El ej¨¦rcito espa?ol no lleva bien el paso: el historiador Francisco Gracia sostiene que las fuerzas armadas no han resuelto a¨²n su encaje en la sociedad
En ¡®Gobernar el caos¡¯ el estudioso pasa revista a cinco siglos de milicia y critica ¡°su sobredimensi¨®n, su coste excesivo y su ineficacia¡± cr¨®nicos
?Qu¨¦ pasa con nuestro ej¨¦rcito? ?Por qu¨¦ hay numerosos espa?oles que no sienten conexi¨®n o identificaci¨®n con sus fuerzas armadas, a diferencia de lo que ocurre en otros pa¨ªses como Reino Unido o Francia? ?En qu¨¦ momento se torci¨® la relaci¨®n? ?Puede enderezarse? ?Y qu¨¦ tipo de ej¨¦rcito ha sido y es el espa?ol? ?Hemos tenido unas buenas fuerzas armadas homologables con las de otros pa¨ªses? ?Qu¨¦ lecciones podemos extraer de la historia? A estas preguntas trata de responder el historiador Francisco Gracia Alonso (Barcelona, 64 a?os) en Gobernar el caos (Desperta Ferro, 2024), subtitulado Una historia cr¨ªtica del Ej¨¦rcito espa?ol, un libro de 738 p¨¢ginas, algunas realmente arduas en su obsesi¨®n anal¨ªtica y cuantificadora, pero que resulta apasionante en lo que tiene de invitaci¨®n a la reflexi¨®n sobre el ej¨¦rcito y por las conclusiones, abiertas a la discusi¨®n, que va extrayendo de los fr¨ªos datos.
Probablemente nunca se han desmenuzado y radiografiado las fuerzas armadas espa?olas con el esfuerzo de cientifismo, rigor, racionalidad y empe?o de neutralidad con que ha querido hacerlo Gracia. Entre las conclusiones a las que llega el investigador, que hizo el servicio militar en 1983 de soldado raso en A Coru?a, en la compa?¨ªa de zapadores del Batall¨®n Mixto de Ingenieros de la Brigada Aerotransportada (ah¨ª queda el dato), destacan que el ej¨¦rcito espa?ol ¡°no ha resuelto a¨²n su encaje en la sociedad¡± y que ha estado lastrado hist¨®ricamente por ¡°su sobredimensi¨®n, su coste excesivo y su ineficacia cr¨®nicos¡±. Los cap¨ªtulos dedicados al ej¨¦rcito durante la Transici¨®n, el golpe del 23-F (zanjado con ¡°pragmatismo cobarde¡±, dice) y las fuerzas armadas actuales son particularmente interesantes y capaces de despertar pol¨¦mica.
De entrada, ?qu¨¦ hace un prestigioso catedr¨¢tico de Prehistoria (de la Universidad de Barcelona, UB) metido en el zarzal de la historia del ej¨¦rcito espa?ol? ¡°Una de mis especialidades es la guerra en el mundo antiguo y he trabajado mucho el tema de la historia militar en general¡±, explica Gracia, que es miembro del consejo editorial de Desperta Ferro, sello de referencia en la historia militar y colaborador habitual en sus revistas. ¡°En mis clases explico arqueolog¨ªa del conflicto en la consideraci¨®n de que la historia militar tiene tratamiento arqueol¨®gico; por ejemplo, la invasi¨®n de Napole¨®n de Rusia puede estudiarse a la luz de la investigaci¨®n de la gran fosa com¨²n de la Grande Arm¨¦e en Vilna. Considero que la log¨ªstica, los transportes, la alimentaci¨®n, y no s¨®lo la descripci¨®n de las batallas, son esenciales para abordar el fen¨®meno de la guerra y ello tanto en el ¨¢mbito de la guerra antigua como la moderna¡±.
Gracia, autor de obras tan destacables como Ciencia y pol¨ªtica. La organizaci¨®n de la Arqueolog¨ªa y la Prehistoria en Espa?a, 1850-1939 (2022) y Esclaus a Emp¨²ries. Els batallons de traballadors a les excavacions 1940-42 (2022), que abordaron la arqueolog¨ªa franquista, explor¨® el tema de la violencia b¨¦lica en Cabezas cortadas y cad¨¢veres ultrajados (2017), un recorrido por la humillaci¨®n del cad¨¢ver del enemigo en las guerras y conflictos.
Gobernar el caos, se?ala, nace de un encargo de Desperta Ferro con la idea de realizar ¡°no un an¨¢lisis desde el punto de vista de las campa?as militares sino de la repercusi¨®n del ej¨¦rcito en la estructura social, una perspectiva que ya es corriente desde hace d¨¦cadas en historiograf¨ªas como la brit¨¢nica, que se han planteado cu¨¢l es el volumen de violencia que una sociedad est¨¢ dispuesta a soportar y a infligir¡±. Gracia dice que era muy consciente del ¡°l¨ªo¡± en el que se met¨ªa escribiendo un libro de cariz cient¨ªfico sobre el ej¨¦rcito espa?ol susceptible de molestar a derecha y a izquierda, pues Gobernar el caos desmonta varios momentos heroicos ic¨®nicos del ej¨¦rcito espa?ol (Lepanto, Trafalgar), describe algunos de los episodios m¨¢s deleznables de los militares durante el franquismo y a la vez cuestiona la tranquilizadora imagen de unas fuerzas armadas actuales completamente sometidas al poder pol¨ªtico, adem¨¢s de hablar del, a su parecer, injustificable aumento del presupuesto de Defensa. ¡°Mi planteamiento ha sido reunir toda la informaci¨®n para hacer un an¨¢lisis en base a planteamientos t¨¦cnicos y acad¨¦micos, no ideol¨®gicos ni sesgados, y extraer conclusiones. No he querido hacer un ejercicio de antimilitarismo vac¨ªo ni una defensa del ej¨¦rcito¡±.
En su recorrido hist¨®rico, que cubre cinco siglos pero que se centra especialmente en el per¨ªodo que va de la Guerra de Independencia a la actualidad y que abarca ¡°cinco guerras civiles, dos dictaduras militares, guerras coloniales, 34 pronunciamientos, el derrocamiento de una monarqu¨ªa borb¨®nica (Isabel II, 1868) y la vuelta a restaurarla (Alfonso XII, 1874)¡±, Gracia detecta un elemento constante: el debate sobre el presupuesto militar. Tambi¨¦n el progresivo convertirse el ej¨¦rcito ¡°en instrumento de control de la estructura del Estado, de manera directa o indirecta¡±. El estudioso se?ala que para constatarlo basta con observar las listas de ministros.
¡°La cuesti¨®n ideol¨®gica entronca con la imposici¨®n que hace el ej¨¦rcito de demandas econ¨®micas¡±, dice Gracia, que observa en los datos oficiales c¨®mo el gasto militar va adquiriendo una relevancia extraordinaria hasta llegar, por ejemplo, a que a finales del XIX ¡°m¨¢s del 42% de las cantidades del Estado son gastos militares¡±, apunta. Y ¡°esta din¨¢mica de petici¨®n de aumento, que se repite en el siglo XX y llega hasta nuestros d¨ªas¡°, recalca el historiador, ¡°condiciona el propio desarrollo del Estado¡±. El gasto militar, subraya, ¡°es un lastre econ¨®mico para un Estado que no tiene capacidad ilimitada y que debe recortar en otros ¨¢mbitos como la sanidad, la educaci¨®n o las infraestructuras¡±.
Curiosamente, el alto gasto militar no significa que Espa?a haya tenido hist¨®ricamente un ej¨¦rcito bien equipado y adiestrado. ¡°El dinero no se gastaba en equipo nuevo, en nueva tecnolog¨ªa y en modernizaci¨®n, sino en sueldos. Uno de los problemas hist¨®ricos del ej¨¦rcito espa?ol ha sido la macrocefalia cr¨®nica, el exceso de generales, jefes y oficiales. La mayor partida del gasto militar ha ido a sus pagas, y a mantener una cantidad de recluta que justificara la existencia de tantos mandos. No se ha pensado en t¨¦rminos de eficacia¡±. Adem¨¢s, al haber tanto personal, los sueldos eran muy bajos y no permit¨ªan vivir con dignidad, con lo que la vida de los militares ha sido hist¨®ricamente precaria con todo lo que ello conlleva.
En resumen, Gracia constata que uno de los problemas estructurales hist¨®ricos del ej¨¦rcito ha sido ¡°que estaba sobredimensionado, y a la vez carec¨ªa de lo necesario¡±. Este ej¨¦rcito sobredimensionado ha sido un lastre para el Estado. ¡°Los datos comparativos muestran que en el siglo XIX se dedica m¨¢s a gasto militar que a Fomento, en un momento en que era fundamental apostar por la inversi¨®n en el despegue econ¨®mico para facilitar el paso de la agricultura a la industria¡±. Eso, recalca el historiador, sin contar con ¡°el coste de sangre¡± de las guerras para mantener infructuosamente el imperio. Las formas de reclutamiento, en las que las capas sociales altas pod¨ªan ahorrarse el servicio, enajenaron en su momento a amplios sectores de la sociedad con respecto al ej¨¦rcito. Como lo hizo su uso como fuerza represiva y que el estamento militar actuara ¡°como juez y parte con la posibilidad de encausar a cualquiera que considerara que ofend¨ªa a la naci¨®n¡±.
En su relato, parece que el ej¨¦rcito espa?ol haya sido una especie de par¨¢sito de la sociedad. ¡°El adjetivo es muy fuerte. El ej¨¦rcito ha condicionado la sociedad, que quiz¨¢ es decir lo mismo, pero de manera m¨¢s suave. La ha condicionado econ¨®mica e ideol¨®gicamente¡±.
De la comparaci¨®n con otros ej¨¦rcitos europeos dice que en Gran Breta?a no ha habido golpes militares y en Francia habr¨ªa que remontarse a la Comuna de Par¨ªs. ¡°En otros pa¨ªses del entorno no se da una tradici¨®n intervencionista militar como en Espa?a, donde el ej¨¦rcito hist¨®ricamente no se ha sometido al poder civil¡±. Gracia apunta que ¡°sigue existiendo en la sociedad espa?ola el recuerdo del ej¨¦rcito vencedor de la Guerra Civil, el que organiz¨® la represi¨®n franquista y los juicios militares¡±, y recuerda que ¡°el apoyo monol¨ªtico de las fuerzas armadas al r¨¦gimen franquista dur¨® hasta 1975¡å. Y m¨¢s all¨¢, ¡°como pueden atestiguar los que hicieron la mili en el 81, con el golpe del 23-F, o los que la hicimos en el 83, cuando a¨²n pod¨ªas o¨ªr a los oficiales criticando los juicios de Campamento¡±. E incluso despu¨¦s del final del servicio militar obligatorio en 2001, ¡±el poso est¨¢ ah¨ª, y cada vez que hay un manifiesto de militares retirados tratando de enderezar el rumbo del pa¨ªs se produce un d¨¦j¨¤ vu en la memoria colectiva¡±.
Volviendo a la comparaci¨®n con otros ej¨¦rcitos, ¡°el franc¨¦s tiene gran n¨²mero de suboficiales que son puramente especialistas t¨¦cnicos¡± y las fuerzas armadas ¡°est¨¢n muy imbricadas en la sociedad¡±, como prueba el que los soldados patrullen por las calles francesas sin ning¨²n complejo (actualmente en el dispositivo antiterrorista Vigipirate), o la ceremonia f¨²nebre de Jean-Paul Belmondo en el patio de Los Inv¨¢lidos con honores militares. ¡°Los brit¨¢nicos tambi¨¦n tienen muy interiorizado el papel del ej¨¦rcito como una parte m¨¢s de la estructura del Estado¡±.
La experiencia militar de la ciudadan¨ªa espa?ola que supuso el servicio obligatorio no ha ayudado tampoco a mejorar la imagen del ej¨¦rcito. ¡°En general fue una vivencia negativa, y eso que nosotros hicimos ya una mili reducida de 12 o 14 meses, pero en momentos del XIX el servicio era de ocho a?os y en la ¨¦poca de Prim de cuatro. Signific¨® en muchos casos romper con tu vida, un par¨®n no querido, y conocer la instituci¨®n por dentro aport¨® poco, no aprend¨ªas nada. Dejando aparte algunas amistades, ya me dir¨¢s. Si de un colegio de curas no sales religioso, del servicio militar no sal¨ªas militarista¡±. En lo personal ¡ª¡±batallitas del abuelo¡±¡ª Gracia no pas¨® de soldado raso excepto cuando lo ascendieron provisionalmente a cabo interino durante unas maniobras en Fuente la Reina.
Francisco Gracia puntualiza que se han dado pasos importantes para cambiar la idea social del ej¨¦rcito. ¡°Una de las mejores iniciativas ha sido la creaci¨®n de la Unidad Militar de Emergencia (UME), que parad¨®jicamente recibi¨® cr¨ªticas de algunos mandos al considerar que distra¨ªa recursos econ¨®micos de las unidades de combate, pero indudablemente ha conseguido una proximidad con la poblaci¨®n¡±. ?Se puede llegar a una aceptaci¨®n plena del ej¨¦rcito en Espa?a? ¡°Creo que s¨ª, es una cuesti¨®n de tiempo; el de ahora no tiene ya nada que ver con el del 81, que a¨²n estaba mandado por militares que hab¨ªan vencido en la Guerra Civil y que segu¨ªa al Rey solo por respeto a la voluntad de Franco. Hoy hay una formaci¨®n y una efectividad a nivel OTAN. Las modernas misiones de paz, de interposici¨®n o humanitarias logran reconocimiento por parte de la sociedad¡±.
Sin embargo, Gracia deplora que siga habiendo lastres ideol¨®gicos. ¡°Algunos mandos militares contin¨²an considerando entre sus funciones como colectivo influir en el sistema pol¨ªtico para que este se adapte a los valores que consideran propios y determinantes de su concepci¨®n de la sociedad espa?ola¡±. Y resalta que ¡°en las democracias plenamente consolidadas no se plantea que las fuerzas armadas puedan influir sobre la acci¨®n de Gobierno puesto que est¨¢n totalmente subordinadas a la estructura del Estado y al poder civil que lo ejerce, y cualquier actuaci¨®n contraria a ese principio se soluciona de forma inmediata¡±.
La difusi¨®n de la historia militar, considera Gracia, tiene un papel pedag¨®gico, ¡°cuando se ci?e a los hechos y no a los elementos hagiogr¨¢ficos, cuando explica la historia militar de Espa?a en t¨¦rminos cient¨ªficos, y con una museograf¨ªa moderna¡±. Y contin¨²a: ¡°Cuando analizamos nuestra historia militar desde una perspectiva plural y multidisciplinar, sin discursos lineales y caducos, como un patrimonio com¨²n de todos, tenemos el verdadero aquilatado de nuestro ej¨¦rcito¡±.
Pero ?habr¨¢ habido momentos buenos en la historia del ej¨¦rcito espa?ol? ¡°Sin duda, pero si reivindicamos las guerras civiles tenemos un problema¡±. Para Gracia, en todo caso, el ej¨¦rcito ha de mejorar su comunicaci¨®n. Y recuerda que una de las ¨²ltimas encuestas de opini¨®n sobre el ej¨¦rcito mostraba que el 40% de los encuestados dec¨ªan que no estar¨ªan dispuestos a empu?ar las armas ni aunque Espa?a fuera invadida.
Para parte de la ciudadan¨ªa, ¡°la imagen que arroja el ej¨¦rcito es a¨²n de otras ¨¦pocas, como se ve ahora en Semana Santa, con unidades implicadas en actos confesionales, algo que provoca rechazo, aunque ojo, por supuesto, ese modelo tiene partidarios¡±. Se?ala Gracia ¡°fallos incomprensibles de imagen¡± que significan pasos atr¨¢s en la consideraci¨®n del ej¨¦rcito como una instituci¨®n cada vez m¨¢s profesional y apol¨ªtica. Por ejemplo, lo del tapiz con el nombre de Franco presente en la jura de bandera de la princesa Leonor. O lo de que una bandera de la legi¨®n se denominara hasta hace muy poco Comandante Franco. ¡°Son errores de bulto que hay que evitar y que arrojan sobre el ej¨¦rcito la sombra de prolongaci¨®n del de la dictadura, incluso capaz de perpetrar una asonada¡±. Tampoco ayudan ¡°declaraciones supuestamente patri¨®ticas de militares sobre el problema catal¨¢n y las decisiones del Gobierno, eso es regresivo, en la l¨ªnea de esa vieja idea de que el papel de los militares es gobernar el caos, como reza el t¨ªtulo del libro. A esos posicionamientos ¡°debe darse una respuesta inmediata, dura y contundente¡±.
Uno de los temas de Gobernar el caos que puede levantar ampollas es el del ¡°elevado incremento de gasto militar¡± que Gracia observa en la actualidad y que se produce, afirma, ¡°sin casi debate interno¡±. Opina que ¡°la izquierda renovadora cuando ha llegado a la acci¨®n de Gobierno no se ha planteado la pol¨ªtica antimilitarista de que hac¨ªa gala en la calle¡±. Dice que ¡°basta con ver que los presupuestos de Defensa se han incrementado sin cr¨ªtica¡±. Y que ¡°la posici¨®n un¨¢nime es que el gasto militar es necesario, no s¨®lo para tener un ej¨¦rcito operativo sino para generar puestos de trabajo y propiciar el desarrollo de la tecnolog¨ªa militar espa?ola para nutrir el cat¨¢logo de armas que alimente el comercio exterior¡±.
Habla Gracia de la actual ¡°carrera armament¨ªstica desaforada¡± con la ¡°renovaci¨®n continuada de arsenales¡±. Suenan ¡°tambores de guerra¡± y ¡°cualquiera dir¨ªa¡±, apunta, que ¡°la tercera guerra mundial va a empezar ya este fin de semana¡±. Todo le parece ¡°una coartada para gastar m¨¢s¡±, y se?ala los cuatro mil millones de euros del submarino S-81 y se pregunta si es necesario.
En lo positivo, la incorporaci¨®n de las mujeres, que se ha realizado, recalca Gracia, sin grandes problemas ideol¨®gicos. Destaca que no se ha restringido la presencia de las mujeres a las unidades auxiliares y que forman parte plenamente de las unidades de combate, incluida la Legi¨®n. Tambi¨¦n han llegado al generalato. Para el historiador, una de las im¨¢genes m¨¢s potentes del cambio en el ej¨¦rcito fue la de Carme Chac¨®n embarazada como ministra de Defensa. Y la continuidad normalizadora que ha habido con Mar¨ªa Dolores de Cospedal y Margarita Robles.
Babelia
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