Reconocer el Estado palestino, una cuesti¨®n de justicia
La decisi¨®n tomada simult¨¢neamente por Espa?a, Irlanda y Noruega es la ¨²nica soluci¨®n realista para salir de un engranaje cruel y despiadado
La decisi¨®n de Espa?a, Irlanda y Noruega de reconocer oficialmente el Estado palestino este martes no solo honra a estos tres pa¨ªses desde la mirada de la justicia y la dignidad humana, sino que tambi¨¦n los convierte en miembros europeos precursores de un derecho internacional capaz de hacer realidad, de una vez, la paz entre el pueblo palestino y el israel¨ª. Salvando las distancias, esta valiente iniciativa es tambi¨¦n una denuncia rotunda de los bombardeos que matan indiscriminadamente en Gaza y es tan relevante como el gran paso adelante que dieron en esta direcci¨®n Isaac Rabin y Yasir Arafat, en 1994, con los Acuerdos de Oslo. Estos tres pa¨ªses se suman a los 143 de la ONU que ya hab¨ªan reconocido a la Autoridad Palestina como Estado Palestino. Puede que no tarden otros pa¨ªses europeos en adherirse a este trascendental desaf¨ªo. Si su envergadura hist¨®rica es enorme, su objetivo inmediato es ayudar al relanzamiento del proceso de paz para la creaci¨®n de un Estado al lado de Israel. Quienes alegan que este reconocimiento es solo simb¨®lico porque no tendr¨ªa alcance sobre el terreno ni en el plano internacional, tal vez ignoran la importancia del s¨ªmbolo o bien los efectos de este sobre la memoria colectiva. ?Qui¨¦n se atrever¨¢ a afirmar que el reconocimiento del Estado palestino no abandera su justa lucha por los derechos de los palestinos en el mismo momento en que Israel est¨¢ cometiendo una verdadera matanza en Gaza y en Rafah?
Por otro lado, si este reconocimiento no tuviera una verdadera dimensi¨®n pr¨¢ctica no se comprender¨ªa por qu¨¦ Israel y sus aliados incondicionales patalean hoy tan furiosamente contra esta decisi¨®n. Seguramente porque contiene un mensaje directo a Benjam¨ªn Netanyahu y trasciende la beligerancia del conflicto: ?basta de impunidad!, ?basta de manipular la memoria sagrada de los jud¨ªos para silenciar los gritos del horror, los asesinatos de los palestinos, la destrucci¨®n de sus instituciones en a?icos y de su memoria! El recurrente chantaje del antisemitismo (¡°o con Netanyahu o contra los jud¨ªos¡±) es un insulto a la inteligencia de la comunidad humana, es una vejaci¨®n de los derechos humanos y es indigno de la memoria de las v¨ªctimas de la barbarie nazi. Ninguna raz¨®n nacionalista o hist¨®rica puede excusar la pol¨ªtica actual de Israel. Es sencillamente inhumana. Y dejar¨¢ huellas entre los palestinos muy dif¨ªciles de olvidar.
Cabe recordar que entre 1948 y 1993 la posici¨®n oficial del Estado israel¨ª fue negar la existencia misma del pueblo palestino. La propia Golda Meir, antigua jefa del Gobierno israel¨ª, aseveraba no saber lo que es ¡°un palestino¡±. Y, a la inversa, los palestinos apostaron por no reconocer la existencia del Estado de Israel, rechazando su legitimidad y reivindicando su ¡°destrucci¨®n¡±. Sucesivas guerras y sufrimientos interminables hicieron reverberar ecos de paz entre los protagonistas en medio de torrentes de sangre. Pero el asesinato del egipcio Anuar el Sadat y, m¨¢s tarde, el de Isaac Rabin, por la misma raz¨®n de querer la paz entre israel¨ªes, ¨¢rabes y palestinos, paralizaron todo intento de acabar con esta tragedia. La llegada de la extrema derecha al poder en Israel, sobre todo desde Benjam¨ªn Netanyahu, ha pulverizado cualquier avance hacia la paz y desembocado en la aniquilaci¨®n de la convivencia con sus vecinos. Este mandatario, cuya detenci¨®n ha reclamado la Fiscal¨ªa del Tribunal Penal Internacional, al igual que la de otros representantes del Gobierno israel¨ª y de dirigentes de Ham¨¢s, permanecer¨¢ en la historia como el pol¨ªtico que ha convertido Israel en un Estado cruel, que ha perdido todo sentido de la mesura, inmerso en una hibris que acabar¨¢ por hacerlo totalitario a ojos de toda persona de sentido com¨²n. No es de extra?ar que, incluso en Estados Unidos, su aliado incondicional, miles de j¨®venes, entre ellos muchos jud¨ªos, hayan amplificado sus voces, en nombre de la justicia, contra la pol¨ªtica israel¨ª. Porque hoy la lectura es cada vez m¨¢s clara: no es una guerra entre jud¨ªos y palestinos; es un conflicto entre barbarie y justicia. Es crucial y urgente restablecer el derecho como encarnaci¨®n de la justicia, motor que engloba a estos tres pa¨ªses europeos pioneros, y alimentado desde el principio por Espa?a.
La declaraci¨®n como Estado es esencial desde el punto de vista del derecho internacional porque afirma la legitimidad, a los ojos de la comunidad mundial, de la existencia nacional y estatal del pueblo palestino, incluso frente a quienes a¨²n se resisten, por razones no siempre confesables, a admitirlo oficialmente como tal. El reconocimiento en la ONU casi roza los tres cuartos de Estados, de ah¨ª que la mencionada iniciativa de los pa¨ªses europeos, a?adida a las expresadas en ¨¦pocas anteriores (recu¨¦rdese las de los pa¨ªses del Este en la ¨¦poca de la Uni¨®n Sovi¨¦tica), es tambi¨¦n una toma de posici¨®n que quiere acabar con la vergonzosa sumisi¨®n a la tradici¨®n del doble rasero y a la violaci¨®n sistem¨¢tica por parte de Israel, desde 1967, de centenares de decisiones de la ONU.
Esta iniciativa tendr¨¢, por supuesto, repercusiones pr¨¢cticas de importante y diverso alcance. Encarnar¨¢, sin duda, un paso de gigante en el reforzamiento de las posiciones de paz en Israel y en el resto de la opini¨®n mundial, indignada por el castigo colectivo infligido a los civiles palestinos. Por otro lado, el reconocimiento del Estado palestino no solo respaldar¨¢ a las fuerzas democr¨¢ticas palestinas, haciendo visible en Europa la postura de Estados que condenan la colonizaci¨®n, los asesinatos y la tortura, sino que obligar¨¢ a sus dirigentes a actuar como un Estado, con responsabilidades propias, y no solo como movimiento de lucha. No es sino la mejor manera de reducir la influencia negativa de las fuerzas integristas y reaccionarias tanto en Israel como en Palestina y tambi¨¦n es un poderoso argumento para revitalizar, ante los partidarios israel¨ªes de la paz, la viabilidad de la idea de dos Estados, uno al lado del otro, adoptada por la ONU y por todos los miembros del Consejo de Seguridad, incluido Estados Unidos. En definitiva, es la ¨²nica soluci¨®n realista, posible y factible, para salir del engranaje despiadado en el que est¨¢n inmersos estos dos pueblos.
Alegar, como una cuesti¨®n de justicia, la necesidad de reconocer los derechos de los palestinos a vivir leg¨ªtimamente en un Estado independiente y soberano junto a Israel no significa una declaraci¨®n contra el Estado israel¨ª como tal, pues la paz debe implicar tambi¨¦n la seguridad de Israel. La estrategia desesperada elegida por Ham¨¢s, tan costosa en vidas humanas, palestinas e israel¨ªes, no es la que han apoyado desde hace d¨¦cadas los palestinos. Es una huida hacia delante que los palestinos tendr¨¢n que juzgar un d¨ªa u otro, aunque ahora prevalece leg¨ªtimamente su instinto de supervivencia. Se sabe, por otra parte, que este reconocimiento no es m¨¢s que un primer paso que debe franquearse para abordar la complejidad de los restantes: la delimitaci¨®n de las fronteras, el estatuto de los refugiados, las relaciones pac¨ªficas futuras entre los dos Estados, etc¨¦tera. Solo una negociaci¨®n bajo control internacional podr¨¢ contribuir a avanzar m¨¢s lejos. Pero Espa?a, Irlanda y Noruega, al levantar la bandera de la justicia ensangrentada por tanto odio en medio del caos que resuena en todo el mundo, han levantado tambi¨¦n una gran esperanza que merece el apoyo de todas las fuerzas de paz.
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