Elogio del desliz de Feij¨®o o apolog¨ªa de la pol¨ªtica de Estado
PP y PSOE no tienen m¨¢s remedio que ponerse de acuerdo para asentar un esp¨ªritu de pacificaci¨®n y reconciliaci¨®n en Catalu?a

Suponemos que el presidente del Partido Popular no se alegrar¨¢ de saberlo ni nos lo agradecer¨¢. Con todo, nosotros, los abajo firmantes, s¨ª celebramos el supuesto desliz de ¡°la fuente del m¨¢s alto nivel¡± sobre el indulto y ¡ªpor encima de todo¡ª su apelaci¨®n a la necesidad de una reconciliaci¨®n con Catalu?a. No es la primera vez que Alberto N¨²?ez Feij¨®o, o su sombra, parece salirse del surco trazado por los argumentos de su propio partido con respecto a Catalu?a y los nacionalismos perif¨¦ricos. Cuando fue nombrado presidente del PP, un locuaz columnista ya lo tach¨® de ¡°nacionalista gallego¡±, lo que en Galicia provoca carcajadas. El PP ha acabado siendo esclavo de su rigidez discursiva en un asunto que ni le permite crecer electoralmente, porque siempre rivaliza con Vox en el terreno que a ellos m¨¢s favorece, ni le ofrece flexibilidad parlamentaria. Por ello, lleva la bola de hierro de la ultraderecha atada a su tobillo. Ya lo hizo el PP cuando Rodr¨ªguez Zapatero negociaba el final de ETA, y no aprende. No ganaron las elecciones porque Zapatero hubiera ¡°traicionado a los muertos¡±, recordando la vergonzosa f¨®rmula utilizada por Mariano Rajoy en las Cortes, sino porque la crisis de 2008 acab¨® llev¨¢ndose por delante a un presidente de acero.
No es la intenci¨®n de estas l¨ªneas aconsejarle al PP c¨®mo regresar al centro, que es donde se ganaban los gobiernos, ni c¨®mo abrirse a una capacidad de cerrar acuerdos a varias bandas, que es como se ganan ahora. Sin duda, en la direcci¨®n del PP ya saben c¨®mo deber¨ªan hacerlo, como prueban los deslices y filtraciones de ofertas o amagos de oferta a Junts, al PNV y quiz¨¢ a ERC. Otra cosa es que sean capaces de hacerlo. Tampoco le vamos a pedir a Pedro S¨¢nchez que deje de ser S¨¢nchez, o que un pol¨ªtico que puede tocar poder al precio de tragarse sus palabras anteriores, Churchill dixit, sea un alma noble y coherente y se aparte de semejante c¨¢liz. Alguien que ha querido mezclar la f¨ªsica del poder con una indefinida metaf¨ªsica advert¨ªa hace poco en estas mismas p¨¢ginas de que la obsesi¨®n por el poder es un signo de debilidad. Lo que realmente debilita, como dijo aquel c¨ªnico italiano, es no tener el poder. Y, si no, que se lo pregunten a Feij¨®o.
El famoso desliz pone sobre la mesa no solo la consideraci¨®n por parte de la direcci¨®n del PP de un acercamiento al independentismo conservador catal¨¢n y al PNV en busca de lo mismo que con tanto esc¨¢ndalo se denunciaba que hiciera S¨¢nchez. Si a S¨¢nchez se le ha acusado de c¨ªnico y oportunista, a los inquilinos de G¨¦nova habr¨ªa que reprocharles hipocres¨ªa y manipulaci¨®n. Pero ya aconsejaba Max Weber hace m¨¢s de un siglo al joven que quiera dedicarse a la pol¨ªtica que no se olvide antes de pactar con el demonio. Pues incluso el demonio tambi¨¦n puede ser portador de ciertos valores virtuosos: como expresaba con pesadumbre el Mefist¨®feles de Goethe, ¡°yo soy aquel esp¨ªritu que, queriendo hacer el mal, acaba siempre provocando el bien¡±. Porque lo que dej¨® caer esa ¡°fuente del m¨¢ximo nivel¡±, algo mucho m¨¢s importante que la concreci¨®n jur¨ªdica de c¨®mo se consigue, fue un reconocimiento de necesidad de concordia, de reconciliaci¨®n de Espa?a con Catalu?a y, sin duda, entre los propios catalanes. Podemos pensar que semejante prop¨®sito es ingenuo, porque el independentismo no quiere que nadie se reconcilie con ¨¦l, si ni tan siquiera es capaz de reconciliarse entre sus distintas facciones. ?Qu¨¦ puede esperarse de un mundo que no es siquiera capaz de entender que en una democracia y en la Uni¨®n Europa la unilateralidad no cabe?
Da igual. El Estado, la Democracia Espa?ola ¡ªcon may¨²sculas¡ª, el esp¨ªritu generoso y a la vez riguroso con las leyes, con el proceso legislativo y su aplicaci¨®n por parte de los jueces, propio de un Estado liberal-democr¨¢tico, debe saber que su misi¨®n y su sentido consiste en colocarse por encima de resentimientos y querellas enquistadas. Nada es Puigdemont comparado con la democracia espa?ola y las pol¨ªticas que la pueden engrandecer y sustentar. Ser¨ªa deseable por parte del PP asimilar esta idea, aunque sea con un tercio del supuesto oportunismo que ve en S¨¢nchez. Tambi¨¦n que ambos partidos llegaran a la conclusi¨®n de que, como aconteci¨® con la aplicaci¨®n del art¨ªculo 155 de la Constituci¨®n, no tienen ahora m¨¢s remedio que ponerse de acuerdo con el fin de asentar, desde los poderes del Estado, ese esp¨ªritu de pacificaci¨®n y reconciliaci¨®n. La pol¨ªtica espa?ola adquirir¨ªa otra dimensi¨®n si se asumiera esta responsabilidad, en vez de maniobrar pensando en el partido propio a costa de la decencia pol¨ªtica. Motivaciones para definir sus posiciones ideol¨®gicas no les faltar¨¢n a formaciones pol¨ªticas enfrentadas. Y, si la pol¨ªtica interior no les basta, ya habr¨¢ quien se las proporcione desde la internacional.
Una dimensi¨®n que, como m¨ªnimo, ni crispase ni alterase m¨¢s de la cuenta a la ciudadan¨ªa, con raz¨®n perpleja, hastiada y confundida salvo en sus extremos. Se dir¨¢ tambi¨¦n que mostrar tanta generosidad ante el independentismo ¡ªcatal¨¢n, y por extensi¨®n y emulaci¨®n, vasco y, tal vez, gallego¡ª supone dejar esas comunidades aut¨®nomas en manos de quienes solo buscan borrar cualquier presencia del Estado central en ellas, lo que perseguir¨ªan ERC, y quiz¨¢ PNV y BNG (Junts no est¨¢ claro que tenga m¨¢s plan que el regreso del amado l¨ªder). Pero a eso el Estado debe responder con pol¨ªticas inteligentes y democracia, mediante la deliberaci¨®n p¨²blica y el veredicto de las urnas, no a golpe de sentencias y c¨¢rcel jaleadas con rosarios patri¨®ticos ante las sedes de los acusados de vendepatrias.
Tanto aquellos que simulan ver una Catalu?a dominada por una banda de pseudoterroristas desalmados como quienes niegan la gravedad de lo sucedido en las fases m¨¢s aciagas del proc¨¦s deben comprender las consecuencias de sus posiciones, tristemente sim¨¦tricas. Ni la justicia est¨¢ para solventar la papeleta pol¨ªtica, ni la voluntad pol¨ªtica ensordecer la voz de la justicia. Es cuando menos irritante que todo lo que se proponga a la ciudadan¨ªa consista en optar entre reclamar a machamartillo presidio sin compasi¨®n o ver en el desaf¨ªo secesionista un inocente vodevil que nunca puede acabar mal, medallas amarillas incluidas.
Estamos ante una cuesti¨®n de Estado, con may¨²sculas, y como tal debe tratarse, explicando a la ciudadan¨ªa adulta y responsable las razones y las consecuencias de las decisiones que se acuerden. As¨ª se hizo en otras fases de la historia espa?ola en el ¨²ltimo siglo, empezando por la tan invocada y poco le¨ªda Transici¨®n. Habr¨¢ que tragar sapos para vivir mejor. Pero de eso se trata, siempre fue esta la salida. As¨ª se hizo durante los dur¨ªsimos a?os del terrorismo etarra, cuando gobiernos de derecha o de izquierda sondearon posibilidades de terminar con ¨¦l, como acab¨® sucediendo. Y, recordemos: digan lo que digan algunos autos judiciales, en Catalu?a no muri¨® nadie en 2017. Y las calles estuvieron revueltas, pero no fueron escenario de des¨®rdenes que no se hayan visto en otras ocasiones y lugares. La democracia y el Estado de derecho ganan cuando se reconoce y se mira la verdad a la cara. Y se act¨²a en consecuencia.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.