Todo empez¨® con Reagan, pero lo de Trump es otra pel¨ªcula
¡®The Reagan Show¡¯ es un documental de 2017 con material in¨¦dito del presidente que impuls¨® la revoluci¨®n conservadora. El halc¨®n acab¨® pareciendo una paloma por los acuerdos con Gorbachov. Se observan paralelismos y diferencias con el presente
?Cu¨¢ndo empez¨® la marea de la derecha dura, nacionalista y populista que inunda el planeta? Suele decirse que en 2016, con el refer¨¦ndum del Brexit y la primera victoria de Donald Trump, pero las ra¨ªces del fen¨®meno pueden buscarse m¨¢s atr¨¢s, en la revoluci¨®n conservadora que impulsaron Ronald Reagan y Margaret Thatcher en los ochenta. Combinaron el ultraliberalismo en econom¨ªa y la mano dura en lo social, as¨ª como una pol¨ªtica exterior sin reparos morales. Un precedente de lo que se nos viene encima con Trump pero no solo, miren a Javier Milei y su motosierra. El fen¨®meno neocons, y su derivado el neoliberalismo, impregnaron lo que se consideraba la ortodoxia econ¨®mica, al menos hasta la devastadora crisis iniciada en 2008. Vuelve ahora la apuesta por los hombres fuertes y por el Estado m¨ªnimo, y a eso se a?ade algo que es poco liberal: la desglobalizaci¨®n, en forma de proteccionismo feroz y guerras de aranceles.
En busca de lecciones de aquellos a?os ochenta, Filmin ofrece el documental The Reagan Show, producido por la CNN, que se estren¨® en 2017, el primer a?o del primer mandato de Trump. No hay menci¨®n alguna al presidente ahora reelecto, pero el relato sirve para advertir los paralelismos y las diferencias. Reagan fue visto tambi¨¦n como un elemento ex¨®tico en el paisaje pol¨ªtico de su tiempo, una cara conocida de Hollywood que puso patas arriba el establishment republicano. Sin embargo, sus maneras eran m¨¢s refinadas que las de Trump, eso no es dif¨ªcil. Brillaba como comunicador: no solo le quer¨ªa la c¨¢mara sino que ¨¦l se pon¨ªa delante de ella siempre que pod¨ªa. Y dominaba la iron¨ªa. Le preguntan por su at¨ªpica trayectoria y dice: ¡°No s¨¦ c¨®mo habr¨ªa podido ser presidente sin haber sido actor¡±.
El documental sac¨® a la luz material documental in¨¦dito de sus muchas comparecencias, incluidas tomas falsas en las que gastaba bromas a sus colaboradores. Un ejemplo: grababa un mensaje de paz dirigido a los rusos y tras cortar dec¨ªa: ¡°Ch¨²pate esta, Gorbachov¡±. La historia es caprichosa: el halc¨®n Reagan acab¨® pareciendo una paloma, firmando con la Uni¨®n Sovi¨¦tica de la perestroika un tratado de desarme nuclear que marc¨® el final de la Guerra Fr¨ªa. El documental abunda en el deshielo que permiti¨® que el presidente de EE UU mantuviera sucesivas cumbres con el l¨ªder de la URSS, y llegaran a acuerdos muy relevantes en un mundo que viv¨ªa en el terror a una guerra nuclear. Se hac¨ªan pel¨ªculas como El d¨ªa despu¨¦s o Threads, que recreaban ataques at¨®micos en Kansas y Sheffield, respectivamente, y el p¨²blico conten¨ªa el aliento.
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Reagan ya dec¨ªa aquello de ¡°Hagamos a Am¨¦rica grande de nuevo¡±. Hab¨ªa iniciado su mandato con la llamada guerra de las galaxias, un sistema antimisiles en el espacio que desafiaba al ¡°imperio del mal¡±, como llamaba a la URSS, y presagiaba una nueva escalada armament¨ªstica. Le escuchamos decir que la fuerza est¨¢ de su lado, como si fuera un jedi; era dado a las met¨¢foras cin¨¦filas. Pero al final de este reportaje Reagan queda como un adalid de la paz, y escuchamos en su boca discursos antibelicistas junto a Gorbachov que no le pegaban. Se pasa por alto una pol¨ªtica exterior que fue muy agresiva en otros escenarios, como Chile y Argentina, donde apoy¨® sin titubeos a dictadores genocidas, o Nicaragua, donde organiz¨® una guerra civil contra los sandinistas, por no citar que invadi¨® la isla de Granada. S¨ª se menciona el esc¨¢ndalo de las ventas de armas de tapadillo a Ir¨¢n, el Irangate, una trama que inclu¨ªa a los ayatol¨¢s, a la Contra nicarag¨¹ense y a narcos centroamericanos, y que desment¨ªa la coherencia de las posiciones de Washington en el mundo.
Escuchamos discursos de Reagan defendiendo su pol¨ªtica econ¨®mica, las llamadas reaganomics, basadas en la desregulaci¨®n, la bajada de impuestos (sobre todo a los ricos) y la reducci¨®n del gasto p¨²blico, aunque no se explica nada de sus efectos. Aquello estimul¨® la econom¨ªa, que ven¨ªa de la crisis del petr¨®leo, a costa del deterioro de los servicios p¨²blicos, dispar¨® a largo plazo la desigualdad y dej¨® un d¨¦ficit descomunal que a¨²n colea porque la famosa servilleta de Laffer (la idea de que bajar impuestos acaba aumentando la recaudaci¨®n) nunca ha funcionado.
Trump es tambi¨¦n un comunicador eficaz, pero mucho m¨¢s tosco y menos profesional, porque en vez de en Hollywood, se forj¨® en un reality: El aprendiz. De ¨¦l se espera una pol¨ªtica econ¨®mica inspirada en aquella, de desmantelamiento del Estado (en eso estar¨¢ su ¡°primer amigo¡± Elon Musk) y de su regulaci¨®n, lo que quiz¨¢s tambi¨¦n nos acabe estallando muchos a?os despu¨¦s. Se prev¨¦ una pol¨ªtica exterior menos intervencionista, lo que significa sobre todo que dejar¨¢ hacer de las suyas a Putin y a Netanyahu. Hay diferencias muy notorias: Reagan no era nada hostil al libre comercio (impuls¨® la Ronda Uruguay, que dio lugar a la OMC) ni mucho menos a la inmigraci¨®n (regulariz¨® a tres millones de personas indocumentadas). Y, desde luego, nunca conspir¨® contra el orden constitucional como Trump s¨ª hizo en enero de 2020, ni fue condenado por otros delitos, 34 en el caso de quien vuelve a la Casa Blanca.
No sirve demasiado la experiencia de los a?os ochenta para prepararnos a esta nueva era de extremismo pol¨ªtico sin frenos. Reagan hizo historia para la derecha conservadora, pero lo de Trump es otra pel¨ªcula. En vez de inspirarse en Star Wars, esta presidencia y su galer¨ªa de personajes siniestros nos est¨¢n anunciando una distop¨ªa.
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