Leyendo (bien o mal) a los cl¨¢sicos
Hay pasajes que el lector de hoy, incluso el mejor aficionado a la literatura, no puede descifrar si no es con la muleta de una glosa, con la explicaci¨®n del fil¨®logo. Sin aclaraciones solventes, se corre el riesgo de no entender o de malentender muchos momentos
Los cl¨¢sicos se leen igual que los grandes contempor¨¢neos, pero siempre con la prevenci¨®n de que no son solo contempor¨¢neos ¡ªporque est¨¢n vivitos y coleando¡ª, vale decir, manteniendo el ojo alerta a las posibles dimensiones que se nos ocultan si nos contentamos con una perspectiva exclusivamente moderna.
All¨¢ por los finales de los a?os cincuenta, iba yo en el tren leyendo el Lazarillo de Tormes de la colecci¨®n Austral. Alguien, supongo que Jos¨¦ Mar¨ªa Valverde, me advirti¨® de que quiz¨¢ sacar¨ªa m¨¢s provecho si recurr¨ªa a la edici¨®n de los ¡°Cl¨¢sicos castellanos¡± anta?o de La lectura. ¡°Quiz¨¢¡±, alegu¨¦, ¡°pero esta tiene la ventaja de que no lleva notas¡±.
La pedanter¨ªa de adolescente me traicionaba. Por llano que sea el Lazarillo y por desatinados que sean a veces los escolios de don Julio Cejador, hay pasajes que el lector de hoy, incluso el mejor aficionado a la literatura, no puede descifrar si no es con la muleta de una glosa, con la explicaci¨®n del fil¨®logo. Nos enga?amos los profesores cuando exhortamos sin m¨¢s a frecuentar los cl¨¢sicos, sin insistir en que se haga en una edici¨®n con aclaraciones solventes, a riesgo de no entender o de malentender muchos momentos.
Tomemos por muestra los dos primeros versos conservados del Cantar del Cid:
De los sos ojos tan fuertemientre llorando,
tornava la cabe?a e est¨¢valos catando.
Nuestro lector de buena voluntad dif¨ªcilmente descifrar¨¢ catar en el sentido que aqu¨ª tiene de mirar, ni sabr¨¢ referirlo al no menos enigm¨¢tico verso siguiente: ¡°Vio puertas abiertas e u?os sin ca?ados¡±. Pero una cosa son los obst¨¢culos del l¨¦xico (o los embarazos de la fon¨¦tica) y otra sus falsas pistas. El verso inicial parece transparente, y lo es hasta cierto punto. Pero no faltar¨¢ quien se pregunte qu¨¦ necesidad hab¨ªa de precisar que el Cid lloraba ¡°de los sos ojos¡±. ?De d¨®nde si no?
Pues no. Como mostr¨® sabiamente Jos¨¦ Antonio Pascual, en el castellano medieval llorar no implicaba simplemente verter l¨¢grimas, sino una serie de manifestaciones de duelo que pod¨ªan abarcar desde golpearse el pecho y tirarse de los pelos hasta ara?arse el cuerpo y dar alaridos. De ah¨ª que ¡°de los sos ojos¡± precise que el llanto de Rodrigo era silencioso, contenido, hondo pero sin aspavientos. Es un rasgo importante en la caracterizaci¨®n del h¨¦roe.
Creo que vale la pena ojear media docena de pasajes de la literatura espa?ola siempre aplaudidos pero habitualmente objeto de interpretaci¨®n err¨®nea o muy insuficiente. Tras el ejemplo del Cantar, prosigamos con el Libro de buen amor. Podr¨ªamos empezar con el t¨ªtulo que razonablemente se le atribuye, pero fij¨¦monos mejor en una de las cuadernas m¨¢s tra¨ªdas y llevadas:
Como dize Arist¨®tiles, cosa es verdadera,
el mundo por dos cosas trabaja: la primera,
por aver mantenencia; la otra cosa era
por aver juntamiento con fenbra plazentera.
La explicaci¨®n usual y, no temamos decirlo, vulgar, es que Juan Ruiz alude aqu¨ª a la b¨²squeda del alimento corporal y del placer sexual. Claro est¨¢ que s¨ª lo hace, pero a la vez es enteramente fiel a la doctrina aristot¨¦lica seg¨²n la cual todos los seres desean la pervivencia y la consiguen gracias a la reproducci¨®n, con la conservaci¨®n de la especie.
Saltemos un siglo y evoquemos la bell¨ªsima m¨²sica verbal de las Coplas a la muerte de don Rodrigo Manrique:
Recuerde el alma dormida,
avive el seso y despierte,
contemplando...
En rigor, se nos antojar¨ªa hallarnos ante una contradicci¨®n: ?c¨®mo podr¨ªa recordar nada un alma que est¨¢ dormida? Pero n¨®tese que recordar era justamente sin¨®nimo de despertar.
El emblema de Fernando el Cat¨®lico rezaba ¡°Tanto Monta¡±, pero no solo conten¨ªa esas palabras, sino inseparablemente una imagen del nudo gordiano. La ignorancia com¨²n se ha quedado ¨²nicamente con el texto y ha querido entenderlo merced a una coletilla con pretensiones de explicaci¨®n hist¨®rica: ¡°Tanto monta, monta tanto, Isabel como Fernando¡±. Pero claro que la ¨²nica ex¨¦gesis v¨¢lida es la de la an¨¦cdota cl¨¢sica seg¨²n la cual Alejandro Magno, ante el nudo confeccionado por Gorgias y que nadie hab¨ªa conseguido desligar, se dijo: ¡°Da lo mismo (Tanto monta) cortar que desenlazar¡±.
Muchos en el mundo hisp¨¢nico repiten un verso del espl¨¦ndido soneto incluido entre los preliminares del primer Quijote, en el di¨¢logo de Babieca y Rocinante:
¡ª¡ªMetaf¨ªsico est¨¢is. ¡ªEs que no como.
Metaf¨ªsico era casi sin¨®nimo de sutil, que val¨ªa tanto como delgado, a su vez correlativo de ¨¦tico en el sentido de tuberculoso. Lo que Babieca viene a decir, pues, es que Rocinante est¨¢ tan flaco como un enfermo de tisis.
Inolvidables son los endecas¨ªlabos finales de la Ep¨ªstola moral a Fabio:
Ya, dulce amigo, huyo y me retiro
de cuanto simple am¨¦: romp¨ª los lazos.
Ven y sabr¨¢s al grande fin que aspiro
antes que el tiempo muera en nuestros brazos.
Todo un D¨¢maso Alonso dud¨® ante el ¨²ltimo verso. Pero cuando se advierte que una de las formas te¨®ricas de medir el tiempo, la vida, era atendiendo al latir de la sangre, es l¨ªcito parafrasear, castizamente, ¡®Antes de que se nos paren los pulsos¡¯.
Vengamos a d¨ªas m¨¢s cercanos. Memorable donde lo haya es el piropo dedicado a Max Estrella en Luces de bohemia: ¡°?Cr¨¢neo privilegiado!¡±. El borracho que lo profiere no lo elucubra solo para ¨¦l, antes bien lo elige en un abanico de posibilidades. En los a?os de Valle Incl¨¢n segu¨ªan a¨²n de moda las doctrinas que atribu¨ªan las capacidades intelectuales y por ende la superioridad o inferioridad del individuo a la conformaci¨®n del cr¨¢neo (Lombroso es una cita obligada). En esos desatinos se engloba el encomio a Max.
Con todo, no siempre la falsa interpretaci¨®n de un pasaje cl¨¢sico redunda en perjuicio de las consecuencias. Lorca entendi¨® mal un par de versos del Cantar del Cid:
Apriessa cantan los gallos e quieren quebrar albores,
Crey¨® que el sujeto de ¡°quieren¡± eran los gallos, cuando de hecho se las hab¨ªa con una comun¨ªsima per¨ªfrasis verbal, donde ¡°quieren¡± denota el comienzo de un proceso: est¨¢ por amanecer, despunta el d¨ªa, y quebrar equivale a irrumpir, hacerse presente. De ese error surgi¨® la soberbia imagen del Romance de la pena negra:
Las piquetas de los gallos cavan buscando la aurora. O felix culpa!
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.