicana Sarah Palin contra el diario The New York Times, entre otros casos¨D, pero el varapalo a Jones y su web Infowars, una de las principales plataformas de la conspiranoica derecha alternativa, puede servir de advertencia, sobre todo cuando numerosos candidatos republicanos a las elecciones de medio mandato (en noviembre) siguen sosteniendo, como Jones, que Donald Trump fue v¨ªctima de un robo en las urnas en 2020. Las arengas de Jones a los partidarios del magnate contribuyeron a alimentar el asalto al Capitolio en enero de 2021.
La justicia ha cuantificado en 965 millones de d¨®lares el precio de la mentira ¨Da saber, que la tragedia que cost¨® la vida a 20 ni?os y seis educadores en el colegio Sandy Hook fue un teatro¨D, pero el condenado tambi¨¦n ha sacado r¨¦ditos del bulo en estos a?os: a fin de cuentas, en Estados Unidos tambi¨¦n la ideolog¨ªa es cuesti¨®n de dinero. Ajeno al dolor de las familias de las v¨ªctimas, Jones se lucr¨® a trav¨¦s de una red de sociedades pantalla mediante las que amas¨® una fortuna valorada entre 135 millones y 270 millones de d¨®lares. Ello demuestra lo rentable que resulta un bulo, si el ventilador se orienta en la direcci¨®n adecuada: trumpistas rabiosos; republicanos en general en pie de guerra contra los dem¨®cratas, ¨¢vidos de vitriolo. Un p¨²blico f¨¢cil y cautivo gracias al efecto multiplicador de las redes.
En v¨ªsperas de dos fallos que en verano le condenaron a pagar una indemnizaci¨®n de 50 millones a otros familiares de Sandy Hook, Jones (Dallas, 48 a?os) present¨® el expediente de quiebra de la empresa matriz, Free Speech Systems. La declaraci¨®n de bancarrota es un proceso administrativo muy com¨²n en Estados Unidos para eludir, o cuando menos retardar, la acci¨®n de la justicia (fue usado por la farmac¨¦utica Purdue Pharma para frenar miles de demandas por su papel en la crisis de los opioides, o por la Asociaci¨®n Nacional del Rifle para reestructurarse).
Los peritos que han evaluado las empresas de Jones discrepan de su pretendida insolvencia. Sus ingresos han superado los 50 millones de d¨®lares al a?o gracias a la venta de suplementos diet¨¦ticos, equipos de supervivencia y parafernalia militar publicitados en sus programas. Tambi¨¦n ha utilizado el juicio de Connecticut, al igual que el del verano en Texas, para pedir donaciones e incrementar la venta de esos productos patri¨®ticos.
Negacionista, burdo manipulador o conspirador para subvertir el sistema, ?qui¨¦n es Alex Jones? ?El producto de una audiencia deseosa de comulgar con hechos alternativos a sabiendas de su falsedad? Padre de cuatro hijos, Jones es ante todo alguien que no muestra arrepentimiento y ni siquiera ha entendido que la mentira, incluso en el lodazal de la alt right (derecha alternativa), tiene las patas cortas. El condenado transmiti¨® en directo el mi¨¦rcoles el veredicto del jurado de Connecticut en Infowars. ¡°Encubrieron lo que realmente sucedi¨®, y ahora soy el diablo¡±, dijo. ¡°En realidad estoy orgulloso de verme sometido a semejante ataque¡±. Al da?o moral provocado en las familias por su mentira, se a?adi¨® el acoso por parte de sus seguidores a estas.
A lo largo de m¨¢s de dos d¨¦cadas de carrera, Jones no ha dejado de propalar patra?as sin fin: sobre el ¡°nuevo orden mundial ped¨®filo¡±, eco de aquella teor¨ªa disparatada sobre la existencia de una red de pederastia en una pizzer¨ªa de Washington vinculada a la ¨¦lite dem¨®crata; sobre el ¡°muerto viviente Biden¡±; reiteradas diatribas contra los jud¨ªos, encarnadas en el financiero George Soros, contra la inmigraci¨®n y la comunidad trans (¡°a los ni?os les cuentan el cuento de que un gordo disfrazado de payaso es una mujer, y eso NO es una mujer¡±) o, en fin, contra Barack Obama y Hillary Clinton, en su d¨ªa sus bestias negras favoritas. ¡°Obama y Hillary huelen a azufre, huelen al mismo infierno¡±, ¡°Obama es wahab¨ª [doctrina rigorista saud¨ª] de l¨ªnea dura; es Al Qaeda¡±, son algunas de sus sentencias.
¡°Nuevo orden mundial¡±
Las baladronadas de Jones llegaron en ocasiones a los medios masivos, como esta declaraci¨®n ¨Do amenaza¨D formulada en un programa en directo de la CNN en 2013: ¡°Estoy aqu¨ª para decirles que 1776 [fecha de la declaraci¨®n de independencia] comenzar¨¢ de nuevo si intentan quitarnos las armas de fuego. ?No renunciaremos a ellas! ?Lo entienden?¡±. Su presencia en los medios convencionales apenas si suscit¨® debate sobre la posible homologaci¨®n de su discurso: en la sociedad del espect¨¢culo, Jones era un charlat¨¢n que daba juego.
De adolescente, criado en un hogar de clase media, fue un lector voraz. Uno de los libros que le marcaron fue None Dare Call It Conspiracy (¡±Nadie se atreve a llamarlo conspiraci¨®n¡±), escrito en 1971 por un miembro de la John Birch Society, grupo ultraconservador y anticomunista fundado en plena Guerra Fr¨ªa. Pese a lo que ha cambiado el mundo desde entonces, para Jones se trata del ¡°manual por excelencia para entender el nuevo orden mundial¡±, un relato febril sobre la supuesta conspiraci¨®n de la banca internacional para financiar la revoluci¨®n rusa de 1917.
Su salto a las ondas se produjo tras el ba?o de sangre (86 muertos) que puso fin al desaf¨ªo de la secta davidiana en Waco, en 1993, cuando Jones debut¨® en una peque?a emisora local. Tras el atentado de Oklahoma en 1995, en el que Timothy McVeigh arras¨® un edificio federal matando a 168 personas en respuesta al suceso de Waco, se lanz¨® en tromba a la teor¨ªa de la conspiraci¨®n, insinuando que el terrorista hab¨ªa tenido escolta militar para colocar la bomba y que la acci¨®n era un remedo del incendio del Reichstag.
Alex Jones fue de los primeros en pintar un futuro dist¨®pico antes de que lo dist¨®pico existiese. Pero su escenario mental puede calificarse m¨¢s bien de alucinatorio: un ¡°nuevo orden mundial¡± bajo un Gobierno global, con eugenesia forzada, campos de internamiento secretos, polic¨ªa militarizada y el control entre bastidores de una taimada corporaci¨®n global. Para protegerse, instaba a sus seguidores a construir b¨²nkeres, acaparar alimentos y armas y a una resistencia activa que nunca rechaz¨® la violencia.
La nueva estrategia de seguridad nacional lanzada esta semana por la Casa Blanca ¨Dun documento que cada nueva Administraci¨®n debe presentar y cuya publicaci¨®n se retras¨® esta vez por la invasi¨®n de Ucrania¨D, nombra a China y Rusia como principales amenazas para Estados Unidos, pero no olvida ese terrorismo nacional o interno que preocupa cada vez m¨¢s a las autoridades: el de los supremacistas blancos, los partidarios de la teor¨ªa del reemplazo o los militantes violentos de las armas. La Casa Blanca sostiene que la democracia est¨¢ en peligro ¨Del asalto al Capitolio lo demostr¨® con creces¨D, mientras los ¨¦mulos de Jones se multiplican.
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