Esa derecha ¡®despiadada¡¯ que rechaza los impuestos
El progresismo no puede conformarse con s¨®lo prometer ayudas del Estado o acabar pareciendo un voto de privilegiados con conciencia de justicia colectiva
La izquierda sospecha que algo anda mal, que tan popular no ser¨¢ su lucha contra la desigualdad. La prueba es que Pedro S¨¢nchez ha dejado de hablar de vulnerables en sus discursos para referirse a las clases medias y trabajadoras. El giro llega ante un caldo de cultivo sobre que la izquierda s¨®lo reparte ayudas entre los muy pobres, pero no crea riqueza para sacar a las clases medias de su precarizaci¨®n. Y eso explica por qu¨¦ esa derecha despiadada para muchos crece en simpat¨ªa entre amplios estratos sociales, pese a su mantra liberal.
Lo sugiri¨® la primera ministra brit¨¢nica, Liz Truss: ¡°El debate econ¨®mico de los ¨²ltimos 20 a?os ha estado dominado por la distribuci¨®n de la riqueza, y el resultado ha sido un crecimiento relativamente lento¡±. La premier no advirti¨® que su anuncio de masivas bajadas de impuestos desplomar¨ªa la libra a la semana, o que el Banco de Inglaterra tendr¨ªa que intervenir. El liberalismo puro tampoco frena el auge de las bolsas de pobreza persistentes, por lo que hasta el Reino Unido ha tenido que inyectar dinero para aliviar la factura energ¨¦tica de los hogares.
Sin embargo, la izquierda se enga?ar¨ªa si cree que Truss habla a cuatro ricos, o que esto va de unas cuantas malas personas. Se equivocar¨ªa si asume que ello s¨®lo cala en el Madrid de Isabel D¨ªaz Ayuso o en el electoralismo de otros barones del Partido Popular. Una parte de las clases medias precarizadas se siente seducida por la pulsi¨®n liberal, por el alivio de las cargas impositivas o por el hambre de crecimiento. No les basta con que la Uni¨®n Europea apoye por ahora un relato sobre la justicia social, permitiendo gravar a los bancos y las el¨¦ctricas.
De un lado, ese sentimiento se aprecia en algunos trabajadores medios que no est¨¢n tan empobrecidos como para recibir el ingreso m¨ªnimo vital ni tampoco cobran el salario m¨ªnimo. En cambio, sufren igualmente una situaci¨®n muy depauperada desde hace d¨¦cadas. No se reconocen como ¡°vulnerables¡±, aunque el riesgo de exclusi¨®n social vaya en aumento. Sin embargo, su miedo es acabar siendo el de m¨¢s abajo, el que recibe las ayudas o que se suma a las colas del hambre.
Esos ciudadanos tampoco identifican qu¨¦ propuestas tiene la izquierda para crear riqueza, y no solo para repartirla. Es la sutil brecha entre ser ya pobre o tener p¨¢nico al empobrecimiento. La crisis de inflaci¨®n obliga al Gobierno a extender las ayudas a los ciudadanos con un elevado gasto social. Ahora bien, ya era com¨²n antes de la pandemia o de la guerra que esos ciudadanos se preguntaran c¨®mo piensa la izquierda fomentar la iniciativa privada, el desarrollo empresarial o atraer inversiones.
As¨ª pues, la izquierda no debe autocomplacerse creyendo que todos sus problemas de adhesi¨®n ciudadana se solucionar¨¢n en adelante apelando solo al discurso de la desigualdad. La redistribuci¨®n sirve para sufragar mejores servicios p¨²blicos y fomentar un sistema m¨¢s justo. En 2021, los m¨¢s ricos acumularon el 45,6% de la riqueza mundial. Pero ya hay quien se pregunta c¨®mo un impuesto a las grandes fortunas mejorar¨¢ su salario a largo plazo si la econom¨ªa espa?ola sigue sin generar valor a?adido para elevar el nivel de vida conjunto.
Aunque algunas voces de la izquierda asumen cierta autocr¨ªtica sobre por qu¨¦ diabolizar determinadas bajadas de impuestos, no cala entre muchos electores. Es la propuesta del presidente valenciano, Ximo Puig, para reducir el tramo auton¨®mico del IRPF que beneficiar¨¢ a las rentas por debajo de los 60.000 euros anuales. Ello apela a una mayor¨ªa social, ya que s¨®lo un 10% de los trabajadores cobran por encima de 40.000 euros. El mensaje se dirige a sacar del sentimiento de abandono a esas capas medias o que est¨¢n precarizados, pero que a¨²n existen a medio camino entre las familias muy ricas y las muy necesitadas.
El progresismo no puede conformarse con s¨®lo prometer ayudas del Estado o acabar pareciendo un voto de privilegiados con conciencia de justicia colectiva. Italia nos ha ense?ado qu¨¦ pasa cuando un pa¨ªs lleva a?os estancado y los socialdem¨®cratas son bur¨®cratas o s¨®lo hablan de desigualdad: la ultraderecha, aun excluyente, se hace con la bandera del impulso econ¨®mico o del cambio pol¨ªtico. Y detr¨¢s cierran filas hasta obreros o clases medias-bajas a las que la izquierda dice defender, pero que creen ver en las derechas liberales o ultras una mejor¨ªa de sus bolsillos.
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