Medio siglo de M¨¦dicos Sin Fronteras: la historia de un fracaso y un ¨¦xito de la humanidad
Desde la guerra en Biafra (Nigeria) hasta la crisis de refugiados en Europa ha pasado medio siglo. Y ha cambiado mucho el mundo. Pero lo que permanece es la entrega o determinaci¨®n de M¨¦dicos Sin Fronteras por salvar vidas all¨ª donde hace falta. Este 22 de diciembre conmemora su 50 aniversario
Fue la primera guerra viral de ?frica. La poblaci¨®n igbo, en el sur de Nigeria, sufr¨ªa las atrocidades de una contienda civil en la que luchaban por su independencia. Asedio incluido. No hablamos de la Edad Media. Corr¨ªa 1968 y Biafra fue cercada por las fuerzas nigerianas, se destruyeron cultivos y se desencaden¨® un desastre humanitario. Un genocidio. Y el ya existente sistema internacional de ayuda humanitaria acudi¨® al auxilio de las v¨ªctimas.
No era ni mucho menos la primera vez que la humanidad era testigo de las barbaries de una guerra. El siglo XX estuvo plagado de ellas. Tampoco era el conflicto m¨¢s cruento de ?frica, ni las im¨¢genes que llegaban de la hambruna en Biafra eran in¨¦ditas. Pero un grupo de periodistas y m¨¦dicos decidieron que no pod¨ªan callar m¨¢s contra esa injusticia y el ensa?amiento contra un pueblo, independientemente de sus aspiraciones nacionalistas. Frente al silencio, mandato de la organizaci¨®n para la que trabajaban, decidieron crear otra en la que la denuncia y la asistencia m¨¦dica fueran m¨¢s que compatibles. Su misi¨®n.
As¨ª, el 22 de diciembre de 1971, naci¨® formalmente M¨¦dicos Sin Fronteras (MSF). En ese momento, la organizaci¨®n la formaban 300 voluntarios: doctores, enfermeras y otros profesionales sanitarios, incluidos los 13 m¨¦dicos y periodistas fundadores.
Al genocidio de Biafra le siguieron muchas otras emergencias, en fatales conflictos, por cat¨¢strofes naturales, por desastres humanos. En Camboya, Etiop¨ªa, Somalia, Ruanda, Hait¨ª, Afganist¨¢n¡ y tambi¨¦n en Europa. Han pasado 50 a?os y ¡°las crisis y la propia organizaci¨®n han cambiado mucho¡±, en palabras de Paula Gil, presidenta de la ONG en Espa?a. Sin embargo, las razones que llevaron al surgimiento de MSF siguen vigentes. ¡°Ojal¨¢ pudi¨¦ramos desaparecer, pero no podemos. Pese a la frustraci¨®n, hay dos cuestiones que nos ayudan a seguir: somos muy pesados y somos imprescindibles para mucha gente¡±.
El deseo de David Noguera, antecesor de Gil (2016-2021), de ¡°cerrar el chiringuito¡± por falta de cometido, no es posible en el mundo de hoy. Ah¨ª est¨¢n la poblaci¨®n masacrada de Yemen, los hambrientos del Sahel, los supervivientes del Mediterr¨¢neo¡ ¡°Es frustrante, pero somos tozudos. La rendici¨®n no es una opci¨®n. Ya sabemos que no vamos a cambiar las cosas, pero salvamos vidas y eso merece la pena¡±. Que su existencia sea a¨²n necesaria es, seg¨²n Noguera, ¡°un fracaso de la humanidad, que decide no resolver los problemas a pesar de tener las herramientas para hacerlo¡±. Y al mismo tiempo, desde hace 50 a?os, sus siglas implican un mensaje de esperanza: ¡°Somos sociedad civil organizada bajo un principio: salvar vidas¡±. Y lo hacen. Con vendas y suturas. Con luz y taqu¨ªgrafos. Curar y gritar. El intento de hacerlo sin prejuicios, discriminaci¨®n o censura.
Para lograrlo, hoy la ONG cuenta con 65.000 trabajadores de 170 nacionalidades, siete millones de socios y colaboradores en todo el globo ¨Cde los que 583.012 est¨¢n en Espa?a¨C para mantener misiones humanitarias en 70 pa¨ªses. El 97,2% de sus fondos, subrayan desde la organizaci¨®n, son privados, lo que les permite mantener su independencia, tanto para decidir d¨®nde ayudar, como para criticar a quien haga falta. Un ejemplo: en 2016, renunci¨® a toda financiaci¨®n de la Uni¨®n Europea y de sus Estados miembros en protesta por la ¡°da?ina pol¨ªtica migratoria, basada en la disuasi¨®n y en alejar lo m¨¢ximo posible de sus costas a quienes huyen de la guerra y el sufrimiento¡±.
La ONG humanitaria fue reconocida con el Nobel de la Paz en 1999. En la ceremonia, hizo gala de su irreverencia y aprovech¨® su discurso para exigir el cese de los bombardeos del Ej¨¦rcito ruso contra la poblaci¨®n civil en Chechenia
Una doble capacidad de la que muy pocas entidades humanitarias disponen: la mayor¨ªa priman la diplomacia de la discreci¨®n para continuar su labor en terreno y no comprometer sus finanzas. Y las defensoras de los derechos humanos que se centran en la denuncia no suelen contar con operaciones en terreno.
Esa dualidad sanitaria y activista fue reconocida con el Nobel de la Paz en 1999. Medios de la ¨¦poca destacaron que el galard¨®n premiaba su ¡°impertinencia¡±. En la propia ceremonia, MSF hizo gala de su irreverencia y aprovech¨® su discurso para exigir el cese de los bombardeos del Ej¨¦rcito ruso contra la poblaci¨®n civil en Chechenia. ¡°No podemos estar seguros de que las palabras salven, pero si sabemos que el silencio mata¡±, expres¨® el entonces presidente, Philippe Biberson.
Otros prestigiosos premios ya luc¨ªan en la estanter¨ªa de la ONG. Recibi¨® el Pr¨ªncipe de Asturias de la Concordia en 1991, el Premio Consejo de Europa de los Derechos Humanos en 1992, la Medalla Nansen para los Refugiados un a?o despu¨¦s, el Roosevelt a las Cuatro Libertades en 1996, el Indira Gandhi ese mismo ejercicio, el Conrad N. Hilton en el 98... Y m¨¢s que vinieron despu¨¦s.
Sin embargo, su posicionamiento p¨²blico le ha causado m¨¢s conflictos y disgustos a la organizaci¨®n que alegr¨ªas. Ha comprometido, en ocasiones, la continuidad de la labor m¨¦dica de la ONG, lo que ha suscitado no pocos debates internos. ¡°Muchos de ellos han girado alrededor del dilema de si se debe prestar testimonio cuando existe la certeza de que la organizaci¨®n ser¨¢ castigada con la expulsi¨®n y la poblaci¨®n pagar¨¢ las consecuencias¡±, recoge el informe elaborado expresamente para la celebraci¨®n de su 50 aniversario.
Sucedi¨® en Etiop¨ªa en 1985. La hambruna se cebaba con la poblaci¨®n. Las im¨¢genes de la inanici¨®n dieron la vuelta al mundo. Para la m¨¦dica Brigitte Vasset, aquella crisis fue mucho m¨¢s que un minuto inc¨®modo de televisi¨®n. ¡°Era extremadamente duro ir por la ma?ana al campo, porque descubr¨ªas cu¨¢nta gente hab¨ªa muerto durante la noche, y recuerdo claramente que hab¨ªa hasta cien fallecidos algunos d¨ªas¡±, rememoraba en un v¨ªdeo conmemorativo del 40 aniversario de MSF.
La ayuda comenz¨® a llegar masivamente y el Gobierno de aquel pa¨ªs ten¨ªa un plan: desplazar forzosamente a la poblaci¨®n del norte hacia el sur. La ONG no tard¨® en denunciar que esta estrategia no era justa, que se estaba instrumentalizando la acci¨®n humanitaria y causar¨ªa m¨¢s defunciones. Dos semanas despu¨¦s, fueron expulsados. ¡°?Fue la decisi¨®n correcta? No lo s¨¦¡±, se plantea a¨²n hoy Noguera. ¡°Seguro que hubo gente en Etiop¨ªa que se qued¨® atr¨¢s, sin existencia¡±.
A veces, es la propia ONG la que decide abandonar un pa¨ªs. Lo hicieron en 1993. Se retiraron de Somalia despu¨¦s de que la ONU autorizase una intervenci¨®n militar para garantizar el reparto de ayuda para las v¨ªctimas del hambre en medio del conflicto. Solo un a?o despu¨¦s, su clamor era el opuesto, uno en contra del principio humanitario de neutralidad. ¡°En Ruanda pedimos la intervenci¨®n armada por primera vez¡±, anota el hito Noguera. M¨¢s de 800.000 ruandeses fueron asesinados por compatriotas en solo tres meses, entre abril y julio de 1994. El 75% de la minor¨ªa tutsi fue exterminada. ¡°No se detiene un genocidio con m¨¦dicos¡±, justificaba la organizaci¨®n.
En 1994, en el genocidio de Ruanda, MSF pidi¨® la intervenci¨®n armada por primera vez en su historia para frenar a los perpetradores
A?os despu¨¦s de ambos episodios, Noguera se uni¨® a MSF. Fue Somalia precisamente su primer destino, adonde la ONG hab¨ªa regresado. La guerra segu¨ªa¡ (sigue). Y all¨ª aterriz¨® pr¨¢cticamente reci¨¦n salido de la facultad de Medicina hace dos d¨¦cadas. ¡°Fue un momento de epifan¨ªa. En tres meses me di cuenta de que iba a dedicar mi vida a esto¡±.
Por razones muy distintas a las de 1993, MSF volvi¨® a cesar sus actividades en Somalia en 2013. La escalada de violencia contra miembros de la organizaci¨®n hizo insostenible la continuidad de su tarea. En diciembre de 2011, dos trabajadores, Philippe Havet y Adrias Kare, hab¨ªan sido asesinados en un tiroteo en las propias oficinas de la ONG en Mogadiscio. Un acontecimiento que abri¨® el debate de la retirada del pa¨ªs.
¡°Pero no pod¨ªamos hacerlo¡±, aseguraba el presidente de MSF Espa?a, Jos¨¦ Antonio Bastos, en una entrevista entonces. Dos cooperantes espa?olas, Montserrat Serra y Blanca Thiebaut, hab¨ªan sido secuestradas en octubre de aquel a?o. Un mes despu¨¦s de su liberaci¨®n en julio de 2013, y pese a la petici¨®n de ambas de no cerrar la misi¨®n, la ONG anunci¨® su decisi¨®n de abandonar Somalia. En aquel momento, solo hab¨ªa un precedente de una retirada total como aquella; en 2004, cuando se march¨® de Afganist¨¢n por los mismos motivos: la situaci¨®n de inseguridad de su personal era extrema.
Ser un testigo inc¨®modo ha convertido a los trabajadores de la organizaci¨®n en objetivo de quienes quieren silenciar su voz y frenar su actividad m¨¦dica. Y no solo a ellos. ¡°El espacio humanitario se ha deteriorado mucho en este tiempo. El reto es impresionante: con la criminalizaci¨®n de la ayuda, con una extrema inseguridad y corriendo riesgos que antes eran m¨¢s controlables¡±, reflexiona Gil. Los secuestros, asesinatos y agresiones a cooperantes no han dejado de aumentar en las ¨²ltimas d¨¦cadas. Cada a?o, la sangr¨ªa es mayor.
La p¨¦rdida m¨¢s reciente marcada en la memoria de Noguera y Gil es la de la madrile?a Mar¨ªa Hern¨¢ndez. La cooperante espa?ola y dos compa?eros et¨ªopes de MSF fueron asesinados el pasado junio en un ataque al veh¨ªculo en el que viajaban, en la regi¨®n de Tigray (Etiop¨ªa), un territorio sumido en una guerra civil desde hace un a?o. Ella ten¨ªa 35 a?os y coordinaba las operaciones de la ONG en la regi¨®n.
¡°No fue una casualidad. Ha supuesto un antes y un despu¨¦s; ha sido muy duro¡±, se emociona la presidenta de la organizaci¨®n en Espa?a. ¡°Seguimos procesando el sufrimiento¡±, afirma Noguera, que se ha tomado un tiempo de reflexi¨®n alejado de la primera l¨ªnea tras la muerte de su amiga.
Son demasiadas las veces que, debido a este tipo de sucesos, la ONG ha saltado a los titulares de los medios a su pesar. Sin embargo, la mayor¨ªa de las ocasiones es noticia por sus reivindicaciones contundentes y campa?as de largo recorrido como la de acceso a medicamentos, que puso en marcha con la dotaci¨®n del Nobel de la Paz en 1999. La eliminaci¨®n de patentes ha sido una de sus batallas m¨¢s duraderas.
Ser un testigo inc¨®modo ha convertido a los trabajadores de la organizaci¨®n en objetivo de quienes quieren silenciar su voz y frenar su actividad m¨¦dica
La movilizaci¨®n social y la voluntad pol¨ªtica consiguieron que en 2001 la Declaraci¨®n de Doha reconociera el derecho de los Gobiernos a tomar todas las medidas necesarias para eliminar las patentes y otras barreras de propiedad intelectual para priorizar la salud p¨²blica frente a los intereses comerciales. Se adopt¨® para responder a la epidemia de VIH-sida que mataba a miles de pacientes en los pa¨ªses en desarrollo porque no se pod¨ªan permitir adquirir antirretrovirales. El precio cay¨® un 99% en una d¨¦cada.
En Sud¨¢frica, uno de los pa¨ªses m¨¢s afectados por la epidemia, la lucha por el acceso a los antirretrovirales supuso un antes y un despu¨¦s. As¨ª lo recordaba en una entrevista Eric Goemaere, impulsor de un programa pionero de atenci¨®n a enfermos de VIH/sida y testigo de primera l¨ªnea de la heroica lucha de la sociedad sudafricana por conseguir los medicamentos en una ¨¦poca en la que el Gobierno no los facilitaba y solo se pod¨ªan conseguir a trav¨¦s de la Sanidad privada a un coste de unos diez mil euros por un tratamiento de un a?o. Han pasado 20 y actualmente los antirretrovirales se distribuyen gratuitamente en todo el mundo.
Pero la batalla contra el sida y las patentes no est¨¢n ganadas. Una pandemia sin precedentes ha vuelto a poner a prueba a la humanidad. Otra vez la ONG clama, junto con otras organizaciones, para que se liberen las patentes de las vacunas y tratamientos para la covid-19, tal como un grupo de pa¨ªses liderados por Sud¨¢frica e India ha solicitado ante la Organizaci¨®n Mundial del Comercio. Sin ¨¦xito.
La enfermedad no solo ha matado (y sigue haci¨¦ndolo) a m¨¢s de cinco millones de personas en todo el planeta desde marzo de 2020, sino que ha tenido un ¡°impacto brutal¡±, en palabras de Noguera, en los trabajos por frenar y tratar otras dolencias. ¡°El mundo se sigue comportando de un modo ego¨ªsta: es incomprensible. Hay gente que se est¨¢ forrando con esto. Prevalece lo econ¨®mico sobre el bienestar¡±, lamenta indignado.
¡°Nuestros equipos se volcaron en la respuesta a la pandemia, adapt¨¢ndose lo m¨¢s r¨¢pidamente posible e intentando tomar decisiones bajo una considerable incertidumbre y grandes limitaciones. Y por primera vez en nuestra historia, lanzamos una intervenci¨®n de emergencia en Espa?a para apoyar a la sociedad que tanto tiempo ha acompa?ado nuestro trabajo; durante varios meses, borramos la l¨ªnea que separa a las personas que nos ayudan con sus donaciones de las personas a las que atendemos¡±, describ¨ªa el dirigente en la memoria de actividades de la ONG en 2020.
Los rescates de migrantes en el Mediterr¨¢neo tambi¨¦n le han granjeado a MSF unas cuantas portadas en los peri¨®dicos y minutos de informativos. Sus quejas por las pol¨ªticas de Europa o EE UU al respecto, tambi¨¦n. ¡°Estamos en el lado malo de la Historia¡±, suelta Noguera. ¡°Si hace 10 a?os me hubieran dicho que morir¨ªan 30.000 personas en el Mediterr¨¢neo o que Estados Unidos separar¨ªa a ni?os de sus familias y los pondr¨ªa en jaulas, no lo habr¨ªa cre¨ªdo. Es una verg¨¹enza¡±.
Sin quitar valor a cada vida salvada en el mar, en las guerras o las crisis m¨¢s medi¨¢ticas, las grandes gestas de MSF se producen normalmente fuera de los focos, apunta el ex dirigente de la organizaci¨®n en Espa?a. ¡°Lo hacemos muy solitos. Como curar a un ni?o desnutrido en Rep¨²blica Centroafricana¡±, comenta. Esa es la parte bonita. La satisfacci¨®n del trabajo humanitario. Salvar vidas. A veces, no lo consiguen. En su memoria resuenan los llantos de las madres que pierden a sus ni?os por el hambre o el silencio de los hospitales de guerra cuando fallece un herido en sus camillas. Y no lo esconden, ocultar no va con ellos. No es su culpa, es su fuente de frustraci¨®n, esa que dicen que les empuja a seguir.
35 a?os de MSF Espa?a
La organizaci¨®n humanitaria en Espa?a naci¨® en julio de 1986. Su primer proyecto fue en Palos Blancos, en Bolivia, con un programa de asistencia a la poblaci¨®n aymara. Desde entonces, la secci¨®n espa?ola se ha convertido en la que cuenta con m¨¢s socios entre la poblaci¨®n, gracias a su m¨¢s de medio mill¨®n de donantes. ¡°Es gente que est¨¢ harta de la inacci¨®n pol¨ªtica¡±, afirma Paula Gil, presidenta de MSF Espa?a.
Con estos apoyos, la misi¨®n m¨¢s importante de MSF Espa?a se desarrolla en Yemen, donde la ONG sostiene un hospital al completo. Seg¨²n sus n¨²meros, la secci¨®n espa?ola, ha ofrecido solo en 2020 m¨¢s de 1,8 millones de consultas externas, ha realizado 18.860 cirug¨ªas, ha atendido 49.662 partos y ha tratado a 28.687 ni?os con desnutrici¨®n grave. Entre otras intervenciones.
Para conmemorar el 50 aniversario del nacimiento de M¨¦dicos Sin Fronteras, hemos invitado a la organizaci¨®n a que ejerza como editora de EL PA?S durante un d¨ªa, aconsej¨¢ndonos tem¨¢ticas de especial relevancia. La ONG ya colabora habitualmente con textos y testimonios desde la primera l¨ªnea del trabajo humanitario en la secci¨®n Planeta Futuro. Esta vez, MSF ha propuesto temas, pero no ha intervenido en la redacci¨®n ni en el enfoque de los mismos. En distintas secciones del peri¨®dico, los profesionales han trabajado en los reportajes que la ONG quiere que los lectores lean hoy.
Planeta Futuro
Cuando un pa¨ªs se da por perdido. Dos de cada diez venezolanos se han vistos obligados a emigrar. En Colombia viven casi dos millones del total de seis esparcidos por el mundo. A¨²n desde la nostalgia y la resignaci¨®n, para muchos regresar a su hogar ya ha dejado de ser una opci¨®n: ¡°De mi tierra ya no queda nada¡±.
Mendigar para que te quiten los puntos: el resultado del racismo sanitario en Sud¨¢frica. La falta de informaci¨®n, la limitaci¨®n de recursos p¨²blicos y la xenofobia dificultan el acceso de migrantes y refugiados a la atenci¨®n sanitaria en el pa¨ªs africano.
Internacional
Azita, Mustafa, Raziyeh y tres millones de ni?os afganos, amenazados por la malnutrici¨®n. El acceso a la atenci¨®n m¨¦dica ya era un problema en Afganist¨¢n antes de la toma del poder por los talibanes en agosto. Pero la situaci¨®n se ha degradado a¨²n m¨¢s tras la suspensi¨®n de la mayor parte de la ayuda internacional. As¨ª se combate en las cl¨ªnicas de Herat el vac¨ªo dejado por el colapso sanitario.
Nacional
La pelea infinita de los supervivientes del Aquarius contra la burocracia. Sin asilo ni regularizaci¨®n, los migrantes que llegaron al puerto de Valencia en 2018 solo piden papeles para poder trabajar.
Econom¨ªa
Las farmac¨¦uticas cierran un a?o de oro con 65.000 millones de caja ante el reto de la ¨®micron. Los mercados conf¨ªan a los fabricantes de vacunas la recuperaci¨®n de una econom¨ªa mundial que cumplir¨¢ dos a?os azotada por la pandemia.
Sociedad / Medio Ambiente
Las distintas formas de quedarse con tierras de pueblos ind¨ªgenas en Per¨². L¨ªderes comunitarios y abogados denuncian la usurpaci¨®n de territorio con la connivencia de gobiernos regionales
Madrid
Madrid no es amable para personas refugiadas. Sadam, ex-ni?o soldado y Ayham, periodista perseguido, llegaron a Espa?a por v¨ªas legales, tras escapar de Eritrea y Siria. El desconocimiento y la xenofobia hacen dif¨ªcil que consigan trabajar y sacar adelante a sus familias
Fotograf¨ªa
Las migraciones como arma arrojadiza. Refugiados y migrantes son moneda de cambio para conseguir r¨¦dito econ¨®mico o pol¨ªtico entre algunos pa¨ªses vecinos. Este es un recorrido en im¨¢genes por los puntos migratorios m¨¢s calientes: Lesbos, Polonia, M¨¦xico, Canarias, Ceuta, Libia y Venezuela.
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