Katia Hueso: ¡°En la naturaleza no hay discriminaci¨®n por g¨¦nero o capacidad: acoge a todos por igual¡±
Para esta docente universitaria frenar el deterioro del planeta ya no es cuesti¨®n de peque?as acciones individuales ¡°sino de un cambio radical y colectivo de estilo de vida¡±
Para Katia Hueso (Madrid, 1970) frenar el deterioro del planeta ya no es cuesti¨®n de peque?as acciones individuales ¡°sino de un cambio radical y colectivo de estilo de vida¡±. Consultora y docente universitaria en materia de medio ambiente, fundadora de la primera escuela infantil al aire libre en Espa?a y madre de tres hijas, es una de las referentes de la educaci¨®n en la naturaleza, no s¨®lo como una parte te¨®rica m¨¢s del curr¨ªculum escolar sino como una experiencia que impregne nuestras vidas en todos los ¨¢mbitos. Katia Hueso, que es autora de Somos naturaleza (2017) y Jugar al aire libre (2019), acaba de publicar Educar en la naturaleza, un mapa para recorrer el camino hacia una educaci¨®n centrada en el cuidado de la naturaleza ¡°que nos cuida¡±. El ¨²nico camino para un futuro sostenible. El ¨²nico posible.
PREGUNTA: Sueles dejar claro que educar en la naturaleza no es otra de esas pedagog¨ªas con m¨¦todos y materiales espec¨ªficos. ?C¨®mo definir¨ªas lo que es una educaci¨®n en la naturaleza?
RESPUESTA: As¨ª es. Huyo de marcas y patentes porque creo que educar en la naturaleza es m¨¢s bien una cuesti¨®n de mirada y actitud. Se puede hacer en cualquier lugar y circunstancia; es compatible con pedagog¨ªas con ¡°apellidos¡± y tambi¨¦n lo es con el sistema convencional. Cualquier escuela, cualquier docente, cualquier persona puede llevar la naturaleza en el coraz¨®n de su actividad y demostrarlo con sus palabras y sus actos, sea en el contexto que sea. En mis libros suelo poner ejemplos de lo que se puede hacer desde diferentes ¨¢mbitos: escolar, familiar, social, para impregnar de naturaleza cualquier acto educativo, sea formal o no.
P: Lograr un mundo m¨¢s sano y equitativo, ?pasa inevitablemente por educar en la naturaleza?
R: Creo que estar en la naturaleza nos pone un poco en nuestro sitio. S¨®lo creando esa conexi¨®n que se da con el contacto asiduo con ella nos hace entender cu¨¢nto dependemos de ella. Cualquiera que se haya detenido a mirar las estrellas una noche en el campo se habr¨¢ planteado lo peque?os que somos ante la inmensidad del cosmos. Lo mismo sucede, si lo pensamos un poco, durante un paseo por un bosque, en la playa o en cualquier otro espacio natural. Al fin y al cabo, nosotros necesitamos a la naturaleza para todo, pero ella a nosotros, no. Ser conscientes de esta vulnerabilidad deber¨ªa despertar un sentido de justicia ambiental y social, tan necesario siempre.
P: ?Es una meta realista la de educar en la naturaleza en entornos urbanitas?
R: El concepto ¡°educar en la naturaleza¡± se puede interpretar de muchas formas. No s¨®lo se practica este enfoque en espacios naturales m¨¢s o menos silvestres, sino que puede hacerse casi en cualquier lugar al aire libre: patios, jardines, parques, plazas¡ e incluso en la propia aula. Se trata m¨¢s bien de abrir la mirada y tener una actitud sensible hacia la naturaleza. Si no es posible salir a un entorno m¨¢s o menos verde cercano, al menos se la puede incorporar al curr¨ªculo, a los ejemplos que se ponen en clase, hacerla protagonista de los proyectos y trabajos que realizan los alumnos. ?Hay muchas formas de educar en la naturaleza!
P: Pedagogos, soci¨®logos y arquitectos ven urgente un replanteamiento de las ciudades actuales porque son espacios cada vez m¨¢s hostiles.
R: Lo son. Si ahora mismo aterrizara una nave extraterrestre en cualquier ciudad, sus ocupantes ver¨ªan que quienes dominan el planeta son los coches y que las personas no somos m¨¢s que peque?os seres a su servicio. En general, el urbanismo ha sido dise?ado por y para la eficacia, desde una perspectiva adulta, masculina y con plenas facultades f¨ªsicas. Colectivos como mujeres, mayores, personas con discapacidad y otros grupos vulnerables sienten la ciudad como hostil. No digamos entonces la infancia, que no s¨®lo no tiene voto, sino que tampoco tiene voz. Por suerte existen iniciativas como las Ciudades amigas de la infancia de UNICEF que tratan de subsanar esta invisibilidad, o como Educaci¨® 360¡ã de la Diputaci¨®n de Barcelona, que invita a diferentes agentes sociales a formar parte de un movimiento educativo global, en la ciudad.
P: ¡°Mejores personas para un lugar mejor¡±. ?Una lucha contra gigantes?
R: Yo no lo veo como una lucha, sino como un movimiento que se extiende como una mancha de aceite que, por peque?a que sea, poco a poco todo lo impregna. La ventaja de crear un planeta m¨¢s vivible es que no solo se benefician las personas que se ocupan de ello, sino a todos. El problema es que no es un proceso r¨¢pido ni f¨¢cil, hay que vencer muchas inercias. Pero paso a paso nos iremos aproximando a una manera diferente de vivir y, por tanto, a un lugar mejor en el que hacerlo.
P: Dices en el libro que una cuarta parte de los ni?os sufrir¨¢ secuelas permanentes por la presencia de sustancias t¨®xicas como los micropl¨¢sticos en su organismo. ?Estamos ante la primera generaci¨®n con un futuro peor del que tuvieron sus padres?
R: Pues es posible, no s¨®lo por la contaminaci¨®n sino por muchas otras razones. Pero si lo centramos en ese aspecto, todos los indicadores apuntan a un deterioro ambiental y desgaste de los recursos en las ¨²ltimas d¨¦cadas que progresa de forma exponencial. Frenar este proceso ya no es cuesti¨®n de peque?as acciones individuales sino de un cambio radical y colectivo de estilo de vida. Tengo mucha esperanza en movimientos como la econom¨ªa circular, el decrecimiento, la desmaterializaci¨®n, etc. Percibo en los j¨®venes ya un germen de ese cambio, que ojal¨¢ no sea s¨®lo de fachada.
P: Los ni?os y ni?as de entre 7 y 9 a?os son los que muestran una mayor preocupaci¨®n por el medioambiente. Esto, seg¨²n me contaba una psic¨®loga en un reportaje en este mismo medio, puede afectar a su salud mental, provoc¨¢ndoles ¡°ecoansiedad¡±. ?Podemos aliviar el temor de los ni?os al cambio clim¨¢tico? O mejor: ?podemos prevenirlo?
R: En efecto, los mensajes catastrofistas y los dedos admonitorios, que son tan habituales en las organizaciones ecologistas y entre conocidos activistas, suelen causar un efecto de rechazo. Cumplen su funci¨®n en determinadas situaciones, pero en ni?os el efecto es el contrario al buscado. Problemas como el cambio clim¨¢tico son muy grandes y se perciben como lejanos, por un lado, e inabarcables por otro. Sin embargo, se ha demostrado que tener experiencias significativas y tempranas en la naturaleza, hace que los j¨®venes se sientan m¨¢s capaces de enfrentarse a estos desaf¨ªos. Vivir experiencias positivas en la naturaleza hace que se genere un v¨ªnculo de afecto con ella, que a la larga se traduce en un deseo de protegerla. Es un trabajo lento, no hay una receta f¨¢cil ni r¨¢pida para conseguirlo. El amor -por la naturaleza, en este caso- no se puede imponer, s¨®lo se puede cultivar con paciencia y afecto.
P: Con la pandemia algunos centros educativos y docentes planteaban sacar algunas clases al exterior. La realidad es que no es algo que se haya podido implementar en la mayor¨ªa de centros, ya sea por log¨ªstica, por desconocimiento o por reticencias. ?Ha sido un error no hacerlo?
R: Pienso que muchos se han sentido abrumados por las circunstancias y que era m¨¢s f¨¢cil seguir las directrices oficiales que buscar un camino alternativo, que siempre requiere de un esfuerzo adicional. No creo que haya que acusar a nadie, y mucho menos a los docentes o a los centros, que bastante complicado lo est¨¢n teniendo. Si acaso, lamento que las autoridades educativas no hayan escuchado a tantas voces que hemos clamado, con la ciencia en la mano, por una vuelta a las aulas al aire libre. Ejemplos tanto hist¨®ricos como contempor¨¢neos hay de sobra. Evidencia cient¨ªfica de su validez, tanto educativa como sanitaria, tambi¨¦n. Aunque no hayan estado a la altura, creo que a¨²n est¨¢n a tiempo de escuchar y proponer. Siempre se puede dar ese paso, con pandemia o sin ella.
P: Por ¨²ltimo, ?qu¨¦ dir¨ªas que puede ense?arnos la naturaleza que no vamos a encontrar en un aula de cualquier colegio y por lo que merece la pena integrarla?
R: De forma m¨¢s inmediata tendremos esa ventilaci¨®n tan necesaria para mitigar la posibilidad de contagio (de COVID-19 y de casi cualquier otra cosa). A medio y largo plazo, la naturaleza nos ofrece espacios y materiales en abundancia, un entorno cambiante y estimulante, al mismo tiempo que sereno y mitigador del estr¨¦s. La luz del sol y el aire libre son importantes precursores de salud y bienestar. La naturaleza tambi¨¦n nos da experiencias variadas, memorables, asombrosas; vivencias que llegan por todos los sentidos y generan un v¨ªnculo emocional potente con ella. Proporciona oportunidades de movimiento, exploraci¨®n, indagaci¨®n y experimentaci¨®n de forma aut¨®noma, con el nivel de detalle y dificultad que cada cual precisa. En la naturaleza no hay discriminaci¨®n por g¨¦nero, capacidad o cultura: acoge a todos por igual y a cada uno en su val¨ªa.
No digo que nada de esto exista en un colegio, pero lo que en la naturaleza sucede de forma espont¨¢nea, en un aula hay que crearlo y requiere de un importante esfuerzo. Invito a los docentes a salir, a los colegios a estimular esas salidas y a los ni?os a disfrutar del barro, los charcos, los ¨¢rboles y los encuentros fortuitos con animales. Si la naturaleza es vida, ?la escuela debe buscarla!
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