El Zeus de Fidias, el Faro de Alejandr¨ªa y la tumba de Alejandro Magno: cosas que los turistas de la antig¨¹edad vieron y nosotros, ay, ya no podemos
La ¡®Gu¨ªa de viaje por el imperio romano¡¯, del historiador brit¨¢nico Jerry Toner, propone un apasionante Grand Tour por provincias de la mano de un miembro de la ¨¦lite de Roma
?Los romanos, qu¨¦ nos han dado? El acueducto, las carreteras, la irrigaci¨®n, la sanidad, el vino, los ba?os, el orden p¨²blico¡ ?y el turismo! Jerry Toner, director de estudios cl¨¢sicos en el Churchill College de la Universidad de Cambridge (Reino Unido), asiente. ¡°S¨ª, as¨ª es, eso tambi¨¦n¡±, se?ala entrando con ganas en el juego de la divertida escena de La vida de Brian, de los Monty Python, en la que los opositores jud¨ªos discuten sobre el alcance de las aportaciones de los ocupantes romanos. En realidad, ellos, los revoltosos jud¨ªos del filme, no incluyen el turismo entre lo que debemos a los romanos, pero muy bien podr¨ªan haberlo hecho, pues el fen¨®meno tal y como lo conocemos empez¨® en la antigua Roma. Los romanos pudientes viajaron por placer de un lado al otro del imperio, admirando monumentos y la gastronom¨ªa local. Pudieron ver cosas asombrosas con las que hoy apenas so?amos, como el Faro de Alejandr¨ªa y, en la misma ciudad, la tumba y el cuerpo, algo ajado, de Alejandro Magno; o reliquias dudosas, como en el templo de Atenea en Lindos, en Rodas, una copa ofrendada por Helena de Troya que, seg¨²n se dec¨ªa, ten¨ªa el tama?o de su pecho. En otro templo, en Esparta, se mostraba a los visitantes la capa de Ulises y los remos de los argonautas, nada menos. Y en Focea, la arcilla con que Prometeo molde¨® al primer hombre. Tambi¨¦n viv¨ªan los viajeros romanos experiencias con gu¨ªas insistentes, alojamientos p¨¦simos, masificaci¨®n y souvenirs horteras (incluidas r¨¦plicas del Parten¨®n en miniatura) que entran completamente en nuestro concepto actual de turismo low cost. Adem¨¢s, hac¨ªan grafitis en los monumentos, como en las pir¨¢mides. Parafraseando irreverentemente al Calgaco de T¨¢cito podr¨ªamos decir: ¡°Crean un desierto y lo llaman turismo¡±
¡°Otra raz¨®n por la que el Frente Popular de Judea de La vida de Brian quiere que se vayan los romanos (Romani ite domum, como corrige el centuri¨®n al jud¨ªo que pinta consignas antirromanas) es que estaban siempre viajando por los territorios que hab¨ªan conquistado¡±, apunta con humor Toner. ¡°A diferencia de la pel¨ªcula, eran los turistas romanos los que dejaban los grafitis detr¨¢s, a menudo con errores gramaticales, como una manera de marcar los monumentos antiguos, con lo que quedara claro que estaban bajo control de Roma¡±.
Toner, bien conocido en Espa?a por libros como Infamia (Desperta Ferro, 2020), sobre el crimen en la antigua Roma, o Mundo antiguo (Turner, 2017), es autor de la reciente, original y entretenid¨ªsima Gu¨ªa de viaje por el imperio romano (Cr¨ªtica, 2022), dedicada al tema del turismo que hac¨ªan los romanos de clase alta por las provincias conquistadas. En puridad, el estudioso es coautor del libro, pues aparece firmado tambi¨¦n por Marco Sidonio Falco, un romano de alta cuna que se ha inventado Toner y es quien supuestamente realiza un Grand Tour avant la lettre por el imperio, visitando Grecia, Asia Menor, Egipto, el norte de ?frica y Cartago, Hispania, Galia y Britania (donde un hijo suyo sirve en el Muro de Adriano), mientras que el historiador comenta desde la perspectiva actual el viaje al final de cada cap¨ªtulo y detalla las fuentes cl¨¢sicas en que se ha basado.
La gu¨ªa de Marco explica los mapas con que contaban los romanos, los tipos de carruajes (¨¦l se desplaza en uno con todas las comodidades, hasta retrete personal), las carreteras, las posadas y los hitos culturales y paisaj¨ªsticos. Nuestro romano viaja ¡°solo con lo esencial¡±, incluidos veinte esclavos, mensajero, jefe de cocina, carnicero, barbero y asistente. En su largo viaje por el imperio viaja por carretera y en barco (obviamente no hab¨ªa una SPQR Air Lines). ¡°Qu¨¦ duro es ser turista¡±, escribe, ¡°soportar los empellones de la multitud, el calor asfixiante del verano, la molestia de los mendigos, y la falta de ba?os¡±. Entre las cosas que ve en su periplo figuran grandes monumentos pero tambi¨¦n atracciones como el roble de Dodona, el garum (salsa de pescado) de Cartago Nova o las bailarinas de Gades. En Troya, visita tur¨ªstica imprescindible y donde los gu¨ªas se ponen las botas, le ofrecen ver la lira de Paris. En Judea juzga que Masada ¡°no vale la pena, a no ser que est¨¦s interesado en la guerra de asedio¡±. En Egipto, se?ala que Alejandro Magno ¡°en la actualidad yace en un ata¨²d de cristal para que puedas contemplar el cad¨¢ver conservado, aunque ahora se encuentra en un estado delicado¡±. ?Qu¨¦ no dar¨ªamos por haber acompa?ado a Marco en esa visita!
Entre los consejos de nuestro turista, tener cuidado con el modo en que trates a los animales en Egipto: ¡°Un visitante romano propin¨® una patada tan fuerte a un gato que este muri¨®; result¨® que hab¨ªa matado a un animal sagrado y nada pudo salvarlo de la enardecida multitud¡±.
La verdad, es dif¨ªcil no considerar al imaginario Marco alguien real, de carne y hueso, tal es la autenticidad con que lo ha creado y le ha dado la palabra Jerry Toner, que adem¨¢s se presta a fingir con humor que su colega romano existe (por lo menos hasta el encuentro con los pretorianos enviados por el emperador al regreso de su viaje).
?C¨®mo surgi¨® la idea de colaboraci¨®n?, ha debido ser dif¨ªcil con dos milenios de separaci¨®n en el tiempo¡ ¡°Estaba impartiendo un curso sobre esclavitud romana y buscaba una manera de hacer que los estudiantes comprendieran lo normal que eran los esclavos en el mundo antiguo. Obviamente, nosotros sentimos un horror instintivo pero las fuentes romanas nos dan un punto de vista completamente distinto. Poner esas fuentes en la voz de un personaje ficticio fue una manera de darles vida y hacerlas m¨¢s accesibles¡±.
El caso es que en la gu¨ªa, Marco nos va explicando su viaje con datos pr¨¢cticos y recomendaciones y la vez nos ofrece el retrato de lo que era y c¨®mo pensaba y actuaba un miembro de la ¨¦lite imperial. Marco Sidonio es generalmente un buen compa?ero de viaje, pero tiene aspectos desagradables. ?Era eso necesario para mostrar la cara abominable de la clase alta romana? ¡°Absolutamente. En un sentido, ¨¦l es una met¨¢fora de la propia Roma. No podemos sino impresionarnos ante los edificios y los logros culturales, pero debemos recordar siempre que hab¨ªa un lado mucho m¨¢s oscuro en el mundo romano¡±. Marco es culto, inteligente y sensible ante la belleza de los monumentos y paisajes, pero, arrogante, se cree superior y no se cuestiona en absoluto la sujeci¨®n por la fuerza de los pueblos a Roma, su derecho a tomar lo que quiera y la legitimidad de la esclavitud. Se muestra insensible ante el espect¨¢culo terrible de un grupo de cristianos reci¨¦n crucificados en el camino de Palestina a Egipto (departe con uno de ellos y hace que le rompan las piernas para abreviar su sufrimiento, menos por piedad que porque se lo piden conmovidos sus esclavos). En otro momento, de viaje por el norte de la Galia, pasa por delante de un beb¨¦ abandonado. ¡°Los tratantes de esclavos o los perros pronto se har¨¢n cargo de ¨¦l¡±, apunta.
Por otro lado, el viaje con Marco es una inmersi¨®n en lo que supon¨ªa viajar por placer en la ¨¦poca cumbre del imperio romano. Toner no especifica el momento exacto y hay referencias a diferentes emperadores. ¡°Marco es reluctante a decir exactamente en que a?os vive, pero lo que ve y c¨®mo opina refleja los tiempos del Alto Imperio del segundo siglo despu¨¦s de Cristo, esa ¨¦poca que Gibbon alab¨® como el periodo en la historia mundial en que la condici¨®n de la humanidad fue m¨¢s feliz y pr¨®spera, un tiempo adem¨¢s en el que el comercio y el viaje estaban en su nivel m¨¢s alto¡±.
?Se puede decir que el concepto de turismo exist¨ªa realmente en la Antigua Roma? ?En qu¨¦ era diferente o similar al nuestro? ¡°El largo per¨ªodo conocido como la paz romana, la Pax Romana, hizo el viaje relativamente seguro, disponible y asequible¡±, explica Toner. ¡°Eso provoc¨® que mucha gente viajara con fines de ocio de una manera comparable con el mundo moderno. Lo que era diferente era el n¨²mero de personas involucradas: no hab¨ªa el tipo de turismo de masas que tenemos hoy y solo los ricos pod¨ªan permitirse el lujo de hacer un recorrido por los lugares de inter¨¦s de Grecia y Egipto. Pero grupos grandes a menudo viajaban por razones religiosas, por ejemplo para asistir a los Juegos que ten¨ªan lugar como parte del gran festival en Olimpia, adonde decenas de miles de personas hac¨ªan un arduo viaje¡±.
Es tentador comparar el viaje de Marco y de los de su clase con el Grand Tour, esa costumbre de los europeos pudientes de los siglos XVIII y XIX de viajar a trav¨¦s del continente para, especialmente, admirar el arte. ¡°Para los ricos romanos hacer un recorrido por los lugares destacados de Oriente era uno de los beneficios del imperio, una forma de obtener placer de los lugares que hab¨ªan conquistado. Sol¨ªan ir a los mismos lugares ¡ªlos grandes templos de Grecia, las pir¨¢mides las enormes ciudades de Antioqu¨ªa y Alejandr¨ªa¡ª de una manera muy similar a la del Grand Tour que hicieron luego los arist¨®cratas europeos. Los ricos tambi¨¦n enviaban a sus j¨®venes a aprender las habilidades de la oratoria a las grandes escuelas en Grecia, algo que refleja la misma clase de reverencia por el pasado cl¨¢sico que encontramos en la primera ¨¦poca moderna¡±.
?Qu¨¦ nos sorprender¨ªa m¨¢s de viajar en tiempos de la Antigua Roma? ¡°Creo que la cantidad de viajes que fomentaba la estabilidad del imperio romano¡±, responde Jerry Toner. ¡°Los agentes y funcionarios imperiales iban a realizar tareas gubernamentales y supervisar proyectos importantes, mientras que los soldados se trasladaban a donde quiera que estaban estacionados. Los terratenientes ricos viajar¨ªan para supervisor sus propiedades (vemos que Marco las tiene en hasta en Tarraco), el comercio prosper¨® y los mercaderes transportaron sus mercanc¨ªas a los mercados de todo el imperio. Se importaban animales para el anfiteatro. Artistas y artesanos acud¨ªan a donde estaba la obra, y todo tipo de animadores callejeros, adivinos y religiosos pasaban por los pueblos en busca de p¨²blico, mientras los enfermos acud¨ªan en busca de curas a los renombrados centros de curaci¨®n y santuarios. La famosa red de carreteras, aunque principalmente para uso militar, tambi¨¦n fomentaba los viajes. Todos estos viajeros llevaban sus culturas y el resultado fue que muchas ciudades adquirieron un alto grado de cosmopolitismo. La gente adem¨¢s portaba consigo sus dioses y las religiones de la parte oriental del imperio introdujeron nuevas formas de experiencias religiosas en Roma que eran muy diferentes del pante¨®n tradicional. Creo que nos sorprender¨ªan mucho tambi¨¦n la indiferencia de los romanos hacia el sufrimiento de tantos y su desmesurada arrogancia hacia la gente de provincias. El imperio oblig¨® a muchos a viajar. El aplastamiento de las revueltas como la de los jud¨ªos provoc¨® el desplazamiento de pueblos enteros. Millones de esclavos m¨¢s fueron enviados lejos de sus pa¨ªses de origen a donde sus due?os decretaron¡±.
Vemos en el viaje de Marco que junto a los placeres y s¨ªndromes de Stendhal hab¨ªa inconvenientes y peligros. ?Qu¨¦ era lo peor de viajar entonces? ¡°Hab¨ªa todas las molestias que asociamos con el viaje hoy: retrasos, alojamientos de baja calidad, mala comida, y chinches en la cama. Pero los mayores peligros eran de lejos los naufragios y los bandidos. Tenemos algunos antiguos relatos que muestran, como hace Marco, qu¨¦ terrible experiencia era estar en el mar a bordo de un barco en medio de una tormenta. El bandidaje parece haber sido un problema muy com¨²n. Epicteto advierte a los viajeros de no aventurarse solos a lo largo de una carretera, sino viajar en compa?¨ªa, con guardaspaldas a ser posible. Las ¨¢reas poco pobladas eran claramente m¨¢s peligrosas y cualquier guerra civil daba lugar a que soldados derrotados o que hubieran desertado se entregaran al bandolerismo para sobrevivir. Algunos viajeros simplemente desaparec¨ªan. Plinio el Joven describe c¨®mo los nobles Robustus y Metilius Crispus se desvanecieron sin dejar rastro, aunque podr¨ªa ser que los hubieran asesesinado sus propios esclavos¡±.
En su gu¨ªa, Marco Sidonio sugiere que aparte de esos inconvenientes consustanciales al viaje, exist¨ªa ya algo parecido al turismo de aventura. ¡°Efectivamente, un ejemplo eran los r¨¢pidos del alto Nilo. Los turistas ped¨ªan a los barqueros que los llevaran por ah¨ª en las balsas y los m¨¢s valientes pod¨ªan navegar por su cuenta en esas aguas bravas, como en el rafting actual. Un viajero del que se sabe que practic¨® ese deporte acu¨¢tico extremo fue el intelectual griego Aelius Aristides¡±. Hab¨ªa tambi¨¦n dark tourism, turismo oscuro, como asistir a los tradicionales latigazos que se inflig¨ªa a los muchachos en sus iniciaciones en Esparta. Curiosamente, Marco habla poco de turismo sexual y de hecho, excepto la ocasi¨®n en que por error lo alojan en un burde,l desvela poco de sus experiencias er¨®ticas en el camino.
De viajar en tiempo de Marco, ?qu¨¦ no deber¨ªamos habernos perdido? Jerry Toner se?ala algunas cosas, de las que la mayor¨ªa han desaparecido o han perdido su esplendor original. ¡°Para empezar est¨¢ la arquitectura: los maravillosos teatros, arcos, ba?os p¨²blicos, puentes y acueductos, todos ellos prueba de una prosperidad que no se hab¨ªa visto hasta entonces. Las populosas ciudades de Oriente casi rivalizaban con Roma en su tama?o y diversidad y ten¨ªan mercados en los que era possible adquirir los productos m¨¢s ex¨®ticos y lujosos, como especies de la India y sedas de China. Los grandes templos eran asimismo dignos de verse. Los santuarios adquirieron vastas cantidades de valiosos objetos como donaciones de los agradecidos adoradores, en un proceso similar al posterior en las catedrales. Se ha perdido tanto que es dif¨ªcil saber por d¨®nde empezar. Me encantar¨ªa ver las obras maestras desaparecidas del arte antiguo, como la estatua colosal crisoelefantina [de oro y marfil] de Zeus, de Fidias, en Olimpia, una de las siete maravillas del mundo antiguo; y la vaca de bronce de Mir¨®n. Tambi¨¦n el haber podido ser parte de la multitud en alguno de los grandes festivales. Y haber o¨ªdo hablar a la estatua del dios Memnon, que se cre¨ªa que cada ma?ana saludaba a su madre, la Aurora, con un extra?o ruido de crujido del aire que pasaba por sus grietas. A¨²n puedes ver la estatua en Luxor, pero el emperador Septimio Severo la restaur¨® y, como resultado la estatua dej¨® de hablar, lo que fue desastroso para el turismo local¡±.
Nuestro Marco Sidonio oye fascinado cantar a la estatua, uno de los colosos de Memnon (en realidad estatuas de Amenofis III), y, como muchos turistas romanos reales, graba un grafiti en sus piernas. Entre los que dejaron ah¨ª su nombre figura el propio emperador Adriano, que se permiti¨® un crucero de lujo con su amante Antinoo, que tuvo alguna queja del viaje. Marco tambi¨¦n visita las tumbas fara¨®nicas (en el Valle de los Reyes se cuentan m¨¢s de dos mil grafitis de la antig¨¹edad cl¨¢sica) y se lleva de recuerdo de Egipto frasquitos con agua del Nilo, algo que acredita Juvenal que sol¨ªan hacer los turistas romanos.
Hay que preguntarse si los turistas romanos como Marco ten¨ªan la capacidad de conocer cient¨ªficamente el mundo o estaban muy mediatizados por las connotaciones mitol¨®gicas de su pensamiento. ¡°Los antiguos no hac¨ªan distinci¨®n entre el pasado legendario y el hist¨®rico¡±, recalca Toner. ¡°Los turistas romanos ciertamente no solo estaban interesados en las miras f¨ªsicas. Los relatos que dejaron de sus viajes contienen largos excursos mitol¨®gicos conectados con cada lugar, al mismo tiempo que la historia, la log¨ªstica de su viaje y meditaciones sobre todo tipo de otras cuestiones. Eran una especie de Baedeker [por las famosas gu¨ªas del editor alem¨¢n] del mundo antiguo¡±.
En Marco Sidonio Falco, al que Toner ha hecho protagonista de otros dos libros adem¨¢s de la gu¨ªa (C¨®mo manejar a tus esclavos, publicado por La Esfera de los Libros en 2016, y Libera tu romano interior), resuena el nombre de otro famoso romano de ficci¨®n, el detective Marco Didio Falco, el inolvidable personaje de las novelas de misterio de Lindsey Davis. ?Es un homenaje? ¡°He le¨ªdo las novelas, y las recomiendo vivamente, pero no hubo un gui?o consciente al nombre. Una falx era una peque?a daga curva con filo en el interior, como una hoz (de ah¨ª las espadas falcata de Iberia y la falx dacia), y quer¨ªa un nombre que diera el sentido del lado m¨¢s duro de Roma. Por otro lado, falx tambi¨¦n insinuaba falsus y que Marco era un personaje ficticio¡±.
Como especialista en el mundo romano y autor de un libro estupendo sobre el anfiteatro y los gladiadores ¡ªThe Day Commodus Killed a Rhino: understanding the Roman games (Johns Hopkins University Press, 2014)¡ª, ?qu¨¦ opina Jerry Toner del esperado regreso de Gladiator? ¡°Adoro la primera pel¨ªcula. Es cierto que hab¨ªa algunas inexactitudes hist¨®ricas, pero despu¨¦s de todo eso es Hollywood. Me preocupa que la secuela tenga dificultades para lograr el mismo impacto, particularmente dado que entraremos en el per¨ªodo desordenado y menos conocido de los Severos, ?pero me encantar¨ªa estar equivocado!¡±.
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