Alejandra Mel¨²s, pedagoga: ¡°Nuestros hijos merecen que dejemos de vivir en modo autom¨¢tico para establecer as¨ª una relaci¨®n sana¡±
La maestra madrile?a explica que las palabras que usan los padres con los ni?os y adolescentes son sumamente importantes y que la empat¨ªa, unida al respeto, son las claves para educar de un modo consciente
A menudo, padres y madres se arrepienten de haber hablado de forma incorrecta a su hijo. De alzar la voz o amenazarle cuando no hace caso, se equivoca o se salta un l¨ªmite. Tampoco est¨¢n orgullosos de etiquetarle, enfatizando sus defectos sin ser conscientes de c¨®mo las palabras pueden afectar a la autoestima del menor o da?ar seriamente el v¨ªnculo que tienen con ¨¦l. Unas situaciones que acaban generando mucha culpa y vulnerabilidad a la hora de educar.
¡°Eres un aut¨¦ntico desastre¡±, ¡°ya sab¨ªa yo que no lo ibas a hacer bien¡± o ¡°esperaba mucho m¨¢s de ti¡± son algunas de las frases que los progenitores llegan a decir a su hijo cuando su conducta no es la que se espera o no hace las cosas como a ellos les gustar¨ªa. Un lenguaje que afecta a su desarrollo y a la formaci¨®n de su autoconcepto. Alejandra Mel¨²s (Madrid, 37 a?os), diplomada en pedagog¨ªa terap¨¦utica y maestra de Educaci¨®n Especial, advierte de que un mal uso del lenguaje en la educaci¨®n puede suponer un gran peso en la mochila que carguen los hijos e hijas, tanto en su presente como en su futuro.
PREGUNTA. ?C¨®mo afectan las palabras en el desarrollo de un ni?o?
RESPUESTA. Las palabras que les decimos a nuestros hijos son sumamente importantes porque nos ayudan a crear un v¨ªnculo. Se trata de empatizar y comprender que debemos hablarles como a nosotros nos gusta que nos hablen. La empat¨ªa, unida al respeto, son las claves para educar de un modo consciente. No podemos pedir respeto si no respetamos primero, o pedir empat¨ªa si no empatizamos. Sin duda, un ni?o que recibe una educaci¨®n basada en una comunicaci¨®n autoritaria, donde debe ser sumiso, obediente o siente que no se respetan ni escuchan sus ideas, mostrar¨¢ sus consecuencias en c¨®mo se comunica con el resto del mundo.
P. ?C¨®mo deber¨ªa ser el mensaje que padres y madres les dan?
R. Primero debemos tener en cuenta el nivel comprensivo del receptor. No es lo mismo un ni?o de 3 a?os que uno de 10. Una vez comprendamos esto y, siempre desde la naturalidad, debemos dar un mensaje partiendo del respeto, con claridad y afecto. Tratar de ponernos en su piel, comprender su mirada y su manera de ser nos ayudar¨¢ a comunicar de manera efectiva.
P. Dicen que el lenguaje tiene un gran poder regenerador, ?qu¨¦ es capaz de crear?
R. La capacidad del lenguaje es innegable. ?Qui¨¦n no ha tenido un mal d¨ªa y tras una conversaci¨®n con una amiga o una mirada de su pareja se ha sentido infinitamente mejor? ?Qui¨¦n no ha sentido que algo no ten¨ªa soluci¨®n y compartiendo su problema ha encontrado la calma y la luz que no era capaz de ver por s¨ª mismo a trav¨¦s de las palabras del otro? Si para nosotros, los adultos, una conversaci¨®n, un mensaje, una llamada, nos puede cambiar el d¨ªa, nuestra actitud y nuestro estado de ¨¢nimo, para un ni?o puede ser a¨²n m¨¢s potente. Es esencial que cuidemos no solo el mensaje verbal sino tambi¨¦n el corporal.
P. Los gestos, las miradas, ?tambi¨¦n comunican?
R. Nuestro lenguaje no verbal es clave en la comunicaci¨®n, ya que es igual de poderoso y valioso que el verbal. Un gesto, una mirada, resoplar o mantenerse en silencio pueden comunicar mucho m¨¢s que algunas palabras, por lo que debemos ser conscientes de ello y trabajar el autocontrol, siendo coherentes con nuestro mensaje hablado y el corporal.
P. ?Por qu¨¦ a los progenitores les cuesta tanto comunicarse correctamente con sus hijos?
R. Ante todo no se trata de buscar responsables, sino de comenzar a trabajar en los cambios y responsabilizarnos de la educaci¨®n que damos a nuestros hijos y los lazos que queremos forjar con ellos. Pero no podemos olvidar que la educaci¨®n que recibimos tambi¨¦n sembr¨® mucho en nosotros a lo largo de nuestra infancia y este bagaje que nos acompa?a es, sin duda, nuestro modo autom¨¢tico a la hora de educar y acompa?ar a nuestros hijos. Nos cuesta comunicarnos adecuadamente porque carecemos de ese modelo en el que mirarnos y poder imitar, y somos la primera generaci¨®n que debe iniciar este cambio donde la comunicaci¨®n sea bidireccional y est¨¦ centrada en el respeto, la escucha y el afecto.
P. Como experta en educaci¨®n y primera infancia, ?puede dar algunos consejos para poder hablar con calma cuando las cosas se complican en casa?
R. Respirar siempre es un buen m¨¦todo, asequible y efectivo. Nos puede ayudar pensar en recuerdos bonitos ya pasados o salirnos unos minutos del mismo espacio. Cada uno debe buscar su recurso. Quiz¨¢s al principio nos cueste, pero se trata de no reaccionar en modo autom¨¢tico y empezar a ser conscientes de que el cambio implica este esfuerzo. Cuando nos encontremos ante una situaci¨®n que nos hace perder el control, que nos provoca enfado o nos frustra, es ah¨ª donde debemos introducir esta estrategia de manera consciente para cambiar el resultado.
P. Y si no los padres no han sido capaces de mantener la serenidad, ?c¨®mo lo pueden arreglar?
R. Aceptando que somos seres humanos y que no somos perfectos. Que estamos aprendiendo a hacerlo lo mejor que podemos. Pedir perd¨®n nos acerca a nuestros hijos, nos muestra m¨¢s humanos y les ense?a que nosotros tambi¨¦n nos equivocamos.
P. ?C¨®mo pueden acompa?ar los progenitores las emociones de un hijo cuando estas se desbordan y corren el riesgo de comportarse de la misma manera que el menor?
R. De nuevo, es clave respirar. Acompa?ar las emociones desde la serenidad para poder validarlas y no juzgarlas. Para conseguirlo es esencial que seamos conscientes de nuestras propias emociones y nos cuidemos. Si nosotros no estamos bien, nuestros hijos tampoco lo estar¨¢n. En definitiva, el cambio comienza cuando comprendemos el verdadero valor que tiene la comunicaci¨®n y el lenguaje. Nuestros hijos merecen que dejemos de vivir en modo autom¨¢tico para establecer as¨ª una relaci¨®n sana, donde el v¨ªnculo afectivo que se forje sea adecuado y seguro.
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