Silenciar la lucha ind¨ªgena es condenar el futuro del planeta
Los pueblos ind¨ªgenas del mundo conmemoran en 2017 los 10 a?os de reconocimiento de su derecho a las tierras ancestrales. Su batalla por defender el territorio nos involucra a todos
Imagina que tu supervivencia depende de c¨®mo puedas defender el derecho a vivir donde te encuentras ahora mismo. Cualquier d¨ªa, tu Gobierno puede decidir comenzar a extraer petr¨®leo o construir una autopista justo donde tu familia duerme todas las noches, sin consultarte. Imag¨ªnate la mina o la carretera contaminando el agua que bebes y envenenando el suelo hasta un punto en el que los cultivos apenas puedan crecer. Por si fuera poco, cada d¨ªa te ves forzado a hablar un idioma extranjero en un pa¨ªs que pone en peligro tu cultura y forma de vida.
Este escenario no es ficticio. Es una realidad para muchos de los 370 millones de ind¨ªgenas que hay en el mundo. Si es que existe una manera simple de definirlos, podemos estar de acuerdo en que son los descendientes vivos de las comunidades precolonizadas que habitaban las tierras ahora dominadas por otros.
Hace solo diez a?os, los pueblos ind¨ªgenas de todo el mundo lograron la victoria m¨¢s sustancial para proteger sus tierras: la Declaraci¨®n de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Ind¨ªgenas (UNDRIP).
La adopci¨®n de esta declaraci¨®n ha sido un punto de ruptura, dado que 144 pa¨ªses reafirmaron que los pueblos ind¨ªgenas tienen derecho sin discriminaci¨®n a todos los derechos humanos reconocidos en el derecho internacional. Desde 2007, la UNDRIP ha guiado los esfuerzos globales para superar y reparar la negaci¨®n hist¨®rica de sus derechos m¨¢s b¨¢sicos: a sus tierras ancestrales y a la autodeterminaci¨®n.
Esto fue posible porque se reconoci¨® que los pueblos ind¨ªgenas poseen derechos colectivos como grupo, es decir, aquellos indispensables para que puedan existir. Esta es, quiz¨¢s, la raz¨®n por la cual muchos no comprenden su lucha, ya que las sociedades dominantes basan las pol¨ªticas y las acciones de desarrollo en la protecci¨®n de derechos individuales, como a la propiedad o la privacidad.
Representando el 5% de la poblaci¨®n mundial repartida en m¨¢s de 70 pa¨ªses, los pueblos ind¨ªgenas siguen ganando cada vez m¨¢s visibilidad por levantar sus voces en contra de pol¨ªticas de desarrollo agresivas.
A medida que el mundo avanza r¨¢pidamente para explorar y explotar nuevos territorios para satisfacer el creciente consumo, los pueblos ind¨ªgenas encabezan la lista de asesinados por defender sus tierras. Casi 130 activistas ambientales han sido asesinados hasta ahora en 2017, y las comunidades ind¨ªgenas son las que m¨¢s sufren por la expansi¨®n de la miner¨ªa.
Extracci¨®n bajo el suelo y asesinatos sobre la tierra
Durante la pr¨®xima semana se espera que una media de cuatro activistas sean asesinados por defender sus tierras o recursos naturales. La mayor¨ªa de ellos pertenecen a pueblos ind¨ªgenas que est¨¢n luchando contra extracciones ilegales en Am¨¦rica Latina.
Esta tendencia global no es una coincidencia. Los territorios ind¨ªgenas son los m¨¢s ricos en biodiversidad y hoy m¨¢s que nunca se han convertido en el nuevo campo de batalla para los derechos humanos.
Los pueblos ind¨ªgenas han exigido justicia ambiental antes de que el cambio clim¨¢tico se convirtiera en una acci¨®n global
Las industrias extractivas son una amenaza concreta para las comunidades ind¨ªgenas. Son las que abren de par en par sus tierras para llenar los bolsillos del agronegocio, que promueve por ejemplo el monocultivo de soja en Brasil o fuerza desalojos en nombre de la conservaci¨®n de la vida silvestre en Tanzania.
El lucro triunfa sobre los derechos humanos. Venezuela aprob¨® la creaci¨®n de la regi¨®n AMO (Orinoco Mining Arc), un mega proyecto minero que dar¨¢ acceso a 150 empresas de 35 pa¨ªses al 12% del territorio nacional, la mayor¨ªa sobre territorio ind¨ªgena. Mientras tanto, la demarcaci¨®n de las tierras ind¨ªgenas solo ha procesado el 13% de los casos en los ¨²ltimos 17 a?os.
En Filipinas, quienes est¨¢n expandiendo el cultivo de la palma aceitera en Mindanao no consultan a las comunidades ind¨ªgenas y violan derechos humanos con la complicidad de funcionarios gubernamentales.
Otro caso es cuando el cambio clim¨¢tico provoca disputas territoriales. En Kenia, la sequ¨ªa recurrente apareja enfrentamientos entre los pastoralistas maasai y los agricultores. La cadena de acontecimientos es bastante sencilla: cuando no hay agua, no crece la hierba y el ganado de los pastores muere de hambre.
Todos luchamos la misma batalla
Cualquiera que sea el rinc¨®n del mundo al que nos acerquemos, los pueblos ind¨ªgenas se encuentran desprotegidos a la hora de defender lo que es suyo. Si los Estados y las empresas no protegen a los ¨²ltimos habitantes defendiendo la diversidad de la que todos dependemos, ?qu¨¦ otra tierra quedar¨¢ disponible para ser explotada?
Silenciar sus demandas tendr¨¢ un impacto negativo sobre nuestro planeta mientras la extracci¨®n contin¨²e expandi¨¦ndose. Muchos pensar¨¢n que este hecho no tiene nada que ver con la protecci¨®n del medioambiente, pero ambas luchas son parte de la misma batalla.
Los pueblos ind¨ªgenas han exigido justicia ambiental antes de que el cambio clim¨¢tico se convirtiera en una acci¨®n global. Hoy tenemos la oportunidad de hacer valer su Declaraci¨®n y tomar sus derechos sobre la tierra seriamente para asegurar que todos tengamos una tierra sobre la cual seguir caminando.
Pamela Jacquelin-Andersen trabaja como periodista especializada en pueblos ind¨ªgenas, multiculturalidad y globalizaci¨®n en IWGIA
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