Nueva York abandona el plan de tarificar la congesti¨®n ¡°por el impacto econ¨®mico¡± en los automovilistas
La gobernadora del Estado deja en el aire un proyecto pionero en EE UU que ten¨ªa previsto recaudar mil millones de d¨®lares al a?o para mejorar las infraestructuras de transporte
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En un sorprendente rev¨¦s, tres semanas antes de su entrada en vigor, la gobernadora de Nueva York, Kathy Hochul, ha pisado a fondo el freno de la denominada ¡°tarificaci¨®n de la congesti¨®n¡± del tr¨¢fico, un plan para imponer peajes de acceso a la zona central de Manhattan. Hochul no s¨®lo ha clavado el pedal, tambi¨¦n ha pospuesto indefinidamente la idea, que persegu¨ªa dos objetivos: el recaudatorio, unos mil millones de d¨®lares al a?o que servir¨ªan para financiar la mejora de las infraestructuras de transporte, y el ambiental, para frenar el uso del autom¨®vil privado en una ciudad, de las pocas de EE UU, en la que es m¨¢s o menos f¨¢cil moverse en transporte p¨²blico.
La explicaci¨®n de la dem¨®crata Hochul ha sido el impacto econ¨®mico que el plan de peaje tendr¨ªa en los neoyorquinos ¡ªo los vecinos de Estados lim¨ªtrofes¡ª que a diario ingresan en el centro de Manhattan para trabajar, ir de compras o divertirse. Pero parece que entre las preocupaciones de la pol¨ªtica se ha colado tambi¨¦n la oposici¨®n del tejido empresarial y comercial de Manhattan, que a¨²n no se ha recuperado del impacto de la pandemia, como demuestra la recalificaci¨®n para uso residencial de edificios enteros de oficinas en el distrito financiero. Ponerle puertas a Manhattan, el pulm¨®n econ¨®mico de Nueva York, representa para los sectores afectados, de las ubicuas furgonetas de reparto al ¨²ltimo de los taxistas, una merma de movimiento, de afluencia; de d¨®lares, en suma.
La junta de la MTA (siglas en ingl¨¦s de la Autoridad Metropolitana de Transporte) hab¨ªa votado abrumadoramente a favor de la tarificaci¨®n de la congesti¨®n en diciembre, con la esperanza de que los ingresos por el cobro de un peaje a los conductores por entrar en la almendra central de Manhattan contribuir¨ªan a renovar el vetusto sistema de transporte, en el que, d¨ªa tras d¨ªa, las l¨ªneas de metro sufren desv¨ªos o se saltan paradas mientras se apuntala una estaci¨®n cochambrosa (los fines de semana, el funcionamiento del metro raya en el puro azar). Nadie pon¨ªa en duda que el plan, que fue ratificado por mayor¨ªa en marzo, se iba a aplicar a partir del pr¨®ximo 30 de junio, ni siquiera los recursos presentados por particulares o entidades como el Estado de Nueva Jersey, donde residen decenas de miles de personas que trabajan ¡ªy viajan a diario¡ª en Manhattan, y que se hab¨ªan opuesto tajantemente a la medida.
A partir de este 30 de junio, los coches tendr¨ªan que haber pagado 15 d¨®lares por entrar en Manhattan de la calle 61 hacia abajo, mientras que a los camiones y furgonetas de reparto les habr¨ªa costado entre 24 y 36 d¨®lares, dependiendo del tama?o (los camiones que surten de alimentos a los supermercados son de gran tonelaje). No hay fecha prevista, ni siquiera planes, de que la tarificaci¨®n pueda reactivarse, pero s¨ª numerosas presiones e iniciativas p¨²blicas, incluida alguna manifestaci¨®n callejera, para resucitarlo. El contralor ¡ªsupervisor financiero independiente¡ª de la ciudad de Nueva York, Brad Lander, y una amplia coalici¨®n de expertos jur¨ªdicos y activistas del transporte alternativo han anunciado que est¨¢n explorando todas las v¨ªas legales, incluida la judicial, para reactivarlo.
Para el contralor, no es de recibo perder ese dinero tan necesario para que la deficitaria MTA, que no ha levantado cabeza desde la pandemia, mejore el sistema de transporte p¨²blico. Si el disfuncional funcionamiento del metro, que siempre reserva una sorpresa a los sufridos usuarios ¡ªretrasos, salto aleatorio y muchas veces inopinado de estaciones¡ª, es proverbial, no hay palabras para definir el renqueante funcionamiento de los autobuses p¨²blicos de la ciudad, los m¨¢s lentos de EE UU, con una velocidad media de 13 kil¨®metros por hora; la m¨¢s baja de las 17 mayores ciudades del pa¨ªs. Y que, adem¨¢s, para los vecinos de los barrios de la periferia m¨¢s desfavorecidos son la ¨²nica alternativa de transporte existente. La relaci¨®n directa entre inaccesibilidad del transporte y desigualdad social tiene en Nueva York un claro exponente.
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El frenazo de la gobernadora Hochul deja a Nueva York, ciudad que a diario reedita el libro de los r¨¦cords casi como si de una competici¨®n ol¨ªmpica se tratara, a las puertas de ser la primera de EE UU en imponer un sistema de peajes. Pero no habr¨ªa sido pionera en el mundo: a partir de Singapur, que la aplic¨® en 1975, la tarificaci¨®n es ya norma en ciudades europeas como Londres, Mil¨¢n, Gotemburgo o Estocolmo.
Seg¨²n los expertos, se trata de un modelo de gesti¨®n eficaz, ¡°una herramienta que hace que el precio monetario real pagado por los conductores refleje m¨¢s ampliamente los costes sociales y p¨²blicos de sus acciones¡± al conducir un veh¨ªculo privado, seg¨²n un estudio del Centro Kent A. Clark para Mercados Globales de la escuela de negocios Booth de Chicago. ¡°Este es exactamente el tipo de cosas que los economistas tienden a apoyar. Un art¨ªculo publicado en 2006 lleg¨® a calificar la tasa de congesti¨®n de Londres de ¡®triunfo de la econom¨ªa¡±, recuerda el estudio universitario, subrayando que los beneficios a largo plazo superan los costes de un grupo de afectados inmediatos. El problema, en un pa¨ªs que considera el gasto p¨²blico poco menos que un despilfarro, es que muchas personas ¡ªy votantes¡ª prefieren eludir el coste de sus acciones ¡°cuando eso les supone un coste econ¨®mico inmediato¡±, aunque los beneficios comunes sean superiores y, m¨¢s importante a¨²n, sostenibles en el tiempo.
El d¨¦ficit de infraestructuras de EE UU se mide en decenas de miles de millones. Las redes de transporte urbano y suburbano de una ciudad como Nueva York ofrecen una imagen parad¨®jica de lo que es, o dice ser, una superpotencia: instalaciones vetustas, cuando no ruinosas ¡ªy suc¨ªsimas¡ª, pese al bombeo de fondos federales (por ejemplo, las ayudas para renovar el transitado bypass que enlaza Manhattan con el Estado gemelo de Nueva Jersey, aprobado hace un a?o por la Administraci¨®n del presidente Joe Biden y su ambicioso plan de infraestructuras). Pero el c¨¢lculo pol¨ªtico de la gobernadora Hochul parece haberse impuesto al inter¨¦s com¨²n: proyectos de mejora de las se?ales de metro en Manhattan y Brooklyn, la incorporaci¨®n de ascensores a las estaciones de metro ¡ªla accesibilidad del suburbano es ciencia ficci¨®n¡ª, la sustituci¨®n de viejos vagones, la ampliaci¨®n de la l¨ªnea de metro de la Segunda Avenida e incluso los proyectos de reparaci¨®n de rutina, han quedado ahora en el alero, privados de esa fuente adicional de ingresos que pretend¨ªa el plan inopinadamente arrumbado.
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