Adictos al CO?: c¨®mo cambiar un modelo econ¨®mico que lleva al desastre
La descarbonizaci¨®n de la econom¨ªa es urgente. Los expertos proponen medidas fiscales, arancelarias o financieras para que las empresas reduzcan sus emisiones
Tic, tac, tic, tac... La cuenta atr¨¢s para salvar el planeta avanza de manera inexorable. Cada a?o se liberan en el mundo 53,4 gigatoneladas de gases de efecto invernadero, un 78% de los cuales corresponden a emisiones de di¨®xido de carbono (CO2). Si contin¨²a el actual ritmo de contaminaci¨®n atmosf¨¦rica, las temperaturas medias en el a?o 2100 aumentar¨ªan entre 4,1 y 4,8 grados, seg¨²n los c¨¢lculos del consorcio cient¨ªfico Climate Action Tracker.
Revertir la situaci¨®n actual se antoja dif¨ªcil, ya que el modelo econ¨®mico se ha vuelto adicto al CO2. Si en 1950 las emisiones de di¨®xido de carbono solo eran de cinco gigatoneladas, actualmente superan las 40 gigatoneladas. Adem¨¢s, al analizar el origen de esos gases, la conclusi¨®n es que la culpabilidad del calentamiento global est¨¢ muy concentrada: por pa¨ªses, cuatro naciones o zonas econ¨®micas (China, EE UU, UE e India) generan el 60% de las emisiones; por fuentes energ¨¦ticas, el 80% de las mismas proceden del uso del carb¨®n y del petr¨®leo; y por sectores, la industria y el transporte son responsables del 50% del total, seg¨²n datos de un reciente informe de Citigroup. Sin intervenci¨®n pol¨ªtica, el crecimiento de las emisiones es imparable en la medida en que la poblaci¨®n mundial aumenta y millones de personas se incorporan a la clase media, factores que generan autom¨¢ticamente una mayor demanda energ¨¦tica. Sobre la mesa empiezan a ponerse propuestas para, en un primer momento, reducir el di¨®xido de carbono y, a medio plazo, aspirar a una econom¨ªa de emisiones cero. ?Querr¨¢ alguien ponerle el cascabel al gato?
Solucionar el cambio clim¨¢tico podr¨ªa ser tan sencillo y tan complejo como aplicar una suma. Seg¨²n los economistas, para dejar de usar hidrocarburos basta con incorporar en el precio su gigantesco coste ecol¨®gico. Seg¨²n los pol¨ªticos, nada como una subida en los combustibles para inducir una revuelta. Ted Halstead se ha propuesto despejar la parte compleja de esa ecuaci¨®n. Desde su Climate Leadership Council, lleva todo el a?o haciendo circular entre dem¨®cratas y republicanos de Washington una iniciativa para fijar un impuesto al carbono que los dos partidos podr¨ªan aceptar: incorpora una cl¨¢usula anti revuelta social ¡ªrepartir entre los contribuyentes todo lo recaudado¡ª y cuenta con el visto bueno de Shell, ExxonMobil y British Petroleum, por citar solo tres de las grandes petroleras que figuran en la web de este think tank. ¡°La clave de nuestro programa es que es pro empresa, porque tambi¨¦n propone eliminar toda la regulaci¨®n que se volver¨ªa innecesaria con un impuesto al carbono¡±, explica Halstead en conversaci¨®n telef¨®nica.
En EE UU se abre paso una propuesta para fijar un impuesto al carbono
Halstead estima que un 70% de las familias estadounidenses tendr¨¢ m¨¢s ingresos disponibles despu¨¦s de su impuesto. No s¨®lo por la devoluci¨®n prevista de 2.000 d¨®lares por familia y a?o sino porque el encarecimiento de los hidrocarburos con relaci¨®n a las alternativas de energ¨ªa limpia desincentivar¨¢ su uso. De acuerdo con los c¨¢lculos elaborados por su organizaci¨®n, si el impuesto comienza a aplicarse en 2021, Estados Unidos lograr¨ªa para 2025 una reducci¨®n de 32% en sus gases de efecto invernadero, cuatro puntos porcentuales por encima del objetivo comprometido en el Acuerdo de Par¨ªs.
Demasiado bonito para ser cierto si no fuera por el respaldo de 27 premios Nobel, dos ex secretarios de Estado republicanos (James A. Baker y George P. Shultz), y economistas de la talla de Larry Summers, Janet Yellen y Ben Bernanke, que ven en el crecimiento paulatino del impuesto una forma de dar a la industria las certezas y el tiempo que necesitan para adaptarse. Con un valor de 43 d¨®lares por tonelada de di¨®xido de carbono emitida (seg¨²n Halstead, unos 9,5 centavos de d¨®lar por litro de gasolina), el plan es hacer aumentar la tasa a un ritmo del 5% anual.
¡°Todo el mundo entiende que tenemos que solucionar el problema del clima y lo que estas empresas quieren es resolverlo de la manera m¨¢s eficiente posible¡±, dice quien pas¨® dos a?os arreglando ¡°reuniones privadas¡± entre las partes para llegar a un acuerdo. Adem¨¢s de las petroleras y los economistas, el Climate Leadership Council tiene el visto bueno del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) y el Instituto de Recursos Mundiales (WRI), entre otras importantes organizaciones ecologistas.
Ritmo lento
Lo cierto es que la soluci¨®n de ponerle un precio al carbono para desincentivar los hidrocarburos est¨¢ ganando impulso en todo el mundo. Seg¨²n un informe publicado en junio por el Banco Mundial, de los ocho pa¨ªses que lo hac¨ªan en 2004 se ha pasado a un total de 46, sin contar con otras 28 jurisdicciones territoriales que han comenzado a penalizar con un precio la emisi¨®n de gases de efecto invernadero. Un 20% de las emisiones mundiales, dice el informe, ya est¨¢n sujetas a imposici¨®n. El problema, dicen, es que los grav¨¢menes siguen siendo demasiado bajos como para hacer cumplir el Acuerdo de Par¨ªs. De acuerdo con las estimaciones del Banco Mundial, para lograr las reducciones prometidas, los precios del carbono tendr¨ªan que estar ya entre los 40 y 80 d¨®lares por tonelada.
En dicho informe, Espa?a aparece desde 2014 con una tasa de 17 d¨®lares por tonelada de carb¨®n para algunos tipos de hidrocarburos, pero la experiencia m¨¢s conocida es sin duda la de British Columbia. La provincia del oeste canadiense lo aplic¨® de forma generalizada y con aumentos anuales. Empezaron en 2008 con 10 d¨®lares canadienses por tonelada emitida y llegaron en 2012 a 30 d¨®lares canadienses. Igual que la propuesta del Climate Leadership Council, British Columbia tambi¨¦n incorpor¨® la idea de devolver a los contribuyentes lo recaudado. Seg¨²n estimaciones de la Universidad de Ottawa, en ese per¨ªodo logr¨® reducir las emisiones totales de la provincia entre un 5% y un 15% sin perjudicar el crecimiento econ¨®mico.
Pero encarecer la energ¨ªa de todo un pa¨ªs es m¨¢s dif¨ªcil porque significa perder competitividad con relaci¨®n a los bienes de otros lugares que no han sufrido ese sobrecoste. Para solucionarlo, la propuesta del Climate Leadership Council contempla la posibilidad de un arancel. ¡°Si EE UU y Europa lo hacen, Canad¨¢ se va a sumar y no habr¨ªa problema porque estar¨ªa dentro de lo que permite la Organizaci¨®n Mundial del Comercio¡±, seg¨²n Halstead.
Los pol¨ªticos temen que un alza del combustible desemboque en revueltas en las calles
El economista Ian Parry, experto en pol¨ªtica fiscal medioambiental del FMI, no piensa igual. En su opini¨®n, s¨ª puede haber un problema con el arancel y es el de la dificultad de c¨¢lculo. El ejemplo m¨¢s evidente (y real) es el de un producto fabricado con componentes de varios pa¨ªses, cada uno de ellos con matrices energ¨¦ticas en las que hay hidrocarburos y renovables. Seg¨²n Parry, no es el ¨²nico inconveniente. La rigidez del arancel, dice, terminar¨ªa discriminando a los productos de pa¨ªses que reducen sus emisiones v¨ªa regulaci¨®n en vez de poni¨¦ndole un precio al carbono.
Parry coincide en que el impuesto al carbono es una de las herramientas m¨¢s eficaces para reducir emisiones aunque no la ¨²nica. ¡°Para no aumentar tanto los gastos energ¨¦ticos, se podr¨ªa gravar con impuestos las formas de generaci¨®n de electricidad que sobrepasen una franja de emisiones y subvencionar las que est¨¦n por debajo de esa franja¡±, se?ala. Y para sustituir la propuesta del arancel, propone un convenio internacional entre los mayores contaminantes: ¡°Si los pa¨ªses principales imponen el impuesto a la vez se terminan las preocupaciones sobre la competitividad¡±.
La revuelta de los chalecos amarillos en Francia es uno de los fantasmas que sobrevuela cada vez que alguien habla de subir el precio de los combustibles. Tambi¨¦n, el argumento de Halstead para justificar el reparto integral de la recaudaci¨®n. Pero, seg¨²n Parry, el aumento en el precio del di¨¦sel no fue el ¨²nico causante de la protesta contra el Gobierno de Emmanuel Macron. En su opini¨®n, el impuesto habr¨ªa tenido m¨¢s aceptaci¨®n si el encarecimiento de los combustibles hubiera sido paulatino y sin coincidir con una reforma impositiva que parec¨ªa favorecer a los ricos.
Parry no cree que haya que devolver absolutamente todo lo recaudado, una parte de la propuesta del Climate Leadership Council que considera ¡°dogm¨¢tica¡±, pero es consciente de la necesidad de presentar un impuesto pol¨ªticamente viable. Para lograrlo sugiere que parte del dinero se devuelva a los m¨¢s afectados por la tasa pero que tambi¨¦n pueda destinarse a hospitales, carreteras, inversiones productivas o en energ¨ªas renovables. ¡°Es algo muy espec¨ªfico que variar¨¢ de pa¨ªs en pa¨ªs, pero devolver todo lo recaudado no es la ¨²nica forma de conseguir el apoyo pol¨ªtico necesario¡±, dice.
Otras alternativas
El impuesto al carbono no es la ¨²nica f¨®rmula dise?ada por economistas para reducir el uso de hidrocarburos. La Uni¨®n Europea logra un objetivo similar mediante el mercado de derechos de emisi¨®n (adem¨¢s de los impuestos sobre el carbono que varios Estados miembros aplican de forma puntual). En el mercado de derechos, con el que China tambi¨¦n est¨¢ experimentando, se establece un m¨¢ximo de emisiones de CO2 por industria y a?o. Las empresas que emiten menos de lo que ten¨ªan autorizado venden a las que se pasan los derechos de emisi¨®n inutilizados. De esa forma, las que necesitan emitir m¨¢s terminan pagando un plus por su carbono; las que reducen sus emisiones tienen el incentivo de un ingreso extra; y las autoridades saben exactamente el nivel de reducci¨®n anual de CO2.
El problema es que durante mucho tiempo el precio fijado libremente para intercambiar esos derechos fue demasiado bajo: desde 2012 hasta 2018 no lleg¨® a los 10 euros por tonelada de CO2. Seg¨²n la directora del Centro de Energ¨ªa, Clima y Recursos del Ifo Institut de M¨²nich, Karen Pittel, se lograba el objetivo de reducci¨®n de emisiones, pero las empresas ¡°no invert¨ªan lo suficiente en desarrollar las infraestructuras limpias que necesitaban para enfrentar las futuras reducciones de emisiones¡±. Traducido en t¨¦rminos de mercado, el precio de los derechos de emisi¨®n no estaba bien valorado y se corr¨ªa el riesgo de sufrir un salto abrupto cuando las empresas comenzasen a tener problemas con sus objetivos de reducci¨®n.
Aunque ese peligro est¨¢ hoy parcialmente neutralizado, con las emisiones cotizando en torno a los 25 euros por tonelada en la UE, el precio de contaminar sigue lejos de las estimaciones del Banco Mundial para evitar un calentamiento superior a 1,5 grados. Por suerte, para luchar contra el cambio clim¨¢tico tambi¨¦n hay herramientas financieras. Adem¨¢s de los bonos verdes para inversiones sostenibles, que en los ocho primeros meses de 2019 recaudaron 150.000 millones de d¨®lares, la novedad en ese campo es el programa lanzado por el Consejo de Estabilidad Financiera en Basilea (FSB) para homogeneizar y publicar informaci¨®n sobre los riesgos corporativos frente al cambio clim¨¢tico. El primer objetivo del TCFD, como se llama el programa por sus siglas en ingl¨¦s, es mejorar la valoraci¨®n de los riesgos del calentamiento. En ¨²ltima instancia conf¨ªan en que sirva tambi¨¦n para redirigir flujos de capitales hacia inversiones sostenibles.
Seg¨²n James Rydge, de la London School of Economics (LSE), los esfuerzos de adaptaci¨®n de las empresas no servir¨¢n de nada si no incluyen a los empleados. ¡°Si uno se olvida de las personas y solo se concentra en reducir emisiones corre el riesgo de dar alas a gente como Trump y otros populistas que terminan significando un retroceso para la lucha contra el calentamiento¡±, advierte. Rydge se ocupa de formar a inversores institucionales para que incluyan la variable social en sus decisiones. ¡°A los que son due?os de grandes partes de empresas, les decimos que pueden hacer presi¨®n sobre los consejos de direcci¨®n para asegurarse de que tienen buenas pol¨ªticas sociales y buenos programas de transici¨®n para los empleados; y a los que est¨¢n decidiendo d¨®nde poner su dinero o de d¨®nde sacarlo, les formamos para que tengan en cuenta si entran o salen de empresas con pol¨ªticas justas para los trabajadores¡±, comenta.
Volviendo a la propuesta del Climate Leadership Council, su novedad es haber conseguido el apoyo de republicanos, ecologistas y petroleras. Seg¨²n Halstead, su soluci¨®n es la favorita de las empresas porque se aplica a todas por igual, de acuerdo con un cronograma y sin un gobierno eligiendo ganadores y perdedores. Pero aceptar un plan de imposici¨®n progresiva no significa que las petroleras dejen de velar por su negocio. Y eso, seg¨²n las tesis del economista alem¨¢n Hans-Werner Sinn, podr¨ªa convertirse en un obst¨¢culo para el mismo impuesto que dicen apoyar.
En su libro La paradoja verde, Hans-Werner Sinn describi¨® c¨®mo la amenaza de imposiciones futuras puede acelerar la extracci¨®n de hidrocarburos hoy. Y cuando el exceso de oferta hace bajar los precios, se corre el riesgo de neutralizar el encarecimiento buscado con el impuesto. De hecho, seg¨²n Pittel, podr¨ªamos estar ya inmersos en una paradoja verde: ¡°Podr¨ªa ser que las petroleras ya est¨¦n temiendo pol¨ªticas m¨¢s estrictas en el futuro y prefieran vender hoy el petr¨®leo a un precio inferior¡±, subraya.
Halstead no cree que eso vaya a ocurrir con la propuesta del Climate Leadership Council porque su plan contiene una cl¨¢usula que lo protege de hidrocarburos excepcionalmente baratos: si no logran los objetivos de reducci¨®n programados, dice, los impuestos se modificar¨¢n al alza. ?Pero hasta qu¨¦ nivel habr¨ªa que subirlos? En un estudio publicado en 2016, el economista del MIT Cristopher Knittel argumentaba que la bajada en los precios del petr¨®leo habr¨ªa hecho necesario un impuesto de 700 d¨®lares por tonelada de carbono para que en Estados Unidos el coche el¨¦ctrico fuera competitivo frente al tradicional.
Afortunadamente, dice Knittel, el coste de las bater¨ªas ha bajado desde entonces y los veh¨ªculos el¨¦ctricos est¨¢n mucho m¨¢s cerca de convertirse en una buena decisi¨®n econ¨®mica, adem¨¢s de ecol¨®gica. ¡°En Estados Unidos, cuando haya un impuesto de unos 50 d¨®lares por tonelada empezaremos a ver a los consumidores pas¨¢ndose a los h¨ªbridos enchufables¡±, dice en referencia a los coches que llevan bater¨ªas para viajes de hasta 50 kil¨®metros junto a un motor de combusti¨®n para trayectos m¨¢s largos.
Consumidores, votantes, multinacionales, ecologistas y pol¨ªticos de partidos enfrentados... Ponerlos a todos de acuerdo no va a ser f¨¢cil pero tal vez no haya otra soluci¨®n si el objetivo es detener la cat¨¢strofe. ¡°Nunca antes hubo una coalici¨®n como esta¡±, dijo Halstead sobre su alianza de petroleras y ecologistas. Tal vez sea cierto. Lo que es seguro es que nunca antes hizo tanta falta.
El caso espa?ol
Espa?a recaud¨® 21.382 millones de euros en impuestos verdes en 2017, ¨²ltimo a?o sobre el que Eurostat facilita datos. Los ingresos verdes en nuestro pa¨ªs suponen el 1,83% del PIB, una cifra similar a la de Alemania (1,81% del PIB), pero todav¨ªa por debajo de la media de la Uni¨®n Europea (2,4%). Grecia (3,97%), Eslovenia (3,73%) y Dinamarca (3,72%) son los alumnos m¨¢s aventajados en este campo.
Un reciente informe publicado por la Fundaci¨®n Alternativas titulado Impuestos Energ¨¦tico-Ambientales en Espa?a?advierte de que los impuestos en nuestro pa¨ªs para frenar la contaminaci¨®n han sido "imperfectos", ya que no lanzan "las se?ales correctoras necesarias". Una de las cosas que m¨¢s preocupa es que la presi¨®n fiscal espa?ola en materia medioambiental, como en el resto de pa¨ªses de la OCDE, no solo no despega, sino que disminuye. En 2002, por ejemplo, la recaudaci¨®n equival¨ªa al 2,03% del tama?o de la econom¨ªa.
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