El retorno del intelectual de izquierdas
El acuerdo entre Francia Insumisa y el Partido Socialista supone la constituci¨®n de un polo ¨²nico dirigido por Jean-Luc M¨¦lenchon. ?Un programa as¨ª, llevado por una persona as¨ª, podr¨ªa ser mayoritario en Francia?
En un art¨ªculo publicado en el diario Le Monde el 11 de mayo, un grupo de acad¨¦micos de ciencias sociales cuestiona las divisiones que atraviesan la izquierda. Ciertamente, reconocen su existencia. Se refieren principalmente a su relaci¨®n con Europa, a las cuestiones internacionales (exacerbadas por la guerra en Ucrania), a su concepci¨®n de la Rep¨²blica, a los derechos de las minor¨ªas ¨¦tnicas y religiosas, a la preeminencia de las cuestiones ecol¨®gicas sobre cualquier otro imperativo, pero tambi¨¦n al papel del Estado, a la energ¨ªa nuclear y al crecimiento econ¨®mico. Pero estas divisiones, se preguntan, ¡°?corresponden a desacuerdos reales en la oferta pol¨ªtica y program¨¢tica?¡± No, dicen, porque en realidad existe hoy ¡°una inmensa convergencia en el conjunto de la izquierda y en el componente de la ecolog¨ªa pol¨ªtica que dice formar parte de ella¡±.
?Con qu¨¦ truco m¨¢gico pasan de reconocer simplemente las divisiones existentes a este acto de fe en la verdadera unidad de la izquierda?
Pasemos r¨¢pidamente por su primer argumento, que es una cuesti¨®n de esperanza piadosa: ?no podemos admitir que los intercambios en profundidad permitir¨ªan eliminar muchas oposiciones aparentemente irreductibles? ?C¨®mo pueden desaparecer repentinamente divisiones que han existido durante varias d¨¦cadas o m¨¢s mediante simples intercambios? Adem¨¢s, estas divisiones se solapan en gran medida con la distinci¨®n entre una izquierda gubernamental que, tras haber conocido la realidad, ha aprendido a escuchar a los expertos, y una izquierda radical que se aferra a la ideolog¨ªa. El intelectual prof¨¦tico de izquierdas no cuestiona los callejones sin salida de esta izquierda radical. No le gusta que le molesten con evaluaciones eruditas y contradictorias, sobre todo en materia econ¨®mica y financiera. Se adhiere sin retrospectiva ni evaluaci¨®n a programas econ¨®micos y sociales ambiciosos, por no decir aventureros, en nombre de la igualdad, la solidaridad y la redistribuci¨®n.
Veamos el segundo argumento: adem¨¢s, si miramos hacia atr¨¢s en la historia, ?qu¨¦ son estas divisiones comparadas con las que separaron a las fuerzas de la izquierda durante el Frente Popular o, m¨¢s recientemente, las que hubo en 1981 entre el Partido Socialista (PS) de Fran?ois Mitterrand y el Partido Comunista de la ¨¦poca, aunque s¨®lo sea por cuestiones internacionales? No es seguro, en primer lugar, que las divisiones sean hoy menores que ayer, especialmente las que se refieren a estas cuestiones internacionales. Hay un abismo entre la posici¨®n de Jean-Luc M¨¦lenchon, que antes de la invasi¨®n de Ucrania era partidario de un cambio de alianzas y de la firma de una asociaci¨®n con Putin, y que recientemente afirm¨® que ¡°los rusos son socios fiables, mientras que los Estados Unidos no lo son¡±, y que sigue siendo partidario de salir de la OTAN y se niega a suministrar armas a Ucrania, y los candidatos ecologistas y socialistas que defendieron posiciones opuestas durante la campa?a presidencial. Se trata de desacuerdos importantes, ya que afectan, m¨¢s all¨¢ de Ucrania, a la cuesti¨®n de la democracia en Europa. El desacuerdo es tan profundo y central que el texto de los acuerdos entre Francia Insumisa (LFI) y el PS simplemente no lo menciona. El intelectual de izquierdas descuida las contingencias geopol¨ªticas y el sentido de apoyar a un candidato a primer ministro amigo de Putin y partidario de abandonar la OTAN.
En segundo lugar, incluso si admitimos que los desacuerdos son menos importantes hoy que en 1972, lo que es muy discutible, hay que se?alar que el programa com¨²n escond¨ªa tambi¨¦n desacuerdos fundamentales que apenas permitieron a la izquierda gobernar m¨¢s de tres a?os despu¨¦s de la elecci¨®n de Fran?ois Mitterrand. Es dif¨ªcil ver c¨®mo podr¨ªa ser de otra manera en el futuro.
El programa de 1981 y el de 2022 se declaran comparables sin que se discuta el estatus del propio programa, en un caso bajo la autoridad de Mitterrand y en el otro bajo la de M¨¦lenchon. El programa de Mitterrand, basado en el tr¨ªptico nacionalizaci¨®n¡ªplanificaci¨®n¡ªautogesti¨®n, fue sin duda tan radical como el de 2022, pero solo dur¨® dos a?os. A 1981 le sigui¨® r¨¢pidamente 1983, y toda la historia posterior del Partido Socialista es mucho m¨¢s fiel a 1983 que a 1981. El Gobierno de Jospin deshizo el edificio de las nacionalizaciones levantado por Mitterrand. La autogesti¨®n desapareci¨® r¨¢pidamente. Y la planificaci¨®n ecol¨®gica tiene poco que ver con la de 1981, que se refer¨ªa al Gosplan.
Vayamos a los puntos de acuerdo o semiacuerdo entre LFI y el PS. Tres de ellos nos parecen especialmente importantes: la construcci¨®n europea, la V Rep¨²blica y la pol¨ªtica econ¨®mica.
En cuanto a la Uni¨®n Europea, el texto admite desde el principio la existencia de divergencias en cuanto al respeto de las normas europeas: ¡°A causa de nuestras historias, hablamos de desobediencia para algunos, de derogaci¨®n de forma transitoria para otros, pero aspiramos al mismo objetivo: poder aplicar plenamente el programa de gobierno compartido y respetar as¨ª el mandato que nos han dado los franceses¡±. Sin embargo, la superaci¨®n de los bloqueos no parece evidente, ya que el Partido Socialista ha a?adido un p¨¢rrafo que se supone que aten¨²a su alcance: ¡°el Gobierno que formaremos para esta legislatura no puede tener como pol¨ªtica la salida de la Uni¨®n, ni su desintegraci¨®n, ni el fin de la moneda ¨²nica¡±. Pero en realidad este p¨¢rrafo anula la propuesta anterior. Adem¨¢s, ?c¨®mo se puede esperar que M¨¦lenchon, eterno opositor a la construcci¨®n europea y a la pareja franco-alemana, y el Partido Socialista, defensor desde hace tiempo de la construcci¨®n europea, apliquen una pol¨ªtica com¨²n en esta cuesti¨®n central? Sin embargo, los autores de la tribuna, con la fe de un carbonero, se muestran confiados: ¡°Desde las ¨²ltimas elecciones europeas, ?no se ha salvado gran parte de la brecha, ya que todo el mundo est¨¢ de acuerdo en que los tratados actuales no son aceptables y rechazan el liberalismo econ¨®mico europeo, cuando sim¨¦tricamente nadie pide ahora un Frexit?¡±.
Lo que nos lleva a la pol¨ªtica econ¨®mica. Aqu¨ª, los socialistas han aceptado claramente las posiciones de M¨¦lenchon, que sus propios negociadores compart¨ªan en gran medida, es cierto. Es un proyecto de ¡°transformaci¨®n radical de los modos de producci¨®n, consumo y estilos de vida, para reducir las desigualdades e injusticias y hacer frente a las emergencias ecol¨®gicas¡±. El objetivo es romper con el ¡°neoliberalismo macroniano¡±, ya que el presidente se considera ¡°inequ¨ªvocamente¡± como ¡°encarnaci¨®n de la derecha¡±. A esto podemos responder que los socialistas en la oposici¨®n siempre han proclamado su objetivo de romper con el liberalismo econ¨®mico, pero siempre han transigido con ¨¦l una vez en el poder. ?Por qu¨¦ habr¨ªa de ser diferente ma?ana, a menos que abandonen definitivamente su vocaci¨®n de partido de gobierno? Pero entonces ya no se tratar¨ªa de una alianza, sino de una simple absorci¨®n del socialismo democr¨¢tico por parte de la extrema izquierda, lo que podr¨ªa provocar una escisi¨®n dentro de lo que queda del PS. A la izquierda intelectual no le importa el equilibrio pol¨ªtico del poder.
El llamamiento de los intelectuales de izquierda constituye una inmensa regresi¨®n: todo lo que se hab¨ªa ganado con la reflexi¨®n sobre la experiencia totalitaria en geopol¨ªtica, el anclaje europeo, el gradualismo en la reforma econ¨®mica, y que constitu¨ªa en total una pr¨¢ctica de gobierno reformista, es arrojado por la borda por los amigos de Luc Boltanski.
Lo mismo puede decirse de las instituciones. El Partido Socialista ha aceptado la siguiente propuesta: ¡°El fin de la monarqu¨ªa presidencial con la VI Rep¨²blica y el refer¨¦ndum de iniciativa ciudadana¡±, es decir, la posici¨®n de M¨¦lenchon, mientras que hasta ahora el Partido Socialista hab¨ªa rechazado estas dos propuestas cruciales. Los propios autores limitan el alcance del acuerdo en este ¨¢mbito, al considerar que s¨®lo se trata de un acuerdo ¡°sobre la necesidad de salir urgentemente de la hiperpresidencializaci¨®n de una V Rep¨²blica agotada y de poner en marcha modos renovados de funcionamiento democr¨¢tico¡±. Esta interpretaci¨®n podr¨ªa convenir a ambas partes porque es mucho m¨¢s vaga que el propio texto del acuerdo.
En ning¨²n momento los autores se preguntan cu¨¢l es el valor de un acuerdo firmado bajo una relaci¨®n de fuerzas tan desequilibrada y cuyo objetivo principal no era, de hecho, la elaboraci¨®n conjunta de un programa de gobierno, sino la sumisi¨®n ideol¨®gica del PS a LFI, a cambio de unas cuantas circunscripciones. Los autores ven en ello el fin de la fragmentaci¨®n de los ¡°tres bloques de izquierda: una izquierda socialdem¨®crata, una ecolog¨ªa pol¨ªtica y una izquierda radical¡±. M¨¢s bien vemos el fin del PS, el principio del fin de Europa Ecolog¨ªa Los Verdes (EELV) y el dominio de LFI sobre una izquierda que ha sido despojada de su cultura gubernamental, y con ella una parte de su electorado.
En realidad, ya no se trata de la uni¨®n de la izquierda, sino de la constituci¨®n de un polo ¨²nico de extrema izquierda dirigido por Jean-Luc M¨¦lenchon. Pero entonces, la pregunta que los autores no se hacen, pero que deber¨ªan hacerse, es saber si un programa as¨ª, llevado por una persona as¨ª, podr¨ªa ser mayoritario en Francia. Sin embargo, esta izquierda, a pesar de la ¡°inmensa convergencia¡± que creen que est¨¢ surgiendo, no parece capaz de superar un tercio de los votos, concentrados en un n¨²mero limitado de circunscripciones. Por lo tanto, es poco probable que se plantee la cuesti¨®n de la aplicaci¨®n de dicho programa en un futuro pr¨®ximo. Por lo tanto, es probable que no se verifique la ¡°inmensa convergencia¡± de los cocontratantes diagnosticada por nuestros intelectuales de izquierda.
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