El verdadero problema de los migrantes para Espa?a es que son pocos
Si no hay un incremento significativo en el n¨²mero de trabajadores migrantes, nuestro pa¨ªs ser¨¢ incapaz de sostener su desempe?o econ¨®mico y financiar pensiones, sanidad y otros servicios
Espa?a tiene un problema grave con su inmigraci¨®n, pero no es el que Abascal piensa. Mientras los partidos pol¨ªticos discuten hist¨¦ricamente c¨®mo una potencia econ¨®mica de 49 millones de habitantes acoge a 3.000 ni?os extranjeros, la econom¨ªa nacional se asoma al abismo del invierno demogr¨¢fico. El argumento es conocido: en ausencia de un incremento significativo en el n¨²mero de trabajadores y trabajadoras migrantes, nuestro pa¨ªs ser¨¢ incapaz de sostener su desempe?o econ¨®mico y financiar pensiones, sanidad y otros servicios. El c¨¢lculo m¨¢s reciente proviene del Banco de Espa?a, que estim¨® en 24 millones el n¨²mero de migrantes adicionales que necesitaremos a lo largo de las tres pr¨®ximas d¨¦cadas si se quiere mantener la ratio actual entre retirados y personas en edad laboral. Un desaf¨ªo muy similar al de otros pa¨ªses de la OCDE.
Con este panorama, uno esperar¨ªa manifestaciones salvajes de pensionistas y diab¨¦ticos, as¨ª como un plan de choque por parte de nuestros l¨ªderes. Pero la conversaci¨®n pol¨ªtica va por otro lado, y no solo en Espa?a. En su discurso inaugural de este mes ante el Parlamento Europeo, Ursula von der Leyen conmin¨® a la UE a cuidarse de ¡°los demagogos del mundo¡±. Salvo en materia de migraciones, le falt¨® a?adir, donde los hemos colocado al volante. Si echan un vistazo al flamante Pacto Europeo de Migraciones y Asilo ¡ªun artefacto policial que no dedica ni una sola medida significativa a atraer a los trabajadores que tan desesperadamente necesita la UE¡ª sabr¨¢n a qu¨¦ me refiero.
La disfunci¨®n del modelo migratorio europeo amenaza ya intereses estructurales de nuestras econom¨ªas, como la disponibilidad de mano de obra. La revista The Economist citaba recientemente una encuesta realizada en 41 pa¨ªses por la multinacional de recursos humanos ManpowerGroup, seg¨²n la cual el 75% de las empresas tienen dificultades para cubrir vacantes cualificadas, el doble que en 2015. En un encuentro a puerta cerrada con empresarios y expertos de Euskadi en el que tuve la oportunidad de participar hace unas semanas, este diagn¨®stico era desasosegantemente familiar para Espa?a. Ocho de cada 10 empresas vascas declaran tener dificultades para encontrar trabajadores. Esto ocurre con una tasa de paro por encima del 7% y en toda la escala de cualificaci¨®n, lo que ha llevado a diferentes sectores a mirar fuera de nuestro pa¨ªs.
En el imaginario econ¨®mico de guarder¨ªa que predican Vox y su gang internacional, este es un juego de suma cero en el que cada empleo ocupado por un migrante es un empleo arrancado de las manos del hombre blanco. La realidad es que la inadecuaci¨®n entre las necesidades del mercado y las capacidades disponibles tiene consecuencias indeseables para la productividad, el crecimiento y la competitividad de una econom¨ªa, lo que complica la generaci¨®n de nuevos trabajos para quienes ya estaban aqu¨ª. Los migrantes crean empleo propio y ajeno, en un proceso que funciona en todas las direcciones, como demostraba un reciente estudio de la Universidad de Colorado: por cada 100.000 migrantes expulsados por el presidente Obama, los estadounidenses perdieron 8.800 empleos. Todo un mensaje para los deportadores en jefe de Estados Unidos y Europa.
Para ser claros, no todo depende de quienes vengan de fuera. La respuesta al desaf¨ªo existencial de la brecha demogr¨¢fica vendr¨¢ en parte de la tecnolog¨ªa ¡ªuna robotizaci¨®n del modelo de producci¨®n y servicios que ya se est¨¢ acelerando¡ª e, idealmente, de una iniciativa p¨²blica sensata que apoye a las mujeres y a las familias para proteger su derecho a tener hijos. Pero necesitar¨ªamos un escenario de Blade Runner con sotanas para que estas transformaciones reemplazasen la necesidad de una pol¨ªtica migratoria infinitamente m¨¢s abierta, flexible y estrat¨¦gica de la que ahora tenemos. De hecho, la movilidad ordenada de una parte de la poblaci¨®n mundial no deber¨ªa ser considerada el mal menor, sino una opci¨®n deseable por su incomparable potencial para la reducci¨®n de la pobreza y la redistribuci¨®n global de oportunidades.
Si tenemos una soluci¨®n para resolver una necesidad, la pregunta razonable es por qu¨¦ no la aplicamos. La respuesta es que no hay nada razonable en el modo en que las migraciones son presentadas, debatidas y reguladas. Partidos de izquierdas y de derechas han reducido la movilidad humana a la categor¨ªa de problema. A un asunto que debe ser evitado como amenaza o como tragedia. El resultado es un modelo de puerta estrecha que invita a la migraci¨®n laboral irregular, atomizado en su gobernanza y patol¨®gicamente temeroso. Es imposible encontrar otra pol¨ªtica p¨²blica en la que la microgesti¨®n del Estado haga tanto por entorpecer los intereses de los empleadores y tan poco por proteger los de los empleados y los del conjunto de la sociedad. Cuando los gobiernos dan pasos en la direcci¨®n correcta ¡ªcomo ha hecho el del presidente S¨¢nchez con la flexibilizaci¨®n de las condiciones de llegada y arraigo, o con la integraci¨®n laboral de j¨®venes extutelados¡ª lo hacen de manera vergonzante, cautelosa y compensando con golpes de efecto en la frontera Sur. El resultado es, a menudo, un paso adelante y dos atr¨¢s.
Es cierto que en este campo carecemos de referentes nacionales absolutos, pero eso no significa que operemos en el vac¨ªo. En pa¨ªses tan diferentes como Nueva Zelanda, Canad¨¢, Colombia y Uganda existen experiencias exitosas que merecen ser conocidas. A ello nos ayudan organizaciones como los Partenariados Globales de Movilidad ¡ªcofundada por el economista de Harvard Lant Pritchett¡ª, que se dedican a identificar buenas pr¨¢cticas que luego pueden ser replicadas y llevadas a escala. Alemania, por ejemplo, forma cada a?o en Filipinas a miles de profesionales de la enfermer¨ªa a trav¨¦s de un programa participado y financiado por instituciones sanitarias p¨²blicas y privadas. Parte de ellos se desplazan despu¨¦s a Europa y parte permanece en el sistema sanitario local. La oficina federal de estad¨ªsticas ha calculado que Alemania necesitar¨¢ hasta 680.000 profesionales adicionales de enfermer¨ªa en los pr¨®ximos 25 a?os.
Entre el modelo actual y el que necesitamos se interpone un verdadero campo minado electoral. Un riesgo es que sea la ultraderecha la que establezca la narrativa del conjunto de los conservadores, como ya est¨¢ ocurriendo. Pero otro es que liberales y progresistas metan la cabeza en un agujero. Sectores significativos de la izquierda ¡ªcon algunos sindicatos a la cabeza¡ª rechazan la racionalizaci¨®n del modelo migratorio por utilitarista. Defienden el ¡°derecho a no emigrar¡± y se oponen con elegancia, pero con contundencia, a cualquier medida de apertura. Su posici¨®n no solo cortocircuita la capacidad reformista de quienes gobiernan, sino que reduce este debate a una elecci¨®n caricaturesca entre proteccionistas rapados y cosmopolitas pijoprogres.
Vamos a necesitar una conversaci¨®n mucho m¨¢s seria, porque la movilidad humana establece una de las grandes fronteras ¨¦ticas y jur¨ªdicas de nuestro tiempo. No es posible declararse en contra del nacionalpopulismo y aceptar con naturalidad que el derecho fundamental a una vida digna depende de la posibilidad de nacer en el lugar equivocado. Entre xen¨®fobos y neoliberales debe abrirse paso una tercera v¨ªa que dialogue con ciudadanos adultos para construir un modelo migratorio justo e inteligente: que gobierne la movilidad abundante pero digna de trabajadores; que no d¨¦ un paso atr¨¢s en materia de protecci¨®n internacional; y que garantice los derechos sociales y culturales de las sociedades que seremos, no de la fantas¨ªa melanc¨®lica de un pu?ado de reaccionarios. En otras palabras, que pase a la ofensiva.
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