Tomar una copa con Maquiavelo
A veces durante los insomnios paso lista de los autores que me hubiera gustado conocer en persona
Para mi gusto los escritores se dividen en dos: aquellos que me agrada c¨®mo escriben y despu¨¦s de leerlos me gustar¨ªa tomarme una copa con ellos y aquellos que, pese a que escriben muy bien, no mover¨ªa un dedo por conocerlos en persona. Me refiero tambi¨¦n a artistas y otra gente famosa que, por sus hechos, sean haza?as o cr¨ªmenes, han llenado las p¨¢ginas de la historia. Los hay que resulta fatigoso leerlos y, en cambio, siempre son bien recibidos en las sobremesas porque su ingenio los convierte en una fuente inagotable de chismes y an¨¦cdotas, que ayudan a hacer una buena digesti¨®n. Para m¨ª un gran artista es aquel a quien mi admiraci¨®n llega hasta el punto de saber incluso si ten¨ªa saba?ones en su infancia. Admirado su arte, le¨ªdos sus libros o enterado de su ¨²ltima haza?a, uno trata de agotar el caudal de su vida privada como una experiencia de sabidur¨ªa. En este caso se producen muchas sorpresas. Tal vez conocido de cerca y compartiendo con ¨¦l un par de cervezas, descubrir¨ªas que Jack el Destripador ten¨ªa un trozo de alma muy sensible que le impulsaba a ayudar a un ciego a cruzar un paso de cebra. O tal vez Francisco de As¨ªs, pese a su humildad reconocida y premiada con el Nobel de la santidad, ten¨ªa un car¨¢cter muy atravesado, salvo cuando se encontraba con el hermano lobo.
Me hubiera gustado conocer a Jantipa, la mujer de S¨®crates, solo para preguntarle si en la cocina y en la cama tambi¨¦n hablaba tan entonado y dec¨ªa cosas tan profundas. Jantipa ha pasado por ser una mujer irascible e incontrolada porque de pronto se presentaba en el ¨¢gora y ante el corro de disc¨ªpulos de su marido le recriminaba en p¨²blico la vida desastrosa que llevaba, siempre rodeado de jovenzuelos que le bailaban el agua y a quienes llenaba la cabeza de tonter¨ªas. ¡°Hace tres d¨ªas que te fuiste de casa dejando la comida en la mesa¡± ¡ªle dec¨ªa. Era una mujer cargada de problemas cotidianos, llena de sentido pr¨¢ctico y muy enamorada. ¡°Con¨®cete a ti mismo¡± ¡ªdec¨ªa S¨®crates a sus disc¨ªpulos. Jantipa replicaba: ¡°Me conozco de sobra y a ti tambi¨¦n, de modo que hoy tienes higos secos de postre, que tanto te gustan. Ninguno de tus principios tiene m¨¢s verdad que uno de esos higos¡±.
Si me dieran a elegir entre los poetas latinos no ser¨ªa el primero Virgilio, tan conservador, ni Horacio, siempre pendiente de las d¨¢divas de mecenas. Mi preferencia se decantar¨ªa por la rebeld¨ªa de Ovidio, tan moderno, y sobre todo por Cayo Valerio Catulo por su sentido del humor. Con estos versos se quejaba de las hipotecas: ¡°?Oh Furio! Nuestra quinta no est¨¢ expuesta / ni a los soplos del Austro o los del C¨¦firo, / ni a los del B¨®reas cruel, ni del Levante; / m¨¢s, por sestercios quince mil doscientos / est¨¢ desde hace tiempo hipotecada. / ?Oh, qu¨¦ pestilencial y horrible viento!¡±.
He imaginado alguna vez que Maquiavelo era un psicoanalista y que ten¨ªa entre sus mejores pacientes a la familia de los Borgia. Tumbado en el div¨¢n, el libidinoso Alejandro VI, mirando las cornucopias del techo, dejaba brotar grumos del inconsciente que le sal¨ªan por la boca desde la chepa. Dec¨ªa que acababa de contratar con Miguel ?ngel la escultura de la Piet¨¢ y hab¨ªa firmado tambi¨¦n un contrato con Leonardo da Vinci para que le dise?ara los ca?ones de su hijo C¨¦sar Borgia, quien pronto iba a emprender una guerra. Maquiavelo conduc¨ªa la conversaci¨®n hacia ese punto donde se encuentran la belleza y la maldad, el amor y el veneno, los ladridos de los mastines y el volteo celestial de las campanas. ¡°Para ser Papa hay que empezar por abajo ¡ªle dec¨ªa Maquiavelo¡ª. Hay que empezar por las sagradas pantuflas. Un Papa es ese ser que crece desde ese calzado bordado con hebras de oro y plata¡±. Tomarse una copa con el papa Borgia y Maquiavelo ten¨ªa un peligro. ?Pero a qui¨¦n no le hubiera gustado?
Tirando por la historia hacia adelante hubiera sido un placer encontrarse con Voltaire, el primer periodista intelectual, lleno de iron¨ªa mordaz, con una inteligencia afilada como su nariz. ?l fue quien dijo la frase que siempre se atribuye a otros, entre ellos a Churchill. ¡°Podr¨¦ no estar de acuerdo en lo que dices, pero defender¨¦ hasta la muerte tu derecho a decirlo¡±. En este principio est¨¢n incluidos la tolerancia y el derecho a la libertad de expresi¨®n. No hay forma de que Voltaire deje de ser moderno, del mismo modo que es imposible llevar la cojera con m¨¢s elegancia que Lord Byron. En la historia de la literatura y de las artes hay una secreta corriente de seducci¨®n que se tiene o no se tiene sin que nada se pueda hacer para obtener esa gracia gratuita. Hay escritores, artistas e intelectuales seductores y otros que pese a su talento no han merecido ese don de los dioses. A veces durante los insomnios paso lista de los autores con los que me hubiera gustado tomarme una copa. Y as¨ª hasta que cojo el sue?o.
Babelia
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