Ucrania y Rusia: las palabras de la guerra
Frente a la actitud y la voz de Zelenski, Putin parece cada vez m¨¢s una bestia herida, un mat¨®n de barrio de pecho tan desnudo como su lenguaje, incapaz de comunicarse con nadie
En febrero de este a?o, cuando Putin lanz¨® su agresi¨®n criminal contra Ucrania, pocos pensaban que la guerra iba a durar tanto, y muchos menos habr¨¢n previsto lo que estamos viendo: que Rusia puede ser derrotada. Para todos los que repudiamos la invasi¨®n, que en sus inicios parec¨ªa ser una mera reedici¨®n de Georgia en 2008 y Crimea en 2014, esto es una buena noticia que llega desde nuestro atribulado presente. Pero a la vez es un mal augurio de lo porvenir, pues un hombre desesperado, aislado y paranoico (educado en la paranoia sin fin de la KGB) resulta siempre peligroso; y es m¨¢s peligroso cuando la inseguridad y el desespero y la paranoia vienen con un arsenal nuclear; y es m¨¢s peligroso todav¨ªa cuando el tiempo pasa y se va haciendo real la met¨¢fora de Churchill: ¡°Los dictadores andan de aqu¨ª para all¨¢ montados sobre tigres que no se atreven a desmontar; y los tigres tienen cada vez m¨¢s hambre¡±. Con cada mes que pasa, Putin va comprendiendo que la ¨²nica manera de bajarse del tigre es la victoria total. De cualquier otra forma, corre serios riesgos de que el tigre se lo coma.
Ha sido una guerra extra?a. Todas las guerras est¨¢n hechas en parte de palabras, porque es con palabras como se monta la propaganda, y en el arsenal de Putin eran tan importantes los tanques como las mentiras en Facebook. Pero en esta guerra han tenido un papel impredecible. Recuerden ustedes el enloquecido discurso de Putin en el Kremlin, cuando sostuvo que Ucrania no era un pueblo, sino una mera extensi¨®n de Rusia o del ¡°Mundo ruso¡±; cuando habl¨® de la necesidad de desnazificar Ucrania, un pa¨ªs tan nazi que estaba gobernado por un jud¨ªo elegido por m¨¢s de dos terceras partes de los votantes; cuando bautiz¨® la invasi¨®n o la agresi¨®n, en fin, con ese eufemismo orwelliano: ¡°Operaci¨®n militar especial¡±. Ese d¨ªa qued¨® claro que parte de su estrategia era construir un elaborado relato para acompa?ar o justificar la agresi¨®n; no qued¨® claro, o no me lo qued¨® a m¨ª, por qu¨¦ le parec¨ªa necesario. La superioridad militar de Putin era avasalladora, y en sus anteriores aventuras militares nunca le pareci¨® necesario acudir a estos efectos ret¨®ricos. ?Por qu¨¦ ahora s¨ª? ?Y por qu¨¦ as¨ª, con ese relato tan flagrantemente mentiroso?
El discurso de Putin me hizo pensar en esa an¨¦cdota que tanto le gustaba a Hannah Arendt: terminada la guerra de 1914, le preguntaron al presidente franc¨¦s Georges Clemenceau c¨®mo cre¨ªa que el mundo juzgar¨ªa lo ocurrido. ¡°No lo s¨¦¡±, dijo Clemenceau. ¡°Pero estoy seguro de que nadie dir¨¢ que B¨¦lgica invadi¨® Alemania¡±. Hannah Arendt not¨® que Clemenceau, evidentemente, no conoc¨ªa los totalitarismos que vinieron despu¨¦s, que convirtieron la guerra contra la verdad (o por el dominio de la historia) en una manera de ser. Decir que Ucrania est¨¢ en manos de un grupo de nazis, y que hay que invadirla para liberarla, es decir que B¨¦lgica invadi¨® Alemania; es, tambi¨¦n, a?adir una p¨¢gina al manual del aut¨®crata perfecto, que tiene siempre que erigirse en historiador, pues la mentira sobre el presente est¨¢, en el mundo de Putin, ligada ¨ªntimamente a su obsesi¨®n narrativa con lo que llama la Gran Guerra Patri¨®tica: la victoria de la Uni¨®n Sovi¨¦tica en la guerra contra los nazis. Ese relato es el que Putin trata de prolongar, pues remite a tiempos heroicos. Make Russia Great Again.
Cuando Putin habla de ¡°genocidio¡± de los ucranios contra el pueblo ruso de Ucrania, cuando defiende su agresi¨®n apelando a las emociones profundas de tantos contra Occidente (la OTAN como humillaci¨®n, un argumento que demasiados dem¨®cratas occidentales, pat¨¦ticamente, le han comprado sin pesta?ear), lo que est¨¢ haciendo es reeditar el relato del victimismo y el resentimiento que siempre les ha sido provechoso a los aut¨®cratas. Un analista militar, citado, si mal no recuerdo, por un peri¨®dico norteamericano, hablaba de los que creen que ¡°se pueden limpiar los pies con Rusia¡±. En la ret¨®rica de los putinianos o putinitos, la idea de humillaci¨®n aparece constantemente. Nos han humillado; nos han traicionado; somos el hazmerre¨ªr del otro (Occidente, la OTAN, los ganadores de la Guerra Fr¨ªa). La estrategia no es nueva. Parte del ¨¦xito de Hitler fue el aprovechamiento de la leyenda de la ¡°pu?alada por la espalda¡± que surgi¨® despu¨¦s de la Primera Guerra: en realidad, sosten¨ªa esta versi¨®n, la guerra no se perdi¨® militarmente, sino que Alemania fue traicionada por la izquierda, los comunistas y los jud¨ªos, que persiguieron sus propios intereses en desmedro de los de la patria.
Hay que recordar, ahora que la muerte de Gorbachov todav¨ªa se siente y est¨¢n en nuestra retina los desaires que le hizo Putin, que la raz¨®n principal del desprecio es esa acusaci¨®n imprecisa: Gorbachov, seg¨²n Putin, manch¨® la reputaci¨®n de la Uni¨®n Sovi¨¦tica. ?C¨®mo? Con sus esfuerzos por recuperar la verdad de la historia que el estalinismo hab¨ªa distorsionado o reescrito. Gorbachov se atrevi¨® incluso a hablar de los pactos secretos entre Hitler y Stalin que permitieron, entre otras brutalidades, el ataque a Polonia; se atrevi¨® a hablar de las decisiones secretas que condujeron al aplastamiento de la Primavera de Praga. No hay ninguna manera m¨¢s resultona de desactivar los escepticismos de sus ciudadanos o de granjearse nuevas simpat¨ªas, pues siempre hay alguien que se siente humillado o pisoteado o ninguneado, y esas emociones et¨¦reas son las que mueven el mundo. De eso se trat¨® desde el primer d¨ªa la campa?a de Donald Trump: Make America Great Again hubiera sido imposible sin el rencor acumulado e impreciso de millones de votantes vulnerables, desinformados e incapaces de distinguir la verdad de la mentira.
Pero en su guerra de palabras, Putin no contaba con las de Zelenski. Son las palabras precisas y sencillas de un actor entrenado, un hombre que conoce los ritmos del lenguaje y los usa para lograr efectos meditados. El espect¨¢culo ser¨ªa fascinante incluso si las palabras de Zelenski no vinieran acompa?adas de valent¨ªa genuina: incluso si no tuviera de su lado la raz¨®n y los valores de la libertad, la dignidad y la defensa de la vida. Pienso, por ejemplo, en las palabras que pronunci¨® desde una pantalla frente a las Naciones Unidas: yo vi la transmisi¨®n por una cadena norteamericana, y ni siquiera la int¨¦rprete pod¨ªa evitar que la voz se le quebrara. Impredeciblemente, este comediante (que lleg¨® a la presidencia montado no sobre un tigre, sino sobre el unicornio de colores de la industria del entretenimiento) se ha convertido en un l¨ªder genuino. Por supuesto que una frase bien escogida, pronunciada con la emoci¨®n precisa, no defiende un centro comercial de un misil ruso, pero habr¨ªa que ser muy c¨ªnico para no ver en la actitud y la voz de Zelenski una de las razones de la supervivencia de Ucrania.
Frente a ¨¦l, Putin parece cada vez m¨¢s una bestia herida, un mat¨®n de barrio de pecho tan desnudo como su lenguaje, incapaz de comunicarse con nadie y aislado de las comunicaciones con los dem¨¢s. Acaba de decretar una movilizaci¨®n militar que implica el reclutamiento forzoso de miles de rusos, y lo que ve por la ventana es que los rusos ¡ªcasi 300.000¡ª huyen desesperados hacia otras partes, y los que no huyen, lanzan c¨®cteles molotov contra los centros de reclutamiento. Se ve que el relato de patriotismo ense?a graves grietas, y Putin lo resiente, o su silencio es resentido. Hace rato que no da declaraciones. Es como si se hubiera quedado sin palabras.
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