Brett Christophers: ¡°La inversi¨®n en renovables es insuficiente para que la transici¨®n vaya a la velocidad que necesitamos¡±
El acad¨¦mico brit¨¢nico argumenta que los menores rendimientos de las energ¨ªas verdes explican la lentitud en reducir la dependencia de los combustibles f¨®siles
El mundo respir¨® aliviado cuando se publicaron las cifras: la electricidad generada a partir de tecnolog¨ªa fotovoltaica hab¨ªa sido en 2022 un 29% m¨¢s barata que la producida con el combustible f¨®sil m¨¢s asequible. Un logro que se hac¨ªa especialmente evidente al comparar las cifras que acababa de difundir la Agencia Internacional de las Energ¨ªas Renovables con sus estimaciones de 2010, cuando el coste de la fotovoltaica estaba un 710% por encima.
Solucionada la desventaja en costes, solo faltaba sentarse y esperar a que el capitalismo desplegara su magia sustituyendo centrales t¨¦rmicas por parques e¨®licos y solares. Esa era la impresi¨®n generalizada, pero eso no fue lo que ocurri¨®. En las estimaciones de la Agencia Internacional de Energ¨ªa (AIE), el a?o 2023 registr¨® un aumento de 6% en las inversiones destinadas a ampliar la oferta de hidrocarburos. Es verdad que el dinero para centrales t¨¦rmicas no ha aumentado en los ¨²ltimos tiempos, pero tampoco ha retrocedido: desde el a?o 2020 la apuesta de los inversores por generar electricidad con combustibles f¨®siles se ha mantenido estable, tambi¨¦n seg¨²n la AIE.
Detr¨¢s de esa aparente paradoja hay, seg¨²n el acad¨¦mico brit¨¢nico Brett Christophers (Croydon, Reino Unido, 1971), una ley fundamental del capitalismo y es que son los beneficios los que deciden las inversiones, y no las aparentes ventajas en el coste de producci¨®n. Y en lo que se refiere a rendimientos, los combustibles f¨®siles siguen ganando por goleada con un 15% anual promedio frente a la banda de entre 5% y 8% que se le atribuye a las renovables, explica Christophers en su libro The Price is Wrong: Why Capitalism Won¡¯t Save the Planet (publicado en 2024 por Verso Books, el t¨ªtulo podr¨ªa traducirse como ¡°El precio no sirve: por qu¨¦ el capitalismo no salvar¨¢ al planeta¡±).
Ge¨®grafo de formaci¨®n y profesor en la universidad sueca de Upsala, Christophers lleva varios a?os publicando ensayos que fundamentan con datos lo que de otra forma se habr¨ªa quedado en meras intuiciones sobre la econom¨ªa, como la privatizaci¨®n del 10% del suelo p¨²blico brit¨¢nico desde el primer gobierno de Margaret Thatcher (The New Enclosure, 2018); o c¨®mo los grandes fondos de inversi¨®n han ido haci¨¦ndose con las empresas que sostienen nuestro d¨ªa a d¨ªa (Our Lives in Their Portfolios, 2023), desde nuestras carreteras hasta nuestras casas, pasando por hospitales, colegios, y suministros de agua y energ¨ªa.
Salvo el caso de China, donde el Estado ha jugado un papel crucial en la financiaci¨®n y puesta en marcha de las tecnolog¨ªas renovables, la mayor¨ªa de los gobiernos ha preferido limitar su intervenci¨®n a incentivos puntuales, para que sea el capital privado el que resuelva por s¨ª solo la crisis clim¨¢tica, argumenta Christophers durante una entrevista por videoconferencia, ¡°pero si la b¨²squeda de beneficios es el principio rector del sector privado, unas expectativas limitadas de ganancias significan necesariamente una inversi¨®n limitada¡±.
Tal vez lo m¨¢s sorprendente en la tesis de Christophers sea precisamente eso: que nos sorprenda. Hace mucho que sabemos que la cuenta de resultados es la que manda, y no la de los costes de producci¨®n: ?c¨®mo es qu¨¦ con las energ¨ªas renovables nos olvidamos de ese principio elemental? Christophers ofrece tres explicaciones. La primera y m¨¢s sencilla es que las ventajas en costes son interpretadas de manera casi inconsciente como sin¨®nimo de beneficios mayores. Una regla intuitiva que casi nunca se cumple al cien por cien, explica, y menos en el mercado de las energ¨ªas renovables.
La regla falla especialmente cuando hay un n¨²mero grande de generadoras que usan energ¨ªas renovables, dice. La abundancia de oferta las obliga a competir en precios, ¡°traspasando esa ventaja en costes a las distribuidoras, a las comercializadoras y, en mayor medida, a los consumidores¡±. ¡°Es un efecto positivo para los consumidores, y de hecho es la raz¨®n de que se hayan dise?ado as¨ª los mercados el¨¦ctricos, pero no es tan positivo para las generadoras porque las dificultades para capturar las ganancias generadas disminuyen su incentivo a invertir en tecnolog¨ªas con costes menores¡±, explica.
Otro inconveniente es que los precios de venta al consumidor var¨ªan en funci¨®n del momento del d¨ªa. Estos precios suelen subir con la demanda, lo que da ventaja a los hidrocarburos, ya que pueden reservarse para ser usados justo entonces. A falta de una amplia implementaci¨®n de las tecnolog¨ªas de almacenamiento, las energ¨ªas e¨®lica y solar tienen que venderse en el momento de generaci¨®n, que no siempre coincide con el de mejor precio de venta. ¡°La realidad es que, en promedio, la electricidad generada con fuentes renovables no se vende tan cara como la generada con combustibles f¨®siles¡±, explica Christophers.
?Y la tercera raz¨®n? Seg¨²n Christophers, las grandes distancias que hay entre los centros de consumo y las generadoras de energ¨ªa renovable. Esta lejan¨ªa, que se explica por la necesidad de tierras baratas donde levantar los extensos parques e¨®licos y solares, encarece en gran medida los costes de distribuci¨®n de la energ¨ªa. ¡°Y sin embargo, cuando se compara el coste de las renovables con el de la electricidad a partir de hidrocarburos, nunca se incluyen estos costes de distribuci¨®n, que para las centrales t¨¦rmicas son mucho menores, as¨ª que la comparaci¨®n es completamente artificial y forzada¡±, explica.
Disponibilidad
Una argumentaci¨®n posible es que los costes s¨ª pueden servir como indicadores del rumbo de las inversiones cuando se refieren a productos verdaderamente equivalentes. Hasta ahora, la comparaci¨®n en la que las renovables parecen haber obtenido ventaja ha sido entre electrones: un electr¨®n generado por hidrocarburos cuesta m¨¢s que un electr¨®n generado por el viento o por el sol. Pero la electricidad no es un producto sino un servicio, y el momento de disponibilidad de ese servicio es tan importante como la cantidad de electrones producidos.
Para una comparaci¨®n genuina habr¨ªa que incluir, por tanto, el coste de distribuci¨®n hasta los centros de consumo y el coste de almacenamiento de la energ¨ªa renovable. Solo as¨ª, el generador de renovables tendr¨ªa la misma capacidad que el de combustibles f¨®siles para aguantarse y vender en el momento de precios m¨¢ximos. ?Seguir¨ªa teniendo esa ventaja en costes con una comparaci¨®n en esos t¨¦rminos? ¡°La mayor¨ªa de la gente no lo admitir¨¢ pero la respuesta es no¡±, dice Christophers.
¡°No se quiere hablar de eso porque es darle argumentos a los que se resisten, pero si los gobiernos terminan suscribiendo este relato falso de que las renovables ya son m¨¢s baratas, la realidad no les va a acompa?ar¡±. El peligro de ese discurso es deslegitimar una intervenci¨®n p¨²blica que en su opini¨®n es clave para acelerar la transici¨®n. ¡°Las renovables est¨¢n creciendo mucho, eso nadie lo duda, pero la producci¨®n de electricidad con gas y carb¨®n tambi¨¦n¡±, explica. ¡°Esa tendencia podr¨ªa empezar a cambiar, con una posible primera reducci¨®n global en la electricidad a partir de hidrocarburos este a?o; pero aunque as¨ª sea, la inversi¨®n prevista en renovables es insuficiente para que la transici¨®n energ¨¦tica vaya a la velocidad que necesitamos¡±, concluye.
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