Vigila tus buenos modales: estos gestos de educaci¨®n ejemplar incomodan m¨¢s de lo que agradan
?Seguro que tus convidados agradecen tu perenne insistencia por pagar la cuenta?
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Los buenos modales son el aceite que engrasa el motor de nuestras relaciones. Facilitan la convivencia y hacen la vida m¨¢s agradable: a nadie le gusta toparse con un borde. Y no solo complacen al receptor: ¡°Cuando haces sentir bien a los dem¨¢s tambi¨¦n te sientes bien t¨², lo que facilita que disfrutes de las relaciones que estableces¡±, dice la psic¨®loga Patricia Ram¨ªrez. ¡°Son un indicador de buenos prop¨®sitos, empezando por el saludo, que alberga el deseo de salud para el otro; su carencia nos adentrar¨ªa en una senda de desconfianza y malestar¡±, seg¨²n Valent¨ªn Mart¨ªnez-Otero, doctor en Psicolog¨ªa y profesor en la facultad de Educaci¨®n de Universidad Complutense de Madrid. Pero cuidado, hasta los mejores prop¨®sitos pueden generar conflictos f¨¢ciles de evitar.
Es frecuente que un detalle de amabilidad provoque el efecto contrario del deseado porque determinadas reglas de guante blanco, quiz¨¢ porque se han quedado anticuadas o porque se cumplen demasiado taxativamente, pueden resultar molestas, intrusivas, desagradables para la persona a quien uno pretende agradar. No te lo dir¨¢ porque no poner el dedo en la llaga es de buena educaci¨®n, pero los expertos en el asunto no se callan. Es m¨¢s, tienen la amabilidad de aconsejar c¨®mo proceder para evitar que odien en secreto tus buenos modales. Con tu permiso, por supuesto.
Si insistes, dos veces como m¨¢ximo
Para empezar, una revelaci¨®n no muy novedosa. Javier Aguado, vocal de la Asociaci¨®n Espa?ola de Protocolo y profesor de la Escuela Internacional de Protocolo, apunta que ahora somos m¨¢s laxos en las muestras m¨¢s elementales de urbanidad. Esta circunstancia da pie a que, en determinadas ocasiones, a muchas personas les desagrada encontrarse con alguien rigurosamente formal. Sucede hasta en los c¨ªrculos m¨¢s ¨ªntimos.
Un buen ejemplo es la puntualidad, esa sublime o despreciable caracter¨ªstica personal, seg¨²n a quien uno pregunte. Si un amigo te invita a cenar a su casa y te dice que te presentes a las nueve, no le hagas caso. Al menos, no te lo tomes al pie de la letra; si llegas a las nueve en punto puede que le hagas una faena. ?Que por qu¨¦? Pues porque es probable que a¨²n no haya terminado los preparativos y que la puntualidad brit¨¢nica, tan importante para ti, se convierta en un incordio. La pulcritud horaria puede producir el resultado opuesto al que uno pretende conseguir, y convertirse en una mala manera de empezar la velada. ¡°No hay que llevarla a los m¨¢ximos extremos¡±, aconseja Aguado. ¡°Siempre conviene dejar esos cinco, diez minutos de cortes¨ªa para que la otra persona est¨¦ preparada¡±. ?Pero no m¨¢s!, advierte. S¨ª, somos complejos... y nadie ha dicho que iba a ser f¨¢cil.
Este tipo de aprietos abundan en las cenas con amigos. Por ejemplo, cuando un grupo de ellos va a un restaurante y alguien conoce bien el men¨². Si resulta que, con toda su buena intenci¨®n, se lanza a pedir por los dem¨¢s, es posible que solo consiga que sus acompa?antes se sientan invadidos. Y con toda la raz¨®n. Otra cl¨¢sica manera de incomodar es la t¨ªpica costumbre espa?ola de discutir por pagar la cuenta; todos quieren tener ese gesto, pero quien termina cediendo puede sentirse desairado o subestimado en su econom¨ªa.
Aguado aclara c¨®mo habr¨ªa que comportarse en lances como los descritos. ¡°En general, todo depende del grado de confianza que tengas con la otra persona¡±, dice. ¡°Si nos apetece recomendar platos en un restaurante, lo correcto ser¨ªa decir: ¡®Conozco bien el local, y, si me permites, antes de que nos den la carta te voy a sugerir platos, si te gustan, los pedimos¡¯. Es una f¨®rmula para evitar invadir la esfera del otro¡±. En cuanto a las disputas por pagar, lo suyo es atender a la comunicaci¨®n no verbal: si uno ve que el otro pone cara de cabreo, lo correcto es ceder. Hay una norma no escrita que dicta que cuando insistes dos veces en una cosa y la otra persona dice que no, hacerlo una tercera vez es violentar el espacio del otro.
De odiosos consejos no pedidos e invitaciones inoportunas
Si los amigos tienen ¡°detalles de buena educaci¨®n¡± que, con toda su buena fe, solo hacen sentirse inc¨®modos a los dem¨¢s, los desconocidos van a por nota. Un ejemplo de manual es la costumbre muy espa?ola, sobre todo en algunos ¨¢mbitos geogr¨¢ficos, de querer ser espl¨¦ndido con el reci¨¦n llegado. Paula, una madrile?a que tiene una casa en un pueblo de Segovia, explica por qu¨¦ a menudo se siente agobiada con la tendencia al agasajo de los lugare?os. ¡°Me ha pasado de estar sentada en una terraza con mi madre tomando algo y que llegue un vecino, se ponga a charlar con nosotras, se vaya y, al rato, cuando pido la cuenta, el camarero me diga que la ha pagado. Me incomoda mucho; me pone en un compromiso. Me obliga a estar pendiente de si coincidimos con ¨¦l otra vez para pagarle yo a ¨¦l su vino; y si estoy con una amiga, ella podr¨ªa pensar: ¡®?por qu¨¦ invita Paula a ese se?or?¡±.
¡°Esas personas se sienten agraviadas si t¨² rechazas su generosidad¡±, expone el profesor de protocolo. ¡°Es una forma de compartir su alegr¨ªa por que est¨¦s en su espacio, pero cuando se transforma en presi¨®n hacia el visitante deja de ser un rasgo de buena educaci¨®n¡±. Valent¨ªn Mart¨ªnez-Otero reivindica en este punto un concepto tambi¨¦n de capa ca¨ªda: la prudencia. ¡°Uno debe ser sensible y prudente, en especial cuando se dan posibles interacciones comprometedoras¡±, se?ala.
Otro terreno potencialmente f¨¦rtil para el equ¨ªvoco son los cumplidos. Los halagos se nos antojan paradigma de la cortes¨ªa, pero dependiendo de c¨®mo se dediquen pueden importunar a la otra persona. Incluso hacen que se sienta objetivada si la lisonja pondera su aspecto f¨ªsico. Las alabanzas tambi¨¦n ponen en un compromiso a quienes las reciben; no hay manera de acertar con la respuesta correcta: si uno dice algo as¨ª como ¡°s¨ª, la verdad es que soy un genio¡± quedar¨¢ como un fanfarr¨®n, pero si opta por la amable modestia, con frases como ¡°pues es lo primero que he cogido del armario y casi no me ha dado tiempo a arreglarme¡±, sugerir¨¢ que el piropeador est¨¢ totalmente equivocado.
¡°Lo esencial de los cumplidos es que surjan de forma natural¡±, sentencia Javier Aguado. ¡°Porque solo as¨ª la otra persona los encaja como una muestra de respeto. Al mismo tiempo, el receptor tambi¨¦n debe ser natural en su contestaci¨®n. Es aceptable ser modesto y restarse m¨¦ritos, pero sin exagerar y agradeciendo siempre las palabras de encomio que nos dedican¡±.
Menci¨®n aparte merece el campo de la conducci¨®n. Nada contrar¨ªa m¨¢s a un conductor que llevar al lado a un copiloto que conoce mejor el camino y pronuncia las temidas palabras ¡°?por qu¨¦ tiras por aqu¨ª?¡±. Es el momento en el que se anima y, con toda su buena voluntad, se convierte en el GPS que necesitas para coger el camino m¨¢s corto. No hay duda de que piensa que sus indicaciones ser¨¢n bienvenidas, pero quien maneja el volante puede sentir que se le est¨¢ llamando torpe. El sol¨ªcito copiloto debe tener en cuenta que al conductor no se le debe distraer. ¡°Puedes estar despist¨¢ndolo con tantas explicaciones¡±, dice el profesor de protocolo. ¡°Si yo voy de copiloto y conozco bien el camino, tengo dos opciones: o me callo o digo: ¡®?Tienes claro c¨®mo ir? Yo si quieres te indico¡±. E insiste en el axioma en que se fundamenta la correcci¨®n: ¡°Como siempre, debe priorizarse el respeto hacia el otro. Evita infaliblemente momentos embarazosos¡±.
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