Contra la polarizaci¨®n
Las contraposiciones ideol¨®gicas percibidas o sentidas son m¨¢s fuertes que las reales. Incluso en sociedades con debates especialmente intensos, la centralidad no desaparece
Como categor¨ªa de an¨¢lisis pol¨ªtico, la polarizaci¨®n est¨¢ sobrevalorada. Que fuera la palabra del a?o no la convierte en la descripci¨®n objetiva de la sociedad. Hay en nuestras democracias fuertes disputas, histeria y desprecio, pero no polarizaci¨®n, al menos no en las dimensiones ni con la categorizaci¨®n que de ella se hace habitualmente. A pesar del reciente incremento de la hostilidad y la divisi¨®n en el espacio p¨²blico, mi tesis es que no hay polarizaci¨®n en las sociedades democr¨¢ticas si por tal entendemos constelaciones de conflicto relativamente estables y duraderas que configurar¨ªan una escisi¨®n de grupos sociales seg¨²n intereses e identidades. Es cierto que determinados antagonismos se han acrecentado, pero esto no significa que hayan dado lugar a bloques sociales estables y r¨ªgidos, sin ninguna porosidad y entre los que ya no fuera pensable ning¨²n compromiso.
?A qu¨¦ se debe entonces la intensidad de nuestras contraposiciones ideol¨®gicas? La polarizaci¨®n percibida o sentida es m¨¢s fuerte que la real. Quien se mueve solo en determinadas burbujas de las redes sociales puede terminar creyendo que la sociedad est¨¢ compuesta ¨²nicamente por canceladores culturales y negacionistas. Incluso en sociedades con debates especialmente intensos, la centralidad no desaparece; lo que hay es una politizaci¨®n en los m¨¢rgenes que afecta a toda la din¨¢mica del conflicto.
Polarizar es una estrategia de quienes desear¨ªan que no se produjera ninguna convergencia en la centralidad. En ese espacio habita mucha gente que no tiene el kit ideol¨®gico que les encajar¨ªa perfectamente en una tribu pol¨ªtica concreta. ?Y si la tan cacareada ¡°mayor¨ªa social¡± fuera esta? El manual de campa?a convencional dice que hay que polarizar, pero no es menos cierto que hay una expectativa social de mensajes positivos e integradores, que la radicalidad no resulta tan atractiva para el grueso de la sociedad, que es posible crecer moder¨¢ndose. As¨ª se explicar¨ªan los avances de BNG, Bildu o ERC; la diferencia entre Podemos y Sumar es precisamente la que tiene que ver con el tr¨¢nsito del antagonismo a la transversalidad.
En medio del fragor de las m¨¢s intensas campa?as electorales se sue?a con coaliciones y acuerdos incluso con los enemigos. Lo que sabemos de la negociaci¨®n de Feij¨®o con Junts y ERC muestra, al menos, dos cosas: que entre unos encarnizados adversarios hay de hecho un mayor nivel de acuerdo de lo que pod¨ªa suponerse a partir de las declaraciones y movilizaciones realizadas por el PP contra una amnist¨ªa cuyo objetivo de fondo comparten y que deber¨ªamos acostumbrarnos a entender que en pol¨ªtica existen dos planos diferentes: uno el an¨¢lisis de la realidad y otro la t¨¢ctica de combate, y es en el segundo donde est¨¢ la causa de la polarizaci¨®n, no tanto en el primero. Quienes exploraban una posible negociaci¨®n de investidura estaban de acuerdo en que el conflicto catal¨¢n debe ser reconducido de manera que pueda abordarse pol¨ªticamente y que no tiene nada que permita interpretarlo con las categor¨ªas del terrorismo. No es poco y desmiente al menos la versi¨®n maximalista de la polarizaci¨®n respecto del asunto m¨¢s divisivo de la actual pol¨ªtica espa?ola. Los pol¨ªticos est¨¢n m¨¢s de acuerdo en el ¨¢mbito privado que en el p¨²blico, son m¨¢s sinceros en las relaciones personales que cuando est¨¢n gesticulando ante el p¨²blico.
Un grupo de soci¨®logos alemanes liderados por Steffen Mau ha ordenado los principales escenarios de batalla ideol¨®gicos en: redistribuci¨®n, naci¨®n, diversidad y justicia clim¨¢tica. Demuestra que en todos ellos la mayor parte de la gente adopta posiciones moderadas, las opiniones se solapan entre los distintos seguidores de los partidos, los planteamientos no se reducen a un a favor o en contra y se valora el acuerdo con quienes piensan de diferente manera.
1. El primero de ellos tiene que ver con las desigualdades arriba/abajo, tal y como se plantean en el cl¨¢sico conflicto socioecon¨®mico sobre la redistribuci¨®n. El eje izquierda/derecha se ha articulado especialmente en torno a esta confrontaci¨®n, pese a lo cual podemos constatar un espacio com¨²n para el acuerdo. El desmontaje del Estado de bienestar no es un objetivo compartido por toda la derecha, sino por su versi¨®n neoliberal, que no es hegem¨®nica. Quienes se manifiestan en contra de la protecci¨®n social no lo hacen por un rechazo general a la idea, sino por considerar que son ayudas que les discriminan o que no est¨¢n plenamente justificadas. No es demasiado el espacio de encuentro, pero lo suficiente como para no reducir la discusi¨®n sobre estos asuntos a una polarizaci¨®n entre los que est¨¢n a favor o en contra del Estado de bienestar.
2. El segundo ¨¢mbito de conflicto se refiere a las desigualdades dentro/fuera, y agrupar¨ªa los diversos debates en torno a la pertenencia, territorialidad e inclusi¨®n. La cuesti¨®n territorial, tan divisiva en Espa?a, no confronta a comunitaristas y cosmopolitas, sino a distintas concepciones de la distribuci¨®n del poder y, sobre todo, un combate de las ¨¦lites por tener m¨¢s recursos de gobierno. Pese a la intensidad de nuestra confrontaci¨®n sobre esta materia, salvo en peque?as minor¨ªas, no hay nativismo, supremacismo o xenofobia en los diversos sentimientos de pertenencia nacional, ni entre los espa?olistas ni entre los independentistas. Son una excepci¨®n quienes viven y expresan esa identidad en t¨¦rminos de contraposici¨®n agresiva, superioridad y exclusi¨®n.
3. Otro escenario de confrontaci¨®n ideol¨®gica es el de las desigualdades nosotros/ellos, donde se desarrollan los conflictos que tienen que ver con el reconocimiento de la identidad, la diversidad sexual y los asuntos relativos al g¨¦nero. Aqu¨ª tambi¨¦n podemos constatar que casi nadie pone en cuesti¨®n el derecho de cada uno a vivir del modo como le parezca y a no ser excluido por ello. Tenemos el ejemplo del matrimonio igualitario, que se convirti¨® en un caballo de batalla constitucional, pero del que hicieron uso en la pr¨¢ctica tambi¨¦n quienes se opon¨ªan a su legalizaci¨®n. Lo que la ret¨®rica pol¨ªtica estaba separando, lo un¨ªa la vida real. Me parece interesante constatar a este respecto que incluso los contrarios al feminismo suelen aludir a que defienden ¡°el buen feminismo¡±, aceptando as¨ª indirectamente el marco que en principio rechazan.
4. Tendr¨ªamos finalmente las desigualdades presente/futuro, donde estar¨ªan las discusiones en torno al medio ambiente y el cambio clim¨¢tico, que confrontan los diversos intereses generacionales o la oposici¨®n entre el corto y el largo plazo. Y aqu¨ª tambi¨¦n encontramos m¨¢s acuerdo del que asumen quienes reducen el debate a un antagonismo entre activistas clim¨¢ticos y negacionistas. Una gran mayor¨ªa cree que hay que proteger el medio ambiente; entre los renuentes a la transici¨®n ecol¨®gica, m¨¢s que una impugnaci¨®n de los objetivos clim¨¢ticos, lo que hay es una preocupaci¨®n porque puedan entrar en contradicci¨®n con el desarrollo econ¨®mico, una discusi¨®n acerca del ritmo y la realizabilidad de los objetivos.
Podemos dramatizar seg¨²n nos convenga, pero el pacto de posguerra que dio lugar al Estado de bienestar es m¨¢s resistente de lo que suele asegurarse. La ofensiva neoliberal fracas¨® y lo que hoy tenemos es keynesianismo y nuevos derechos sociales, aceptado tambi¨¦n por los conservadores y solo impugnado por la extrema derecha. Las diferencias est¨¢n m¨¢s en el terreno de las pol¨ªticas que en el de los valores. El nuevo consenso social es liberal-progresista. A eso aluden las extremas derechas con su cruzada contra ¡°lo pol¨ªticamente correcto¡±. Si est¨¢n tan irritadas es porque han entendido bien que tienen perdida la batalla. Alguien podr¨ªa objetar que se asoman nuevas amenazas iliberales o directamente autoritarias, a lo que cabr¨ªa replicar que si nos sentimos en peligro es porque poseemos algo valioso y por eso hablamos de defender las ¡°conquistas¡±
Incluso aunque, como es previsible, Europa gire a la derecha en las elecciones de junio, me atrevo asegurar que el PPE no se atrever¨¢ a gobernar en Bruselas con la extrema derecha, aunque solo sea por razones geopol¨ªticas. Habr¨¢ una nueva Comisi¨®n, algo m¨¢s a la derecha que la actual, pero no se quebrar¨¢ ese consenso de fondo en materia redistributiva, migratoria, de diversidad y lucha contra el cambio clim¨¢tico. Seguir¨¢n ah¨ª los problemas y las deficiencias (muy especialmente en lo que se refiere a la migraci¨®n), pero la polarizaci¨®n tiene todav¨ªa menos futuro a nivel europeo que en el plano estatal.
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