Grandes anuncios, peque?as ejecuciones
El desacople entre las presentaciones de ambiciosos proyectos y la realidad de sus efectos es desmoralizador para la opini¨®n p¨²blica. Los medios deben hacer mejor seguimiento de los planes y los gobiernos vigilar que lleguen a quien los necesita
La pol¨ªtica est¨¢ sometida a un escrutinio constante por parte de los medios y las redes sociales. A su vez, los partidos y sus dirigentes pugnan por atraer la atenci¨®n del p¨²blico, produciendo mensajes sin cesar. Como si fuera una gran bestia, nuestra esfera p¨²blica necesita para alimentarse de grandes dosis de declaraciones, tanto m¨¢s nutritivas cuanto m¨¢s extraordinarias resulten, ya sea por su truculencia y zafiedad, ya sea por su grandilocuencia y solemnidad. Pol¨ªticos y medios se retroalimentan en ese ruido ambiental que rodea a la pol¨ªtica y que muchos consideran agotador y est¨¦ril.
Es l¨®gico que los gobiernos de todo signo dediquen enormes esfuerzos a la comunicaci¨®n (si se prefiere, a la propaganda). En medio de un generalizado escepticismo social, tratan de impresionar a los ciudadanos con el anuncio de planes ambiciosos. Son planes integrales, basados en ¡°libros blancos¡± y consultas previas con expertos y partes afectadas, planes que proponen intervenciones con presupuestos de magnitudes que resultan incomprensibles (y abrumadoras) para la mayor¨ªa. Programas de cientos, miles o decenas de miles de millones de euros. En muchas ocasiones, adem¨¢s, son planes plurianuales, que culminan en el medio o el largo plazo.
Las nuevas formas de comunicaci¨®n favorecen el ciclo interminable de anuncios de grandes planes que van a traer soluciones no menos grandes. Se trata de crear la impresi¨®n de que cada poco tiempo se dan pasos cruciales en la lucha contra el problema que sea. Precisamente por la condici¨®n tan precaria de los gobernantes actuales, estos saben que el efecto del anuncio de los planes es tan o m¨¢s importante que sus consecuencias ¨²ltimas. Adem¨¢s, los gobiernos son conscientes de que, precisamente por el v¨¦rtigo informativo en el que estamos inmersos, todos nos fijamos m¨¢s en los anuncios que en su ejecuci¨®n.
?Consiguen siempre sus fines estos planes presentados a bombo y platillo? La evaluaci¨®n de las pol¨ªticas p¨²blicas es una tarea tediosa, t¨¦cnicamente complicada, que no despierta demasiado inter¨¦s en los medios. No siempre es f¨¢cil averiguar qu¨¦ es lo que realmente se ha hecho. Frente a los titulares que acaparan los anuncios iniciales, el espacio dedicado en los medios al seguimiento o la evaluaci¨®n de las pol¨ªticas p¨²blicas es mucho menor. Hay que rebuscar en los titulares peque?os para encontrar este tipo de informaci¨®n. Y, cuando llega la evaluaci¨®n, hace tiempo que la pol¨ªtica en cuesti¨®n ya se ejecut¨® y se est¨¢ hablando de alg¨²n nuevo plan.
Se pone en marcha, por ejemplo, el bono cultural para los j¨®venes de 18 a?os. Al poco tiempo, sin embargo, descubrimos que solo el 57% de los potenciales beneficiarios lo recibe. Hemos visto, igualmente, que el ingreso m¨ªnimo vital ha tenido graves dificultades en su puesta en pr¨¢ctica debido a la complicaci¨®n de los tr¨¢mites burocr¨¢ticos y la falta de recursos organizativos para gestionarlo adecuadamente. El Gobierno pens¨® que lo recibir¨ªan unos dos millones de personas, pero en la pr¨¢ctica solo lo consiguen alrededor de la mitad. En este mismo ¨¢mbito de las ayudas sociales, el Estado no ha sido capaz de cumplir los compromisos adquiridos en la ley de dependencia hace ya m¨¢s de una d¨¦cada. Se estima que unas 300.000 personas est¨¢n en lista de espera para recibir estas ayudas. En la Comunidad de Madrid se lanza un plan de ayudas a la natalidad, pero menos de la mitad de quienes estaba previsto que lo solicitaran lo ha hecho. A la vista de todos los problemas de dise?o e implementaci¨®n que arrastran muchas de nuestras pol¨ªticas sociales, tanto a nivel auton¨®mico como nacional, no deber¨ªa ser tan sorprendente que tengamos un Estado de bienestar poco eficiente, es decir, que redistribuye menos riqueza y oportunidades de lo que se espera de ¨¦l. En t¨¦rminos comparados, tenemos un sistema fiscal y un Estado de bienestar con una capacidad redistributiva muy limitada: la mayor parte de las ayudas p¨²blicas acaban en las clases medias, no llegan a quienes m¨¢s las necesitan, en parte por errores de dise?o y en parte porque muchos de los potenciales beneficiarios de las ayudas se pierden en el laberinto burocr¨¢tico.
Todos estos problemas se multiplican ante programas como el Plan de Recuperaci¨®n, Transformaci¨®n y Resiliencia de la UE, en el que se reparten unos 670.000.000.000 euros en el conjunto de la Uni¨®n, de los cuales unos 70.000.000.000 llegar¨¢n a Espa?a (lo pongo en cifras para que se vea las cantidades astron¨®micas de las que estamos hablando). Es habitual que los pa¨ªses que m¨¢s necesitan estos fondos sean precisamente aquellos que tienen m¨¢s dificultades para gastarlos de forma eficiente. Por lo dem¨¢s, son planes tan ambiciosos que las ayudas se acaban canalizando hacia las empresas de mayor tama?o, que son las que tienen capacidad y recursos para realizar las solicitudes. El reto consiste en que el uso de esos fondos termine revirtiendo en los nobles objetivos que se fijaron inicialmente, contribuyendo de verdad a la transici¨®n energ¨¦tica y digital de la econom¨ªa, y no se quede en una mera ayuda financiera con un impacto ef¨ªmero.
No es solo un asunto de Espa?a, ni se da solo en las pol¨ªticas de gasto. Suceden cosas parecidas en el plano internacional. Cuando el ej¨¦rcito ruso invadi¨® Ucrania, se anunciaron en Europa y Estados Unidos unas sanciones econ¨®micas dur¨ªsimas que iban a asfixiar a Rusia. Las sanciones, ciertamente, han hecho mella en la econom¨ªa de aquel pa¨ªs, pero est¨¢n lejos de haber provocado el colapso que se esperaba. Quiz¨¢ haga falta m¨¢s tiempo, quiz¨¢ Rusia haya encontrado formas de burlarlas, el caso es que vuelve a darse una disociaci¨®n entre el anuncio y la ejecuci¨®n posterior.
Dejo para el final la ilustraci¨®n m¨¢s dolorosa: la medioambiental. Los l¨ªderes del planeta se re¨²nen cada poco en cumbres internacionales cargadas de palabras biensonantes, intenciones intachables y planes vaporosos para corregir los problemas ecol¨®gicos. En la pr¨¢ctica, los expertos insisten en que llegamos tarde, que los esfuerzos realizados hasta el momento son insuficientes para evitar el calentamiento global y la destrucci¨®n de los ecosistemas. Esto no significa que haya que tirar la toalla, sino que hay que superar la pol¨ªtica de las grandes declaraciones.
El desacople entre los anuncios de planes y sus ejecuciones ¨²ltimas tiene un efecto desmoralizador en la opini¨®n p¨²blica. Se ahonda la sensaci¨®n de que la pol¨ªtica son puros fuegos de artificio. Pero, a la vez, sin esos anuncios, los gobiernos no consiguen sobrevivir. Para romper con este ciclo perverso es preciso, por una parte, que los medios fiscalicen mejor y hagan seguimiento de las pol¨ªticas, sin dejarse arrastrar por la din¨¢mica de anuncios constantes de nuevos planes; pero, por otra, tambi¨¦n es necesario que los gobiernos inviertan m¨¢s en la capacidad de gesti¨®n de sus respectivos Estados. Con demasiada frecuencia, planes que sobre el papel suenan bien se malogran porque las administraciones est¨¢n infradotadas o est¨¢n sujetas a reglas y procedimientos que no tienen sentido. ?De qu¨¦ sirve apostar por grandes cambios sin tener la capacidad de llevarlos a cabo? En las sociedades desarrolladas se consideran que los problemas de capacidad del Estado corresponden a los pa¨ªses en v¨ªas de desarrollo, pero a medida que los problemas crecen en complejidad y variedad, descubrimos que los Estados, incluso en los pa¨ªses ricos, no dan abasto.
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