Violencia, inflaci¨®n, extremismos: 1923, el a?o que prepar¨® a los alemanes para Hitler
Una nueva hornada de libros analizan los cruciales acontecimientos de un a?o en el que confluyeron ingredientes como la radicalizaci¨®n pol¨ªtica, la desconfianza hacia las instituciones, una pandemia y una guerra en territorio europeo
Francia y B¨¦lgica ocuparon militarmente la cuenca del Ruhr el d¨ªa 11 de enero de 1923 para cobrarse las reparaciones de guerra previstas en el Tratado de Versalles. El 20 de abril sali¨® a la calle el primer n¨²mero del peri¨®dico antisemita Der St¨¹rmer, que contribuir¨ªa a debilitar el escaso apoyo con el que contaba la joven Rep¨²blica de Weimar. El 26 de septiembre el canciller Gustav Stresemann declar¨® el estado de emergencia. 1923 fue un a?o extremadamente dif¨ªcil para los alemanes, ya de por s¨ª conmocionados por los costos materiales y humanos de la Primera Guerra Mundial; lo que se dirimi¨® en ¨¦l no fue s¨®lo el futuro de Alemania, sin embargo, sino el de toda Europa. La ¡°gripe espa?ola¡± ¡ªque, seg¨²n los datos m¨¢s confiables, provoc¨® unas 260.000 muertes en ese pa¨ªs¡ª dio sus ¨²ltimos coletazos ese invierno. Varias ciudades se independizaron con ayuda francesa dando lugar a una breve Rep¨²blica Renana. La amargura, el desempleo, la escasez y la desconfianza ante las autoridades condujeron a un crecimiento espectacular de los extremismos de todo signo, adem¨¢s de al asesinato pol¨ªtico, las revueltas, el antisemitismo. ¡°Ning¨²n otro a?o prepar¨® tanto a los alemanes para Hitler como ¨¦se¡±, dijo Stefan Zweig poco despu¨¦s: el 9 de noviembre, la polic¨ªa b¨¢vara abort¨® un golpe de Estado en M¨²nich liderado por un pol¨ªtico en ascenso cuyo nombre era, precisamente, Adolf Hitler.
L. P. Hartley observ¨® en una ocasi¨®n que ¡°el pasado es un pa¨ªs extranjero¡±, y agreg¨®: ¡°All¨ª las cosas se hacen de otra manera¡±. Una nueva hornada de libros que abordan 1923 no lo hace solo por la evidente importancia de los acontecimientos que tuvieron lugar ese a?o en Alemania ni ¨²nicamente a ra¨ªz del indisputable tir¨®n comercial de los aniversarios, sino tambi¨¦n porque ¡ªa la manera de una rima en la canci¨®n de la historia¡ª la inflaci¨®n, el temor a la escasez de alimentos, la radicalizaci¨®n de las opiniones pol¨ªticas, la desconfianza hacia las instituciones, una pandemia y una guerra en territorio europeo tambi¨¦n ocupan hoy en d¨ªa las portadas de los peri¨®dicos.
No es lo mismo, sin embargo. La ocupaci¨®n de la zona del Ruhr y los disturbios que se produjeron a consecuencia de ella llevaron a la radicalizaci¨®n de los grupos de ideolog¨ªa esencialista y nacionalista del tipo Blut und Boden [Sangre y suelo] que acabar¨ªan someti¨¦ndose a la autoridad de Hitler, pero no parece existir en este momento ninguna figura igualmente dotada para el ejercicio del liderazgo carism¨¢tico, al punto de que el as¨ª llamado ¡°Pr¨ªncipe Heinrich¡± ¡ªquien el pasado mes de diciembre intent¨® encabezar un golpe de Estado lo suficientemente serio como para que la polic¨ªa alemana dejase de lado su discreci¨®n habitual en torno a sus operaciones antiterroristas¡ª fue tratado con desd¨¦n incluso por Alternativa para Alemania (AfD), el partido negacionista y de extrema derecha de ese pa¨ªs.
La confianza en las autoridades y el sistema pol¨ªtico alem¨¢n es, por otra parte, de acuerdo con los sondeos, bastante alta. Y la inflaci¨®n, a diferencia de en 1923, parece controlada. La de ese a?o tuvo, en cambio, una dimensi¨®n pr¨¢cticamente inconcebible: en el momento del Armisticio, el d¨®lar costaba 48 marcos; casi tres a?os despu¨¦s, en la primera mitad de 1921, 90; seis meses m¨¢s tarde, 330, que bajaron a 320 en la primera mitad de 1922. En julio de ese a?o, sin embargo, la divisa norteamericana ya hab¨ªa alcanzado los 1.000 marcos, y en diciembre costaba 7.400. El 7 de noviembre de 1923, casi un a?o despu¨¦s, el d¨®lar se cambiaba a 637.000 millones de marcos. Alemania no pod¨ªa hacer frente al endeudamiento adquirido durante la guerra ni abonar las reparaciones posteriores, de modo que continu¨® imprimiendo dinero sin respaldo y alimentando as¨ª la inflaci¨®n: a finales de 1922, una rebanada de pan en Berl¨ªn costaba 160 marcos; a finales del a?o siguiente, 200.000 millones de esa divisa. Como las denominaciones habituales se hab¨ªan vuelto poco pr¨¢cticas, 1923 vio la circulaci¨®n de una moneda de 5 millones de marcos, as¨ª como de billetes de 50 millones, 500 millones y 50 millones de billones de marcos. El resultado fue un enorme malestar social y una incertidumbre que arrojaban a los alemanes a los brazos de cualquiera que se dijese capaz de poner orden en los asuntos del pa¨ªs. Como escribe Christian Bommarius en Im Rausch des Aufruhrs [En la embriaguez del disturbio], ¡°la gente experiment¨® con una enajenaci¨®n fren¨¦tica la velocidad a la que se devaluaba el dinero. Fue una ¨¦poca devastadora para los alemanes¡±.
Libros como el suyo y como Au?er Kontrolle. Deutschland 1923 (Fuera de control. Alemania en 1923), de Peter Longerich; Rettung der Republik? Deutschland im Krisenjahr 1923 (?La salvaci¨®n de la Rep¨²blica? Alemania en el a?o de crisis de 1923); de Peter Reichel, y Totentanz. 1923 und seine Folgen (Danza macabra. 1923 y sus consecuencias), de Jutta Hoffritz ¡ªhay m¨¢s: 1923. Ein deutsches Trauma (1923. Un trauma alem¨¢n), de Mark Jones; Deutschland 1923. Das Jahr am Abgrund (Alemania, 1923. El a?o en el abismo), de Volker Ullrich; 1923. Endstation (1923, final de recorrido), de Peter S¨¹?¡¡ª, iluminan un a?o de contradicciones, ya que 1923 fue tambi¨¦n el a?o en el que Thomas Mann termin¨® de escribir La monta?a m¨¢gica, Franz Kafka se enamor¨® de Dora Diamant, la Bauhaus celebr¨® su primera exhibici¨®n y Bertolt Brecht estren¨® En la jungla de las ciudades. Paul Klee, Otto Dix, Georg Grosz y Max Beckmann estaban en plena madurez creativa en ese momento, la industria cinematogr¨¢fica era pujante ¡ªen las d¨¦cadas de 1920 y 1930 la producci¨®n de filmes en Alemania equivali¨® a la todos los otros pa¨ªses europeos juntos¡ª, el jazz sonaba en los clubes nocturnos, comenzaba la radio, las mujeres se cortaban el cabello y empezaban a conducir autom¨®viles y a trabajar, etc¨¦tera.
1923 es tambi¨¦n el a?o en que la reforma monetaria estabiliz¨® la econom¨ªa y salv¨® la democracia. Y lo m¨¢s interesante de todo ello es que los autores de estos nuevos t¨ªtulos lo abordan todos de manera distinta. Longerich atribuye buena parte de los problemas de 1923 a que Stresemann habr¨ªa perdido el control de la situaci¨®n, Reichel considera que las fuerzas pol¨ªticas establecidas fracasaron en su prop¨®sito de resolver el conflicto mediante la negociaci¨®n y la b¨²squeda de compromisos y sugiere que la Rep¨²blica se salv¨® gracias a los esfuerzos del presidente Friedrich Ebert, Hoffritz se centra en cuatro vidas ejemplares ¡ªlas de la bailarina Anita Berber, el industrial Hugo Stinnes, el economista Rudolf Havenstein y la artista visual K?the Kollwitz¡ª, Bommarius destaca los logros art¨ªsticos de ese a?o y adem¨¢s tiene un fascinante trabajo de archivo, etc¨¦tera; casi todos ellos intentan responder a la pregunta de c¨®mo se podr¨ªa haber evitado sembrar en 1923 las semillas del odio que ¡ªpese a los ¡°Goldene Zwanziger¡± o ¡°dorados a?os veinte¡±, entre 1924 y 1929¡ª brotar¨ªan en 1933 con la llegada del nazismo al poder. S?ren Kierkegaard escribi¨® que ¡°la vida solo se puede comprender retrospectivamente, echando la vista atr¨¢s; pero se vive avanzando hacia delante¡±. Todos estos autores est¨¢n tratando de averiguar si los escollos a los que nos enfrentaremos en los pr¨®ximos a?os pueden eludirse comprendiendo mejor el pasado, antes de que el futuro tambi¨¦n nos parezca un pa¨ªs extranjero.
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.