El indisciplinado Polic¨ªa Militar del 23-F que amaba a Queen
Reencuentro 41 a?os despu¨¦s con Mariano en una cena barcelonesa de golpistas a la fuerza en el aniversario del asalto al Congreso
La noche del pasado 23-F, mientras las tropas de Putin velaban armas para invadir Ucrania, un peque?o contingente de ex militares se reun¨ªa en un conocido restaurante de pollos de Barcelona. He de decir ya de entrada que fue casualidad y que una cosa no ten¨ªa nada que ver con la otra. Bastante cargamos ya los que cen¨¢bamos con el sambenito del asalto al Congreso. Nuestra edad ya no da para otra aventura castrense, aunque si se piensa tampoco eran muy jovencitos Richard Burton, Roger Moore y Richard Harris en Patos salvajes. Nosotros ¨¦ramos tres veteranos que hicimos la mili en la compa?¨ªa n¨²mero 1 de Polic¨ªa Militar (PM) de la Divisi¨®n Acorazada Brunete y que participamos a la fuerza en la asonada de Tejero el 23 de febrero de 1981. Aquella larga noche nos cubrimos de gloria uni¨¦ndonos, sin que se tuviera el detalle de preguntarnos si nos ven¨ªa bien, al contingente golpista que ocup¨® violentamente las Cortes. Desde hace a?os, algunos que adem¨¢s de ex camaradas del frente que dir¨ªa Sven Hassel somos amigos, nos juntamos para cenar el 23-F, con la excusa de recordar aquellos sucesos y comprometernos a que no nos volver¨¢n a pillar, pero sobre todo con el secreto placer de ver lo que la vida va haciendo a los otros.
Este a?o, la cita, a la que falt¨® Zequi por imponderables, ten¨ªa una circunstancia excepcional: vendr¨ªa por primera vez Mariano, un compa?ero al que le hab¨ªamos perdido la pista desde que nos licenciamos hace 40 a?os. Unas palabras sobre Mariano. Compon¨ªa un Polic¨ªa Militar bastante curioso, no porque no tuviera percha de sobra (los PM ten¨ªamos que ser altos, incluso yo) sino porque le chiflaba Queen y se pasaba el d¨ªa cantando y bailando sus canciones, contone¨¢ndose de una manera para la que desde luego no hab¨ªa sido dise?ado el uniforme M-67/79 (Mariano, que era muy suyo y presumido, llevaba el viejo de color caqui y lo alarg¨® todo lo posible para que no se lo cambiaran por el nuevo verde OTAN que se reparti¨® a inicios de 1981 a la compa?¨ªa). Recuerdo una ocasi¨®n en que Pardo Zancada, que iba ensimismado en lo suyo (que no deb¨ªa ser nada bueno), pas¨® por delante de nuestro barrac¨®n y se dio de bruces con Mariano, a la saz¨®n descoyunt¨¢ndose mientras berreaba Bohemian Rhapsody (¡±?Galileo, Galileo, Galileo, Figar¨®, Magnific¨®, ooo¨®h!) con el Cetme como micro. Creo que aquello le reafirm¨® en su consideraci¨®n de que era necesario un golpe de Estado para salvar Espa?a. No estoy sugiriendo que Mariano y Freddie Mercury tuvieran un papel relevante en la trama del 23-F, aunque igual da para un libro conspiratorio. A m¨ª, y perdonen la digresi¨®n, me persigue desde hace d¨ªas otra conexi¨®n musical y es la de Rigoberta Bandini y Tejero: me los junt¨® Alex Rigola cuando puso genialmente de fin de fiesta de su versi¨®n teatral de Anatom¨ªa de un instante de Javier Cercas, estrenada en el Lliure, la canci¨®n Too many drugs. Ahora con lo de Ay Mam¨¢ solo hago que imaginar Guardias Civiles tomando el Congreso al puro estilo Delacroix, que ya es pesadilla.
En fin, gracias a un jeu d¡¯agent, un soplo, digno de los servicios de Inteligencia del coronel San Mart¨ªn, Adolf, que es el m¨¢s listo de todos nosotros (no en balde lleg¨® a cabo primero), averigu¨® que Mariano trabaja en un estanco cerca del Tur¨® Parc, y all¨¢ fuimos a buscarlo. El t¨ªo, que es feliz y adem¨¢s fuma, ha estado por debajo del radar todos estos a?os porque se ha dedicado a vivir la vida en Ibiza, que es algo que a los que lo conocimos en la mili no nos ha extra?ado nada. Lo raro es que hubiera sido programador de ordenadores o fil¨®sofo, aunque no est¨¢ mal cu¨¢nta filosof¨ªa hay en su ideario, especialmente de la de Feuerbach (pron¨²nciese en alem¨¢n).
Alguien podr¨ªa pensar que Mariano, que fue un joven muy atractivo y tiene ahora un aire consumido mezcla de cuadro de Dorian Gray y general Custer despu¨¦s de Little Bighorn, ha sido un poco la cigarra en la vida de hormiguitas que hemos tenido la mayor¨ªa, y que est¨¢ pagando por su hedonismo y concupiscencia (y que viva la concupiscencia). Pero la verdad es que es dif¨ªcil considerarlo as¨ª porque ¨¦l se ve a s¨ª mismo fenomenal y ha adquirido como una p¨¢tina de un raro y envidiable glamour oscuro. Adem¨¢s, se nos qued¨® cara de tontos a Adolf y a m¨ª cuando nos cont¨® que durante una ¨¦poca hizo de portero de noche en un hotel de las Ramblas y que las clientas lo hac¨ªan subir a sus habitaciones continuamente (¡°nunca me relajaba¡±, suspir¨®).
La mesa la hab¨ªa reservado yo en la brasserie Chez Coc¨® que la verdad no suena muy marcial a no ser que hayas le¨ªdo Las cuatro plumas. Empezamos hablando del 23-F. Siempre conf¨ªo que en la velada saldr¨¢ algo nuevo que cambiar¨¢ lo que se sabe del golpe, obligar¨¢ a Cercas a reescribir Anatom¨ªa de un instante y a m¨ª me granjear¨¢ un Pulitzer -que como no sea por eso...-. Pero la verdad es que las revelaciones que arroja nuestra conversaci¨®n no dan de momento para replantear el papel de la trama civil o el de la Corona. Cada vez tenemos m¨¢s claro que nosotros fuimos al Congreso para que Tejero no se sintiera solo, pobre; pero poco m¨¢s. Mariano evoc¨® lo de aquel tipo que hubo que ducharlo a la fuerza (no recuerdo si antes o despu¨¦s del Golpe), que la comida en el Pardo, nuestro acuartelamiento, no estaba tan mal (aqu¨ª nos preocupamos de verdad por su cordura) y que no paraban de arrestarlo. Tambi¨¦n lo de la noche en que a varios de los que estaban de guardia se les fue la olla y comenzaron a disparar hacia fuera del cuartel cobrando, al parecer, un jabal¨ª y varios gamos. Mejor que le dieran al gatillo esa noche, acordamos.
De c¨®mo me ve¨ªa entonces, algo siempre interesante, dijo que parec¨ªa sufrir mucho, que me gustaba salir a correr con la angustia existencial de un Tom Courtenay, que escrib¨ªa cartas largu¨ªsimas y que le¨ªa hasta en las garitas. De hecho, recuerdo que esos d¨ªas del 23-F estaba con Los desnudos y los muertos de Norman Mailer, una lectura muy animosa para ir a dar un golpe de Estado. Me hubiera sido m¨¢s ¨²til leer a Jean Lart¨¦rguy y revisar Mando perdido. Debatimos sobre si nuestro capit¨¢n, Carlos ?lvarez-Arenas, no tendr¨ªa una vena gay dado lo que le gustaba confraternizar con sus soldados, que hasta se llevaba a algunos de fin de semana y a esquiar. Para m¨ª que simplemente era muy narcisista, adem¨¢s de boina verde, paracaidista y golpista. Mariano nos volvi¨® a sorprender manifestando su aprecio intacto por el capit¨¢n, pese al fregado a que nos llev¨® (los tres ¨ªbamos en su Land Rover: desde luego sab¨ªa escoger a la tropa). Y tambi¨¦n afirmando que aquella noche en el Congreso ¡°estaba claro que no iba a pasar nada¡±. No s¨¦, Mariano, a m¨ª la idea de meternos en las Cortes a cien j¨®venes que hac¨ªamos la mili con metralleta y cinco peines de munici¨®n cada uno y sin m¨¢s hoja de ruta que al que no obedezca le pegamos un tiro, me suena a bastante peligro. Por no hablar de que uno de nuestros tenientes en aquella peripecia, Mart¨ªnez el Ayatol¨¢, nombre digno de un colega de Makoki, era un notable borrach¨ªn al que Adolf tuvo que ir a buscar varias veces por los bares del Pardo con una patrulla y devolver discretamente al cuartel.
La conversaci¨®n sobre la mili y el 23-F fue decayendo y derivando hacia nuestras vidas desde entonces. Curiosamente, result¨® m¨¢s interesante. Yo pensaba que era el aventurero del grupo, pero Adolf y Mariano me sorprendieron con un apasionante di¨¢logo sobre la jungla de Borneo. El primero, bi¨®logo marino, ha viajado profusamente por el sudeste asi¨¢tico a causa de sus negocios como suministrador de peces ex¨®ticos, ha lidiado con militares y polic¨ªas chinos y pol¨ªticos de Singapur, visto dragones de Komodo y conocido a un traficante de panteras nebulosas. Y Mariano resulta que los meses de temporada baja en Ibiza se dedicaba a recorrer el mundo en plan Frank de la Jungla, con especial atenci¨®n a Tailandia e Indonesia. Adolf hizo una descripci¨®n alucinante de sus expediciones al coraz¨®n de Borneo que r¨ªete t¨² de Redmond O¡¯Hanlon. Para comer llevaba potitos Bledine, ¡°la mejor relaci¨®n peso-alimento¡±, y a resultas de la experiencia pill¨® un virus selv¨¢tico que le tuvo postrado un a?o. Mariano apunt¨® que a ¨¦l tampoco le hab¨ªa parecido tan peligrosa la selva, oye, y que vio orangutanes y lo pas¨® tan ricamente.
Acabamos hablando de pol¨ªtica y Mariano volvi¨® a sorprendernos (y lo que pensar¨ªan Garriga y Abascal ni te digo) diciendo que es partidario de Vox. C¨®mo concilia eso con la vida epic¨²reo-nihilista que ha llevado, su inveterado desd¨¦n por la autoridad, su natural gamberro e indisciplinado y su indome?able pasi¨®n por Fredy Mercury es algo que no deja de asombrarme. Ya en la calle, muy tarde, el alumbrado de la Diagonal nos pintaba tonalidades raras en las caras. Me embarg¨® una sensaci¨®n extra?a, por un momento pens¨¦ que nos retrotra¨ªamos a la atm¨®sfera surrealista de aquella noche formados ante las Cortes antes de entrar. Pero era algo distinto, como si el 23-F nos abandonara por fin y se disolviera como un ectoplasma. Quedaban nuestras vidas desnudas, lo que hab¨ªamos hecho y lo que har¨ªamos con ellas. Adolf y Mariano se marcharon cada uno por su lado y mientras pas¨¢bamos p¨¢gina de aquella vieja noche de transistores, las redes se iban llenando ya con la pasmosa noticia de que se desencadenaba una nueva guerra.
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