2021: odisea millonaria en el espacio
El sector espacial vive una ¨¦poca dorada gracias a la llegada de inversores privados como fondos de capital riesgo y grandes fortunas
Hace 52 a?os que Neil A. Armstrong pronunci¨® las ya famosas palabras ¡°un peque?o paso para el hombre, un gran salto para la humanidad¡±. Con aquella frase, Estados Unidos cruz¨® la meta de la carrera espacial contra la desaparecida Uni¨®n Sovi¨¦tica, cuyos m¨¦ritos eclips¨®, en plena Guerra Fr¨ªa. Pero el programa Apolo fue una excepci¨®n, una confluencia de situaciones extraordinarias con un cheque pr¨¢cticamente en blanco ¡ªcuya cifra final ascendi¨® a lo que hoy ser¨ªan 280.000 millones de d¨®lares¡ª. Y una vez que las aguas pol¨ªticas que la propiciaron volvieron a su cauce, no hab¨ªa raz¨®n para repetir semejante proeza. Ni gasto.
La euforia por el espacio de los sesenta fue consumi¨¦ndose en una especie de indiferencia de la que en los ¨²ltimos a?os ha emergido un nuevo inter¨¦s marcado por la entrada de multimillonarios con retos personales tan grandes como sus fortunas y, en ocasiones, egos. Internet satelital, exploraci¨®n, turismo espacial, fabricaci¨®n en gravedad cero, miner¨ªa¡ La comercializaci¨®n de la ¨²ltima frontera dio un paso m¨¢s adelante con los viajes recientes de Virgin Galactic y Blue Origin, y el l¨ªmite de la extensi¨®n del capitalismo en el espacio parece estar ya tan lejos como lejos pueda llegar la humanidad en ¨¦l.
¡°Creo que estamos en uno de los periodos m¨¢s emocionantes de la historia del espacio¡±, dice por tel¨¦fono Casey Dreier, asesor de pol¨ªtica espacial de la organizaci¨®n Planetary Society. ¡°La transformaci¨®n de la industria espacial, distanci¨¢ndose de la inversi¨®n ¨²nicamente gubernamental hacia compa?¨ªas independientes de visionarios altamente capaces, no hab¨ªa pasado antes. Y es hist¨®rico¡±. Es hist¨®rico y, aunque lo parezca, nada repentino.
A mediados de los noventa la fundaci¨®n XPrize ofreci¨® un premio de 10 millones de d¨®lares para quien consiguiese desarrollar un veh¨ªculo espacial privado y reutilizable capaz de llevar a personas a 100 kil¨®metros de la Tierra. Unos a?os despu¨¦s, un pu?ado de multimillonarios de la era del software vieron en el estancamiento del espacio un nuevo internet y fundaron sus propias compa?¨ªas de transporte aeroespacial. A su vez, la NASA se abr¨ªa a un nuevo modelo de relaci¨®n con el sector privado, que operaba estrictamente bajo financiaci¨®n y control estatal.
En 2005, dos a?os despu¨¦s del accidente del transbordador Columbia, la NASA present¨® el programa de Servicios Comerciales de Transporte Orbital. ¡°Un programa relativamente peque?o, experimental, con el objetivo de que la agencia pasase de ser el ¨²nico cliente de las empresas espaciales comerciales a ser uno entre muchos¡±, dice Matthew Weinzierl, profesor en Harvard Business School e investigador. Para ¨¦l, este fue un punto de inflexi¨®n clave. Siete a?os despu¨¦s, una nave privada llev¨® por primera vez suministros a la Estaci¨®n Espacial Internacional (EEI).
Y, como dice el refr¨¢n, el dinero llama al dinero. Si emprendedores de ¨¦xito apuestan por el espacio, igual merece la pena echar un vistazo. ¡°Lo que ahora est¨¢ modelando el mundo desde un punto de vista empresarial es la introducci¨®n de un nuevo tipo de inversi¨®n. Firmas de capital riesgo, multimillonarios con una visi¨®n de futuro para el espacio¡¡±, dice Carissa Christensen, fundadora y consejera delegada de Brycetech, una compa?¨ªa de ingenier¨ªa y an¨¢lisis.
¡°Esos inversores, especialmente desde 2015, han posibilitado la aparici¨®n de cientos de start-ups¡±, se?ala Christensen. Estos actores toleran grados muy altos de riesgo, dice, haciendo posible que las compa?¨ªas que financian persigan objetivos m¨¢s grandes, m¨¢s transformaci¨®n. Hoy por hoy, la principal fuente de financiaci¨®n del sector proviene de firmas de capital riesgo, el 71%, 4.000 de los casi 6.000 millones de d¨®lares invertidos en 2019, seg¨²n datos de Brycetech.
El sector espacial llevaba a?os movi¨¦ndose por inercia, lejos de la euforia de d¨¦cadas atr¨¢s, y la aparici¨®n de nuevos actores privados, dice Weinzierl, ha inyectado dinamismo y voluntad de reinvenci¨®n. La liberalizaci¨®n del sector privado, apunta por su parte Dale Ketcham, vicepresidente de Florida Space, la agencia para el desarrollo econ¨®mico aeroespacial del Estado de Florida, ha fomentado un entorno de innovaci¨®n y progreso m¨¢s vigoroso. ¡°Las mejoras m¨¢s recientes en la recuperaci¨®n de impulsores y la reutilizaci¨®n de veh¨ªculos son resultado m¨¢s del sector privado que de la inversi¨®n gubernamental¡±, apunta.
La reutilizaci¨®n es la base del nuevo espacio. Mientras la c¨¢psula de Jeff Bezos segu¨ªa subiendo para que el hombre m¨¢s rico del mundo diese unas cuantas volteretas ingr¨¢vido, la lanzadera que la hab¨ªa elevado volv¨ªa a posarse en el suelo en una verticalidad perfecta. Dar carpetazo al usar y tirar supone una reducci¨®n dr¨¢stica de costes, y a menor gasto, mayor actividad, mayores posibilidades y menos barreras.
El Falcon 9 de SpaceX, de la compa?¨ªa de Elon Musk, se convirti¨® en el primer cohete orbital (el New Shepard de la Blue Origin de Bezos es suborbital) capaz de volar m¨¢s de una vez. La compa?¨ªa ha conseguido reutilizar las partes m¨¢s caras y esto supuso una reducci¨®n de siete veces el coste medio por lanzamiento entre 1970 y 2000, seg¨²n datos de la NASA. En 2020, un Falcon 9 fue utilizado en la primera misi¨®n tripulada de SpaceX, que llev¨® a astronautas de la NASA a la EEI.
Los vuelos tripulados son los fuegos artificiales, el recordatorio de un futuro que est¨¢ por llegar, pero no lo que engorda las cuentas del sector actualmente. ¡°Las empresas que hoy en d¨ªa hacen dinero en el espacio son empresas digitales, empresas satelitales¡±, apunta Christensen. De los 371.000 millones de d¨®lares facturados por el sector en 2020, casi 271.000 pertenec¨ªan a empresas satelitales, siendo la televisi¨®n y los dispositivos y chips de navegaci¨®n las principales fuentes de ingresos, seg¨²n datos de Brycetech.
La industria no satelital ingres¨® 100.700 millones, de los que 98.000 millones proven¨ªan de presupuestos estatales, con EE UU a la cabeza, para labores militares, cient¨ªficas, de exploraci¨®n, de seguridad, defensa, etc¨¦tera. Los vuelos espaciales comerciales tripulados supusieron alrededor de 2.000 millones, una cantidad nada desde?able, pero t¨ªmida comparada con el resto.
La estimaci¨®n actual del valor de la industria es de 425.000 millones, seg¨²n Ronald J. Epstein, analista de Bank of America Global Research, una cantidad un 25% mayor que hace cinco a?os y que prev¨¦n que alcance 1,4 billones de d¨®lares en 2030. ¡°Cada sector se est¨¢ convirtiendo en un sector espacial. Piense en el impacto del GPS. El GPS ha proliferado en todos los sectores e industrias¡±, dice.
La carrera espacial privada es hoy por hoy un pulso entre el segundo y el primer hombre m¨¢s rico del mundo, con una fortuna conjunta estimada en 388.500 millones de d¨®lares. Jeff Bezos fue el primero en cruzar la l¨ªnea de salida, con la fundaci¨®n de Blue Origin en 2000. Elon Musk lo hizo dos a?os despu¨¦s, con SpaceX. Mientras Bezos manten¨ªa su empresa m¨¢s bien fuera del radar, Musk aparcaba el primer Falcon frente al Museo Nacional del Aire y del Espacio en Washington en 2003. Cada multimillonario con sus visiones, ambiciones y su manera de alcanzarlas.
¡°Creo que SpaceX no es solo la m¨¢s famosa, sino la m¨¢s exitosa. Cambi¨® la actitud de la clase inversora, mostr¨® que los esfuerzos de invertir en el espacio podr¨ªan ser muy exitosos y rentables¡±, se?ala Dreier. Bezos ha sido el primero de los dos en atravesar la atm¨®sfera y ha abierto su l¨ªnea de negocio de turismo suborbital, con reservas por valor de 100 millones, pero sus logros quedan ensombrecidos por el humo de los motores de SpaceX.
La compa?¨ªa ha llevado astronautas a la EEI, trabaja en un cohete para viajes m¨¢s lejanos y Starlink, su proyecto de internet satelital, ya tiene 1.500 sat¨¦lites operativos. Algo que, por cierto, no hace ninguna gracia a los astr¨®nomos, que han de separar cada vez m¨¢s el grano de la paja cuando miran al cielo. En primavera, Musk ara?¨® unos minutos m¨¢s de ventaja al hacerse con el contrato por 2.900 millones de d¨®lares de la NASA para desarrollar un m¨®dulo de aterrizaje lunar, frente a Blue Origin y Dynetics, que apelaron la decisi¨®n.
¡°Lo que creo que estamos empezando a ver es el comienzo de una nueva era de exploraci¨®n espacial, pero una impulsada por compa?¨ªas privadas tanto o m¨¢s que por el Gobierno¡±, dijo Elon Musk en 2004. En este nuevo escenario, ?d¨®nde queda lo p¨²blico? ¡°Es el papel de Estados y naciones abrir fronteras¡±, asevera Michael L¨®pez-Alegr¨ªa, exastronauta de la NASA y vicepresidente de desarrollo de negocio de la empresa de infraestructura espacial Axiom Space. ¡°Pero una vez que se establece seguridad, el Estado debe salir y dejar que el mercado empiece a hacer su papel. Y eso est¨¢ pasando ahora en ¨®rbita baja terrestre¡±, apunta. ¡°Las agencias deben poner su visi¨®n un poco m¨¢s all¨¢¡±.
En el caso de la agencia estadounidense, lo m¨¢s cerca, la Luna. Artemisa, la hermana gemela de Apollo, ser¨¢ la misi¨®n encargada de que el ser humano vuelva a pisarla. ¡°El objetivo es 2024, pero el espacio es complicado¡±, comenta por videollamada el administrador de la NASA Bill Nelson. ¡°Y sabemos por la historia de los programas espaciales, de todos, no solo de los de EE UU, que habitualmente hay retrasos. As¨ª que debemos ser sobriamente realistas¡±, asegura.
Adem¨¢s, la NASA mantiene entre sus planes desembarcar humanos en Marte, de acuerdo con Nelson a finales de la d¨¦cada de los treinta, y ha anunciado dos misiones a Venus. Adem¨¢s de programas cient¨ªficos, militares y un nuevo telescopio que desarrolla en colaboraci¨®n con las agencias espaciales europea y canadiense.
¡°Ya la hemos visto ser extremadamente exitosa en la entrega de carga desde y hacia la Estaci¨®n Espacial Internacional. Y ahora hemos presenciado el ¨¦xito en la entrega de tripulaci¨®n¡±, se?ala Nelson sobre la cooperaci¨®n p¨²blico-privada. En la NASA vieron que los contratos se podr¨ªan cerrar a un precio fijo y no como habitualmente, en modalidades que conllevan absorber los sobrecostes del desarrollo tecnol¨®gico. ¡°Y eso es mucho m¨¢s barato para la NASA¡±.
No conviene olvidar, sin embargo, que en el nuevo tablero las empresas privadas mueven ficha siguiendo sus propios intereses, que no tienen por qu¨¦ coincidir con los valores que se espera de las naciones. La clave, apunta el experto de Planetary Society, est¨¢ en el equilibrio entre ambas partes y se consigue ¡°con una buena supervisi¨®n p¨²blica, un sistema regulatorio bueno y permitiendo que cada una se centre en su especialidad¡±.
Si algo no ha cambiado desde la primera era espacial, es la hegemon¨ªa de EE UU. Por el momento, el resto de jugadores internacionales est¨¢ a a?os luz. Su presupuesto es el m¨¢s alto y empresas como SpaceX o Blue Origin a¨²n no encuentran reflejo en otros pa¨ªses del globo.
La Agencia Espacial Europea (ESA), por ejemplo, tiene un presupuesto tres veces menor que el de la NASA, de 23.300 millones de d¨®lares. Aun as¨ª, aseguran con orgullo que est¨¢ bien utilizado. ¡°A pesar de que el gasto en el sector espacial es solo el 16% del mundo, Europa retiene alrededor del 30% de los ingresos en fabricaci¨®n de sat¨¦lites, siendo el segundo exportador mundial¡±, se?ala Javier Ventura-Traveset, director de la Oficina Cient¨ªfica de Navegaci¨®n por Sat¨¦lite de la ESA y portavoz de la agencia en Espa?a.
Industria espa?ola
La ESA tiene a sus espaldas ¨¦xitos como el programa Galileo, de geolocalizaci¨®n, y Cop¨¦rnico, de observaci¨®n. Y entre los que vendr¨¢n, la misi¨®n rob¨®tica a Marte Exomars en 2022 y la exploraci¨®n de las lunas heladas de J¨²piter. Adem¨¢s, Artemisa llevar¨¢ ADN europeo en diferentes componentes. La agencia, cuenta Ventura-Traveset, tiene entre sus objetivos impulsar la comercializaci¨®n para no quedarse atr¨¢s en la nueva econom¨ªa espacial. Y se?ala tres caminos para conseguirlo: generar y retener talento, mejorar el acceso de inversores al capital y acelerar la innovaci¨®n y la entrada en los mercados.
¡°En el plano europeo podemos situar a Espa?a como la quinta potencia en industria, tras Francia, Alemania, Italia y Reino Unido¡±, se?ala Jorge Potti, vicepresidente de Espacio de la Asociaci¨®n Espa?ola de Empresas Tecnol¨®gicas de Defensa, Seguridad, Aeron¨¢utica y Espacio (Tedae). El sector espa?ol es muy joven, cuenta, pero con un crecimiento de un 10% de media anual en los ¨²ltimos cinco a?os. En 2019 factur¨® casi 1.000 millones.
¡°Nuestro pa¨ªs ha dado un gran salto tecnol¨®gico y cualitativo. Hemos pasado de ser suministradores de equipos a estar en condiciones de fabricar sistemas de sat¨¦lites completos, segmentos terrenos y operaciones¡±, se?ala Potti. La mayor parte de clientes, un 60%, son privados.
¡°Hoy en d¨ªa el sector espacial genera un gran impacto econ¨®mico a trav¨¦s de un gran n¨²mero de aplicaciones y servicios cuyo desarrollo sigue en continuo crecimiento¡±, dicen fuentes de GMV, empresa espa?ola l¨ªder de los sistemas de control desde tierra de Galileo. La innovaci¨®n, la productividad, las exportaciones y la capacidad de generar empleo, dicen, lo hacen ser rentable. La divisi¨®n espacial de la empresa tuvo una facturaci¨®n de 154 millones de euros en 2020 y da trabajo a alrededor de 1.250 personas.
El negocio de extraer minerales o agua
Hasta el momento y, al menos durante un tiempo, los servicios y productos espaciales para consumo en la tierra seguir¨¢n siendo la columna vertebral comercial del espacio. ¡°Es probable que el papel cada vez mayor del internet de las cosas y la demanda cada vez mayor de datos garanticen que los sat¨¦lites de telecomunicaciones y observaci¨®n de la Tierra, y todas las empresas auxiliares, sigan dominando el sector durante alg¨²n tiempo¡±, dice Matthew Weinzierl, profesor en Harvard Business School e investigador.
¡°Luego tienes turismo espacial o aventura espacial, como quieras llamarlo. Es probable, creo, que ese sea el mayor motor¡±, asever¨® Musk en segundo lugar. Los planes y desarrollos de SpaceX, Blue Origin, Virgin Galactic, Boing y otras compa?¨ªas menos famosas est¨¢n haciendo las primeras peque?as grietas de una brecha llamada a cambiar el espacio, para bien o para mal. ¡°Las grandes cosas empiezan siendo peque?as¡±, dijo en varias ocasiones el magnate Jeff Bezos tras su vuelo espacial.
¡°Es muy pronto para saber c¨®mo crecer¨¢ la econom¨ªa space-for-space. Mi mejor conjetura es que el turismo ser¨¢ clave en su crecimiento, pero otros ven m¨¢s potencial en la manufacturaci¨®n¡±, dice Weinzierl. Un segmento que tambi¨¦n se explora para uso terrestre: ¡°Creo que hay un fuerte inter¨¦s en encontrar productos que puedan ser manufacturados en el espacio, en una escala que pudiera generar retornos exitosos¡±, se?ala Carissa Christensen, consejera delegada de Brycetech. ?Ejemplos? Fibra ¨®ptica e implantes m¨¦dicos.
Musk cree que a largo plazo, suponiendo que se cumpla la previsi¨®n de establecer dos bases en la Luna y Marte, el negocio se expandir¨¢. ¡°Me gustar¨ªa morir en Marte, solo que no estrell¨¢ndome¡±, dijo una vez. Adem¨¢s, a mayor presencia y actividades humanas en el espacio, m¨¢s necesidades y m¨¢s variadas. Algunas tambi¨¦n podr¨ªan ser satisfechas desde el propio espacio.
La miner¨ªa de asteroides para la extracci¨®n de agua, minerales y metales figuran entre los diez motores del nuevo ecosistema espacial para Morgan Stanley. ¡°El primer billonario ser¨¢ la persona que mine asteroides para obtener sus recursos naturales. Solo lo digo¡¡±, asegur¨® el astrof¨ªsico estadounidense Neil DeGrasse Tyson en 2015. Estos cuerpos menores son un recurso interesante, pero, comenta Casey Dreier, asesor s¨¦nior de pol¨ªtica espacial de Planetary Society, dif¨ªcil desde un punto de vista tecnol¨®gico. Y poco rentable si se pretende llevar lo extra¨ªdo a la Tierra.
Otro asunto ser¨ªa hacerlo en la Luna. Muchas naciones y compa?¨ªas han puesto sus ojos en ella. Canad¨¢, dice Dreier, mandar¨¢ un rover, tambi¨¦n Emiratos, Corea enviar¨¢ una nave y Brasil quiere hacer lo propio, adem¨¢s de empresas privadas estadounidenses que entregar¨¢n cargas ¨²tiles de investigaci¨®n cient¨ªfica bajo el ala de la NASA. Toda esta actividad se entrelaza con la idea de arrancar alg¨²n tipo de econom¨ªa en el sat¨¦lite. ¡°Y ah¨ª es donde es m¨¢s probable que se comience a ver personas tal vez extrayendo hielo para combustible o cultivando ox¨ªgeno o algo que se pueda vender a otros clientes que ya est¨¢n en la Luna¡±.
Hasta ahora, las idas y venidas de la raza humana en el cosmos se han regido por el Tratado del Espacio, firmado en 1967. Fruto de su tiempo, en el que el espacio era, principalmente, el tablero de juego de dos pa¨ªses en lados opuestos del Tel¨®n de Acero, no contemplaba un escenario con actividades comerciales. Ning¨²n pa¨ªs puede reclamar para s¨ª un cuerpo celeste, pero ?qu¨¦ sucede, por ejemplo, con lo que extrae de ¨¦l?
¡°Es una especie de ¨¢rea gris rara. Y el enfoque que se ha tomado en los ¨²ltimos dos a?os, en cierta medida liderado por los EEUU, es usar el marco legal dise?ado para las aguas internacionales¡±, explica Dreier. La NASA, por ejemplo, anunci¨® en septiembre del a?o pasado su intenci¨®n de comprar muestras lunares de empresas privadas para establecer un marco legal para sus aspiraciones y transacciones.
EE UU y China, los principales competidores de lo que muchos, incluido el administrador de la NASA, Bill Nelson, consideran la nueva carrera espacial entre naciones, ya han pisado Marte con sus rovers. Pero mandar personas es harina de otro costal. Las complicaciones son evidentes en misiones en las que solo el viaje de ida y vuelta durar¨ªa un a?o y medio. Si EE UU o el mundo, dice Dreier, dejasen todo lo dem¨¢s y encauzasen sus esfuerzos en enviar gente a Marte ser¨ªa tecnol¨®gicamente muy posible, pero no hay una raz¨®n pol¨ªtica de peso para respaldarlo. Por eso, las compa?¨ªas privadas pueden ser un factor clave ya que pueden dedicar los recursos sin atender a razones pol¨ªticas o dar explicaciones.
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