La batalla de las dos Europas
?Guerra o paz? ?Dictadura o democracia? ?Desintegraci¨®n o integraci¨®n? Las decisiones que salgan de la cumbre de este jueves en Bruselas influir¨¢n enormemente en el futuro de la Uni¨®n Europea
Este a?o he estado en m¨¢s de veinte pa¨ªses europeos y he visto dos Europas. En gran parte del continente, todav¨ªa estamos en una Europa en la que los trenes de alta velocidad nos llevan en volandas a trav¨¦s de fronteras que apenas notamos, entre democracias liberales integradas, dispuestas a resolver todos los conflictos por medios pac¨ªficos. Ahora bien, basta tomar un viejo tren convencional a unas cuantas horas hacia el este para acabar en refugios antia¨¦reos, hablando con soldados ucranios malheridos llenos de historias de trincheras que recuerdan a la Primera Guerra Mundial. Todav¨ªa no he desactivado en el m¨®vil la aplicaci¨®n ?Alerta A¨¦rea!, as¨ª que sus avisos de ataques a¨¦reos sobre ciudades ucranias me recuerdan cada d¨ªa que existe esa otra Europa.
Hay una dualidad similar que aqueja a nuestra pol¨ªtica. Muchos pa¨ªses europeos siguen teniendo gobiernos que se sit¨²an entre el centroizquierda y el centroderecha, muchas veces con coaliciones complicadas, pero todos ellos comprometidos de una u otra forma a hacer funcionar la democracia liberal y la Uni¨®n Europea. En Polonia, esta semana podemos celebrar el regreso de un Gobierno de este tipo presidido por Donald Tusk, despu¨¦s de haber desalojado a un partido nacionalista populista que era una peligrosa amenaza para la democracia del pa¨ªs. Por otro lado, ha habido triunfos notables de partidos nacionalistas populistas de extrema derecha, desde la victoria de Giorgia Meloni y su toma de posesi¨®n como primera ministra italiana a finales del a?o pasado hasta la m¨¢s reciente de Geert Wilders en Pa¨ªses Bajos, pasando por los preocupantes avances de Alternativa para Alemania (AfD) en las elecciones regionales. El primer ministro h¨²ngaro Viktor Orb¨¢n act¨²a de forma m¨¢s agresiva que nunca contra los intereses y los valores de la UE, al tiempo que aprovecha todas las ventajas de pertenecer a ella (los impulsores del Brexit, por lo menos, tuvieron la honradez de salirse de un club que detestan).
Estas dos Europas van a librar una batalla pol¨ªtica en la importante cumbre de la UE que comienza el jueves en Bruselas. Las decisiones que salgan de la reuni¨®n influir¨¢n enormemente en la perspectiva de que avancemos hacia una Europa de guerra o de paz, de dictadura o de democracia, de desintegraci¨®n o de integraci¨®n. La invasi¨®n de Ucrania emprendida por Vlad¨ªmir Putin el 24 de febrero de 2022 se?al¨® el fin del periodo que hab¨ªa comenzado con la ca¨ªda del Muro de Berl¨ªn, el 9 de noviembre de 1989. Ahora estamos en los a?os constituyentes de una nueva era cuyo nombre y car¨¢cter a¨²n desconocemos. En pol¨ªtica, como en las relaciones, los comienzos son importantes. Los primeros a?os posteriores a 1945 sentaron los par¨¢metros esenciales de un orden europeo que dur¨® d¨¦cadas, igual que los a?os inmediatamente posteriores a 1989.
En un plano intelectual, los l¨ªderes europeos saben esto. Es habitual o¨ªrlo en miles de discursos pol¨ªticos y en seminarios de grupos de reflexi¨®n. La guerra de Rusia contra Ucrania ha cambiado dr¨¢sticamente las opiniones sobre la seguridad en pa¨ªses como Alemania y Dinamarca, para no hablar de Finlandia y Suecia, catapultadas desde su neutralidad hist¨®rica hasta la adhesi¨®n a la OTAN. Sin embargo, desde el punto de vista emocional y en la sociedad su conjunto no est¨¢ tan claro, ni mucho menos. A principios de este a?o, un estudiante de la Universidad de Gotinga me pregunt¨® si cre¨ªa que habr¨ªa una nueva generaci¨®n europea, ¡°la del 22¡å, decidida a construir una Europa mejor bajo la influencia de la mayor guerra vivida en Europa desde 1945. Desde entonces me he dedicado a hacer esa pregunta por todo el continente, pero las respuestas no son esperanzadoras. Incluso en la Rep¨²blica Checa y Eslovaquia, la gente menea la cabeza y dice: ¡°Me parece que no¡±. M¨¢s hacia el oeste, en Italia, Espa?a, Portugal o Irlanda, el ¡°no¡± es todav¨ªa m¨¢s rotundo.
La raz¨®n es, en parte, la propia solidez del orden europeo construido desde 1945 y ampliado y profundizado desde 1989. La gente que vive en pa¨ªses pertenecientes a la OTAN y la UE no puede creerse todav¨ªa que la guerra pueda llegar de verdad hasta su puerta. Tienen un mont¨®n de problemas internos ¡ªla inflaci¨®n y las dificultades del Estado de bienestar, entre otros¡ª y es comprensible que se muestren reacios a afrontar los externos, tan sobrecogedores como la guerra en el Este y la presi¨®n migratoria en el sur, el casquete polar que se derrite en el norte y la perspectiva de una segunda presidencia de Donald Trump en el oeste. Y los pol¨ªticos titubean y no hablan claro por miedo a no ser reelegidos.
Dividida entre esas dos Europas, la UE debe abordar muchas de estas cuestiones antes de Navidad. En teor¨ªa, en el Consejo Europeo de esta semana, los l¨ªderes de la UE deben tomar la crucial decisi¨®n de entablar las negociaciones de adhesi¨®n con Ucrania, seguir proporcion¨¢ndole ayuda militar y econ¨®mica (sobre todo porque la de Washington est¨¢ en peligro) y aumentar el presupuesto de la Uni¨®n para hacerlo posible. Pero Orb¨¢n amenaza con vetarlo todo. Tambi¨¦n deben abordar la guerra entre Israel y Ham¨¢s ¡ªsobre la que la UE se ha mostrado dividida e ineficaz, pese a que representa una amenaza directa para las relaciones intercomunitarias en nuestras propias sociedades¡ª y la pol¨ªtica de seguridad y defensa, un tema cada vez m¨¢s urgente ante la perspectiva de que una presidencia 2.0 de Trump nos deje en la estacada.
La semana que viene, los ministros de Econom¨ªa y Hacienda de la UE deben aprobar un acuerdo franco-alem¨¢n sobre unas nuevas normas fiscales tan complicadas y ambiguas que es dif¨ªcil entenderlas por mucho que se mantenga la cabeza fr¨ªa, pero de cuyas consecuencias depender¨¢n el futuro crecimiento econ¨®mico de Europa y los puestos de trabajo necesarios para que los j¨®venes europeos tengan oportunidades en su vida.
La presidencia espa?ola de la UE tambi¨¦n aspira (?esperemos contra toda esperanza!) a conseguir un acuerdo sobre nuevas medidas de pol¨ªtica migratoria comunitaria. La inmigraci¨®n est¨¢ agitando la pol¨ªtica de la mayor¨ªa de los pa¨ªses europeos. Italia ha llegado a un acuerdo con Albania para que los solicitantes de asilo pasen all¨ª todos sus tr¨¢mites. El Gobierno de coalici¨®n de Alemania est¨¢ introduciendo una nueva serie de medidas m¨¢s duras para los inmigrantes. En Francia, el gobierno de Emmanuel Macron acaba de sufrir una derrota aplastante al presentar un proyecto de ley de inmigraci¨®n que a la derecha no le parece suficientemente riguroso. En este sentido, Reino Unido es un pa¨ªs t¨ªpicamente europeo, salvo que no lo sabe y quiere hacerlo todo por su cuenta.
En la base de todas estas cuestiones, ya de por s¨ª importantes, se encuentra otra a¨²n m¨¢s de fondo: ?puede una comunidad pol¨ªtica democr¨¢tica y respetuosa con las leyes, formada por 27 pa¨ªses muy diferentes y sin ninguno hegem¨®nico, mantenerse unida y cumplir sus promesas? Cuando se habla de reformar la UE para que no la puedan subvertir miembros rebeldes como Orb¨¢n, se suele hacer en el contexto de una posible ampliaci¨®n para crear una Uni¨®n de m¨¢s de 35 Estados, pero la verdad es que est¨¢ ya presente en la toma de decisiones de este mes. Ahora que est¨¢ fragment¨¢ndose, cada vez m¨¢s, la pol¨ªtica de partidos europea, eso significa lidiar no solo con 27 intereses nacionales diferentes, sino con las complejidades a?adidas de los distintos gobiernos de coalici¨®n. Hay que dejar algo claro: una uni¨®n de ese tipo y esa dimensi¨®n, sin ning¨²n pa¨ªs hegem¨®nico y por consenso, no ha existido nunca en la historia de Europa ni tiene equivalente en ning¨²n otro lugar del mundo actual.
?Cu¨¢l de las dos Europas se impondr¨¢? Esa es la pregunta que me han hecho en todas partes este a?o, porque es evidente que los historiadores prevemos el futuro. No, la respuesta no est¨¢ en ning¨²n proceso hist¨®rico inevitable, sino en nosotros mismos. Nuestra es la responsabilidad.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.