Un alegato para una nueva geopol¨ªtica de la coca¨ªna entre Europa y Am¨¦rica Latina
Hablar sobre la legalizaci¨®n de esta droga deber¨ªa dejar de ser tab¨². Una colaboraci¨®n global para contrarrestar la violencia y desigualdad producidas por este negocio podr¨ªa cambiar las reglas de juego
En 2006 se estren¨® Diamantes de sangre, una pel¨ªcula que denunciaba la financiaci¨®n de las guerras africanas con la extracci¨®n y tr¨¢fico de gemas. Adem¨¢s de mostrar la violencia y las tramas ilegales de esa industria, la pel¨ªcula mete el dedo en la llaga al dejar patente que detr¨¢s del glamur y los destellos de los diamantes hay una divisi¨®n internacional del trabajo. Una en la que las muertes y la destrucci¨®n de Estados y sociedades est¨¢n en el Sur, mientras la embriagadora luz de los quilates perfectamente tallados brilla en el Norte.
Con la coca¨ªna, en cambio, las industrias culturales est¨¢n siendo ben¨¦volas a¨²n. Han construido una narrativa visual y musical m¨¢s bien ¨¦pica. En ella, los narcos son una especie de antih¨¦roes que gracias al tr¨¢fico del polvo alcanzan riqueza, lujo y bellas parejas, a pesar de provenir de sociedades violentas, patriarcales y desiguales. Tambi¨¦n muestran la cara l¨²dica de la coca¨ªna, ya sea en divertidas y distendidas fiestas de mujeres y hombres hermosos, a quienes nunca parece faltarles dinero, ya sea como parte de la rutina de exitosos ejecutivos o creativos bohemios que viven al l¨ªmite, us¨¢ndola como fuente de energ¨ªa y recreo.
Incluso cuando surge la parte violenta del negocio, trasmiten una imagen ben¨¦vola de los consumidores ¡ªa los que como m¨¢ximo se presenta como unos pobres enfermos¡ª frente a unos dealers racializados, pobres y violentos, para los que solo cabe la respuesta policial y su consecuencia l¨®gica: la muerte o la c¨¢rcel. Despu¨¦s del ¨¦xito de las distintas versiones de Narcos, sugerimos a Netflix que produzca una secuela rodada en la City de Londres, donde se muestre c¨®mo el sistema financiero internacional legaliza el dinero de los narcotraficantes en sus exclusivas oficinas llenas de se?ores con trajes a medida, que caminan con prisa, sin prestar atenci¨®n al cuadro de Rembrandt que preside las instalaciones.
Despu¨¦s del ¨¦xito de ¡®Narcos¡¯, sugerimos a Netflix que produzca una secuela rodada en la City de Londres, donde se muestre c¨®mo el sistema financiero internacional legaliza el dinero de los narcotraficantes
Esto no pasar¨ªa de an¨¦cdota si no reflejase la visi¨®n de muchos agentes pol¨ªticos, y de un buen sector de la opini¨®n p¨²blica, que culpa y responsabiliza del consumo de coca¨ªna y su comercio a los vendedores, mientras exime a los compradores. Asume, adem¨¢s, que el problema est¨¢ en que los pa¨ªses productores y distribuidores de Am¨¦rica Latina son Estados fallidos y corruptos que no pueden controlar a los narcos. Es una posici¨®n que ni siquiera se plantea que la clave est¨¢ en que se trata de un negocio multimillonario de alt¨ªsima rentabilidad gracias a la ilegalidad del producto y a la fidelidad de la clientela. Y, si bien Am¨¦rica Latina es su epicentro por el determinismo que implica ser la zona productora, el poder alcanzado por las bandas criminales en ricos Estados de bienestar como B¨¦lgica, Suecia u Holanda es la evidencia de la gran capacidad del narcotr¨¢fico para corroer las instituciones y la estructura social.
En este sentido, hay que tomar en cuenta que, aunque la degradaci¨®n es m¨¢s evidente en pa¨ªses peque?os y d¨¦biles, los grupos que trafican se han profesionalizado y los Estados son cada vez m¨¢s incapaces de controlar la violencia asociada a la ilegalidad del negocio. A modo de ejemplo, en pa¨ªses tan dispares como Ecuador y Suecia aument¨® el n¨²mero de muertes violentas y los gobiernos ensayaron el mismo tipo de respuesta represiva, recurriendo al ej¨¦rcito para reprimir a los vendedores que, por lo general, son personas racializadas de zonas pobres.
Pero la coca¨ªna es un asunto global que hay que abordar desde postulados que superen la ineficiente ¡ªa la luz de los resultados¡ª ¡°guerra contra las drogas¡± promovida por EE UU, cuyo enfoque es, b¨¢sicamente, policial y moralista. De ello depende el futuro de una regi¨®n, Am¨¦rica Latina, que concentra los mayores problemas de violencia y ataque a las instituciones, pero que, como se ha visto, sirve como detonante o agravante de los otros problemas que le afectan.
Resulta parad¨®jico que la misma marihuana a la que Nixon declar¨® la guerra hace 50 a?os sea ahora un atractivo tur¨ªstico de Nueva York
La coca¨ªna incautada en Europa se ha triplicado desde 2016. De ah¨ª que la UE, como actor que agrupa a pa¨ªses de alto consumo, tiene una responsabilidad ¨¦tica y pol¨ªtica en el dise?o de nuevas medidas de alcance global sobre drogas, pues no caben las soluciones locales debido a la econom¨ªa pol¨ªtica de su consumo. M¨¢s all¨¢ de lo que se est¨¢ haciendo con los programas de cooperaci¨®n policial, conviene prestar atenci¨®n a posiciones como la de los presidentes de Colombia y M¨¦xico. Ambos propusieron mirar el problema desde la oferta y la demanda, reflexionando sobre la posibilidad de la legalizaci¨®n controlada como una forma de reducir los millonarios ingresos que obtienen los narcotraficantes y sus socios gracias a la ilegalidad del negocio.
Resulta parad¨®jico que la misma marihuana a la que Nixon declar¨® la guerra hace 50 a?os sea ahora un atractivo tur¨ªstico de Nueva York. Tambi¨¦n que el cannabis se haya convertido en uno de los productos estrella para los fondos de inversi¨®n. Pasear por Washington DC y oler a porro evidencia el relativismo del prohibicionismo cuando hay un trasfondo ¨¦tico y normativo complejo, tal y como demuestra el an¨¢lisis de las posiciones encontradas sobre la legalizaci¨®n de las drogas.
El principal argumento para legalizar la coca¨ªna es que as¨ª se reducir¨ªan las ganancias de los narcotraficantes mermando su capacidad para generar violencia y corromper las instituciones. Al tiempo, se liberar¨ªan fondos y recursos usados en su combate que podr¨ªan invertirse en programas de salud o de prevenci¨®n pr¨¢cticamente inexistentes en la actualidad. Las propuestas de legalizaci¨®n se acompa?ar¨ªan de medidas de control, como las del tabaco o el alcohol, productos cuya comercializaci¨®n es controlada y a veces un monopolio estatal. Sin embargo, siempre est¨¢ latente la pregunta de si los Estados ser¨ªan capaces de ejercer dicho control. La raz¨®n principal para mantener la prohibici¨®n es de salud p¨²blica y est¨¢ ¡ªcon toda raz¨®n¡ª enfocada en el riego de liberalizar el consumo de sustancias adictivas.
Si los pa¨ªses act¨²an por separado, estar¨¢n en clara desventaja ante un crimen organizado como fen¨®meno global
Planteado el dilema, cabe preguntarse si la prohibici¨®n ha funcionado como mecanismo de prevenci¨®n en vista del aumento del consumo y la producci¨®n mundial de drogas a pesar de los ingentes recursos dedicados a su combate: solo en Colombia, EE UU gast¨® un promedio de 500 millones de d¨®lares anuales (454 millones de euros) entre 1996 y 2006.
Ante la complejidad de la cuesti¨®n de la legalidad de la coca¨ªna, es necesario profundizar en los acuerdos y colaboraci¨®n interregional y global. Es necesario que se construyan plataformas donde se arbitren actuaciones conjuntas de prevenci¨®n e intervenci¨®n en el mercado. Si los pa¨ªses act¨²an por separado, estar¨¢n en clara desventaja ante un crimen organizado como fen¨®meno global.
Si en este momento hay un campo en el que Am¨¦rica Latina necesita cooperaci¨®n, es en el de la reducci¨®n de los impactos pol¨ªticos, sociales y econ¨®micos del narcotr¨¢fico; m¨¢s a¨²n, cuando hay una relaci¨®n directa entre las rayas de los fines de semana de los j¨®venes europeos y los muertos y la corrupci¨®n al otro lado del Atl¨¢ntico. Replantearse el estatus legal de la coca¨ªna ya no deber¨ªa ser un tab¨². Es deseable que las personas de los pa¨ªses productores puedan vivir tranquilos sin la inestabilidad pol¨ªtica, violencia y muerte que provoca el actual modelo de negocio.
Puedes seguir a Planeta Futuro en X, Facebook, Instagram y TikTok y suscribirte aqu¨ª a nuestra ¡®newsletter¡¯.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.