El cambio de naturaleza del conflicto
Los franceses creyeron haber elegido en Macron a un socialdem¨®crata europeo; en 2021 han descubierto que se trata de un ¡®Trump progresista¡¯ que habla a un electorado envejecido y burgu¨¦s, anestesiado por el miedo
La histeria alcanzada en el debate sobre las cuestiones identitarias, el aumento de la abstenci¨®n y la multiplicaci¨®n de las manifestaciones son s¨ªntomas del callej¨®n sin salida en el que est¨¢n sumidas la democracia y la cultura francesas desde hace varios decenios. Revelan un cambio del tipo de protestas que la clase pol¨ªtica no ha asimilado a¨²n. En Francia, como en el conjunto de los pa¨ªses occidentales, a las reivindicaciones sociales se suma hoy una angustia existencial que emana del segmento mayoritario, el formado por las clases medias y populares.
Desde noviembre de 2018, fecha en la que empez¨® a extenderse el movimiento de los chalecos amarillos, no ha habido un fin de semana en el que los franceses no hayan salido a la calle. El pa¨ªs se encuentra en un estado de tensi¨®n permanente. Sin partido y tambi¨¦n sin l¨ªderes, estos movimientos contra la subida de impuestos o contra el pasaporte sanitario tienen una cosa en com¨²n: se desarrollan al margen de cualquier marco pol¨ªtico y sindical. Al mismo tiempo, las figuras que animan el debate p¨²blico ya no proceden del mundo pol¨ªtico, sino de la sociedad civil; un ejemplo es el periodista Eric Zemmour. Tanto en la calle como en los medios de comunicaci¨®n, la protesta ha abandonado las causas tradicionales para cuestionar radicalmente las representaciones de los pol¨ªticos, los intelectuales y los expertos. Este desplazamiento es consecuencia de una profunda transformaci¨®n del conflicto, que ha dejado de ser exclusivamente social y que est¨¢ revestido de una dimensi¨®n cultural de la que las clases dirigentes no son todav¨ªa conscientes.
Este cambio de naturaleza del conflicto se explica por la evoluci¨®n del nivel de integraci¨®n pol¨ªtica y social de las personas. Si los movimientos sociales del siglo XX ten¨ªan detr¨¢s a unas clases integradas desde el punto de vista econ¨®mico y pol¨ªtico, las protestas actuales son ante todo culturales y est¨¢n impulsadas por grupos econ¨®micamente fr¨¢giles y pol¨ªticamente desafiliados. Esta fractura cultural entre ganadores y perdedores, entre las metr¨®polis y la Francia perif¨¦rica, entre las clases altas y las clases populares, es el punto de partida de las nuevas protestas. El motivo de que estemos en punto muerto es que estas dos Francias han dejado de hablarse, de escucharse y comprenderse, porque ya no componen una sociedad. El bloque popular, potencialmente mayoritario, se siente hoy rechazado por los de arriba y da la espalda en masa a los partidos pol¨ªticos. Esta no es una situaci¨®n coyuntural, sino que durar¨¢ mucho tiempo. En este sentido, recordemos que el movimiento contra el pasaporte covid surge varios meses despu¨¦s de unas elecciones en las que hubo una abstenci¨®n sin precedentes. En los ¨²ltimos comicios regionales, en junio de 2021, dos de cada tres electores se abstuvieron. Una abstenci¨®n in¨¦dita y sobre todo mayoritaria, muy mayoritaria. Ese ruidoso silencio ¡ªesa c¨®lera sorda¡ª es explosivo, porque sabemos que esos millones de franceses no van a desaparecer de la noche a la ma?ana y que volver¨¢n a expresar su indignaci¨®n en las urnas o en la calle.
Es una cuesti¨®n crucial; no estamos hablando de sectores marginales, de una fracci¨®n de la poblaci¨®n, sino de un bloque que puede ser mayoritario. Desde hace varios decenios, los pol¨ªticos tienden a asumir la representaci¨®n publicitaria de una sociedad de muestras seleccionadas, en la que los partidos pol¨ªticos ya no se dirigen a la mayor¨ªa sino a clientelas, segmentos y grupos de poblaci¨®n. Como s¨ªmbolo del hundimiento intelectual, el discurso dominante ya no se inspira tanto en la marcha de la sociedad como en representaciones fragmentadas, impuestas por Netflix. En otras palabras, da la impresi¨®n de que hoy la matriz del relato pol¨ªtico e intelectual en Occidente se construye en los espacios abiertos de los guionistas de Hollywood. En Francia se exagera con frecuencia la inteligencia de las ¨¦lites, en especial la ¨¦lite de Macron. En realidad, es evidente que son cada vez menos cultivadas y que el ¨²nico discurso que manejan es el que lleva el envoltorio de los comunicadores profesionales. Ese desierto intelectual y ese vaciado del pensamiento son los que permiten que se imponga la versi¨®n Netflix, una representaci¨®n ficticia de la sociedad que es ¨²til porque permite ocultar oportunamente el problema fundamental: la fragilizaci¨®n de las clases medias occidentales. Consigue que el elefante enfermo que est¨¢ en la habitaci¨®n se vuelva invisible.
La realidad es que hay una mayor¨ªa que ha dejado de reconocerse en el sue?o tecnocr¨¢tico de una sociedad funcional en la que los despose¨ªdos aprenden de quienes los desposeen c¨®mo deben sobrevivir. Por eso, la gente corriente ve el mundo pol¨ªtico, cada vez m¨¢s, como algo cerrado, sectario, homog¨¦neo y que se niega a tener en cuenta sus demandas. La falta de representaci¨®n cultural y pol¨ªtica y el rechazo a escuchar las reclamaciones de la mayor¨ªa han desembocado en protestas multiformes. La gente utiliza cualquier pretexto para decir: ¡°Nosotros existimos¡±, no queremos morir, deseamos preservar nuestro modelo social pero tambi¨¦n nuestro modo de vida. La protecci¨®n del modo de vida preocupa a la mayor parte de la poblaci¨®n, no solo a la extrema derecha. Por ejemplo, hay una mayor¨ªa partidaria de regular la inmigraci¨®n, incluso entre la izquierda.
El resultado, visible en todas las democracias occidentales, es un movimiento de autonomizaci¨®n cultural de las clases populares que es consecuencia directa de la separaci¨®n de las ¨¦lites iniciada a finales de los a?os ochenta. Es decir, la separaci¨®n de las clases superiores hacia el final del siglo XX ha derivado en la autonomizaci¨®n de las clases inferiores a principios del XXI. Este doble proceso es el que explica la transformaci¨®n de las protestas, que han dejado de ser exclusivamente ¡°sociales¡± para ser tambi¨¦n ¡°existenciales¡±. Las consecuencias son terribles para la sociedad, pero tambi¨¦n para la democracia. La palabra pol¨ªtica, medi¨¢tica y sindical ha perdido legitimidad y el debate de ideas ha dejado paso a un clima de imposibilidad de comunicarse, de caricatura y desprecio. El espect¨¢culo del ¨¦xito de los ganadores y la insolencia de los prescriptores de opini¨®n, que no dejan de estigmatizar a los m¨¢s modestos ¡ªrebajados a la categor¨ªa de espectadores ignorantes¡ª, refuerzan una ¡°epidemia de desconfianza¡± a la que no responde nadie.
Esa negativa a tener en cuenta las demandas de la mayor¨ªa explica el aumento de la intenci¨®n de voto en favor de las marionetas populistas, pero da la sensaci¨®n de que ninguna figura pol¨ªtica, ning¨²n partido tiene la capacidad de representar a este bloque popular y mayoritario en su conjunto.
Este mundo sin perspectivas, este ¨¢mbito de la comunicaci¨®n sin contenido, es en el que Emmanuel Macron afila su estrategia electoral, cuyo objetivo no es agrupar sino dividir. Se niega a asumir ninguna culpa por su gesti¨®n y no busca el consenso, sino que impone una postura autoritaria. En un contexto de abstenci¨®n masiva y falta de oferta pol¨ªtica, el futuro candidato a la reelecci¨®n no fomenta la tranquilidad sino la tensi¨®n y quiere enardecer a su base electoral, compuesta por las burgues¨ªas de derecha e izquierda y por los mayores de 60 a?os. Esta estrategia de la tensi¨®n recuerda extra?amente a la de un tal Donald Trump, que no dej¨® de exaltar y radicalizar a sus votantes para ser protagonista en cada elecci¨®n. En 2017, los franceses creyeron haber elegido a un socialdem¨®crata europeo; en 2021 han descubierto que quien ejerce el poder en el El¨ªseo es un Trump progresista.
Al hablar para un electorado envejecido y burgu¨¦s, anestesiado por el miedo, y sobreactuar desde su posici¨®n elitista y despreciativa, el futuro presidente-candidato est¨¢ tratando de eliminar a los candidatos de izquierdas y de derechas y garantizarse as¨ª la victoria. Las fuerzas pol¨ªticas tradicionales, relegadas, dejar¨¢n su sitio a un duelo que ya hemos visto, en el que la primera opci¨®n vence inevitablemente a la segunda: la pugna entre Emmanuel Macron y Marine Le Pen o Eric Zemmour. El segundo mandato de Emmanuel Macron corre peligro de comenzar sobre ese paisaje en ruinas, ese desastre democr¨¢tico e intelectual. Ahora bien, al d¨ªa siguiente de su reelecci¨®n, el nuevo presidente tendr¨¢ que volver a hacer frente a un bloque popular que no tiene ninguna intenci¨®n de morir.
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